Opinión

Una asonada contra la guerra

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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Los generales y los jefes de la policía secreta se juntan para atacar a los políticos.

En algunos países arrestan al presidente, ocupan las instituciones del Gobierno y las emisoras de televisión y abrogan la Constitución. Luego publican el Comunicado Nº 1, en el que explican la urgente necesidad de salvar la nación de la perdición y prometen democracia, elecciones etcétera.

En otros países lo hacen de manera más sutil. Simplemente informan a los dirigentes elegidos por el pueblo que, si no renuncian a sus políticas desastrosas, los militares harán públicas sus opiniones y desencadenarán su caída.

El único factor que impide las negociaciones de paz con los palestinos es Netanyahu

A estos oficiales normalmente se les conoce como una ‘junta’, la palabra española utilizada por los generales sudamericanos para referirse a un comité. Su método se conoce como asonada o ‘putsch’, un término suizo-alemán para un golpe repentino (sí, los suizos experimentaron revueltas hace unos 170 años).

Lo que tienen en común casi todos estos golpes es que sus instigadores se basan en la demagogia de la guerra. Siempre acusan a los políticos de ser unos cobardes frente al enemigo, que no consiguen defender el honor nacional y esas cosas.

En Israel, no. En nuestro país estamos viendo un tipo de revuelta verbal contra los políticos elegidos, encabezado por un grupo de generales en activo y retirados, así como jefes de los servicios secretos internos y el espionaje exterior. Todos ellos condenan que el Gobierno amenace con iniciar una guerra contra Irán, y algunos condenan también el fracaso del Gobierno a la hora de negociar la paz con los palestinos.

Eso sólo ocurre en Israel.

Empezó con el candidato más inverosímil para encabezar tal rebelión: Meir Dagan, ex jefe del Mossad.

Durante ocho años, más que la mayoría de sus predecesores, Dagan dirigió el Mossad, el servicio de espionaje exterior de Israel, comparable al MI6 británico (‘Mossad’ quiere decir ‘Instituto’. El nombre oficial es: ‘Instituto para el espionaje y las operaciones especiales’).

Nadie acusó jamás a Dagan de ser pacifista. Durante su época en el cargo, el Mossad llevó a cabo muchos asesinatos, algunos de científicos iraníes, además de ciberataques. Como protegido de Ariel Sharon, se le consideraba un campeón de las políticas más agresivas.

Y aquí lo tenemos, tras dejar el cargo: se opone en los términos más duros a un plan gubernamental para atacar las instalaciones nucleares iraníes. No se anda con rodeos cuando declara: “Ésta es la idea más estúpida que he escuchado en mi vida”.

Esta semana, el recién relevado jefe del Shin Bet le robó el protagonismo. ‘Shin Bet’ y ‘Shabak’ son dos maneras de pronunciar las iniciales del nombre hebreo oficial ‘Servicio General de Seguridad’. Equivale al MI5 británico, pero se ocupa sobre todo de los palestinos en Israel y en los territorios ocupados.

Durante seis años, Yuval Diskin era el jefe silencioso de este silencioso servicio. Se podía observar su cabeza afeitada al entrar y salir de los encuentros de comités secretos. Se le considera el verdadero padre de las “eliminaciones dirigidas” y su servicio ha sido acusado públicamente de emplear la tortura con frecuencia. Nadie le acusó nunca de ser un blando frente a los árabes.

Y ahora ha hablado. Ha tirado de la manta escogiendo una ocasión muy poco habitual: una reunión de unas dos docenas de jubilados en el café de una pequeña ciudad.

“Ésta es la idea más estúpida que he escuchado en mi vida” dice el ex jefe del Mossad

Acorde a Diskin – ¿y quién lo sabrá mejor que él? -, Israel se halla ahora bajo el liderazgo de dos políticos incompetentes con delirios mesiánicos y poco sentido de la realidad. Su plan de atacar Irán lleva a una catástrofe de escala mundial. No sólo no impedirá el desarrollo de una bomba atómica iraní sino que, al contrario, acelerará los esfuerzos para producirla, y ésta vez con el apoyo de la comunidad internacional.

Fue más lejos que Dagan: declaró que el único factor que impide las negociaciones de paz con los palestinos es Netanyahu en persona. Israel puede hacer la paz con Mahmud Abbas en cualquier momento, y perder esta oportunidad histórica llevará a Israel al desastre.

Como jefe del Shin Bet, Diskin era el experto oficial gubernamental número uno respecto a los palestinos. Su agencia recibe y recopila todos los datos, los informes de espionaje, los resultados de las interrogaciones y la información recogida por las escuchas telefónicas.

Diskin no dejó espacio para la duda cuando dijo que conocía a Netanyahu y a Barak desde cerca, que no confiaba en ellos y que creía que son incapaces de dirigir una nación en crisis. También dijo que engañan al pueblo deliberadamente. No se le olvidó añadir que viven rodeados de un lujo extremo.

Si alguien pensaba que estos acusadores eran voces aisladas y que el coro completo de jefes de los servicios de seguridad, los retirados y los actuales, se levantarían para condenarlos de forma unánime, se engañaba. Los medios citaron a aquellos expertos uno tras otro, y todos coincidían con los dos en el fondo del asunto, aunque no necesariamente en la forma de decirlo. Ni uno solo puso en duda sus afirmaciones o refutó lo que decían.

El actual jefe del Estado Mayor y los jefes del Mossad y el Shin Bet han hecho saber que comparten las ideas de sus dos colegas respecto a Irán. Casi todos sus predecesores, incluidos todos los recientes jefes del Estado Mayor, han declarado a la prensa que también ellos están de acuerdo. De repente hubo un frente unificado de experimentados dirigentes de los servicios de seguridad en contra de una guerra con Irán.

El contraataque no tardó en llegar. Toda la batería de políticos y plumíferos de la prensa empezó con las andanadas.

Hicieron lo que los israelíes hacen casi siempre: cuando se ven frente a un problema serio o un argumento serio, no se enfrentan al asunto en cuestión sino que seleccionan algún detalle menor y lo fustigan sin parar.

Nadie intentó rebatir las afirmaciones sobre el ataque a Irán o el asunto palestino

Practicamente ninguno intentó rebatir las afirmaciones de los altos cargos, ni respecto al ataque sugerido contra Irán, ni respecto al asunto palestino. Se dirigieron contra quienes habían hablado, no contra lo que habían dicho.

Tanto Dagan como Diskin, aseguraron, estaban amargados porque no se les habían prorrogado su permanencia en el cargo. Se sentían humillados. Están aireando sus frustraciones personales. Hablan simplemente por rencor.

Si no confiaban en el primer ministro ¿porque no cogieron y dimitieron mientras estaban en sus cargos? ¿Por qué no hablaron antes? Si esto era un asunto de vida y muerte ¿por qué esperaron tanto?

O también: ¿por que no siguieron callados? ¿No tienen sentido de la responsabilidad? ¿Por qué ayudan al enemigo? ¿Por qué no hablan tras puertas cerradas?

Diskin, se dijo también, no tiene ni idea de Irán. No formaba para nada parte de sus competencias. Dagan sí sabe de Irán, pero tendría una visión limitada. Sólo Netanyahu y Barak conocen todos los datos y el espectro entero de oportunidades y riesgos.

Unas “fuentes cercanas a la oficina del primer ministro” también tenían otra explicación: Dagan y Diskin, así como sus predecesores, eran simplemente tontos. Si tomamos esta afirmación junto a la de Dagan y Diskin según la que Netanyahu y Barak no son racionales (y tal vez no del todo equilibrados mentalmente), el resultado es que nuestra seguridad nacional depende enteramente de un grupo de dirigentes irracionales y estúpidos… y desde hace años, además.

Una idea aterradora: ¿qué sucede si todo lo que han dicho resulta ser verdad?

Una idea aterradora: ¿qué sucede si todo lo que han dicho unos y otros resulta ser verdad?

El hombre al que sus consejeros de seguridad acusan de albergar tendencias mesiánicas se tuvo que someter esta semana a un escrutinio personal gracias a otro suceso.

Su padre, Ben-Zion Netanyahu, murió a la edad de 102 años, habiendo conservado hasta el final una mente lúcida. Durante el funeral público, Binyamin hizo el elogio del muerto. Como cabía esperar era un discurso bastante kitsch. El hijo se dirigía a su padre fallecido en la segunda persona (“tú me enseñaste”, “tú formaste mi carácter” etc), una práctica vulgar que a mí me parece de un mal gusto redomado. También lloraba ante las cámaras.

No hay duda de que el padre tuvo una enorme influencia sobre su hijo. Era profesor de Historia y toda su vida intelectual se centró en un único asunto: la Inquisición española, un capítulo traumático de la Historia judía que sólo se puede comparar al Holocausto.

Ben-Zion Netanyahu era un derechista extremo, obsesionado por la idea de que los judios podrían ser exterminados en cualquier momento, y que por eso no pueden confiar en nadie que no sea judío. Despreciaba a Menachem Begin, porque lo consideraba demasiado blando, y nunca se afilió a su partido, el Likud. Su actitud intelectual se veía reforzada por un trauma personal: su hijo mayor, Yoni, comandante del ataque espectacular de Entebbe, era el único soldado que murió en aquella operación.

Parece que no tenía una opinión tan elevada de su segundo hijo. Una vez dijo en público que Binyamin no era la persona adecuada para ser primer ministro, pero que sería un buen ministro de Exteriores… un juicio increíblemente acertado, si uno considera que el trabajo de un ministro de Exteriores es vender motos.

El hogar en el que creció “Bibi” no era muy feliz. El padre era un hombre profundamente amargado. Como historiador, nunca fue aceptado por el mundo académico de Jerusalén, que refutaba sus teorías (principalmente, el que la Inquisición no persiguió a los marranos, los judíos que elegieron convertirse al cristianismo en lugar de abandonar España, porque siguieran practicando el judaísmo en secreto, sino por simple y puro antisemitismo. Esto era un ataque contra uno de los fundamentos más adorados de la mitología judía: que esos judíos se habían mantenido fiel a su fe hasta el punto de sacrificar sus vidas por ella). Como no consiguió una plaza de profesor en Jerusalén, el padre emigró a Estados Unidos, donde se crió Binyamin. El padre nunca perdonó a la buena sociedad israelí.

El mito del gran historiador que trabaja en su titánica tarea era una realidad diaria en su casa, tanto en Estados Unidos como más tarde en Jerusalén. Los tres hijos tenían que andar de puntillas y no podían hacer ningún ruido que pudiera molestar al gran hombre, ni podían traer a sus amigos a casa.

Cuando Netanyahu habla de un segundo Holocausto hasta puede que se lo crea de verdad

Todo esto formó el carácter y la visión del mundo de “Bibi”: el espectro de una aniquilación national inminente, el modelo de personalidad de un padre extremamente derechista, la sombra de un hermano mayor mucho más admirado. Cuando Binyamin habla ahora sin parar de un futuro segundo Holocausto y su propio papel histórico a la hora de prevenirlo, puede que no sea simplemente una treta para desviar la atención pública del asunto palestino o para salvaguardar su supervivencia política. Podría ser ­- ¡¡qué idea más terrorífica!! – que se lo crea de verdad.

La imagen que emerge es exactamente la que esbozó Yuval Diskin: un fantaseador obsesionado con el Holocausto, sin contacto con la realidad, que no se fía de nadie que no sea judío y que intenta seguir las huellas de un padre rígido y extremista… en conjunto: alguien muy peligroso para guiar una nación en una crisis de verdad.

Pero éste es el hombre que, según todos los sondeos de opinión, ganará las próximas elecciones, dentro de sólo cuatro meses.