Opinión

¿Por qué no una federación?

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Avraham Burg (58 años) fue miembro del Partido Laborista y durante algún tiempo presidente de la Knesset, el parlamento israelí. Su padre fue largo tiempo miembro del gabinete ministerial y líder del Partido Nacional Religioso, antes de que se convirtiera en una panda de mesiánicos furibundos. Mi relación con Burg padre fue bastante amistosa, en gran parte porque éramos los dos únicos miembros de la Knesset nacidos en Alemania.

Burg hijo, que todavía lleva la kipá propia de los judíos practicantes, se unió al Partido Laborista y fue miembro de las “ocho palomas”, un grupo moderado dentro de esta organización.

La semana pasada Haaretz publicó un artículo en el que Burg proponía unir la “solución de los dos estados” con una federación de dos estados. Usaba como metáfora un edificio, la primera planta contendría los derechos humanos, la segunda albergaría los dos estados, Israel y Palestina, y la tercera la federación.
Esto me trajo un montón de recuerdos.

En la primavera de 1949, justo después de la firma de los primeros tratados de paz entre el nuevo estado de Israel y los países árabes que habían participado en la guerra, se formó un grupo en Israel que defendía la creación de un estado palestino junto al israelí y la firma de un acuerdo entre las dos naciones.

En 1949 pedimos crear un estado palestino junto al israelí y firmar un acuerdo entre ambos

En aquel entonces la idea fue tachada de herética, puesto que en Israel se negaba rotundamente la mera existencia del pueblo palestino.

El grupo estaba formado por un árabe musulmán, un árabe druso y yo. Tras algún tiempo, después de que nuestros intentos de crear un nuevo partido no lograran despegar, el grupo se disolvió. (Curiosamente, los tres acabamos más tarde formando parte de la Knesset).

Por lo que respecta a uno de los principales aspectos, teníamos la misma opinión: las fronteras entre los dos estados debían estar abiertas al libre tránsito de personas y mercancías. No usamos la palabra “federación” pero pensábamos en algo parecido.

Después de la guerra del Sinaí en 1956, un nuevo grupo retomó la idea. Lo fundamos Nathan Yalin-Mor y yo y atrajo a una gran variedad de intelectuales, escritores y artistas. Yalin-Mor había sido líder de los Luchadores por la Libertad de Israel, conocidos por los británicos como la Banda de Stern y etiquetados por estos como el más extremista de los grupos terroristas judíos.

Arafat sugirió «una federación entre Palestina, Israel y Jordania y quizás también Líbano»

Nos dimos el nombre de “Acción semita” y publicamos un documento, “El Manifiesto Hebreo”, que todavía considero único: un proyecto completo y detallado de un nuevo estado de Israel. Entre otras muchas cosas, contenía un plan para establecer un estado árabe palestino junto a Israel y una federación entre Palestina, Israel y Jordania, llamada “la Unión Jordana”.

En los años 70, Abba Eban planteó una solución parecida a la de Benelux, cuyo nombre deriva de los acuerdos con carácter federativo entre Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo. Para mi sorpresa, la primera vez que me encontré con Yasser Arafat durante el asedio de Beirut, en 1982, usó el mismo término: “Una federación entre Palestina, Israel y Jordania y quizás también Líbano, ¿por qué no?”. Repitió la misma idea, con las mismas palabras, en nuestro último encuentro, justo antes de su misteriosa muerte.

Con el tiempo, deseché la palabra “federación”. Llegué a la conclusión de que asustaba demasiado a ambas partes. Israel temía que supusiera una disminución de su soberanía, mientras que los palestinos sospechaban que no era más que otra estratagema sionista para mantener la ocupación bajo otros términos. Sin embargo, está claro que, en un territorio tan pequeño como el de la Palestina histórica, dos estados no podrían vivir durante mucho tiempo codo con codo sin mantener una estrecha relación entre ellos.

Hay que recordar que el primer plan de las Naciones Unidas para la partición de Palestina incluía una especie de federación, si bien no utilizaba esta palabra explícitamente. Según este plan, el estado árabe y el judío debían permanecer unidos a través de una asociación de carácter económico.

El mundo está lleno de federaciones y confederaciones muy diferentes entre sí. Cada una de ellas es una estructura única, formada de acuerdo a las circunstancias y la historia del lugar donde se llevaron a cabo. Todas están basadas en un acuerdo, foedus en latín, de ahí el nombre.

La terrible guerra civil de los Estados Unidos enfrentó a una federación (el norte) y una confederación (el sur). La federación se concebía como una estrecha unión bajo un fuerte poder central, la confederación como la mera cooperación entre estados semiindependientes.

Si no se consigue primero la paz con dos estados, es absurdo pensar en qué vendrá después

La lista es larga. Suiza se denomina a sí misma confederación. La Rusia postsoviética es una federación. Alemania es una “república federal”, etcétera.

Una federación entre Israel y Palestina, con o sin Jordania, tendría que encontrar su propio carácter, de acuerdo con sus circunstancias.

Pero lo principal es recurrir a un proceso gradual.

Burg utilizó como metáfora un edificio, de lo que se deriva que la propuesta debe llevarse a cabo planta por planta, de abajo hacia arriba. En esto coincido con él.

La primera planta es la solución de los dos estados. Es esto lo que tiene que ponerse en marcha en primer lugar. Si esto no se consigue, es absurdo pensar en qué vendrá después.

Supondría la fundación del estado de Palestina de acuerdo con las fronteras de 1967, con Jerusalén Este como su capital; la nación libre, independiente y soberana del pueblo palestino.

Mientras que esta idea básica no se lleve a cabo y no se alcance un acuerdo en torno a los problemas relacionados con ella (los “asuntos principales”), nada tiene mucho sentido.

La ocupación es una herida abierta y, antes de hacer cualquier otra cosa, tiene que curarse recurriendo a la paz. No se puede hablar de forma consistente de federación entre opresor y oprimido. Una federación presupone la existencia de socios, si no con la misma fuerza, sí con el mismo estatus.

La solución de los dos estados es una promesa de paz, al menos una paz formal que ponga fin a un conflicto que dura ya cien años. Una vez que se consiga esta paz, podrá, y deberá, pensarse en el siguiente paso, seguir trabajando en la paz, hasta convertirla en una realidad cotidiana que conforme las vidas de la gente.

Si la actual ronda lleva a un tratado de paz formal, hay que considerar una federación

Supongamos que esta ronda de negociaciones, o alguna otra en el futuro, llevara a un tratado de paz formal y al final de las reclamaciones mutuas, como dice John Kerry. Sería entonces cuando la idea de una federación debería considerarse.

¿Qué tenemos en mente? ¿Una federación fuerte o una confederación algo más libre? ¿Qué funciones estarían las dos partes dispuestas a transferir, voluntariamente, del nivel nacional al federal?

Seguramente, Israel no renunciaría a su libertad de acción y decisión respecto a sus relaciones con la diáspora judía a nivel mundial y a la inmigración. Lo mismo pasaría con los palestinos en relación con el mundo árabe y el retorno de refugiados.

¿Qué pasaría con la política exterior en general? Creo que en todas las federaciones y confederaciones existentes, es la autoridad central la que se encarga de esto.

En nuestro caso constituye un problema. Las cuestiones militares y de seguridad son todavía más problemáticas.

Tal como yo lo veo, una federación se encargaría principalmente de asuntos económicos, derechos humanos, libertad de movimientos y esas cosas.

Pero lo más importante es esto: las negociaciones concernientes a la federación entre el estado de Israel y el estado de Palestina deben estar libre de presiones y llevarse a cabo de buena fe entre iguales.

¿Será este el fin del camino hacia la verdadera paz? Quisiera pensar que son solo los primeros pasos.
Si la solución de los dos estados es la primera planta y la federación es la segunda, uno podría imaginar que la tercera es una unión de carácter regional como la actual Unión Europea.

Con la agitación que hay ahora mismo en nuestra región, es difícil pensar que la Primavera Árabe pueda conducirnos a algún tipo de estabilidad. Pero tenemos poca memoria. La Unión Europea nació de la más terrible de las guerras, la Segunda Guerra Mundial, que supuso la muerte de millones de europeos.

La idea no es más utópica de que lo fue hace cien años la Unión Europea

Una organización regional (la “Unión Semita”, como yo la llamaba), que incluya a Israel y Palestina, sería ventajosa para todos sus miembros, en un mundo donde las agrupaciones regionales cada vez están adquiriendo un rol más importante.

Pero lo que completaría este nuevo orden sería alguna forma de gobierno mundial, un gobierno del que estamos extremadamente necesitados ya hoy en día. Estoy casi seguro de que se creará antes de que acabe este siglo. La idea no es más utópica de lo que era hace cien años la de la creación de la Unión Europea, cuando un pequeño grupo de visionarios la puso sobre la mesa.

Ahora mismo hay un montón de problemas que no pueden solucionarse a nivel nacional o regional. El salvar a nuestro planeta de una catástrofe ecológica. La regulación de una economía globalizada. La prevención de conflictos y guerra civiles. La salvaguardia de los derechos humanos a nivel mundial. La consecución de una verdadera igualdad de derechos para la mujer. La protección de las minorías. El fin del hambre y las enfermedades. Todo esto necesita de un nuevo orden mundial.

Un orden como este debe inevitablemente ser una especie de federación mundial. Esto no supone necesariamente la desaparición de los estados nación. Es probable que estos sigan existiendo, como existen hoy en día dentro de la Unión Europea, pero asistirán a una disminución de su soberanía.

¿Puede un orden como este ser democrático? Debe serlo. Algún día, los humanos elegiremos un parlamento mundial, como hoy los europeos eligen a un parlamento europeo que cada vez asume más competencias.

Son sueños para el futuro, aunque merece la pena pensar en ellos ya mismo.

Sin embargo, para nosotros, en este pequeño país, la tarea que nos ocupa hoy es conseguir la paz, la paz entre dos naciones que vivan en armonía en dos estados hermanados.