Opinión

Los mantras sagrados

Uri Avnery
Uri Avnery
· 7 minutos

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Los palestinos están planeando algo de lo más detestable: pretenden solicitar a Naciones Unidas la condición de Estado.

¿Por qué detestable? Cualquier portavoz israelí (por no hablar de las portavoces) te diría inmediatamente: porque es una acción “unilateral”. ¿Cómo se atreven a proclamar un Estado de forma unilateral? ¿Cómo se atreven a hacerlo sin el consentimiento del otro partido en el conflicto: nosotros?

Alguien que sea muy meticuloso podría preguntarse ahora: “Pero ¿no se proclamó el Estado de Israel de forma unilateral?” Nuestro estado, si recordamos, fue declarado por David Ben Gurion y sus colegas el 14 de mayo de 1948 sin preguntarle a nadie.

¿Cómo se atreven los palestinos a proclamar un Estado sin consentimiento nuestro?

Pero ¿quién se atrevería a comparar?

Además, estos palestinos cobardes van a la Asamblea General de las Naciones Unidas, intentando burlar el Consejo de Seguridad donde los Estados Unidos podrían bloquearles con su veto. ¡Juego sucio!

Pero ¡un momento! ¿No se proclamó el Estado de Israel basándose en una resolución adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas? ¿Concretamente, la resolución 181 del 29 de noviembre de 1947, sobre la partición de Palestina en un Estado árabe y judío?

Como consecuencia, esta resolución se encuentra todavía en vigor. Sirvió de eje central de la declaración de independencia israelí, y ahora sirve de base a la solicitud del Estado de Palestina de ser aceptado como miembro de las Naciones Unidas con todas las de la ley.

Pero de nuevo, ¿cómo puede uno comparar?

En resumen, los palestinos deben ser condenados por su impertinente esfuerzo en recurrir a una acción “unilateral”. Binyamin Netanyahu dice eso. Barack Obama dice eso. Hillary Clinton dice eso. Angela Merkel dice eso. Se ha dicho tanto que se ha convertido en un mantra.

Un mantra más. Podría deducirse que el ruedo político palestino-israelí está tan lleno de mantras, que no hay hueco para más. Pero siempre lo hay.

Shlomo Avineri, un profesor sionista muy respetado, ha desenterrado uno de los más antiguos. En un reciente artículo titulado “Narrativa y Verdad” manifiesta que hay dos narrativas sobre nuestro conflicto, pero sólo una verdad. La verdad consiste en hechos incuestionables.

Por ejemplo, hay varias narrativas sobre la resolución de la partición de las Naciones Unidas, pero sólo una verdad. En consecuencia, esta verdad coincide con la narrativa israelí, que se ha convertido en un mantra sagrado.

Esto funciona así: en 1947, la autoridad sionista aceptó el plan de partición de las Naciones Unidas, y los árabes palestinos lo rechazaron. En vez de eso, atacaron a la comunidad judía del país y más tarde se le unieron los ejércitos regulares de los Estados árabes vecinos. Querían arrojarnos al mar. Perdieron la guerra y pagaron el precio.

¿Hechos? ¿Incuestionables? Bueno…

En realidad es un hecho que la autoridad sionista aceptara el plan de partición, formalmente. Muchos líderes sionistas se opusieron, pero David Ben Gurion les convenció para que aceptaran lo que ya era oficial. Sin embargo, en algunas reuniones secretas Ben Gurion dejó claro que las fronteras de la partición eran inaceptables y debían ser rectificadas a la primera oportunidad. Los actas de estas reuniones están ahí para todo aquél que desee consultarlas.

El otro lado del mantra (“Los árabes palestinos lo rechazaron”) es más complejo. No había ningún dirigente árabe palestino elegido democráticamente. En la revuelta árabe de 1936-39, la autoridad árabe, tal y como era, fue destruida, en parte por los británicos pero sobre todo por el líder palestino más importante, el Gran Mufti Hayy Amin Husseini, que había exterminado a muchos de sus competidores.

Durante la segunda Guerra Mundial, Hayy Amin huyó a la Alemania nazi y el resto de los “líderes” fueron deportados por los británicos. Tras la guerra, el desacreditado Hayy permaneció en el extranjero. Un lejano familiar suyo dirigió el llamado “Comité Superior Árabe”, que no fue elegido y tenía raíces poco profundas entre la población.

Nadie preguntó a los palestinos, bajo gobierno británico, si aceptaban o rechazaban algo

Nadie preguntó a los palestinos árabes si aceptaban o rechazaban algo. Si se les hubiera preguntado, probablemente habrían rechazado la partición, ya que, bajo su punto de vista, le daba una gran parte de su tierra natal a los extranjeros. Más aún desde que a los judíos, que en ese momento constituían un tercio de la población, se les asignó el 55% del territorio, e incluso ahí los árabes constituían el 40% de la población.

Los gobiernos de los Estados árabes rechazaban la partición, pero ellos en realidad no representaban a los árabes palestinos, que seguían al mismo tiempo bajo gobierno británico (como nosotros).

Como consecuencia, durante la guerra no hubo una autoridad árabe palestina unida efectiva, ni siquiera algo remotamente parecido a una fuerza de lucha palestina unida.

Uno puede interpretar estos hechos como desee, pero en realidad no reflejan una imagen clara de “los sionistas aceptan, los palestinos rechazan”.

Sin embargo este mantra se repite sin cesar en los artículos de los periódicos, tertulias de televisión y discursos políticos como una verdad evidente. El profesor Avineri es sólo uno de una legión de propagandistas israelíes que lo repiten.

Otro mantra que circula como una verdad incuestionable es que los 750.000 refugiados palestinos nativos dejaron sus hogares en 1948 voluntariamente, después de que la autoridad árabe se lo requiriera, “para despejar el camino al avance de los ejércitos árabes”.

Cualquiera con dos dedos de frente que escuche esto llegará a la conclusión de que es una locura. Ningún ejército querría movilizar a una población pacífica. Sino todo lo contrario. No hace falta decir que no se ha descubierto ni una sola prueba de esta aseveración. (Puede haber algunas dudas sobre acontecimientos locales durante la conquista de las partes árabes de Haifa, pero no cambian la imagen general.)

Un nuevo mantra está tomando terreno. Lo dice Netanyahu: “El conflicto es insoluble”

Este mantra está compuesto por la idea de que en la guerra, toda la gente que se encuentra en el lado perdedor pierde su país, sus casas y su propiedad. Esto puede haber ocurrido en tiempos bíblicos, pero en tiempos modernos no refleja la ley internacional o la moralidad común.

Pueden existir diversas opiniones sobre como poner punto y final a esta tragedia. La población refugiada palestina ha crecido superando los 5 millones. El paisaje ha cambiado completamente. Muy poca gente, incluso entre los palestinos, cree en una vuelta en masa de refugiados. Pero esto no cambia el hecho de que el mantra suena a hueco. Ni siquiera seguirá siendo buena propaganda.

Un nuevo mantra está tomando terreno. Binyamin Netanyahu lo dice en pocas palabras: “El conflicto es insoluble”. Muchas figuras respetadas, incluyendo prominentes profesores de universidad, lo repiten a diario.

Me acuerdo de un viejo amigo mío, Samuel Merlin, miembro de la primera Knesset, que una vez tomó parte en un debate público con el profesor Yehoshafat Harkabi, un antiguo jefe de los servicios militares de espionaje. En ese momento, la era de la euforia entre las guerras de 1967 y 1973, Harkabi odiaba fervientemente a los árabes (después de 1973 se arrepintió y se convirtió en un decidido activista por la paz).

Cuando le llegó el turno de responder a los argumentos de Harkabi, Merlin dijo: “Respeto muchísimo al profesor Harkabi, pero para manifestar tales puntos de vista no es necesario ser profesor, cualquier parroquiano puede decir algo así”.