Reportaje

La guerra secreta de los militares

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 13 minutos
Blindado en Hakkari, Kurdistán turco (2010) |  © I. U. T.
Blindado en Hakkari, Kurdistán turco (2010) | © I. U. T.

Uno a cero. El gol lo metió Recep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía. En el bando perdedor está el Ejército. La cúpula militar ha tenido que retroceder, por primera vez, ante la firmeza del gobierno, que se negó a aceptar los ascensos propuestos en la reunión semestral del Consejo Militar Supremo, el órgano que dirige los destinos del segundo mayor ejército de la OTAN. En la agenda: el paso a retiro de 134 generales y el ascenso de 35, además de 45 coroneles.

“Es prácticamente una revolución. Estamos asistiendo en directo a algo comparable a la caída del Muro de Berlín”, asegura Orhan Kemal Cengiz, presidente de la asociación turca Insan Haklari Gündemi. La negativa de Erdogan a firmar el acta del cónclave militar, en el que se decidía el reparto de los máximos cargos, rompió con la tradición de rubricar las decisiones de los uniformados sin cuestionarlas. Tras una semana de tensas negociaciones, la noche del domingo 8 de agosto se hizo público el nombramiento de Işik Koşaner como nuevo jefe del Estado Mayor. Reemplazará el 30 de agosto a Ilker Başbug.

La derrota militar en el pulso con el gobierno se asemeja a la caída del Muro de Berlín

El nombramiento de Koşaner no fue la piedra de toque en el pulso entre Erdogan y la cúpula militar. La guerra se cernía sobre su sucesor en el cargo de comandante de las Fuerzas Terrestres. El Gobierno se opuso tajantemente a aceptar al general Hasan Igsiz, pero el candidato preferido por Erdogan, Atilla Işik, dimitió por ‘razones personales’, en lo que pudo ser un intento de hacer piña con sus compañeros. Tras dejar los puestos vacantes durante cuatro días, el domingo por la noche, Erdogan y la cúpula militar consensuaron el nombramiento del general Erdal Ceylanoglu (Kayseri, 1945) como sucesor de Koşaner al frente del Ejército de Tierra.

Hasan Igsiz recibió una citación judicial en lugar del esperado ascenso: se le acusa de haber impulsado la creación de páginas web con información sesgada sobre armenios, griegos y otras minorías de Turquía para incitar al odio. La noticia de que no iba a ser ascendido cayó como una bomba… o como un petardo festivo para algunos. “Ahora creo que este país sí puede empezar a cambiar”, comentó Fatmagül Matur, miembro de la asociación antimilitarista Jóvenes Civiles.

Eso sí, Igsiz tampoco se presentó en el juicio. En un claro pulso con el gobierno mandó un certificado médico para excusar su presencia… pero pocos días más tarde asistió, sin demasiados síntomas de debilidad, en el funeral de un compañero de armas.

Ergenekon

“Los militares siempre han disfrutado de la impunidad total. Nunca se les criticaba ni siquiera en la prensa. Todo este sistema se está cayendo ahora: desde que este Gobierno empezó su legislatura, ha hecho cosas que nunca habríamos imaginado. Por ejemplo que los militares se encuentren en el banquillo. Este pulso con el Consejo Militar es sólo el último eslabón de una larga cadena de procesos: lo que ha marcado el fin de estos privilegios es el ‘caso Ergenekon’”.

‘Ergenekon’, nombre de un recóndito valle asiático en la mitología turca, hace referencia a una amplia red de tramas golpistas, en la que se incluye la estrategia de tensión supuestamente perseguida por Igsiz a través de las páginas web. Otras ramificaciones son mucho más contundentes: hacen referencia a asesinatos, atentados y ataques bajo bandera falsa.

El primer caso se abrió en 2007 a la raíz del hallazgo de un ‘zulo’ con granadas de mano en un barrio periférico de Estambul. Desde entonces, la Justicia ha sacado a la luz numerosos planes militares para desestabilizar el Ejecutivo. El más famoso es el llamado ‘Plan Balyoz’ (Mazo, en turco). Afecta a 196 personas. Los métodos previstos no eran escrupulosos, según la acusación. Dos bombas, colocadas en las mezquitas populares de Fatih y Beyazit a la hora de la oración del viernes, iban a causar una masacre y habrían caído bajo las balas de diversos sicarios decenas de figuras públicas: numerosos periodistas, intelectuales como el escritor Orhan Pamuk o el armenio Hrant Dink, dos patriarcas cristianos, un enviado del Vaticano… Los estadios de Estambul habrían servido para encerrar a las masas que pudieran oponerse al golpe.

Todos los atentados se habrían cometido bajo ‘bandera falsa’, es decir que se habrían atribuido a grupos radicales. Para redondear, un caza turco habría buscado uno de los típicos enfrentamientos con un avión militar griego sobre el Egeo para luego ser derribado o fingirlo, y provocar un conflicto internacional.

La Justicia ha sacado a la luz numerosos planes militares para desestabilizar el Ejecutivo

Aunque el plan se remonta a 2003, la red que lo planificó sigue siendo activa, según los analistas. Así, Hrant Dink fue efectivamente asesinado en 2007, y 25 de los generales acusados siguen en activo. También los asesinatos de varios párrocos cristianos en los últimos años se han incorporado a la investigación de ‘Ergenekon’.

En marzo pasado, la policía de Ankara decomisó un camión lleno de armas y 900 granadas de mano que viajaba sin la preceptiva escolta; acaba de conocerse que los números de serie de las bombas coinciden con las de varios ‘zulos’ de armas descubiertos en los últimos años y atribuidos a militares con intenciones golpistas. La más reciente de las conjuras actualmente investigadas en los tribunales fue trazada en 2009.

“Ergenekon existe” asegura un informe realizado en junio por las asociaciones Human Rights Agenda y Jovenes Civiles. Reúne casos investigados por la Judicatura sobre la ‘guerra sucia’, cuya realidad está fuera de duda: algunos oficiales militares fueron pillados en flagrante delito, intentando cometer atentados que luego se atribuirían al PKK. Y algunos generales están acusado de colaborar con Al Qaeda en los atentados de Estambul de 2003, que dejaron 57 muertos.

“Ergenekon es el nombre paraguas para toda una red de actividades. Todos están conectados”, opina Cengiz. Discrepa Bariş Soydan, director del diario Sabah, que diferencia entre Ergenekon y el caso Balyoz, que se investiga aparte.

“Se trata de varios casos separados, de diferentes grupos pequeños que, eso sí, tenían el mismo objetivo, según asegura la Fiscalía ―se trata de alegaciones, no sabemos si son ciertas― y que consistía en echar el AKP del poder”. Admite que “podría haber una relación entre algunos miembros de las redes, por tener la misma ideología tradicionalista, pero no creo que todos fueran miembros de una sola red”.

Algunos militares implicados en Ergenekon están acusado de colaborar con Al Qaeda en los atentados de 2003

Los partidarios del gobierno consideran las diversas causas abiertas como un intento de limpieza general de una poderosa institución con una larga tradición golpista. La oposición asegura que los documentos referidos al ‘Plan Balyoz’ eran meros simulacros para tratar con escenarios de revueltas sociales y que muchos indicios están fabricados para infligir una derrota moral al ejército, tradicional guardián de los valores laicos de la República de Turquía. Sería un paso previo para poder ir implantando la ‘agenda secreta islamista’ que sus adversarios le atribuyen a Erdogan.

El general opaco

Poco se sabe del carácter de Işik Koşaner (Izmir, 1945) quien ocupará durante los próximos tres años la jefatura del Estado Mayor. Oficial de carrera, casado y con dos hijos, se formó en el Colegio de Defensa de la OTAN y en Londres; estuvo destinado a los cuarteles generales de la OTAN en Nápoles y fue comandante de las fuerzas turcas en Chipre Norte antes de pasar a comandar la Gendarmería y, finalmente, las Fuerzas Terrestres.

Una carrera sin sobresaltos ni polémicas. “Koşaner hizo sus últimas declaraciones políticas hace dos años, criticando los ‘movimientos separatistas’ y desde entonces no ha vuelta a hablar, aparentemente porque ya era notorio que iba a ser el próximo jefe de Estado Mayor”, señala el periodista Bariş Soydan. Pero no cree que traiga aires de cambio. “No me parece demasiado ‘paloma’, ni creo que sea un personaje excepcional, como fue Hilmi Özkek, que se distinguía por sus planteamientos democráticos”, aventura.

En un punto coinciden ambos bandos: este juicio decidirá sobre el lugar futuro de los uniformados en la política de Turquía. Y aunque el primer gol ha correspondido a Erdogan, su victoria no es total. En julio, un tribunal de Estambul ordenó el arresto de 102 altos mandos militares, entre ellos 54 generales de los que 25 están en activo. Todos ellos están acusados de conspirar en el plan ‘Balyoz’. Y excepto uno, todos se dieron a la fuga.

Según el diario turco Zaman, la policía no pudo dar con ellos y se cree que estuvieron atrincherados en diversos cuarteles militares, mientras que el Estado Mayor, en lugar de entregarlos, apoyó sus recursos, ya rechazados. La fuga de los encausados parecía tener como objetivo mantenerlos disponibles para las promociones, en una interpretación muy flexible de la norma que prohíbe ascender a oficiales encarcelados o sentados en el banquillo.

Sólo una vez pasada la reunión del Consejo Militar, y dos días antes del acuerdo sobre los nombramientos, un juez sustituto reemplazó al titular del caso que se había ido de vacaciones, y revocó la orden de arresto. Frustrado su ascenso previsto, el ingreso de los oficiales en la cárcel ya no parece urgente, aunque seguirán inculpados. La justicia tardará en dar su veredicto: las audiencias están previstas para diciembre.

JITEM

Las investigaciones judiciales han debilitado la antaño omnipotente cúpula militar. Pero el sociólogo Aziz Güzel es escéptico. “Se juzgan los golpes que no se llegaron a dar, pero no las desapariciones, ejecuciones y masacres en las zonas kurdas, cometidas en los años noventa”, dice, en referencia al JITEM, una unidad secreta e ilegal de la Gendarmería, cuya existencia nunca ha sido admitia oficialmente, pero cuyas víctimas se cifran en más de 5.000 muertos. Más tajante es el artista gráfico Murat Demiroğlu: “Los juicos son una farsa para aparentar que se está limpiando al Ejército y no tener que investigar el JITEM, porque entonces iba a la cárcel gran parte de clase política”.

Cengiz matiza: “La mayor parte de los implicados son militares, hay pocos civiles; algunos funcionarios pero no necesariamente los gobiernos de la época”. Cree que las actuales investigaciones “si continúan sin trabas”, alcanzarán parte del entramado del JITEM, de cuya existencia ya nadie duda. A inicios de agosto, el almirante retirado Atilla Kiyat aseguró en televisión que “lo que ocurrió entre 1990 y 2000 era parte de una política de Estado y dio como resultado una generación que mataba a su propia gente. Había actos ilegales”, en clara referencia a la ‘guerra sucia’ del JITEM. Lo que nadie sabe es hasta qué punto Judicatura y Ejecutivo están dispuestos a tirar del hilo.

Pero no se trata sólo de hacer una justicia histórica: a todas luces, el JITEM sigue activo, aunque ya no lleve a cabo desapariciones y ejecuciones. El diario Zaman no duda en atribuirle el reciente atentado de Dörtyol. En este pueblo de la región de Hatay, un comando del PKK disparó y mató el 26 de julio a cuatro policías. Usaron para el ataque el coche de Bestami Kılıç, un miembro del partido ultranacionalista MHP. Kılıç denunció poco después que su coche había sido robado, lo curioso, según Zaman, es que antes de denunciar el asalto en la policía, Kılıç tuvo una reunión con altos cargos de la gendarmería, incluyendo a un general investigado en el caso Ergenekon.

El JITEM sigue activo, aunque ya no lleve a cabo desapariciones y ejecuciones.

Los violentos enfrentamientos entre un barrio turco y otro kurdo en Dörtyol, que tuvieron la ciudad durante varios días bajo estado de sitio, serían una consecuencia planificada e instigada del ataque. Pocos días antes, en Inegöl (provincia de Bursa) tuvo lugar una reyerta que también se convirtió en un enfrentamiento entre kurdos y turcos.

“Creo que algunas organizaciones ilegales están activas y utilizan técnicas que pertenecen a la Guerra Fría”, dice, cauteloso, Bariş Soydan. “Podrían tener un fin político: debilitar el gobierno civil, mostrar que es frágil, que no tiene suficiente autoridad como para mantener el orden. echar el AKP del poder”. Más directo es Cengiz: “Dos campañas de linchamiento en dos sitios distintos al mismo tiempo… tiene todo el aspecto de haber sido organizado por círculos del Ergenekon. Éste era el último resorte de los planes golpistas: provocar una guerra civil entre turcos y kurdos para poder afirmar que la democracia no sirve para Turquía”.

Caso Internet
El general Hasan Igsiz y otros 18 militares están acusados de haber creado 42 páginas web con información sesgada sobre armenios, griegos y otras minorías en Turquía para incitar al odio. En agosto, el Gobierno vetó el ascenso de Igsiz al cargo de comandante de las fuerzas terrestres, el segundo más alto del Ejército.

Balyoz (Mazo)
Supuesto plan golpista diseñado en 2003 que preveía atentados masivos, asesinatos de intelectuales y un conflicto con Grecia para derrocar el gobierno. En 2010, 196 militares fueron acusados y 102 ―entre ellos 25 generales en activo― recibieron órdenes de arresto, revocadas dos semanas más tarde. La Fiscalía relaciona a uno de los generales con los atentados de Al Qaeda en Estambul en 2003.

Ergenekon
Término paraguas que se refiere a una red de tramas golpistas, tal vez conectadas entre sí. En concreto, investigación lanzada en 2007 tras el descubrimiento de un ‘zulo’ con granadas militares en Ümraniye, Estambul, que reveló la existencia de una organización golpista. Hay más de 200 personas involucradas, entre ellas militares, políticos, fiscales, periodistas, intelectuales…

Kafes (Jaula)
Tras el descubrimiento de un ‘zulo’ con armamento militar en Poyrazköy (Estambul), 33 oficiales de la Marina han sido acusados de formar una red para aterrar y asesinar a miembros de las minorías no musulmanas del país, para aumentar la presión de Occidente contra el Gobierno.

Susurluk
Nombre de un pueblo en Turquía occidental, escenario en 1996 en un accidente de coche en el que murieron juntos un jefe de policía y un sicario turco en busca y captura, pero provisto de papeles falsos emitidos por el Estado, armas, drogas y dinero. Mostró las relaciones profundas entre altos cargos, políticos locales, mafias, sicarios y atentados.

Reaccionarios
El coronel Dursun Çiçek está acusado de haber elaborado en 2009 un plan de ‘Acción contra Reaccionarios’ para destruir la imagen del partido AKP y el movimiento fundamentalista de Fethullah Gülen. El Ejército le acusa de haber inventado el plan para manchar la imagen de sus superiores.