Reportaje

Tormenta electoral en Egipto

Nuria Tesón
Nuria Tesón
· 8 minutos
Mitin electoral en El Cairo. May 2012  |  © Nuria Tesón/M'Sur
Mitin electoral en El Cairo. May 2012 | © Nuria Tesón/M’Sur

La primavera egipcia se caracteriza por un fenómeno meteorológico, común en regiones desérticas, conocido como jamasín. El polvo en suspensión de estas tormentas de arena es arrastrado por el viento y desplazado miles de kilómetros dificultando comunicaciones y transporte, pero también logrando que la arena que pisan a orillas del Nilo se cuele por la nariz de los políticos al otro lado del Atlántico. El jamasín impide ver y respirar, y convierte todo en una masa informe y anaranjada, casi apocalíptica, que genera desconcierto.

Esta primavera Egipto celebra las primeras elecciones presidenciales de la era pos-Mubarak, fijadas para los próximos 23 y 24 de mayo (con una segunda vuelta prevista para el 16 y 17 de junio), inmerso en un continuo jamasín.

Amre Moussa, exsecretario general de la Liga Árabe, y Abdel Moneim Abolfotoh,exmiembro de los Hermanos Musulmanes, se perfilan como ganadores en una contienda que ha dejado fuera al candidato de los salafistas y que en sus primeros días de campaña oficial se ha visto empañada por la muerte de al menos veinte personas que mantenían una sentada frente al ministerio de Defensa.

 La campaña se ha visto empañada por la muerte de al menos veinte personas

La protesta, convocada por los ultraconservadores por la descalificación de su favorito, terminó en enfrentamientos cuando fueron atacados por grupos de matones mientras las fuerzas militares permanecían inertes. Un tipo de violencia familiar para los egipcios que vivieron acontecimientos similares las semanas previas a las elecciones parlamentarias en noviembre y diciembre de 2011 y que siempre despierta la sospecha de que los propios militares, interesados en mantenerse en el poder, podrían estar alentándola.

En el último mes, además, la pugna por el poder que ha separado a los dos titanes de la escena política egipcia, Ejército y Hermanos Musulmanes, ha ido en aumento haciendo pensar que lo que decidan los egipcios en las urnas será sólo lo que estos les hayan permitido. El proceso para configurar el plantel electoral vigente a dos semanas escasas de iniciarse la votación, ha sido una consecución de tormentas de arena.

A mediados de abril, diez de los 23 candidatos que se habían presentado para concurrir a los comicios quedaron inhabilitados por la Junta Electoral Presidencial. Entre ellos se encontraban tres de los presidenciables con mayor predicamento entre los electores por diversas razones:

 La pugna por el poder entre Ejército y Hermanos Musulmanes ha ido en aumento

Omar Suleyman, el jefe de las mujabarat, el espionaje egipcio, que fue nombrado vicepresidente por Hosni Mubarak durante el alzamiento de enero de 2011, parecía la promesa para los mubarakistas y la opción más deseable para el Ejército, por lo que se le consideró su candidato. El argumento para excluirle fue que no había reunido los 30.000 apoyos necesarios para refrendar su postulación.

Khairat Shater, miembro de los Hermanos Musulmanes, que al presentarse rompía la promesa de la hermandad de no proponer un candidato, fue descalificado por sus antecedentes penales.

Hazem Abu Ismail, el predicador, candidato ultraconservador salafista y antiamericano, sufrió una mayor humillación al ser desestimada su candidatura porque su madre poseía la nacionalidad estadounidense (algo que él niega y achaca a una conspiración), lo que según la legislación egipcia le invalida para el cargo.

La candidatura de Suleyman ya había levantado el polvo bajo las alfombras del antiguo régimen y causado el descontento y las protestas de los jóvenes revolucionarios y de los islamistas, que temían perder fuelle ante la alargada sombra del mubarakismo y sus acólitos. Su candidatura hacía peligrar la hegemonía que podrían alcanzar estos en todos los estratos gubernamentales (la hermandad y los salafistas suman más del 75% de los escaños del Parlamento), si ganan la presidencia y mostraba la fractura que se ha producido en ese matrimonio de conveniencia que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), que gobierna desde la caída del rais, y los Hermanos Musulmanes protagonizan desde que se inició la transición.

Por ese motivo y antes de que la Comisión Electoral Presidencial expusiera sus razones para excluir a ciertos candidatos, el Parlamento levantaba otra nube de arena enmendando la Ley de Derechos Políticos para impedir que miembros de los gobiernos de Mubarak pudieran postularse.

El Tribunal Constitucional se declaró incompetente para decidir sobre la aplicación de la denominada Ley de Privación de Derechos Políticos. El CSFA, sin embargo, no tuvo problemas en refrendar una norma que, una vez fuera Suleyman, debería haber hecho descarrilar las esperanzas del exresponsable de la Aviación Civil, Ahmed Shafik. El que fuera nombrado primer ministro por Mubarak en los estertores de su reinado, uno de sus grandes amigos (fueron compañeros en las Fuerzas Aéreas), y también uno de los favoritos a sucederle para los militares y aquellos que miraban con ojeriza a su hijo Gamal, fue descalificado en base a dicha ley por la Comisión Electoral.

Ahmed Shafik, primer ministro con Mubarak, fue descalificado y readmitido en 24 horas

 

Menos de 24 horas después, mientras muchos egipcios se quitaban la arena de los ojos, la Comisión aceptaba su apelación de inconstitucionalidad y le permitía seguir en la carrera por el trono de Heliópolis.

Esta ley de Privación de Derechos Políticos parece hecha ad hoc para borrar de la contienda a Suleyman y Shafik, y no ha afectado sin embargo a Amre Moussa, ya que convierte en “no elegibles” a quienes formaron parte del Gobierno de Mubarak como vicepresidentes o primeros ministros la década previa al 11 de febrero de 2011, y el diplomático sólo fue ministro de Exteriores entre 1991 y 2001. A los liberales, que ven al diplomático, de 75 años, como un felul, vestigio del viejo régimen, no les ha gustado nada y han llenado la capital de pegatinas en las que el trío Suleyman, Shafik, Moussa, aparece tachado con pintura roja.

Con Abolfotoh frente a Morsy , el voto islamista podría quedar dividido

Así las cosas, trece son finalmente los candidatos que entrarán en liza por el asiento del viejo faraón y dos encabezan todas las quinielas: Amre Moussa y el doctor Abdel Moneim Abolfotoh, exmiembro de los Hermanos Musulmanes. Aunque la desaparición del candidato salafista, Hazem Abu Ismail y la participación de Ahmed Shafik (que goza de gran predicamento y aglutinaría el voto de los mubarakistas), pueden cambiar ligeramente las tornas o hacer el resultado más imprevisible.

El voto islamista ultraconservador ha quedado en el aire, y Mohamed Morsy, presidente del Partido Libertad y Justicia de la cofradía islamista, que se presentaba como recambio para Shater por los Hermanos (aunque con menos popularidad), tendrá que ver si es capaz de lograr sus simpatías. El electorado salafista sorprendió al llevar a sus candidatos al 25% del Parlamento egipcio en las legislativas. Con Abolfotoh por un lado y Morsy por otro, el voto islamista podría quedar dividido por lo que el aspirante de la hermandad, que asegura ser el único candidato islamista auténtico, tendrá que jugar fuerte para ganarse a los ultraconservadores. No pierde el tiempo: en su primera intervención en campaña arengó a los asistentes diciendo: “El Corán es nuestra Constitución y la sharia nuestra guía”.

Con esos cuatro arietes en cabeza, Moussa, Shafik, Abolfotoh y Morsy, y el voto totalmente fragmentado, parece indudable que habrá segunda vuelta. Los egipcios esperan casi cualquier resultado y muchos son los que temen que los militares no estén igual de dispuestos a dejar al arbitrio de la democracia el resultado definitivo.

La redacción de la nueva Constitución ha resultado ser una nube de arena

La Junta Militar, que en el último año ha reprimido manifestaciones dejando más de 100 muertos y 2.000 heridos y ha juzgado a más de 10.000 civiles en tribunales militares, se ha comprometido a dejar el poder el 30 de junio tras la elección del presidente y la promulgación de una nueva Carta Magna. Sin embargo la redacción de esa nueva Constitución ha resultado ser una nube de arena que no deja de crecer y hacerse más y más espesa después de que la Asamblea Constituyente fuera disuelta tras el abandono en masa de los liberales que denunciaban el sesgo islamista de los futuros padres del texto.

El debate sobre la necesidad de redactar y promulgar una Norma Fundamental antes de la elección del presidente sigue resonando en las bancadas del Parlamento y aunque difícil, en vista de la evolución del proceso, aún podría ocurrir cualquier cosa. De no suceder así, el Ejecutivo del presidente electo al igual que el órgano legislador, carecerán de marco legal para ejercer sus funciones y el jamasín egipcio persistirá, quién sabe si hasta el próximo verano o, más probablemente mientras dure la transición en el país del Nilo.