convivencia


Mural en una bocadillería en Haifa (Israel), 2013 | © I.U.T. / M'Sur
Mural en una bocadillería en Haifa (Israel), 2013 | © I.U.T. / M’Sur

La convivencia pacífica de comunidades musulmanas con grupos de otras religiones fue la norma durante muchos siglos. Hoy, los conflictos parecen protagonizar toda coexistencia de musulmanes, cristianos y judíos. Normalmente, estos conflictos descritos como ‘religiosos’ enmascaran determinadas causas políticas, económicas o sociales.

Desde un punto de vista teológico, el islam se considera superior a todas las demás religiones, pero reconoce a tres otras como dignas de respeto y protección pública: la cristiana, la judía y la sabea (identificada con la mandea), dado que todos ellos veneran a Dios como ser supremo.

Los seguidores de estas religiones se llaman ‘gente del libro’ (Ahl al-kitab en árabe) porque sus creencias se basan en escrituras sagradas: el islam considera que tanto la Tora (o Antiguo Testamento) como los Evangelios (Inyil, en árabe) o los salmos – entre otros textos, no conservados- son libros revelados por Dios. Eso sí, sostiene que fueron manipulados posteriormente y ya no contienen la verdad divina pura, que sólo se hallaría en el Corán.  Sin embargo, son libros santos y se estudian como tales en las Facultades de Teología.

En el Corán, el término «creyentes» – mu’minin – no se refiere únicamente a los musulmanes sino a todos aquellos que en épocas anteriores han seguido religiones monoteístas inspirados por los diversos profetas, lo cual incluye a cristianos y judíos. La lista de profetas no está claramente definida y podría incluir a todos los mencionados en el Antiguo Testamento. Entre los más populares se citan Noé, Lot, Abraham, Ismael, Isaac, Jacobo, Moisés, Aarón, Jonás, David, Juan Bautista y, como penúltimo y más importante aparte de Mahoma, Jesucristo.

El Corán establece expresamente la equivalencia de judíos y cristianos con los musulmanes [2,130] y asegura que irán al paraíso, siempre que cumplan devotamente con los preceptos de su fe [5,70]. Basándose en la sura La peregrinación [22,17], este respeto a veces se extiende también a los zoroastras (o mazdeos), conocidos en árabe como magos.

Los drusos se clasifican como una rama del islam a estos efectos en Siria y Líbano. También a los alevíes de Turquía se les considera hoy oficialmente una rama del islam chií, si bien históricamente, al menos a nivel popular, fueron denostados como secta derivada del islam y por ello, herejes.

Los adeptos de creencias que no forman parte de las ‘religiones del libro’ son definidos como «infieles (kafir, plural kuffar) y se colocan en el mismo nivel que los ateos; no son dignos de respeto en la teología islámica.

Entre el pueblo, la conciencia de la cercanía de las religiones monoteístas sigue viva hasta hoy: en Marruecos existen santuarios venerados tanto por musulmanes como por judíos mediante una romería e hilula, y en Estambul, muchos miles de musulmanes acuden cada año a la iglesia de San Jorge en la isla Büyükada para encender una vela o pronunciar un deseo.

Dhimmis

En el pasado, muchas administraciones musulmanas, particularmente la otomana, definían a las comunidades cristianas y judías bajo su dominio, y a veces también a las sabeas y mazdeas, como ‘dhimmis‘, una palabra que significa ‘protegidos’ (del árabe dhimma, pacto, garantía). Este estatus era inferior al de los musulmanes en ciertos aspectos —por ejemplo a la hora de testificar contra un musulmán— pero garantizaba la libre práctica de la religión y una vida acorde a las propias normas, no las de la charia.

Normalmente estos colectivos estaban sujetos al pago de un impuesto personal llamado yiziay justificado por un verso del Corán [9,29], pero exentos de pagar la zakat, el impuesto religioso musulmán. Todas estas restricciones se levantaban automáticamente con la conversión al islam.

La profanación de sinagogas o iglesias se considera un delito ante dios y no es raro que las autoridades públicas de un país musulmán asistan a una misa cristiana o una ceremonia judía. A los sacerdotes cristianos o las monjas se les trata con especial deferencia, algo también previsto por el Corán [5,80]. Sin embargo, la misión cristiana en tierras islámicas no se admite, dado que, de tener éxito, haría renegar a los musulmanes de su fe y los incitaría a la apostasía.

La apostasía, es decir el abandono del islam, ya sea para declararse ateo o para abrazar otra fe, se considera un grave delito, uno de los pocos que la charia castiga con la muerte. Eso sí, la pena capital sólo puede aplicarse tras un juicio público en el que el acusado tiene oportunidad de retractarse. Si lo hace, es perdonado.

A estos efectos se considera musulmán a cualquiera que haya nacido en una familia de tradición musulmana o haya recibido una educación islámica, aunque nunca se haya declarado creyente de forma expresEn esta postura radican muchos de los conflictos que enfrentan a fanáticos defensores de la fe con artistas, escritores, filósofos o profesores descendientes de familias musulmanas, que son declarados blasfemos y, con ello, apóstatas, por sus enemigos.

Wahabismo

En las últimas décadas, los seguidores de la secta wahabí – que hoy marcan la imagen pública del islam en Europa y en una medida creciente también en los países cercanos a Arabia Saudí, su cuna y respaldo – han popularizado una nueva terminología en las que se les llama «infieles» a cristianos y judíos, se considera «impura» la Biblia, no se reconoce el carácter de lugares sagrados a las iglesias y se les convierte en enemigos a los sacerdotes cristianos.

Esta visión moderna niega a judíos y cristianos el carácter de creyentes. Se trata de un ideario diametralmente opuestos a la teología islámica, que rompe con un concepto esencial del islam: su definición como religión continuadora y renovadora de las creencias monoteístas anteriores, hilo conductor del Corán.

A diferencia de todos los demás países islámicos, Arabia Saudí no permite el ejercicio público de la religión cristiana o judía, no dispone de iglesias y según numerosos informes, no permite la entrada a sacerdotes cristianos identificados como tales ni la importación de biblias, aunque no es cierto – como se ha asegurado en la prensa – que la propia aerolínea de bandera informe de esas restricciones en su web.