Reportaje

Las sombras de Morsi

Nuria Tesón
Nuria Tesón
· 14 minutos

analisis

Manifestación en El Cairo en 2011   |  ©  Eva Chaves
Manifestación en El Cairo en 2011 | © Eva Chaves

Tamarod, rebelión, es la palabra que inspira lo que ya parece haberse convertido en un Tahrir 2.0. Hace doce meses que juró su cargo el primer presidente de Egipto democráticamente elegido, Mohamed Morsi, y ya Egipto clama por repetir la revolución que lo aupó al poder, pero esta vez para derrocarlo.

Una quincena de muertos, la dimisión de cinco ministros y un ultimátum del Ejército dan cuenta de la magnitud de la sacudida. Las muchedumbres que acudieron a Tahrir el 30 de junio superaron toda expectativa: más de 500.000 manifestantes se reunieron en la emblemática plaza, 100.000 eran en Alejandría y probablemente millones en todo el país. Una oleada popular sólo comparable a la que echó a Mubarak del poder en 2011. Según aseguran los activistas de Tamarod, que recorrieron el país en los últimos meses, bloc en mano, unos 22 millones de ciudadanos han firmado una petición que exige la renuncia de Morsi.

¿Qué ha ocurrido en 12 meses de mandato para que Egipto se embarque en una nueva revolución?

La Hermandad

Mohamed Morsi, que llegó a la presidencia como candidato de los Hermanos Musulmanes, no puede decir que el proyecto de renacimiento social y político que voceó durante su campaña vaya dando frutos. Lo que ven sus adversarios es únicamente un país convertido en feudo privado de la poderosa cofradía islamista.

Morsi aparece cada vez más como el hombre de paja de los Hermanos Musulmanes

Cada vez más voces hablan de Morsi como el hombre de paja, el convidado de piedra, cuyos hilos maneja la organización de los Hermanos Musulmanes y, más concretamente, Khairat al Shater, formalmente número dos de la organización. El ingeniero fue el primer candidato de la hermandad a la presidencia, pero fue descalificado por haber cumplido poco antes una pena de prisión, de manera que Morsi saltó del banquillo al escenario sin apenas tiempo de atusarse la barba.

Por lo tanto, no es de extrañar que en una cofradía tan estricta en su cadena de mando y en su toma de decisiones el hecho de poner rostro a la presidencia no sea más que un mero convencionalismo para que los hermanos en su conjunto, encabezados por el verdadero líder político de la hermandad, Khairat al Shater, controlen la deriva del país.

Un pasito p’alante, un pasito p’atrás

En este último año Egipto ha retrocedido más de lo que ha avanzado. De hecho, el país del Nilo parece más inmerso en un eterno retorno temporal obligado a repetir sus errores, que en una transición que avance en alguna dirección (sea la que fuere). Mubarak y sus hijos entran y salen de los juzgados mientras se suceden los aplazamientos y el público pierde el interés; tan bajas son las expectativas de que se haga justicia.

Egipto parece inmerso en un eterno retorno temporal, obligado a repetir sus errores

El único órgano democrático elegido en las urnas aún en pie, el Consejo de la Shura, ha sido declarado inconstitucional. La Cámara alta egipcia podría ser disuelta tras las legislativas que, tras un año sin Parlamento no tienen fecha de celebración. Lo mismo ocurre con la Carta Magna después de que la Asamblea Constituyente que la redactó fuera también declarada inconstitucional por el alto Tribunal.

Ahora la calle pide nuevas elecciones presidenciales, pero sin un Parlamento desde junio de 2012, con una Cámara alta que deberá ser disuelta tan pronto como haya Cámara baja, con una Constitución en entredicho y la economía por los suelos se hace difícil imaginar que el país esté preparado para reiniciar el proceso, aunque quizá fuera lo deseable por una amplia mayoría en las calles (Morsi llegó a la presidencia con el 51% de los sufragios y ha perdido apoyos en los últimos meses).

El islam como fuente

La vigente Carta Magna ha costado, literalmente, sangre, sudor y lágrimas. Hecha por y para los islamistas, el resto de tendencias de toda índole abandonaron la Asamblea Constituyente donde, aseguraban, no se les escuchaba ni se tenían en cuenta sus opiniones (la mayoría de miembros de los Hermanos Musulmanes así como de los salafistas era abrumadora).

El texto constitucional llegó sembrado de polémica tras un decreto de Morsi, en el que se blindaba a sí mismo y a todas sus decisiones ante la justicia hasta que hubiera una Constitución, y con el que forzaba a los ciudadanos a aceptar sí o sí la propuesta que saliera del consejo.

El punto de fricción más relevante es el que se refiere a la charia. Los no islamistas creen que la Carta Magna deja abierta la puerta a interpretaciones extremistas. En el texto legal todo lo referente a la ley islámica es tan genérico como multiuso: La Constitución repite en su artículo 2 lo enunciado en la de 1971 por el que se eleva la ley coránica a “fuente principal de toda legislación”, estribillo habitual en los países oficialmente musulmanes y al que pocos se oponen públicamente. Y para definir qué exactamente emana de esa fuente, el texto entrega a la histórica universidad de Al Azhar autoridad absoluta para interpretarla.

Los militares siguen siendo la pieza clave del complicado puzle egipcio

El peligro radica en una institución dominada por hermanos musulmanes, algo que los propios teólogos de esta Universidad han denunciado y contra lo que se han manifestado.

¡Armas al hombro!

Tanto o más significativos como las referidas al islam son los artículos con los que se compra a los generales. La disposición 197 coloca fuera de todo escrutinio parlamentario el presupuesto militar, competencia exclusiva de un Consejo Nacional de Defensa inflado de altos mandos; y la 198 permite el juicio de civiles por el fuero militar, cuando “dañaran al Ejército”. Perpetúa así los juicios militares a civiles, cuyo fin ha sido una demanda desde el mismo principio de la revolución.

Y es que los militares siguen siendo la pieza clave del complicado puzle egipcio. No han perdido la oportunidad de enseñar la patita cuando ha sido menester para presentarse como pacificadores y guardianes del país. Aunque lo cierto es que su imagen se ha visto muy deteriorada tras su año de regencia, el que medió entre la caída de Mubarak y la llegada de Morsi.

En los últimos días, el comandante jefe de las Fuerzas Armadas y ministro de Defensa, Abdel Fatah Sisi, un piadoso general favorable a la Hermandad, manifestó que el Ejército ha evitado “intervenir en la batalla política en la última etapa”, pero que no se quedará callado “si el país se desliza hacia un conflicto difícil de controlar”.

Morsi ha ido sustituyendo peones sobre el tablero, enrocándose con los alfiles que resultaran oportunos

Aunque Sisi argumentó que el Ejército ha trabajado con “neutralidad total” y se ha alejado de la política desde que Morsi asumiera el poder, lo cierto es que no han dejado de blandir sus sables para recordar a los islamistas quién les allanó el camino al palacio de Heliópolis. Aunque los rostros, los nombres y las alianzas han cambiado, el Ejército sigue siendo el tercer pilar en el que se apoya el Estado egipcio junto con la presidencia y la religión, tan próximas estas últimas ahora. Y así lo demuestran los últimos acontecimientos. El propio Sisi manifestó en un discurso grabado y emitido por televisión que el Ejército da a Morsi y al Gobierno 48 horas para atender las demandas de los manifestantes, de lo contrario las fuerzas armadas presentarán una “hoja de ruta” para la nación, que se encargarán de imponer. EL Ejército vuelve a blandir su sable.

La ley del más fuerte

El de Morsi ha sido un año plagado de pequeñas batallas para eliminar oponentes y asentar simpatizantes en todas la estructura del Estado. Si bien la revolución no podía acabar de un plumazo con el viejo régimen, Morsi ha ido sustituyendo peones sobre el tablero, enrocándose con aquellos alfiles que resultaran oportunos o en el peor de los casos sacrificando algún caballo. Pero hay torres que son muy difíciles de esquivar y la judicatura está siendo el talón de Aquiles de este hermano.

La purga de los jueces que sigue a la emprendida el pasado agosto contra la cúpula militar le está costando a Morsi algún disgusto. El rais trata de erigirse como defensor del ideario revolucionario y desplaza a quienes eran afines a Mubarak para colocar a sus propios simpatizantes.

Pretende que el consejo de la Shura (dominado por islamistas) que tiene el poder legislativo (en ausencia de Parlamento) apruebe una ley que permite entre otras cosas rebajar la edad de jubilación de 70 a 60 años. La oposición cree que se trata de forzar la jubilación de casi 3.500 jueces para permitir la incorporación de nuevos togados afines a la hermandad.

Los amigos de mis amigos…

Pocas novedades hay en el exterior. Estados Unidos ha ratificado su apoyo a Morsi y este ha intentado fortalecer lazos procurando no contrariar a Obama. El ejemplo más claro de apoyo fue el espaldarazo de Hillary Clinton durante la última ofensiva israelí contra la franja de Gaza: le presentó ante el mundo como líder pacificador, aliado de Occidente y actor clave para controlar a Hamás.

Lejos de aliviar el bloqueo de Gaza, Egipto ha mantenido y reforzado el aislamiento de la Franja

Pero el olvido de Palestina y de la Franja de Gaza en particular ha sido notorio por parte de un presidente que comparte el ideario de los Hermanos Musulmanes con los islamistas de Hamas, en el poder en Gaza. Lejos de aliviar el bloqueo, este se ha mantenido y reforzado con la inundación de los túneles que pasan bajo la frontera para abastecer la Franja de los productos básicos. Se ha vuelto a cerrar con frecuencia el paso de Rafah, endureciendo así las ya de por sí inhumanas condiciones de vida en la que sobreviven los gazatíes. Para regocijo de las autoridades de Israel, con las que Morsi mantiene un conveniente status quo y a las que ha dado garantías de no tocar el vigente tratado de paz.

¿Quién dijo miedo?

El artículo 48 de la nueva Constitución establece que “la libertad de prensa está garantizada”, pero siempre “de acuerdo con los principios básicos del Estado y la sociedad”, una coletilla preocupante para muchos reporteros, sobre todo si su interpretación correspondiera a una judicatura dominada por los islamistas.

Seis meses bajo la presidencia de Mohamed Morsi fueron suficientes para darse cuenta de que su relación con el cuarto poder no iba a ser un idilio. Los tribunales egipcios abrieron en ese medio año más causas judiciales por “insultar” al rais que durante los 30 años de gobierno de Hosni Mubarak. Un informe publicado por la Red Árabe de Información sobre Derechos Humanos (ANHRI), va más allá: en la era Morsi, estos procesos superan los iniciados en los últimos 120 años.

 Los tribunales abrieron en medio año más causas judiciales por “insultar” al rais que en 120 años

Encarcelación de informadores y opositores, acoso a medios de comunicación, torturas y detenciones de cualquier voz contraria han desatado duras críticas entre periodistas y organizaciones de la sociedad civil egipcia. Denuncian una caza de brujas contra los medios hostiles a los Hermanos Musulmanes. Morsi derogó la ley que permite la encarcelación preventiva de periodistas por insultos al presidente, pero los ejemplos recientes muestran que sigue practicándose.

¿Derechos de qué?

Los miembros de los Hermanos Musulmanes estuvieron entre los que con más dureza sufrieron la represión del régimen de Mubarak: tortura en las cárceles, detenciones ilícitas… Por ese motivo tal vez muchos creyeron en Egipto que la defensa de los derechos humanos sería uno de los bastiones de la legislatura de Morsi, que había prometido gobernar para todos los egipcios. Poco después la realidad mostraba lo contrario.

En febrero pasado, varias de las principales organizaciones de derechos humanos del país denunciaron que la situación en este campo se había “deteriorado rápidamente” en ocho meses de presidencia. Las 21 instituciones firmantes (entre las que se encuentran algunas de las más importantes de Egipto como el Instituto de El Cairo para Estudios de Derechos Humanos, la Iniciativa Egipcia para Derechos Personales y el Centro para los Derechos Económicos y Sociales) afirmaban que la situación ya es mucho peor que con Mubarak.

El país tan sólo “ha cambiado de una forma de autoritarismo a otra”, según estas organizaciones, aunque “con algunas nuevas características”: bajo Mubarak la independencia judicial y la libertad de la prensa nunca fueron atacadas tan ferozmente.
Además, acusan a los seguidores de los Hermanos Musulmanes de haber llevado a cabo con sus propias manos ataques a manifestantes, e incluso torturas, “un trabajo sucio que en la era del anterior presidente se dejaba en manos de las fuerzas de seguridad y sus matones a sueldo”.

Acoso al 99 %

En el caso de las mujeres no ha sido mucho mejor. Las tasas de acoso sexual y de violencia instrumentalizada contra ellas para conseguir alejarlas de la escena pública alcanza cotas inimaginables. El 99,3% de las mujeres sufren algún tipo de acoso a diario. La respuesta del Gobierno para atajar este problema ha sido nula y la de sus políticos una vergüenza.

“Las mujeres a veces provocan que las violen, poniéndose a sí mismas en situaciones…»

Tras una oleada de violaciones en Tahrir durante unas manifestaciones, un miembro del consejo de la Shura señaló: “Las mujeres a veces provocan que las violen poniéndose a sí mismas en situaciones en las que pueden ser violadas. […] Si una mujer se une a las protestas entre un grupo de matones y vagabundos debería protegerse a sí misma en lugar de pedir al ministerio del Interior que la proteja”.

Conmigo o contra mí

Un presidente títere de la hermandad musulmana; una transición que no avanza; un Ejército comprado y cada vez más afín al nuevo régimen; una judicatura amenazada; una Constitución para unos pocos (los mismos); unos medios de comunicación amordazados; unos derechos humanos olvidados en el mejor de los casos… Este es el carburante que ha vuelto a encender el fuego en Tahrir.

Morsi ha conseguido unir en su contra a todos los sectores no islamistas de la sociedad egipcia

La sociedad civil a un lado, los ciudadanos de a pie, los jóvenes de Tahrir, las madres de los mártires, la oposición, las minorías, los cristianos… y al otro lado los islamistas: la polarización del país ha sido inevitable en estos últimos 12 meses. La fractura de un Estado que necesita medidas urgentes para relanzar su economía, que pende de la ayuda exterior para sobrevivir y que deberá afrontar una reestructuración de sus instituciones seria y profunda, es cada vez más patente.

Morsi ha conseguido en 12 meses quizá una de las cosas más difíciles de lograr: unir en su contra a todos los sectores no islamistas de la sociedad egipcia. Si bien la cohesión es frágil, no es menos cierto que sectores mubarakistas y liberales, comunistas y cristianos se juntan los días de protesta y diseñan sus pancartas y consignas con un lema común: abajo el régimen de Morsi.

A Mubarak le costó tres décadas despertar críticas tan encendidas como las que Morsi ha logrado en apenas un año. Entre los críticos del depuesto faraón aún hay quien ensalza algunas de sus políticas de los primeros años. A Morsi sólo se le valora esa incapacidad supina para lograr diálogo o un leve consenso. Lo que aflora es el descontento generalizado de los egipcios que no piensan permitir que ningún nuevo faraón se acomode en el poder y que han perdido el miedo a salir a la calle a protestar y a morir.