Entrevista

Amin Maalouf

«La democracia siempre ha sido un producto de exportación»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 10 minutos
Amin Maalouf (Madrid, 2010) | © Ilya U. Topper/M'Sur
Amin Maalouf (Madrid, 2009) | © Ilya U. Topper/M’Sur

Es de verbo pausado, tranquilo, casi demasiado tranquilo, como corrigiendo una y otra vez los términos empleados, buscando una expresión sin estridencias, matizada, a la vez fácil de entender y consciente de la enorme variedad de factores que se esconden tras términos como ‘mundo árabe’ o ‘Occidente’. Un tema recurrente en su nueva obra El desajuste del mundo: cuando nuestras civilizaciones se agotan, editada por Alianza. El libro se presentó a finales de septiembre en la Casa Árabe de Madrid.

El celebrado autor franco-libanés, galardonado con el prestigioso premio Goncourt y best-seller indiscutible en Francia, también en España gracias a León el Africano, hace gala de un trato muy cercano, afable: sería seguramente un ideal compañero de mesa y charla si dispusiera de tiempo…

Su libro habla de las civilizaciones. ¿A cuál pertenece usted?
Yo nací en Líbano, de manera que desde mi infancia viví en culturas mezcladas, en mi familia nos interesábamos mucho por la literatura árabe, durante toda mi infancia, mi padre me recitaba poemas en árabe; más tarde fui al colegio de los jesuitas. Abandoné Líbano al principio de la guerra civil y me instalé en Francia, de eso ya hace 33 años.  Siempre me he sentido ligado íntimamente a las dos culturas; digo dos para simplificar, pero en realidad son más de dos, porque dentro de la cultura occidental está la anglosajona y la francesa….

¿Y cómo se siente en este equilibrio?
Desde hace mucho tiempo intento explicar cada cultura a los demás, estos mundos que están en oposición, en confrontación continua, y cada vez se vuelve más difícil explicar la actitud de los unos a los otros. Cuando se habla del mundo musulmán, yo explico que hubo grandes épocas de tolerancia y que, para hacerse una idea de esta civilización, no se puede uno detener en lo que se ve hoy día: hay tanto empecinamiento, manifestaciones de fanatismo, de violencia, de actitudes retrógradas… es muy difícil defender lo que ocurre en el mundo musulmán.  Y cuando digo que pese a las actitudes a veces difíciles de comprender, Occidente es el portador de los valores de los derechos humanos, de las libertades, la democracia, me responden: mire lo que hacen en Iraq ¿son éstos los valores de la democracia?

En conclusión…
Estoy por una parte muy ligado a las dos culturas, y por otra tengo a veces ganas de mandar ambas a paseo y decir: no tengo nada que ver ni con unos ni con otros.

¿Cómo recibe el mundo musulmán este libro, que describe la rabia de esta sociedad contra Occidente y contra si mismo?
Es pronto para hablar de la acogida del libro en el mundo musulmán porque todavía no ha salido en árabe, saldrá en algunas semanas. El único indicio que tengo es que el libro ha salido muy pronto en turco, y hubo reacciones extremamente positivas.

¿Cree que el mundo musulmán puede reformarse y recuperar esta vertiente tolerante y liberal que le caracterizó siglos atrás?
Si hablo de lo teórico, estoy profundamente convencido de que todo es posible. Es perfectamente posible establecer la democracia, es perfectamente posible establecer la laicidad, se pueden, perfectamente, respetar los derechos humanos en las sociedades de cultura musulmana, al igual que se ha podido hacer en las sociedades de cultura cristiana. En teoría es una cosa perfectamente posible y el problema no está en absoluto en la doctrina o los textos sagrados.

¿Y en la práctica?
Cuando miramos la realidad de lo que pasa en el mundo musulmán, no tengo en absoluto la sensación de que se vaya en esta dirección. Tengo la sensación de que vamos aún en un sentido de retroceso, y que este período de retroceso no terminará tan pronto. No sé si veré el fin de este periodo, probablemente no, pero es desde luego uno de los periodos más sombríos de la historia del mundo musulmán.

Cita en el libro el caso de una chica de Holanda que quería crear un centro para mujeres en su barrio y las autoridades consultaron al imán del barrio. ¿Europa ha dado a los imanes más autoridad de lo que nunca tenían, en nombre de la tolerancia?
Es una manera totalmente absurda de concebir la tolerancia. La actitud correcta, desde mi punto de vista, es aplicar los principios y leyes del país. Es decir que si se cree en la libertad individual, si se cree que una persona debe ser libre de decidir por sí mismo, se debe aplicar esto no sólo a los propios ciudadanos, sino a todas las personas y los ciudadanos que viven en el país, sean del origen que sean. Desconfío profundamente de las actitudes que se presentan como respeto a los valores culturales  de los otros y que en el fondo no son otra cosa que desprecio.

¿Cómo respetar las culturas diferentes, sin caer en este desprecio?
El respeto verdadero reside en tratar al otro como a uno mismo, como si fuera un adulto. Es una actitud errónea tratar al otro de una manera que lo reduce, como si fuera un ser infantil que tiene necesidad de estar bajo la tutela de sus jefes tradicionales. Las autoridades de los países democráticos deben tratar a las personas como individuos, no deben tratar con las comunidades o con los jefes de una comunidad.

No se deben, entonces, respetar pautas diferentes al tratar con otras culturas?
Hay una idea fija según la que el fallo de Occidente es que intenta imponer sus propios valores al resto del mundo. Pienso que es exactamente al contrario: el fallo de Occidente es que no ha respetado sus propios valores en sus relaciones con el resto del mundo. Lo primero que se debe exigir a Occidente es que respete sus propios valores, de aplicar sus propios valores, y no traicionarlos cuando trata con los otros, y que no intente adaptarlos a los de los otros. Para mí, estos valores son universales y hay que tener el valor de asumirlos tal cual.

¿Y exportarlos?
Dicen a menudo que no se puede exportar la democracia. Es completamente absurdo. La democracia se ha exportado desde el primer día. Desde sus principios, la democracia es un producto de exportación muy común, ha sido exportada a todos los países del mundo. La circulación de las ideas es una cosa esencial en las relaciones humanas. Cuando una idea se desarrolla en un país, en una sociedad, es normal, es correcto difundirla y propagarla en el resto del mundo.

Aunque el experimento de Iraq no ha sido muy esperanzador…
El problema de los norteamericanos en Iraq no es que hayan intentado imponer la democracia en un país que no la quería. Es que nunca han querido imponer la democracia. La sociedad iraquí estaba perfectamente capaz de aplicar un sistema democrática, había una auténtica sed de democracia. He hablado con muchas personas de Iraq y de otros países de la región, que realmente esperaban un futuro democrático, pero si se llega con un ejército de chavales analfabetas ―mejor dicho incultos, que no es lo mismo― que disparan a todo lo que se mueve, si se disuelven las fuerzas armadas, si se destruye la administración del país, si se cometen cientos de abusos contra civiles, la población tendrá una idea muy poco favorable de esta democracia.

Precisamente en Iraq, pero también en otros países árabes, hace unos 40 años se observaban grandes luchas entre comunistas, baazistas, nacionalistas… Hoy se habla de las luchas entre suníes, chiíes, cristianos. ¿Por qué las ideologías han sido reemplazadas por religiones? ¿Qué ha pasado?
Han pasado varias cosas. Primero: todos los movimientos nacionalistas del mundo árabe están muy mal considerados, en parte por razones locales, en parte por razones más globales. Entre los locales hay que señalar que los movimientos nacionalistas han acumulado fracasos y derrotas y han perdido su credibilidad. Y a nivel internacional, la atmósfera intelectual en el mundo ha cambiado; hemos pasado de un mundo en el que las divisiones eran esencialmente ideológicas a uno en el que las divisiones son esencialmente identitarias y, más exactamente, religiosas. Eso pasa en muchas partes del mundo, pero en el mundo árabe más que en otros sitios.

¿Por qué se utiliza la religión como seña de identidad y no, por ejemplo, la lengua?
En el mundo musulmán hay muchas lenguas literarias. La lengua árabe se considera sagrada porque es la del Corán, pero también está la lengua turca, la persa, el urdu… En el conjunto musulmán, el árabe no es la lengua principal. Entre los mil cuatrocientos millones de musulmanes del mundo, sólo trescientos millones hablan árabe, hay mil millones que no lo hablan. De ahí que en el mundo musulmán, la religión es un factor de unión mayor.

Pero esta fijación en la religión ¿no esconde o incluso oprime a las comunidades religiosas en el interior del mundo musulmán, como los cristianos en Egipto, los judíos en Marruecos, los alevíes en Turquía, los drusos en Siria…?
Estos países tienen características étnicas y comunitarias muy diferentes, la discriminación y la persecución dependen del lugar y la época histórica; es un mundo vasto y es siempre difícil analizar una situación cubriendo una cantidad de países tan diversos.

Usted dice que la llegada de Barack Obama ha cambiado la dinámica política en el mundo. ¿Realmente traerá grandes cambios?
Hace dos años no se podía prever que hubiera un personaje como Obama, de manera que hoy no podemos prever lo que habrá en el mundo o en América dentro de cuatro o cinco años, pero yo espero profundamente que tenga éxito, que restablezca la confianza en todo el mundo, que resuelva los conflictos de Oriente Próximo, mediante la solución de los dos estados, el israelí y el palestino. Espero profundamente que tenga éxito, pero espero a verlo, porque hasta ahora no se puede decir nada, sólo se puede esperar.

¿Y qué ocurre si Obama fracasa? ¿Hay un ‘plan B’?
No sé lo que pasará, pero sería un desastre. Si Obama fracasa sería un desastre para América, un desastre para el mundo árabe, un desastre para el mundo entero.