Entrevista

Terry Gould

«El por qué es el corazón de la noticia»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 9 minutos
Terry Gould |  ©  Paul McGrath / North Shore News
Terry Gould | © Paul McGrath / North Shore News

Desde 1992, han muerto violentamente en el ejercicio de su profesión 832 periodistas. Cuatro quintas partes trabajaban en medios locales y fueron previamente amenazados. Y el 95 % de estos asesinatos quedan impunes.

Estas son las cifras con las que Terry Gould (Nueva York, 1949) comenzó a trabajar en un proyecto que al fin ha visto la luz bajo el título Matar a un periodista. El peligroso oficio de informar (Libros del Lince, 2010). Se trata de un ensayo en el que investiga la muerte de profesionales de la comunicación en cinco países ―Colombia, Rusia, Filipinas, Bangladesh e Iraq― estableciendo inquietantes similitudes entre unos y otros.

Gould, autor de títulos como The Lifestyle. A look at the erotic rites of swingers y Paper fan. The hunt for the triad gangster Steven Wong, obtuvo por su último libro el premio Tara Sing Hayer a la libertad de expresión en Canadá,  y más recientemente la medalla del Congreso.

¿En qué momento un periodista pasa a estar en el punto de mira?
Todo empieza cuando el periodista se dedica a denunciar a los individuos que organizan esa estructura corrupta que es el verdadero gobierno de un país. En otras palabras, a delatar los verdaderos motivos que mueven a los poderosos que controlan la estructura de poder. En mi libro lo explico con detalle en muy diversos casos. Por ejemplo, cuando en Colombia, Guillermo Bravo Vega delató al gobernador y explicó de qué modo aquel hombre poderoso medraba gracias a negocios que eran del gobierno, y los utilizaba secretamente en beneficio propio…

Es curioso que ahora, que el periodismo parece tener menos poder que antes, haya más periodistas asesinados. ¿A qué se debe?
Eso ocurre cuando a los funcionarios que controlan a los gobiernos se les garantiza impunidad para actuar de forma corrupta, a cambio de apoyar al partido que controla el poder. En ese momento saben que pueden asesinar a quienes los critican, a los que los delatan, y saben que pueden hacerlo sin que eso tenga consecuencias. En países donde se dan estas circunstancias, allí donde matones, mafiosos y funcionarios tienen la máxima impunidad, mayor es el número de periodistas asesinados.

Lo más habitual es que los asesinatos queden impunes, pero, ¿son inútiles? ¿Cambia algo de la sociedad, queda algo de su ejemplo?
Son como soldados en un campo de batalla. Cogen la bandera y siguen adelante, cargan contra el enemigo a sabiendas de que serán los primeros en caer. Pero también a sabiendas de que inspirarán el trabajo de otros colegas, que a su vez recogerán la bandera y seguirán su trabajo.

Usted se ocupa en su libro de asesinatos premeditados, que son las tres cuartas partes, pero, ¿hay tantas diferencias entre estos y los asesinatos más o menos accidentales de periodistas en situaciones de guerra?
Hay una diferencia fundamental, y muy grande.Las personas que amenazan y luego asesinan a un periodista, están de paso enviando un mensaje  a los demás periodistas. Les dicen: callad, no habléis de la corrupción, ni de las fechorías que pueda cometer los gobernantes o poderosos, y salvaréis la vida. Los corresponsales de guerra que mueren, en cambio, atrapados en el fuego cruzado del combate, no son elegidos para ser blanco de un disparo o una bomba por su trabajo específico. No les amenazan.  Por eso es importante hacer esa distinción:  la gran mayoría de los periodistas que mueren por su trabajo, no son víctimas de una guerra. Son sencillamente asesinados. De los 830 periodistas que murieron trabajando como periodistas desde 1992, tres cuartas partes fueron amenazados individualmente, y cazados como bestias, y asesinados.  El 90% de todos los periodistas que mueren por su profesión de periodista, son periodistas locales, no se trata de corresponsales extranjeros. Y el 95% de los autores intelectuales  de esos asesinatos permanecen impunes.

En el caso concreto de Iraq, se piensa que la situación insostenible de los periodistas era un modo buscado de dejar el país sin testigos.
Iraq ha sido el país donde más asesinatos de periodistas se han producido en toda la historia. La mayoría de los que fueron asesinados en Iraq eran periodistas iraquíes que con enorme valentía trataban de informar sobre la violencia, la corrupción y el terrorismo que proliferaban en su país. Pese a que han sido asesinados tantísimos, cada día hay nuevos periodistas que siguen con su trabajo y dando testimonio de la tragedia que asola su país. En Iraq ha habido más de 200 periodistas asesinados según ciertas fuentes.

En Iraq y Afganistán han muerto periodistas ‘empotrados’ con el ejército pero ¿es correcto incluirlos en las cifras de reporteros muertos en el fuego cruzado?
Su cifra siempre se incluye en los totales que nos proporcionan los grupos en defensa de la libertad de prensa.

De todas formas, ¿ve correcto que un periodista vaya ‘empotrado’ o cree que al hacerlo está renunciando a su derecho como observador independiente?
Esta pregunta tiene una respuesta muy compleja. Personalmente, no he querido hacerlo nunca cuando estaba investigando a estos periodistas de mi libro. Hubiera sido imposible realizar mis investigaciones actuando así. Viajar metido en una unidad militar era imposible. Necesitaba hablar con las familias, los colegas y los enemigos de los asesinados. Sin embargo eso no significa que si tuviese que cubrir una guerra, yo me negaría a trabajar en esas condiciones. No se trata de una cuestión ética, sino práctica. Se ha de tomar la decisión según cada caso.

¿Cómo evitar el riesgo de reflejar sólo un lado de un conflicto y así convertirse en parte de la propaganda de guerra de uno de los bandos?
Lo principal es que un periodista es un investigador. Al trabajar hay dos cosas importantes: los hechos, y los motivos por los cuales se han producido esos hechos.Los hechos son los que son. En cambio, los motivos por los cuales han ocurrido tienen interpretaciones diferentes. Los periodistas que investigan deben mostrar los hechos y luego tratar de mostrar las diversas teorías sobre por qué ocurrieron, de acuerdo a lo que opinan los diversos testimonios.

La reportera rusa Anna Politkovskaya solía irritarse con sus compañeros y denunciar su cobardía. Pero, ¿puede exigirse a un cualquiera actitudes heroicas que a veces rayan el suicidio?
Anna Politkovskaya era una mujer extraordinaria. Predijo su propia muerte en el funeral de uno de sus colegas asesinados. Allí dijo: “Yo seré la próxima”. Y así  fue. No se puede pedir tanto sacrificio a toda la gente. Anna atacó e insultó al más poderoso y peligroso hombre de toda Rusia. Sus colegas trataron de refrenarla. Pero ella logró enfurecer a los poderosos que investigaba. Mi consejo a los periodistas locales que denuncian lo que hacen ciertas personas muy peligrosas, es que escriban de forma neutra, que cuenten los hechos que quieren dar a conocer. Si un líder es guapo, si inspira una lealtad tremenda entre sus seguidores, no pasa nada si decimos eso cuando hacemos periodismo de investigación. Eso puede hacer que el dirigente atacado dude a la hora de tomar represalias. Hay que jugar con astucia, diciendo la verdad.

En una guerra entre un ejército regular y una guerilla ¿qué bando supone una mayor amenaza para un reportero?
Cuando los líderes controlan la sociedad de forma menos organizada, los periodistas están mucho más amenazados. En esas situaciones cualquier persona armada puede sentirse con derecho a cometer un asesinato. Hay más caos en una guerra de guerrillas.

Por último: ¿qué es peor para el periodismo ―no para los periodistas―, el control de los medios por parte de los grandes grupos económicos, o la amenaza de muerte a los profesionales?
Las  historias no las escriben los grandes grupos de prensa, sino periodistas individuales que investigan una historia hasta el final. El mejor periodismo siempre lo escriben periodistas obsesionados por una historia, y no por organizaciones que pagan a alguien para que investigue tal o cual historia. Todos los periodistas de los que hablo en el libro eran independientes de toda organización, o ferozmente preservaban su independencia dentro de esas organizaciones. De todos modos, incluso en Occidente hay periodistas que trabajan para grandes empresa de prensa y que, sin embargo, también se muestran muy independientes.  La clave de la cuestión es ésta, y sirve en todo el mundo: la mayoría de los periodistas comienzan a trabajar creyendo que son reporteros e investigadores. Eso es lo sencillo. Quien, qué y cuándo  es lo que escribimos todos en la primera frase de una información o en un reportaje de televisión. Lo demás, el resto del artículo o info de televisión, debe investigar los por qués. Sin embargo, investigar los por qué lleva tiempo. Tiempo equivale a dinero. Sin dinero, y si no hay tiempo para investigar, el por qué a menudo queda sin responder, para frustración de los periodistas. Pero pueden seguir investigando, empleando para ello su propio tiempo libre. Algunas grandes empresas  de prensa de Occidente encuentran difícil pagar una investigación a largo plazo. Pero no creo que ignoren el hecho de que el por qué es en realidad el corazón de la noticia. Si delatas a un funcionario que es un ladrón, tienes una historia de tres días. Un sistema que permite el latrocinio durante una década, puede llevarte  a invertir un año entero en encontrar todos los datos y todos los por qués.