Reportaje

Vivir bajo los recortes

Andrés Mourenza
Andrés Mourenza
· 7 minutos
Una mujer y su hijo en una protesta en Atenas |  © Andrés Mourenza /M'Sur
Una mujer y su hijo en una protesta en Atenas | © Andrés Mourenza /M’Sur

Kleftes, kleftes (ladrones). Estos políticos son unos ladrones, los votas y luego roban todo el dinero, debería estar en prisión”, se queja el taxista Yorgos. Su negocio, como muchos otros, no va bien. El centro de Atenas se convierte por las noches en una procesión triste de amarillos vehículos vacíos.

En el aeropuerto, los hay que esperan hasta cuatro horas para conseguir un cliente. Y eso que no es un servicio de lujo: tomar un taxi sale notablemente más barato que en España; atravesar toda la capital raramente supera los diez o quince euros. Pero ya no es algo al alcance del ciudadano atrapado por los recortes.

Kostas, otro taxista, paga 35 euros al día al propietario del vehículo que conduce pero atrás han quedado los buenos tiempos y ahora muchos días no llega a esa cantidad a pesar de pasar toda la jornada al volante, excepto cinco o seis horas de sueño: “La gasolina está por las nubes (1,85 euros el litro de sin plomo, más de la mitad de impuestos) y ya nadie coge el taxi porque no tiene dinero”, asegura.

Y es que en un país donde en los últimos dos años el paro ha pasado del 9 al 21% y los que han conservado su empleo han sufrido recortes del 30% del salario, muchos han dejado de gastar: las ventas en supermercados, grandes almacenes, gasolineras y farmacias han caído en torno a un 15% anual desde 2010.

El paro ha subido del 9 al 21% en dos años y los recortes salariales rondan el 30%

A pesar de que Grecia vive su quinto año consecutivo de recesión y de que los costes laborales se han reducido, los precios no han bajado sino que se han incrementado. Parte de la razón estriba en que Grecia importa muchísimos de sus productos básicos —incluida carne y pescado— pero otra causa muy importante radica en el incremento de tasas e impuestos indirectos. El IVA en Grecia se elevó en 2010 hasta el 23% mientras que los impuestos especiales han convertido a los combustibles griegos en unos de los más caros de Europa.

“La troika (FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo) presiona mucho al gobierno para que eleve los impuestos indirectos”, asegura un funcionario del Ministerio de Finanzas griego: “No se preocupan tanto de tasar a los más ricos como de los impuestos que afectan a todos”. El gobierno, ansioso por recaudar lo suficiente para equilibrar su elevado déficit, ha incrementado las tarifas de electricidad, gas y agua, así como las del transporte público urbano e interurbano, que se ha elevado entre un 40 y un 50%.

En las declaraciones de la renta se ha reducido el nivel mínimo en el que se debe comenzar a declarar hasta los 5.000 euros anuales (un nivel muy cercano al considerado de pobreza relativa: 4.600 euros al año). Una persona que gane 5.000 euros, es decir 416 euros al mes, debe además justificar gastos —sin contar facturas y alquileres— por valor de al menos el 25% de su salario anual (1.250 euros) o exponerse a una multa equivalente al 10% de esa cantidad (125 euros).

Suben la luz, el agua, el gas y el transporte público, entre un 40 y un 50%

Esta medida fue introducida para potenciar el consumo pero lo que ha provocado en realidad es un mercado negro de tickets de supermercado y otros negocios. Además, ahora los griegos deben pagar un impuesto extra sobre la renta (de entre el 1 y el 5% de su renta anual) y otro, también extraordinario, por las viviendas en propiedad de entre 3 y 16 euros por metro cuadrado, que varía según la antigüedad y la zona de la vivienda.

De hecho, según un estudios de principios de año, uno de cada siete griegos ya es incapaz de cubrir sus necesidades básicas, y de ahí que las oenegés se hayan tenido que hacer cargo de una población que cada vez lo pasa peor: “Antes de la crisis, la gente que acudía a nuestros comedores eran o personas mayores sin recursos o marginadas. Ahora el perfil ha cambiado completamente”, explica Vasilios Jabatzas, del Fondo de Caridad del Arzobispado de Atenas.

La Iglesia Ortodoxa reparte nada menos que 100.000 comidas al día en toda Grecia. Tiene fondos para ello: es el mayor propietario de terrenos del país, aparte el propio Estado, y sus posesiones inmobiliarias se valoran en más de 700 millones de euros, un cálculo que únicamente incluye las propiedades que dependen directamente del organismo eclesiástico central.

Samaras recorta en casa

El pasado 27 de junio, en el vuelo de la tarde de Aegean Airlines con destino a Bruselas, el presidente de la República, Karolos Papulias, y varios ministros griegos eran unos pasajeros más de la clase turista. El jefe de Estado acudía a la cumbre europea en representación del primer ministro, el conservador Antonis Samarás, aún convaleciente, pero se decidió que no utilizara el avión oficial de presidencia ni viajara en primera. «Los cargos de Nueva Democracia viajamos desde hace tiempo en turista, así que para nosotros esta medida no supone un esfuerzo», explica un alto cargo conservador.

«Estamos determinados a realizar reformas estructurales y recortes que deberían haber sido hechos hace años para no llegar a esta situación», afirmó ayer Samarás durante el debate de investidura de su Gobierno, en el que anunció que pedirá a la UE una extensión de los plazos para cumplir los objetivos del plan de ajuste.

En tiempos de crisis hay que dar ejemplo, es el mensaje de Samarás, y dado que la cúpula de la Administración helena ha sido siempre un ejemplo de derroches de fondos públicos y que venció las elecciones prometiendo no llevar a cabo nuevos recortes sociales, el líder conservador ha decidido comenzar a aplicar las tijeras en su entorno. Por lo pronto, ayer cerró el restaurante de la Mansión Máximo —su oficina de trabajo—, que costaba a los contribuyentes unos 63.000 euros al año, y anunció que se reducirá el número de asesores del Gobierno, la financiación de los partidos y los privilegios de los diputados.

Uno de cada siete griegos ya es incapaz de cubrir sus necesidades básicas

Ya en su primer consejo de ministros, Samarás redujo el salario de los integrantes del Gobierno un 30%. Además, Samarás prohibió a los miembro del Ejecutivo abandonar Atenas sin su permiso. «Cuando el primer ministro dice que el Gobierno tiene que trabajar 7 días a la semana y estar disponible 24 horas al día, lo dice en serio. Se terminará que los ministerios se queden descabezados durante dos o tres días porque sus titulares están visitando su lugar de nacimiento para asistir a bodas o mantener el contacto con su comunidad», explicó un ayudante de Samarás al diario Proto Thema. Esta medida, además de ahorrar, está destinada a evitar que los ministros puedan mantener las redes clientelares en sus circunscripciones.

Del mismo modo, el nuevo jefe del Gobierno griego ha decidido eliminar todas las comisiones especiales y altos secretariados no esenciales que, en los ministerios, se formaban para tratar cuestiones diversas y por los que sus miembros cobraban «sueldos muy elevados», según confesó a este diario un colaborador de Samarás.

Otra medida que ha dado que hablar esta semana ha sido la anulación de un bonus de dos millones de euros que Vyron Polydoras —presidente del Parlamento durante un solo día tras las fallidas elecciones del 6 de mayo— aprobó para los empleados y policías del hemiciclo por haber trabajado durante las elecciones. Al mismo tiempo, Samarás ha exigido a sus ministros que reduzcan «al mínimo» el uso de vehículo oficiales. Eso sí, de los 300 diputados griegos solo una décima parte ha renunciado al coche.