Reportaje

La ERT se resiste a callar

Andrés Mourenza
Andrés Mourenza
· 11 minutos
La policía desaloja la sede de ERT en Atenas, 7 Nov 2013 | © ERT Open
La policía desaloja la sede de ERT en Atenas, 7 Nov 2013 | © ERT Open

Atenas | Noviembre 2013

Una radiotelevisión pública sobredimensionada, llena de corruptelas y que se ha convertido en la voz del Gobierno de turno. En lugar de acometer una reforma del ente, de la noche a la mañana se anuncia su liquidación, ayudando de paso a las emisoras privadas con las que los partidos en el poder mantienen buenas relaciones. Los periodistas, ya sin nada que perder, se rebelan, recuperan la fe en el oficio y toman la programación por los cuernos. No, no es la historia de la Radio Televisión Valencia y el Canal 9, es el espejo mágico griego del otro lado del Mediterráneo, ese en el que desde hace unos años podemos mirarnos de vez en cuando para descubrir lo que va a pasar en España en el futuro cercano.

“Llamamos a todos los griegos a que acudan a ERT lo antes posible. Una vez esta emisión sea interrumpida, lo que ustedes escucharán no será la voz de la radio pública”, estas palabras, agónicas, fueron las últimas de Nikos Tsimbidas antes de ser desalojado de la sede principal de la radiotelevisión pública griega (ERT). Pasaban pocos minutos de las 5.30 de la mañana y una hora antes los agentes antidisturbios habían penetrado en la sede principal de la ERT en Atenas, el llamado Radiomegaro (Palacio de la Radio), y recorrían las salas echando a todo el personal por orden del Gobierno. Tsimbidas siguió retransmitiendo hasta que se lo llevaron por la fuerza.

Las razones para el cierre suenan a absurdo, excepto la de complacer a la troika

Armados con porras, cubiertos con cascos y haciendo uso de gases lacrimógenos –“Tratando a los periodistas como si fueran terroristas”, según denunció Kostas Ísijos, un dirigente del partido opositor Syriza- los policías acababan con la ocupación del edificio central de la ERT, que se había prolongado durante casi cinco meses, exactamente desde el pasado 11 de junio, cuando entró en vigor el decreto del Gobierno de Antonis Samarás que acababa de un plumazo con la radiotelevisión pública.

“ERT dejará de existir tras el cierre de la programación de esta noche. En su lugar funcionará lo antes posible un organismo público, moderno, con mucho menos personal”, anunciaba ese 11 de junio el portavoz del Gobierno, Simos Kedikoglu. Había sido una decisión personal del primer ministro Andonis Samarás, para quien la ERT se había convertido en un “nido de despilfarro” e “inmoralidad”. Ocurría el cierre –condenado internacionalmente por numerosos organismos, incluso la OSCE- al mismo tiempo que en la vecina Turquía el Gobierno conservador de allá reprimía sin piedad las protestas ciudadanas y trataba de censurar la información, lo que le valió a Samaras en la red Twitter el hashtag de #ErdoganStyle.

Dudosos motivos

Las razones alegadas por el Gobierno griego para cerrar ERT suenan a absurdo. Lo de abaratar costes no se sostiene, porque sólo en indemnizaciones a sus más de 2.600 trabajadores y en cancelaciones de compromisos internacionales el Estado tendrá que pagar unos 300 millones de euros y ERT era una de las pocas empresas públicas que –financiada a través de un canon de unos 50 euros anuales y de la publicidad- arrojaba beneficios. La otra razón que se ha dado suena más factible: el Ejecutivo de Samarás no iba a cumplir el plazo impuesto por la troika para acometer una larga lista de despidos. No había hecho sus deberes y la noche antes de entregarlos buscó y buscó de dónde podía sacar 2.000 funcionarios: la ERT. De igual modo, el Gobierno se ha cargado organismos como la Policía Local o el cuerpo de bedeles escolares.

“Tenemos un estado inmenso, que desperdicia recursos, burocrático, ineficiente, más interesado en su propia supervivencia que en servir a los ciudadanos (…) producto de cómo los partidos han gobernado este país en décadas recientes”, afirmaba el ministro de Reforma Administrativa, el conservador Kyriakos Mitsotakis.

La desfachatez de algunos políticos es, como decía Einstein del espacio y la estupidez humana, infinita: Mitsotakis es descendiente de una saga de políticos, su padre, Konstantinos Mitsotakis, fue primer ministro y su hermana, Dora Bakoyannis, ministra de Exteriores. Y a nadie en Grecia le cabe la menor duda de que su puesto en el Gobierno se debe a un intento de Samarás por aplacar a las diferentes familias políticas dentro de su partido conservador.

Se le olvidaba también al Gobierno mencionar que si ERT estaba en tan mala situación había sido por culpa de los partidos Pasok (socialdemócrata) y Nueva Democracia (ND, conservador), los únicos que han gobernado en Grecia desde la vuelta a la democracia en 1974 y que ahora lo hacen en coalición después de que el tercer socio, la izquierda moderada de Dimar, dejase el Gobierno en junio precisamente en protesta por el cierre unilateral de ERT.

Los trabajadores de la antigua ERT, desde los centros ocupados, han estado emitiendo por su cuenta

Desde la clausura del ente público se ha producido una situación surrealista: Grecia no disponía de una radiotelevisión pública sino de dos. Por un lado, el Gobierno puso en marcha un canal transitorio a través de la plataforma de Televisión Digital Terrestre o TDT, la llamada Televisión Pública (DT), controlado por sus partidarios y que la oposición ha decidido boicotear, y, por otro, los trabajadores de la antigua ERT, desde los centros ocupados en Atenas y otras ciudades, emitían por su cuenta a través de la frecuencia analógica e internet.

La DT –el germen de lo que deberá convertirse en Nueva Radio, Internet y Televisión Griega (NERIT)- comenzó a emitir desde los estudios del canal privado Mega –en cuyo accionariado confluyen varios de los principales grupos mediáticos del país- protegidos por agentes antidisturbios. Todo un símbolo de lo que iba a ser la nueva cadena pública. La dirección quedó en manos de periodistas que, según denuncian los extrabajadores de la ERT, son los mismos “enchufados” que los partidos habían colocado en la antigua radiotelevisión pública, y la legislación aprobada por el Parlamento sobre la nueva NERIT especifica que seguirá siendo el Gobierno quien elija a la dirección del ente público, por lo que continuará estando políticamente atada de pies y manos.

Sin programación propia

Cuando las emisiones de DT se trasladaron a un edificio de la antigua ERT –ahora propiedad del Ministerio de Finanzas como todas las restantes instalaciones de la cadena pública- se contrataron a nuevos periodistas, y por ello la troika es reacia a contar como despidos a todos los 2.600 trabajadores de la antigua ERT. Pero la DT, aunque ya emite informativos, sigue sin ser capaz de producir programación propia debido a las limitaciones del estudio en el que se encuentran.

Mientras tanto el Radiomegaro parecía un centro social. Durante los meses de ocupación por los exempleados de ERT el edificio era un hormiguear de personas –“Hay más gente ahora que antes de que cerrasen”, ironizaba alguno-, la programación continuaba puntualmente y cada noche había conciertos a cargo de las orquestas de la radiotelevisión pública, también condenadas a desaparecer por el decreto del Gobierno. Y además las emisiones tenían un gran éxito de audiencia: durante la primera semana fue seguida por 5 millones de usuarios únicos, «un número no sólo enorme para Grecia, sino prácticamente increíble», aseguraba en julio Nikos Mijalitsis, director de los servicios técnicos.

Si los (ex) trabajadores sacaban las cámaras a la calle, podían ser acusados de robo

Y eso a pesar de las enormes dificultades técnicas a las que los extrabajadores de la ERT se enfrentaban a diario, que iban desde el intento de bloquear las emisiones a cortar las líneas telefónicas. “Solo hay cuatro líneas en todo el edificio que pueden telefonear al exterior. Una está instalada en el control y cada pocos minutos se queda fuera de servicio”, explicaba la periodista Maki Nikolara en el mes de agosto. Además, tenían prohibido por el Gobierno sacar cámaras a la calle pues, de hacerlo, podrían ser acusados de robar material de la televisión pública porque ya no son trabajadores del ente público. Este obstáculo lo salvaron gracias a la solidaridad ciudadana: “Hay cineastas y productores que nos ofrecen sus imágenes, películas y documentales de forma desinteresada y con ellas podemos llenar las 24 horas de programación”.

Además, cuando comenzó a emitir DT, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) les retiró el apoyo alegando que ya existía una televisión pública en Grecia por lo que cada vez se hizo más difícil emitir a través de las frecuencias analógicas. Con todo, la emisión a través de su página web continuó.

Pero el mayor problema al que han tenido que hacer frente los trabajadores es a la falta de fondos. No olvidemos que Grecia se encuentra en su sexto año de recesión, con una tasa de paro del 27 % y que los empleados de ERT dejaron de cobrar el 11 de junio. “Esto significa que estamos financiando nuestro trabajo con nuestros propios medios. El dinero de la indemnización que cada uno de nosotros tendría para organizar su vida después del despido lo utilizamos para seguir emitiendo”, explicaba Nikolara. Así el Gobierno lo ha tenido más fácil a la hora de jugar al “divide y vencerás” ofreciendo puestos en la nueva DT a los antiguos empleados de ERT. El caso más sonado ha sido quizás el de Prokopis Dukas, presentador de informativos durante los primeros meses de ocupación pero que finalmente aceptó la oferta de DT.

«El dinero de la indemnización lo utilizamos para seguir emitiendo», explica un extrabajador

Pese a todo, un núcleo de unas 300 personas –que se incrementa hasta 700 según la carga de trabajo- continuaban resistiendo en el Radiomegaron de forma numantina a los embates del Gobierno y se negaban a aceptar el nuevo orden. “Seguimos haciendo nuestro trabajo y, por primera vez, lo hacemos como queremos. Las decisiones sobre los temas que tratamos son tomadas colectivamente”, relataba en agosto la presentadora y reportera Ana Konstandakaki: “Es muy importante para nosotros que, por primera vez, decidimos la programación con criterios periodísticos, sin ninguna intervención política y sin jerarquías. Sin la intervención del Gobierno, como ocurre en las televisiones públicas, ni la intervención de los propietarios que hay en las privadas”. Y, habiendo probado el sabor de la libertad, esta veterana periodista aseguraba que le resultaría muy difícil volver a la disciplina de un medio de comunicación ordinario.

Por eso, cuando los antidisturbios penetraron el pasado jueves en las instalaciones de Radiomegaron los periodistas que allí se encontraban sintieron que habían perdido una batalla pero, al mismo tiempo, que la guerra dista aún de haber concluido. Ni cortos ni perezosos, ante las filas de policías que vigilaban la entrada del recinto, plantaron una mesa cubierta con una tela azul y el logo de ERT y, allí mismo, sobre el asfalto de una de las avenidas más concurridas de Atenas, retransmitieron el telediario en streaming.

El jueves retransmitieron el telediario en streaming con una mesa en la calle

La productora radiofónica Maria Kutsibiri prometía ese mismo día que continuarían trabajando por sacar adelante la programación a través de internet con ayuda de la gente que les apoya –entre ellos la web www.thepressproject.gr- y la veintena de estudios de la ERT que aún mantienen ocupados en todo el país, como por ejemplo la sede del tercer canal (ERT3) en Salónica, segunda mayor ciudad de Grecia.

Al caer la tarde del día del desalojo miles de personas acudieron a las puertas de Radiomegaron a mostrar su solidaridad con los trabajadores. Frente a ellos, los antidisturbios custodiaban las verjas de la ERT, cerradas con cadenas, candados y una esposas que se han convertido, en las redes sociales, en el símbolo de la censura del Gobierno heleno.

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