Opinión

El adiós a una guerra

Uri Avnery
Uri Avnery
· 8 minutos

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Tanto Benjamín Netanyahu como su patrón, Sheldon Adelson, han apostado por Mitt Romney, utilizando como ficha el Estado de Israel.

Y han perdido.

Para Adelson, el magnate del juego, no significa mucho. A veces se gana, y otras se pierde.

Para Netanyahu, la cuestión es completamente diferente. Se crió en Estados Unidos (donde llegó a conocer a Romney en 1976) y se precia de ser un experto en Estados Unidos. Esa era una de sus mejores bazas, ya que las relaciones con Estados Unidos son vitales para Israel. Ahora ha quedado demostrado su desconocimiento, el suyo y el de su embajador en Washington DC, que había sido recomendado por Adelson.

Tanto Netanyahu como su patrón, Adelson, han apostado por Romney

¿Afectará esto negativamente a sus posibilidades en las próximas elecciones israelíes? Quizás. Pero sólo si surge un oponente con credibilidad que pueda restablecer las relaciones con Barack Obama.

Ehud Olmert se presenta como tal, adentrándose en la refriega. Algunos sueñan con Shimon Peres renunciando a la presidencia para presentarse como candidato. Peres, que es dos semanas mayor que yo, no ha ganado nunca unas elecciones en sus cincuenta años de carrera política. Pero para todo hay una primera vez, ¿verdad?

A los israelíes, claro está, lo que más les interesa es el voto judío. Algo revelador, desde luego.

Netanyahu no ha escondido su apoyo acérrimo hacia Romney. A los judíos norteamericanos se les dijo que votar al candidato republicano era votar por Israel. ¿Y lo hicieron? Pues no.

Aún no cuento con las cifras detalladas, pero de los resultados en Florida y otros estados se desprende que la gran mayoría de los judíos dieron su apoyo al candidato de los demócratas, como siempre han hecho.

¿Qué significa esto? Significa que una de las principales afirmaciones de Netanyahu y compañía ha quedado como una falacia.

Netanyahu declara a cada momento que Israel es la “nación-estado de los judíos”, lo que significa que Israel pertenece a todos los judíos del mundo, y que todos los judíos pertenecen a Israel. Así que no habla solo de los seis millones de ciudadanos judíos de Israel, sino de los aproximadamente 13 millones de judíos de todo el mundo (suponiendo que no se encuentren judíos en Marte).

Se ha demostrado que esto también es una fantasía. Los judíos estadounidenses (o, mejor dicho, los estadounidenses judíos) votaron como miembros de la nación estadounidense, no de la inexistente nación judía. Muchos de ellos simpatizan de verdad con Israel, pero cuando llega la hora de votar, votan como estadounidenses. Israel juega un papel muy pequeño en sus vidas. Pueden darle una gran ovación a Netanyahu cuando viene de visita, igual que un estadounidense católico haría con el Papa, pero hacen oídos sordos a sus instrucciones sobre a qué candidato deben votar.

Esto acarrea futuras implicaciones de gran importancia. En cualquier conflicto entre intereses vitales norteamericanos e israelíes, los estadounidenses judíos serán ante todo estadounidenses. En una futura situación así, tal fallo de cálculo por parte de Netanyahu o sus sucesores podría resultar fatal.

Por ejemplo, la guerra con Irán. Los halcones israelíes pueden despedirse de ella.

Dudo que, de haber resultado elegido, ni siquiera Romney hubiera permitido a Netanyahu atacar. Los discursos de campaña no se habrían impuesto a los intereses vitales de Estados Unidos. Él también le habría echado un vistazo al mapa del Estrecho de Ormuz y habría sentido escalofríos.

Fuera como fuese, no hay ninguna posibilidad de que Obama vaya ahora a tolerar un ataque israelí, que provocaría una guerra a gran escala con incalculables consecuencias para Estados Unidos y la economía mundial.

Los estadounidenses no quieren otra guerra. Quieren irse de Irak y de Afganistán, cediendo en la práctica ambos países a sus adversarios. Comenzar otra guerra mucho más grande con Irán es impensable.

Puede que esta sea la consecuencia más importante de estas elecciones para nosotros.

¿Y qué pasa con la paz entre israelíes y palestinos?

Sin duda, ahora hay más posibilidades.

De haber sido elegido Romney tampóco habría permitido atacar a Irán

Tampoco quiero parecer demasiado optimista. El cliché habitual es que los presidentes de Estados Unidos tienen durante sus segundas legislaturas mucha menos presión, pudiendo por fin actuar según sus propias conciencias. Eso es cierto, desde luego, pero sólo hasta cierto punto.

El presidente es el líder del partido, y desde el primer día después de las elecciones, el partido comienza a pensar en las siguientes elecciones. Los poderosos lobbies como el AIPAC (Comité Americano de Asuntos Públicos Israelíes) no dejan de pronto de existir, y siguen ejerciendo mucha presión en favor de los israelíes. Los grandes donantes seguirán siendo necesarios. En dos años, llegarán las elecciones de mitad de período.

Pero tengo la esperanza de que Obama retome su postura inicial e intente obligar a ambos bandos a comenzar una negociación seria. La próxima petición a la Asamblea General de la ONU por parte de Palestina de aceptarla como estado (con estatus de observador) podría ser una prueba. Su aceptación es de gran importancia, ya que pondría de lleno la solución de los dos Estados sobre la mesa internacional. Estados Unidos no tendría capacidad de veto en este asunto, y la decisión sobre si presionar o no es cosa del presidente.

Estados Unidos es como un portaaviones gigante. Para hacer que dé la vuelta se necesita mucho tiempo y espacio, pero incluso la menor alteración del rumbo puede tener un gran impacto en nuestras vidas.

En Israel, la principal pregunta es: ¿Querrá vengarse?

Obama odia a Netanyahu, de eso no hay duda, y con razón. A Netanyahu no le espera un buen recibimiento en el Despacho Oval.

Pero Obama no es impulsivo, y sabrá mantener sus sentimientos personales a raya.

¿Pero hasta qué punto? ¿Cambiará su actitud hacia Netanyahu y sus políticas lo bastante como para animar o incluso apoyar a las fuerzas de paz israelíes? ¿Influirá en las elecciones israelíes igual que Netanyahu ha intentado influir en las estadounidenses?

Para ser sinceros, eso espero. Por el bien de Israel.

A Netanyahu no le espera un buen recibimiento en el Despacho Oval

La victoria de Obama reforzará el espíritu liberal, democrático, social y menos militante a lo largo de todo el mundo. Si el gobierno israelí mantiene su actual rumbo, su aislamiento en el mundo crecerá peligrosamente.

A no ser que le hagamos a Netanyahu lo que los estadounidenses le han hecho a Romney.

Como todo el mundo sabe, hay algunos parecidos básicos entre Estados Unidos e Israel.

Ambas son naciones de inmigrantes. Ambas las fundaron colonos blancos que llevaron a cabo una limpieza étnica. Ambas glorifican sus propios logros mientras callan sobre los aspectos más oscuros de su pasado.

Las elecciones en ambos países arrojan luz sobre otro parecido; la creciente fractura entre los diferentes “sectores” de la sociedad. Mientras que los hombres norteamericanos se congregaron bajo el estandarte de Romney, los afroamericanos y las mujeres lo hicieron bajo el de Obama. Los factores demográficos tuvieron una gran importancia. Hasta cierto punto, fue una acción de retaguardia por parte de la élite blanca de hombres contra la nueva mayoría de negros, hispanos, mujeres y jóvenes.

Israel y EEUU fueron fundadas por colonos blancos que hicieron una limpieza étnica

Dicha fractura ha sido exacerbada por los fanáticos del Tea Party. Parece que cada pocas generaciones, una nueva oleada de locura sacude a la nación norteamericana; la histeria antianarquista tras la Primera Guerra Mundial, el macartismo tras la Segunda Guerra Mundial, y ahora el Tea Party. Hay que destacar que a Estados Unidos se le da bien superar estas oleadas, pero el Tea Party acabó con Romney, a pesar de todos sus zigzagueos desesperados.

Israel sufre una fractura similar. La sociedad se encuentra dividida en sectores, cada uno de los cuales deposita sus votos siguiendo líneas sectoriales; blancos (asquenazíes), orientales, ultraortodoxos (haredíes), nacionalreligiosos, inmigrantes rusos, árabes… El Likud es un partido de orientales, dominado por hombres blancos. El de Lieberman es un partido de “rusos”. Junto con los religiosos y algunos otros sectores, conforman una coalición poderosa. A diferencia de Obama, la izquierda israelí no ha podido construir de momento una contracoalición efectiva.

Necesitamos un Obama israelí, que trabaje junto al Obama norteamericano por la paz.

Antes de que sea demasiado tarde, por favor.