Entrevista

Ivan Cotroneo

«Los 70 fueron los últimos años en que se soñó de verdad»

María José Ramírez
María José Ramírez
· 8 minutos

Ivan Cotroneo (Roma, 2005) | ©  Fabio Lovino / Contrasto [Cortesía de Libros del Silencio]
Ivan Cotroneo (Roma, 2005) | © Fabio Lovino / Contrasto [Cortesía de Libros del Silencio]
Sevilla | Mayo 2010

El nombre de Iván Cotroneo (Nápoles, 1968) remite a guiones cinematográficos de éxito —Io sono l’ amore, de Luca Guadagnino, o Mine Vaganti, de Ferzan Oztepec—, a las traducciones al italiano de autores como Hanif Kureishi o Michael Cunningham, adaptaciones teatrales de Patrick Marber o Bret Easton Ellis, y sobre todo a una obra narrativa que comenzó con Il re del mondo, prosiguió con Cronaca di un disamore y con Kryptonita nella borsa, cuya versión española vio recientemente la luz en la editorial Libros del Silencio.

Novela ambientada en los llamados años de plomo, Kriptonita en el bolso es un divertido retrato de una familia italiana que algunos llamarían disfuncional, y cuyo hijo menor irá describiendo entre fiestas clandestinas, colectivos feministas, tabaco contrabandeado, viajes de ácido, minifaldas y pantalones de pata de elefante. Junto a él estará Gennaro, un chaval que se cree Superman y que vive convencido de que las mujeres conspiran contra él y llevan kriptonita en el bolso. Todo ello ha permitido que algunos críticos se refieran a esta obra, que será llevada en breve a la pantalla grande, como de “una Little Miss Sunshine a la napolitana”.

¿En Italia le han llamado valiente por crear un superhéroe homosexual. ¿Qué grado de tolerancia hay ahora en su país hacia los gays?
Muy poca. De hecho, mi país está atravesando una ola de homofobia bastante violenta. En Roma, desde comienzos de año, han sido numerosos los episodios de violencia contra homosexuales, hace sólo unos días un chaval fue agredido a la salida de un local gay en pleno centro de la ciudad. Por otro lado, en el último año una ley propuesta por la honorable Paola Concia, que propugnaba considerar agravante en delitos violentos la motivación de homofobia, ha sido rechazada. La situación, en suma, se ha puesto francamente desagradable.

«De los años setenta, lo que me interesaba era contar el comienzo: la utopía, el sueño, el deseo de libertad»

¿La historia de esta novela está protagonizada por una familia un tanto especial, pero, ¿el problema es el desequilibrio familiar, la homosexualidad, la infidelidad en el matrimonio? ¿O el hecho de que estas circunstancias abandonen la esfera de lo privado y se hagan públicas?
La familia Sansone se encuentra en medio de unos cuantos problemas, todos ligados a un pasado importante como el que constituyen los años 70. Rosaria, la madre del chico, es una mujer joven del decenio precedente, y cuando descubre que el marido le es infiel todo se le viene abajo. La hija Titina, por el contrario, quiere ser una chica moderna pero vive presa, encadenada a las reglas de una convivencia social que son mucho más fuertes que ella. Peppino, el chaval para el que nadie tiene tiempo, se siente solo y advierte que es distinto de los otros, y tiene miedo. Y por fin, la figura trágica y bufa de Gennaro, víctima de los prejuicios, que enseñará a Peppino a no tener miedo de su propia singularidad, y de este modo también a superar el miedo a ser juzgado, a esa esfera pública de la que todos se resienten en la novela.

Los años de plomo, ¿són sólo un telón de fondo como otro cualquiera, o hay por su parte una voluntad de reflexionar sobre aquel tiempo?
De los años setenta, lo que me interesaba era contar el comienzo: la utopía, el sueño, el deseo de libertad. Eran años en los que todo parecía posible, en el que el mundo de los jóvenes de todos los países del mundo estaba transversalmente unido. No son todavía “de plomo”, y son vistos desde el prisma de un niño, que de esos años adivina sólo el impulso de conquista de una mayor libertad. Lo que me interesaba era meditar sobre el hecho de que aquéllos fueron los últimos años en los que se soñó verdaderamente, en los que todo parecía a nuestro alcance, antes de la espiral de violencia que llegaría unos años después y destruiría el sueño.

Y la crisis actual, ¿es un pálido reflejo de aquellos años durísimos, o cree que se puede establecer algún paralelismo?
Creo que las mejores cosas de estos años, de los años que vivimos, vinieron de aquel espíritu de cambio. Cada vez que pensamos que un sueño es posible, cada vez que peleamos por una sociedad más justa y más abierta, somos hijos de las aspiraciones de nuestros mayores de hace treinta años. Fueron años de empuje colectivo, antes del individualismo de los ochenta.

«Hoy, naturalmente, la lengua que hablamos padres e hijos es distinta, pero el mundo es el mismo»

En su libro hay tres generaciones que viven de distinta forma una misma época. ¿Cómo han cambiado desde entonces en Italia las relaciones entre hijos, padres y abuelos?
Probablemente, ahora las relaciones intergeneracionales sean bastante diferentes. En aquellos años sospecho que unas y otras generaciones estuvieron separadas por una visión del mundo completamente diferente. También hoy, naturalmente, la lengua que hablamos padres e hijos es distinta, pero el mundo es el mismo. Y por suerte el rechazo a ciertas características de la contemporaneidad –una sobre todas: la injusticia social- es compartido por todas las generaciones.

Por una vez, un libro que se ubica en Nápoles pasa por alto el tema de la camorra. ¿Ha querido distanciarse de la moda Gomorra?
Valoro muchísimo el libro de Saviano, su coraje, la importancia de su trabajo en nuestra historia política y social. Mi novela es una obra de ficción, obviamente muy distinta, que se desarrolla en otra época. Es la historia de un chaval que aprende a crecer, y no hay sitio para la camorra. Pero no es una declaración de intenciones: el hecho de que mi novela no trate de esa Nápoles no significa que no exista o que yo piense que no venga reflejada. Yo he contado una historia, y no creo que la imagen de Nápoles se acabe en mi narración.

«Me indigna que un presidente pueda imponer qué argumentos son oportunos para un escritor»

Recientemente, Berlusconi ha apelado al silencio patriótico en torno al crimen organizado, para no perjudicar la imagen de Italia. Algún futbolista se había manifestado también en este sentido. ¿Está de acuerdo?
Obviamente no, por el contrario estoy indignado por el hecho de que un presidente del Congreso pueda imponer o sólo sugerir cuáles son los argumentos oportunos para un escritor o un artista, cuáles se han de tratar y cuáles no. Creo que forma parte de la actitud publicitaria de nuestro presidente del Congreso actual el hecho de pensar que de un problema como éste no se debe hablar, porque puede suponer una propaganda negativa. Yo pienso que el arte debe ser libre. Y creo que entre las competencias del Presidente del Congreso debería figurar el ponerse manos a la obra cuando los artistas de su país denuncian una situación, y no ejercer la autoridad para taparles la boca.

¿Es posible escribir sobre Nápoles, siendo napolitano, sin caer en los tópicos? ¿Existe otro Nápoles diferente al que nos muestran los medios?
Nápoles es una ciudad compleja, y como es lógico sí, alberga en su interior muchas ciudades que los medios de comunicación no describen. Y creo que eso vale para casi todas las ciudades: el modo en que la presentan las noticias no se ajusta al modo en que un escritor la ve. Estoy seguro de que la idea que tengo de mi ciudad no tiene nada que ver con la que reflejan los periódicos. Y confío en poder plasmar esa diversidad.

La versión cinematográfica de La kryptonite nella borsa, ¿se parecerá más al cine de Almodóvar, al de Tornatore o al de algún otro director actual?
La versión cinematográfica de Kriptonita, que se empezará a rodar la próxima primavera, será personal, espero, y … Aprecio el cine de Almodóvar, mucho, y también el de Tornatore. Pero creo que nuestra película, al menos lo espero, será diferente, original. Tomará cosas de los cineastas que más me gustan, sin copiar a ninguno.