Opinión

Otra guerra superflua

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

opinion

¿Cómo comenzó? Pregunta tonta.

Los conflictos a lo largo de la Franja de Gaza no comienzan. No son más que una cadena continua de eventos, cada uno de cuales se reivindica como represalia por el anterior. La reacción sigue a la acción, a lo que sigue la represalia, a la que sigue…

Este evento particular «comenzó» con los disparos de un arma antitanque de Gaza contra un todoterreno parcialmente blindado situado el lado israelí de la verja fronteriza. Se reivindicó como «represalia» por el asesinato de un chico durante un ataque aéreo unos días antes, pero lo más probable es que el momento de tal acción no fuera más que algo fortuito, que la oportunidad se presentase sola.

Los conflictos de Gaza no comienzan: son una cadena de eventos

Su éxito dio pie a manifestaciones de alegría y orgullo en Gaza. Una vez más, los palestinos habían demostrado su capacidad para atacar a su odiado enemigo.

Sin embargo, lo que habían hecho los palestinos era meterse en una trampa preparada cuidadosamente. Ya fuera orden de Hamás o de alguna de las pequeñas organizaciones más extremistas, no fue una decisión inteligente.

Disparar a un vehículo del ejército a través de la verja fue como cruzar una línea roja (Oriente Medio está lleno de líneas rojas). La contundente respuesta israelí estaba asegurada.

Fue algo bastante rutinario. Los tanques israelíes dispararon sus cañones contra la Franja de Gaza; Hamás lanzó misiles contra las ciudades y pueblos israelíes; cientos de miles de israelíes corrieron hacia sus refugios; se cerraron los colegios.

Como viene siendo habitual, los egipcios y otros mediadores entraron en acción. Entre bastidores, se estaba acordando una nueva tregua. Parecía que el round había terminado.

El bando israelí hizo todo lo que pudo por volver a la normalidad, o eso pareció. El primer ministro y el ministro de Defensa se esforzaron (hasta yendo a la frontera siria) en demostrar que Gaza no ocupaba sus pensamientos.

Un misil destruyó el coche donde iba el comandante de Hamás

En Gaza, todos se relajaron y abandonaron los refugios. Su comandante militar supremo, Ahmad Ja’abari, se metió en su coche y se paseó por la calle principal.

Y entonces saltó la trampa, y un misil hizo volar por los aires al coche que llevaba al comandante.

Un asesinato así no se lleva a cabo en el calor del momento. Es la culminación de muchos meses de hacer preparativos, reunir información y esperar al momento justo, cuando se pueda llevar a cabo sin matar a muchos transeúntes, evitando así causar un escándalo internacional.

En realidad, debería haber ocurrido un día antes, pero se pospuso debido al mal tiempo.

Ja’abari era el que estaba tras todas las actividades militares del gobierno de Hamás en Gaza, incluyendo la captura de Gilad Shalit y su ocultamiento durante cinco años. Se le fotografió durante la entrega de Shalit a los egipcios.

Así que esta vez los jubilosos eran los israelíes, igual que los estadounidenses tras el asesinato de Osama bin Laden.

El asesinato de Ja’abari fue el pistoletazo para comenzar la operación prevista.

La Franja de Gaza está llena de misiles, y algunos de ellos son capaces de llegar hasta Tel Aviv, a unos 40 km de distancia. El ejército israelí lleva tiempo planeando una gran operación para destruir desde el aire tantos de ellos como sea posible. Los servicios secretos se han dedicado a reunir pacientemente la información sobre sus emplazamientos. Este era el propósito de la operación «Columna de Nubes» («Y el Señor se les apareció durante el día en una columna de nubes para mostrarles el camino» Éxodo 13:21).

Mientras escribo, aún no tengo claro cómo acabará todo esto, pero ya se pueden sacar algunas conclusiones.

Lo primero, esto no es Plomo Fundido II, ni de lejos.

El ejército israelí es bastante eficaz aprendiendo discretamente de sus errores. Plomo Fundido se celebró como un gran éxito, pero en realidad fue un desastre.

El ejército israelí lleva tiempo planeando una gran operación para destruir misiles

Mandar tropas a un área muy poblada suele causar muchas bajas civiles y los crímenes de guerra son casi inevitables. La reacción de la comunidad internacional fue catastrófica; el daño político, inmenso. El jefe del Estado Mayor en aquellos momentos, Gabi Ashkenazi, fue muy aplaudido, pero en realidad no era más que un militar bastante primitivo. Su actual sucesor es de un calibre muy diferente.

Además, esta vez se ha evitado hacer grandiosas afirmaciones sobre la destrucción de Hamás y el haber devuelto la Franja a los líderes de Ramala.

El objetivo de los israelíes, tal como se dijo, es causar el máximo daño a Hamás con el mínimo de víctimas civiles. Se esperaba poder conseguirlo casi exclusivamente mediante ataques aéreos. Durante la primera fase de la operación, parece que esto se ha conseguido. La pregunta es si se podrá mantener a medida que la guerra avance.

¿Cómo terminará? Sería una tontería hacer suposiciones. Las guerras tienen su propia lógica. Así es la vida, como se suele decir.

Benjamín Netanyahu y Ehud Barak, los hombres al mando de todo, esperan que la guerra disminuya en intensidad a medida que se vayan alcanzando los objetivos, por lo que no habrá motivo para utilizar el ejército de tierra, entrar en la Franja de Gaza, matar gente, perder soldados…

Se restablecerá la disuasión. Se instaurará una nueva tregua. La población israelí que rodea la Franja podrá dormir tranquila por las noches durante unos cuantos meses. A Hamás se le bajarán los humos.

¿Pero cambiará todo esto la situación general? Es poco probable.

Israel es campeón mundial en asesinatos de políticos y líderes militares árabes

Ja’abari será reemplazado. Israel ha asesinado a docenas de políticos y líderes militares árabes. No en vano, es el campeón mundial en ese tipo de asesinatos, a los que llama educadamente «prevenciones dirigidas» o «eliminaciones». Si esto fuera deporte olímpico, el Ministerio de Defensa, el Mossad y el Shin Bet estarían adornados con medallas de oro.

Algunas veces se queda uno con la impresión de que los asesinatos son un objetivo en sí mismos, y que las otras operaciones son algo accidental. Un artista se enorgullece de su obra.

¿Cuáles han sido los resultados? En general, nada positivo. Israel mató al líder de Hezbolá Abbas al-Moussawi, y le sustituyó Hassan Nasrallah, que era mucho más inteligente. Mataron al fundador de Hamás, el jeque Ahmad Yassin, y un hombre más capaz ocupó su lugar. El sucesor de Ja’abari puede ser más o menos capaz, pero no representará una gran diferencia.

¿Detendrá esto el firme avance de Hamás? Lo dudo. Quizás ocurra lo contrario. Hamás ya ha conseguido un avance considerable, cuando el emir de Catar (dueño de Aljazeera) fue a Gaza en visita de Estado. Fue el primer líder estatal en hacerlo, pero otros le seguirán. Justo ahora, en medio de las operaciones, acaba de llegar a Gaza el primer ministro egipcio.

La operación «Columna de Nubes» está empujando a todos los países árabes a unirse a Hamás, o, al menos, a fingir que lo hacen. Le quita credibilidad a la afirmación de las organizaciones más extremistas de Gaza sobre que Hamás se ha vuelto blando y perezoso mientras disfruta de las mieles del gobierno. En la batalla por la opinión de los palestinos, Hamás ha obtenido otra victoria sobre Mahmud Abbas, cuya cooperación de seguridad con Israel parecerá ahora aún más despreciable.

Al final, nada importante cambiará. Sólo será otra guerra superflua.

Aunque es, por supuesto, un evento sumamente político.

Al igual que Plomo Fundido, está teniendo lugar en vísperas de las elecciones israelíes (igual que pasó, ya que estamos, con la guerra del Yom Kippur, pero esa la decidió el otro bando).

Como Plomo Fundido, esta guerra es antes de las elecciones

Uno de los espectáculos más lamentables de los últimos días han sido las apariciones televisivas de Shelly Yachimovich y de Ya’ir Lapid. Las dos nuevas estrellas rutilantes del firmamento gubernamental de Israel parecían políticos de pacotilla, repitiendo como loros la propaganda de Netanyahu y dando su aprobación a todo lo que se ha llevado a cabo.

Ambos se han unido al carro de las protestas sociales, con la esperanza de que los asuntos sociales desplacen del orden del día temas como la guerra, la ocupación y los asentamientos. Cuando el público sólo se preocupa por el precio del queso, ¿a quién le importan las políticas nacionales?

Ya dije en su momento que la más mínima señal de acción militar haría parecer todos los asuntos económicos o sociales como algo frívolo e irrelevante, y eso es lo que acaba de ocurrir.

Netanyahu y Barak aparecen numerosas veces al día en pantalla. Parecen responsables, formales, decididos, experimentados. Auténticos héroes, comandando a las tropas, tomando decisiones, salvando a la nación, derrotando a los enemigos de Israel y de todo el pueblo judío. Tal como dijo Lapid en directo: «Hamás es una organización terrorista antisemita y debemos aplastarla.»

Y Netanyahu lo está haciendo. Adieu, Lapid. Adieu, Shelly. Adieu, Olmert. Adieu, Tzipi. Un placer haberos conocido.

¿Acaso había alternativa? Obviamente, la situación a lo largo de la Franja de Gaza se ha vuelto insoportable. No se puede estar enviando a toda la población a meterse en los refugios cada dos o tres semanas. Exceptuando ir a por la cabeza de Hamás, ¿qué otra cosa se puede hacer?

Pues mucho.

Para empezar, se puede evitar «reaccionar». Así se rompería el ciclo.

Se puede evitar «reaccionar»; así se rompería el ciclo

Luego, se pueden tener conversaciones con Hamás como gobierno de facto de Gaza. En realidad, ya se hizo una vez, cuando se negoció la liberación de Shalit. Así que ¿por qué no intentar encontrar un modus vivendi permanente con la implicación de Egipto?

Se puede conseguir una ‘hudna’. En la cultura árabe, una hudna es una tregua vinculante, bendecida por Alá, que puede durar muchos años. Una hudna no se puede violar. Incluso los cruzados establecían hudnas con sus enemigos musulmanes.

El día después del asesinato, el activista de paz israelí Gershon Baskin, quien medió en la liberación de Shalit, reveló que había estado en contacto con Ja’abari hasta el último momento. Ja’abari había estado interesado en un alto el fuego de larga duración, y se había informado de ello a las autoridades israelíes.

Pero el auténtico remedio es la paz. La paz con el pueblo palestino. Hamás ha declarado solemnemente que respetaría un acuerdo de paz cerrado con la OLP, es decir, Mahmud Abbas, que estableciera un estado palestino siguiendo las fronteras del 67, siempre y cuando dicho acuerdo se confirmase en un referéndum palestino.

Sin eso, el baño de sangre continuará, round tras round. Para siempre.

La paz es la respuesta. Pero cuando las columnas de nubes nos dificultan la visibilidad, ¿quién puede ser capaz de verlo?

Publicado en Gush Shalom • 1 Nov 2012• Traducción del inglés: Eduardo García