Opinión

A más enemigo, más honor

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

Israel| Octubre 2011

Una vieja foto de la Primera Guerra Mundial muestra una compañía de soldados alemanes subiéndose a un tren camino del frente. En la pared del vagón, alguien había escrito: “viel Feind, viel Ehr’” (‘A más enemigo, más honor’).

En esos días, justo al principio de lo que iba a ser la Primera Guerra Mundial, un país tras otro declaraba la guerra a Alemania. El espíritu del grafiti reflejaba la soberbia del comandante supremo, el káiser Guillermo, que se fiaba del plan de guerra del legendario Estado Mayor alemán. Era de hecho un excelente plan de guerra, y como suele pasar con los excelentes planes de guerra, todo iba fatal desde el primer día.

Pronto nos quedaremos sin amigos a los que poder convertir en enemigos

El tonto del káiser ahora tiene los herederos que merece. El viceprimer ministro israelí, Moshe Yaalon, un ex jefe del Estado Mayor cuya inteligencia está incluso por debajo de la media en este rango, ha anunciado que Israel no podría de ninguna manera pedir disculpas a Turquía, ni aunque el interés de la nación lo exigiera, porque dañaría nuestro “prestigio”.

A más enemigo, más prestigio.

Parece que pronto nos quedaremos sin amigos a los que poder convertir en enemigos para cosechar aún más prestigio.

La semana pasada se cruzó un gato negro entre Israel y su segundo mejor amigo: Alemania.

Algunos altos cargos alemanes confiaron a sus colegas israelíes que su canciller, Angela Merkel, estaba “furiosa” cuando oyó que el gobierno israelí había aprobado la construcción de 1.100 casa en Gilo, un barrio en la ocupada Jerusalén Este. Pocos días antes, el Cuarteto había invitado a Israel y la Autoridad Palestina a relanzar las negociaciones y abstenerse de “provocaciones”. Si esto no es una provocación ¿qué es?

Alemania suspendía todos los criterios morales en relación a el conflicto israelí-palestino

Merkel, normalmente una mujer de una plácida ecuanimidad, no se guardó la rabia. Llamó a Binyamin Netanyahu y le echó un severo rapapolvo, algo que nunca antes había pasado.

Hasta ahora, Alemania ha mantenido un código de conducta estricto frente a Israel: tras los impronunciables crímenes que los nazis habían cometido contra los judíos no podría criticarse nada que hiciera Israel. Alemania pagaría los componentes esenciales del armamento israelí, Alemania suspendería todos los criterios morales, en todo lo que tuviera que ver con el conflicto israelí-palestino.

Ya no, parece. Puede que estemos perdiendo nuestro único segundo mejor amigo.

El ejemplo clásico de “Cómo perder amigos y alejarse de la gente” es, desde luego, nuestra relación con Turquía.

David Ben-Gurión, el arqui-arquitecto de Israel, creía que la paz con los árabes no era ni posible ni deseable. Diseño una alternativa: un anillo para rodear el mundo árabe, una alianza de países no árabes. Estos incluían Irán (bajo el sah), Etiopía (bajo Haile Selassie), algunos otros países africanos, y desde luego Turquía (bajo el legado de Kemal Atatürk).

Ben-Gurión creía que la paz con los árabes no era posible ni deseable.

Nuestras relaciones con Turquía se convirtieron con los años en un matrimonio muy estrecho, especialmente bien avenido entre las fuerzas armadas. Maniobras conjuntas, venta de montones de armas, información secreta compartida… Al mismo tiempo que Israel ayudaba a los kurdos iraquíes contra Sadam Husein, ayudaba a Ankara a oprimir a los kurdos de Turquía. Jerusalén pensaba seriamente en colocar una tubería bajo el mar para traer agua desde Turquía, ya que allí abunda y en Israel se necesita desesperadamente.

De repente todo cambió. Las relaciones turco-israelíes se hundieron como un barco alcanzado de pleno por un torpedo.

Empezó cuando el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, se levantó de forma abrupta y abandonó un diálogo público con Shimon Peres en Davos. Los israelíes pudieron entenderlo: no todo el mundo soporta a Peres.

Pero el Ministerio de Asuntos Exteriores de Avigdor Lieberman decidió vengarse. Su viceministro, un genio llamado Danny Ayalon, convocó al embajador turco a su oficina para echarle la bronca y le hizo sentarse en un sofá bajo, colocándose por encima de él en una silla alta. El embajador no se dio cuenta, pero el pequeño Danny explicó su truco con orgullo a los periodistas israelíes reunidos. El embajador se despidió y se fue a casa.

Cuando estalló la Primavera Árabe, Turquía se subió al carro y propuso un eje turco-egipcio

Turquía reaccionó de manera no oficial enviando el barco Mavi Marmara para romper el bloqueo de Gaza. Mataron a nueve turcos. Turquía se enfureció. Erdogan exigió unas disculpas. Ahí empezo a hablarse de prestigio.

Uno puede argumentar, desde luego, que todo el asunto era una táctica premeditada de Erdogan para cambiar el rumbo y dejar plantado a Israel a favor de otros aliados. Si era así, nuestro gobierno era aún más estúpido por entrar en el juego.

Cuando estalló la Primavera Árabe, Turquía se subió al carro y propuso un eje turco-egipcio, en memoria de los viejos tiempos del Imperio Otomano. Israel, por su parte, se mantuvo en su línea habitual.

En lugar de darse cuenta de lo que estaba pasando, nuestro gobierno se agarró a la dictadura deshecha de Hosni Mubarak. Si se hubiera pronunciado de inmediato y de todo corazón a favor de la revolución, tal vez podría haber ganado un espacio en la opinión pública de Egipto, que acabó por detestar a Mubarak como un lacayo americano bien pagado que ayudaba a Israel a matar de hambre al millón y medio de hermanos árabes en la Franja de Gaza.

Los servicios secretos israelíes no se dieron cuenta de que estaban afrontando un terremoto histórico que cambiaría la región. Es más, nunca previeron ni entendieron los sucesos en el mundo árabe, cegados como están por su desprecio hacia los árabes.

Los servicios secretos israelíes, cegados por su desprecio, nunca entendieron al los árabes

El resultado era que las muchedumbres egipcias atacaron la embajada israelí y obligaron al embajador y a su equipo a huir del país, y que unos saboteadores dinamitaron repetidamente el gasoducto que lleva el gas egipcio a Israel a precios muy bajos (probablemente negociados tras pagarse los correspondientes sobornos a las personas adecuadas).

La gente aquí dice ahora que el público egipcio siempre ha estado contra la paz con Israel, sin que nosotros tuviéramos la culpa. Esto no es verdad. Estuve en El Cairo pocos días después de la histórica visita de Anwar Sadat a Jerusalén y me encontré con una capital egipcia delirante de júbilo. Desde entonces, innúmeros israelíes han visitado Egipto y siempre y en todas partes se les ha recibido con extrema amabilidad. Sólo cuando la ocupación israelí de los territorios palestinos se hizo más y más opresiva, los egipcios se sintieron traicionados.

Lieberman y Cía han perdido Turquía y están perdiendo Egipto, nuestros dos aliados firmes en la región, y han insultado, humillado y dado pisotones a docenas de otros países. Pero sin duda han ganado mucho prestigio.

Quien busca lógica en la política a menudo llega a teorías de la conspiración.

Cuando se estableció la actual coalición de gobierno, Lieberman pidió los ministerios de Absorción de Inmigrantes, Justicia, Seguridad Interior (Policía) y Asuntos Exteriores.

Quien busca lógica en la política llega a menudo a teorías de la conspiración: ¿qué pasaría si…?

El de Inmigración… eso era natural. Sus votantes son sobre todo inmigrantes de la antigua Unión Soviética. Justicia y Policía… también es natural. La policía está llevando a cabo una investigación interminable contra él, respecto a misteriosos fondos que él y su hija, muy joven, han recibido de fuentes de Europa Oriental.

Pero ¿Asuntos Exteriores? ¿Para qué? ¿Por qué no el mucho más prestigioso Ministerio de Defensa o el extremamente poderoso Ministerio de Finanzas?

Uno de mis colegas ha elaborado una teoría: Qué pasaría si los rusos…

Lieberman pasa mucho tiempo en Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Moldavia nativa. ¿Hay alguien aparte de Rusia que tenga un interés en destruir la posición internacional de Israel, uno de los aliados más estrechos de Estados Unidos? ¿No sería racional que Vladimir Putin…?

Esto es, desde luego, un chiste. No sólo se le conoce a Lieberman como un firme patriota israelí, tan patriota que nadie es capaz de ponerse a su lado. Tampoco ningún coordinador en Moscú aceptaría como agente a un hombre con la mirada huidiza, que habla con un espeso acento ruso.

No, tiene que haber otra razón. Pero ¿cuál?

Un periodista extranjero me preguntó el otro día: “Pero ¿qué piensan ellos?”

“Ellos” ―Netanyahu, Lieberman y los demás― están perdiendo todos los amigos que nos quedan, humillando de paso a Barack Obama. Sabotean la recuperación de las negociaciones de paz. Salpican todo con asentamientos.

La única alternativa ‘racional’ a la solución de los Dos Estados sería una limpieza étnica total

Si convierten finalmente en imposible la solución de los Dos Estados, ¿qué queda? Un estado unificando desde el Mediterráneo al río Jordán? ¿Qué tipo de estado sería? Están cien por cien en contra de un estado binacional, que sería la negación total del sionismo. ¿Un estado de apartheid, pues? ¿Cuánto podría durar?

La única alternativa ‘racional’ sería una limpieza étnica total, la expulsión de 5,5 millones de palestino de Cisjordania, la Franja de Gaza y el propio Israel. ¿Sería posible? ¿Lo toleraría el mundo, a no ser que le distrajera una invasión llegada de Marte?

La respuesta es: “Ellos” simplemente no piensan demasiado. Los israelíes han sido condicionados por su experiencia para pensar a plazo muy corto. Como dicen los americanos: “Un estadista piensa en las siguientes generaciones, un político en las siguientes elecciones”. O como solía decir el líder sionista Chaim Weizmann: “El futuro vendrá y se encargará del futuro”.

No hay un debate nacional, sólo el vago deseo de mantener todo tal cual. Los sionistas de derechos quieren quedarse con toda la Palestina histórica, los sionistas de izquierda quieren quedarse con tanto como sea posible. Eso es todo lo lejos que piensan.

Los antiguos sabios hebreos decían: “¿Quién es el héroe más valiente? El que convierta a un enemigo en amigo”. Los modernos sabios que nos gobiernan le han dado la vuelta: “¿Quién tiene más prestigio? El que convierta a un amigo en un enemigo”.