Entrevista

Maria Kalí

«No puede haber impunidad para la tortura»

Clara Palma
Clara Palma
· 18 minutos
Maria Kalí (Atenas, 2013)  | Clara Palma / M'Sur
Maria Kalí (Atenas, 2013) | © Clara Palma / M’Sur

 

Maria Piniú-Kalí (Thasos, 1943) ha dedicado toda su vida a la lucha política. Recién terminada la carrera de medicina, pisó las cárceles de la Dictadura de los Coroneles por su militancia izquierdista. Decidida a volcarse en los derechos humanos, en 1987 abrió con el respaldo de Amnistía Internacional el primer centro para víctimas de la tortura de Grecia, por el que han pasado a día de hoy más de 10.000 personas.

De 1998 a 2003, Kalí fue la directora de la Red Internacional de Centros de Rehabilitación para Víctimas de la Tortura. Entre los logros de esta mujer menuda y vivaz se cuenta la inclusión de la eliminación de la tortura como objetivo en la agenda de la ONU.

Verbosa y amiga de la digresión, su discurso va trazando los derroteros de una actividad incansable. Kalí lleva años concurriendo a las elecciones por Los Verdes, y fue candidata a la Presidencia de la República.

En la actualidad ejerce por su cuenta, así como en la ONG Metadrasi, examinando a refugiados que han sido víctimas de la tortura.

Usted fue presa política muy joven. ¿Cómo ocurrió?

Me detuvieron en El Pireo, cuando me disponía a abandonar el país. De allí me mandaron a Giaros, una isla de las Cíclades en la que llegó a haber encarceladas unas 11.000 personas. Cuando nos metieron en la barca -éramos unas 30 personas-, perdí todo el coraje. Empecé a llorar y a gritarle a mi padre, que estaba en el muelle: “¡Papá, no dejes que me lleven!”. Él ya había estado en Giaros: seis años a trabajos forzados construyendo la cárcel a la que me mandaban a mí. Entonces vi cómo se agarraba a una farola, desmayado. Ahí todo cambió, miré a los otros y les dije: “¿Conocéis esta canción? “Enas likos kapetanios ap’tin siraaaa”, medio improvisando la letra y dando palmas. Treinta personas empezamos a cantar. Inmediatamente mi padre se animó y empezó a gritar: “Ésa es mi hija”. Fue cuando vi a mi padre cuando me dije que no podía permitirme el lujo de estar deprimida.

En la isla de Giaros llegó a haber encarceladas unas 11.000 personas

¿Cómo vivió el encarcelamiento?

Lo más duro fue al principio, cuando estuve ocho días en confinamiento solitario, una celda de un metro cuadrado con una silla. Empecé a pedir que me dejaran ir al baño para llevarme de allí el papel, que en aquella época eran pedacitos de hojas de periódico. Solía llevarme esos pedacitos para leerlos una y otra vez en mi celda. Porque cuando estás en confinamiento solitario necesitas algo para mantener tu mente, tu cerebro, en funcionamiento. Si no, estarás muy cerca de volverte loco, porque cuando estás en el vientre de tu madre, estás en confinamiento solitario, pero tienes la vida por delante, mientras que la celda es algo contrario a la dimensión humana. Alguien ha decidido por ti y esto puede hacerte perder incluso la orientación de tu cuerpo.

Cuando estás en confinamiento solitario necesitas algo para tener el cerebro en funcionamiento

 Estará familiarizada con ese tipo de fenómenos psicológicos…

Sientes que tu cuerpo tiene un tamaño distinto, que tus pies son muy grandes… Tras tres días y noches me parecía que mi cuerpo se hacía más y más grande hasta llenar todo el espacio conmigo misma. Son sensaciones que no puedo explicar, pero muchas veces me encontré con gente que había tenido las mismas experiencias y las describía exactamente igual.

 ¿Ha vuelto a la isla en alguna otra ocasión?

En una ocasión fui a la ceremonia anual en honor de las víctimas con el primer ministro Kostas Simitis (del partido socialista PASOK), que me invitó. Yo llevaba un ramo de flores y pensaron que era para él, pero yo se las quité de las manos, porque eran para la gente que murió y en concreto para los poetas. Porque aunque allí todos eran prisioneros políticos, yo notaba la diferencia entre los poetas y los que simplemente eran parte del juego partidista.

 

¿Y los poetas no eran parte de ese juego?

Mucha gente conspiraba para entrar en política. Un amigo de mi padre, por ejemplo, vino a aconsejarme que me alejara del chico del que estaba enamorada, porque podía perjudicar mi futuro político. “¿Pero por qué? Si es poeta”, dije yo. “Pues porque hace muchas críticas”. Incluso Yannis Ritsos, el mayor poeta griego, escribía en esa época cómo los tanques soviéticos “entraban bailando” en Praga. Sea como fuere, le quité las flores al primer ministro, y lo que le puse en la mano fueron tres balas. “Dejad de disparar en esta isla”, dije, porque desde los años 90 se hacen allí ejercicios de la Marina.

La comunidad internacional reacciona a veces por buenas razones, a veces por negocio

¿Cómo le ha marcado su experiencia en las organizaciones internacionales?

Tengo otra geografía en la mente, y una imagen muy cruel del mundo. Por ejemplo, me ha herido mucho África. Allí muchas veces me dije: “Si este continente se levanta contra el mundo occidental, será un acto de justicia”. Recuerdo ir en coche por una autovía enorme, y no ver ningún otro vehículo, pero sí caminos llenos de gente cargada de cosas. ¿Quién soy yo para ir en coche por su país mientras esta gente camina durante horas para ir a trabajar? Un día pagaremos por ello, incluso entendiendo la situación. No es posible vivir en un mundo con derechos distintos y destinos distintos. ¿Quién decide nacer con un biberón lleno de leche o nacer y encontrarse con un pecho vacío? A mí, estas experiencias me hicieron decidirme a ser muy política, no a a través de partidos, sino como activista social. A hacer el dolor más soportable, a dar alivio. No soy una filántropa, soy una persona política. En los últimos años la comunidad internacional en ocasiones reacciona, a veces por buenas razones, pero otras sólo por negocio. Esto me hace sentir muy débil. Tengo dos hijos, pero no soy sólo madre de ellos. Me siento madre de todo el mundo. Y el futuro es una agonía para mi.

 ¿Cómo se debe luchar contra el fenómeno de la tortura?

La tortura es un evento cotidiano en todo el mundo, tanto en países democráticos como en dictaduras. Romper el silencio y discutir es un paso para detenerlo. Es algo que hay que sacar a la palestra si queremos sobrevivir, no sólo tú y yo, sino la humanidad y las próximas generaciones. No puede haber impunidad. Deben ser castigados quienes ordenan la tortura masiva. Deben saber que habrá un momento en el que tendrán que rendir cuentas. En América Latina, muchas dictaduras quedaron impunes, y la tragedia en estos países continúa. Y no puede haber soluciones a través de la guerra, que para mí es la mayor tortura, ya que no es individual, sino de masas.

Hay que sacar la tortura a la palestra si queremos que la humanidad sobreviva

 ¿Cree que esta violencia es algo consustancial al ser humano?

El espinazo de las historias que me cuenta la gente que viene a mi oficina como víctimas de la tortura es siempre el mismo, sean de Nepal, India o Latinoamérica. Existen dos caras del ser humano: el doctor Jekyll y Mr. Hyde. El cerebro tiene partes primitivas que albergan instintos, miedos; otras producen opinones e ideas, y otras toman decisiones. Estas partes intentan estar en equilibrio y en consenso… y si no, las personas se transforman en monstruos. Hannah Arendt recalcaba que gente como Hitler o Stalin, que dejaron millones de víctimas, solían ser muy buenos con sus familias. ¿Cómo es posible, en una faceta distinta de la vida, perder el carácter humano?

 

 ¿Cómo se lo explica, pues ?

Hannah Arendt decía que hay un abismo entre ellos mismos y el horror de sus acciones. La forma en que vivimos nuestra vida desde dentro y la historia que nos narramos para justificar lo que hacemos son una gran mentira. La verdad está fuera de nosotros, en nuestras acciones. Cuando Arendt cubrió el juicio contra Eichmann suscitó un gran escándalo, pero presentó el gran terror de la humanidad. El otro Yo que si se une a otros factores, como personas que juegan a ser dios, o a religiones, o ideas políticas que te hacen perder tu fe humana… si todo esto se junta es posible llevar a cabo las acciones más atroces.

La historia que nos narramos para justificar lo que hacemos es una gran mentira

¿Todo el mundo es capaz de los actos más atroces, entonces?

En el experimento de Milgram en la Universidad de Yale, el 68% de los participantes se convertían en torturadores, porque un doctor, la autoridad, les ordenaba herir a una persona. Antes de realizar el experimento, un psiquiatra dijo que quizá una persona de entre mil llegaría a suministrar la última descarga… pero lo hizo un 68%. En Alemania fue un 83%. Y en Israel, país de las «víctimas reales», el 88%. Esto quiere decir que el hijo del vecino puede ser un torturador. O quizá mi hijo.

¿Sólo por obedecer?

Mi análisis es que si tienes una creencia muy fuerte en una personalidad, religión o ideología, y pierdes tu propia responsabilidad, puedes hacer cualquier cosa. Un paso muy importante fue la decisión de corresponsabilidad en los juicios de Núremberg. Porque los soldados solían justificarse con que “estaban cumpliendo órdenes”. No, esto se acabó. La humanidad dio un paso adelante. Tienes que dar una explicación, eres corresponsable.

¿Y si actúan así por coacción?

Vale, pues tendrás que matarme, lo siento. Yo no mato a otras personas. Nada justifica decir “maté porque si no, me mataban”. Cuántas veces escucho esto… especialmente ahora, de gente que viene de África… Hay que decir que no, porque la vida está en ese momento frente a ti, y tienes que decidir. Durante los periodos de tensión con Turquía, muchos periodistas me preguntaban: “Señora Kalí, ¿su hijo va a unirse al Ejército para ir a…?” “No, no. No seré como las madres de la Grecia clásica”, que decían a su hijo: “Vuelve vencedor o no vuelvas”. Yo le diría a mi hijo exactamente lo opuesto. No mates. Prefiero que te maten a ti. No quiero que mi hijo vuelva de la guerra habiendo matado.Y decir esto es muy fuerte para una madre.

Con los juicios de Núremberg, la humanidad dio un paso adelante

No hay ninguna violencia legítima, entonces…

No hay buena violencia. Ni siquiera la de la autodefensa. No quiero impunidad, pero no puede haber venganza, ni violencia, ni asesinatos. Y la cuestión de la violencia buena o mala es una cuestión política ahora. Para muchos, la de Amanecer Dorado sería una violencia mala, pero la de las manifestaciones no… No, no y no. Hay muchas maneras de enfrentarse a los enemigos. Lo de Gandhi no eran sólo teorías, sino una realidad que detuvo la ocupación del imperio británico. La política de la no violencia es el camino más revolucionario. Cambió la India. Ésta es la verdad en la que creo yo. Dos de los hermanos de mi madre, y la mujer de uno de ellos, embarazada de 8 meses, fueron ejecutados. Mi padre fue condenado a muerte tres veces, y seis veces encarcelado. Sé de lo que hablo.

 

¿Cuál es hoy el panorama de los derechos humanos en Grecia?

Desde el fin de la dictadura no ha habido persecución directa por razones políticas. Pero mantenemos los ojos muy abiertos. Muchas veces la Convención Europea para la Prevención de la Tortura ha acusado a Grecia de malos tratos en prisones y comisarías, incluso de torturas contra inmigrantes. Un caso contra la comisaría de Agios Pandeleimonas llegó a juicio, pero éste duró ocho años. Estábamos tan cansados… y a veces no es posible hacer justicia tras tanto tiempo, porque la gente ha desaparecido. Pero al final las dos personas que habían torturado fueron condenadas a varios años.

Con Amanecer Dorado, permitimos que la serpiente se desarrollara sin hacer nada

¿Cómo valora las maniobras del Gobierno contra el partido ultraderechista Amanecer Dorado?

Es una experiencia que nunca hemos tenido en Grecia, importante también para el resto de Europa. Permitimos que la serpiente se desarrollara, sin hacer nada, y día a día se hacían más peligrosos. No solamente estaban en contra de los inmigrantes y refugiados: tenían una patología, el terror al otro: homosexuales, izquierdas, gente de otro color. Quieren estar con otros que sean exactamente iguales, porque tienen miedos muy profundos. Pero las detenciones de sus miembros han sido positivas, y la gente apreciará este giro de los acontecimientos.

¿No le parece una maniobra oportunista, cuando hasta ahora no se les puso ninguna traba?

Todos los demás partidos son responsables por permitir el desarrollo de este tipo de opiniones y acciones contra la democracia. Incluso ahora no son tan serios como para unirse todos en contra, sino que se ponen obstáculos y se critican unos a otros para ganar votos. La guerra política debe parar. Todo el Parlamento debería ser un cuerpo unido contra esa gente. No espero hasta los juicios, quiero acciones.

Tras acabar la dictadura de los coroneles en 1974 y la transición, la llamada ‘metapolitefsi’ ¿hubo impunidad?

Oh, no. No hubo impunidad. Durante la dictadura se cometieron crímenes, pero … no hubo una resistencia real, seamos claros. Casos individuales sí, pero no hubo una verdadera revuelta aparte de la de la Politécnica, en 1973, que no fue suficiente. Después, mediante el llamado “modelo griego”, serían juzgados los delitos cometidos bajo la dictadura caracterizándolos como crímenes específicos, ya que no había una ley contra la tortura. Fue la primera vez en la historia que todos los miembros de una dictadura fueron encarcelados. Algunos de ellos murieron en la cárcel. Algo que no ha pasado ni en Chile, ni en Argentina, ni en Sudáfrica…

¿Un éxito rotundo?

No todo el mundo estaba satisfecho, porque el castigo no fue tan grande, ya que no lo permitía la legislación, pero fue la primera vez que unos torturadores fueron llevados a juicio y condenados. Y nunca ha vuelto a pasar. El primer gobierno posterior hizo una ley que tipificaba la tortura: fuimos el primer país con una legislación nacional al respecto. Después, en 1984, la Asamblea General de la ONU aprobó la convención internacional contra la tortura.

En España tras la dictadura hubo una impunidad total y la construcción social se perpetuó

¿Pero hubo sólo una limpieza superficial, con el encarcelamiento a los dirigentes, o realmente se buscaba romper con el régimen?

En el primer periodo de la ‘metapolítefsi’, el gobierno de Karamanlís mantuvo las cosas como estaban para evitar reacciones desde las distintas facciones. Pero Andreas Papandreu (1981-1989) introdujo muchísimos cambios con respecto a los derechos de las mujeres, los menores, los derechos sexuales… Ni siquiera los griegos son conscientes de ello. No limpió por completo, pero estableció nuevas instituciones y leyes. Si tuviéramos madurez para implementar estos cambios, seríamos una nación muy desarrollada. Es completamente diferente a España. Allí nada cambió. Hubo una impunidad total, y la construcción social se perpetuó. Y luego está la monarquía: era uno de los principales problemas que tenía Grecia, y que marca una diferencia muy grande. Siempre me digo “María, que afortunada eres de no tener monarquía”. Es algo que yo no acepto. Perdonaría a todos los dictadores con tal de no tener monarquía.

 

Sin embargo, el asesinato del diputado izquierdista Grigoris Lambrakis en 1963 quedó impune.

Pero eso ocurrió antes de la dictadura. El caso de Lambrakis me tocó muy de cerca. Pasé noches y días en el hospital, con Mikis Theodorakis y los demás. Yo estaba de servicio y vi que traían a una persona de complexión muy fuerte, con una herida grave en la frente. Le pusimos las máquinas para respirar. Yo salí a preguntar a mis amigos qué había pasado. “María, si es Lambrakis…” Me quedé en estado de shock. A partir de entonces estuve omnipresente. En el aspecto médico también, aunque era aún estudiante y estaba haciendo la especialización en cirugía. Era de mañana temprano cuando murió, cuando le sacaron por la puerta de atrás del hospital. Todos empezamos a correr detrás del coche fúnebre… Luego empezamos a escribir en todas partes Z, de “Zei”, «Vive», porque esta persona vive aún.

Arafat tenía ilusiones, pero era racional y trataba de obtener resultados para su pueblo

Usted conoció a muchas personalidades, también trató de cerca a Arafat.

Arafat era una persona que no sólo hablaba, sino que quería resultados directos. Tenía ilusiones, pero a la vez era racional, y trataba de obtener resultados para su pueblo… Por otra parte, una vez me lo encontré con Eyad Al Sarraj, un médico de la intifada nombrado Defensor del Pueblo palestino, que fue luego detenido por denunciar torturas cometidas bajo supervisión de la Autoridad Palestina. Cuando me encontré a Arafat sentado al lado de la persona a la que había encarcelado dos meses atrás, le pregunté: «¿Pero quién eres?». Él me contestó: «Éste es exactamente el gran crimen cometido contra nuestro pueblo. Acabamos con esquizofrenia. Es nuestra vida cotidiana, pero hay que tratar de buscar una vía racional para sobrevivir.»

Siempre ha sostenido que fue asesinado.

Dejé de ser responsable del caso Israel-Palestina después de la victoria de Hamás. Pero estaba muy preocupada por Arafat y su estado de salud. Tenía muchas sospechas porque conocía los métodos del régimen de Sadam Hussein. Usaban sustancias radioactivas y la gente moría diez días después, en su casa. Decían: “Qué amables fueron en el interrogatorio, no me pegaron”. Los médicos de Amnistía Internacional investigaron y encontraron esta nueva tecnología, sin secuelas, sin cicatrices…

Y trató de investigar…

Queríamos hacerlo, pero al llegar al aeropuerto de Ben Gurion en Israel, nos arrestaron inmediatamente y no nos proporcionaron ni siquiera abogados. Pusieron en nuestros pasaportes “persona non grata” y al día siguiente, sin aducir razón, nos mandaron a Frankfurt, donde nos arrestaron otra vez. Allí dije que no contestaría nada si no aclaraban si estábamos detenidos o no, y tuvieron que soltarnos.

¿Cómo valora a Arafat como político?

Creo que ayudó a conseguir ese punto de madurez de negociar, de alcanzar un acuerdo, un camino común. Las relaciones entre israelíes y palestinos no eran malas, pero dejaron que nacionalistas y extremistas religiosos, todo ese primitivismo, lo contaminaran hasta que la situación llegó al momento actual. La sociedad internacional tuvo que aceptarlo, al ser elecciones democráticas, pero ahora lo están pagando con los resultados. Aún así, respeto aún más a los israelíes que en su propio país luchan por la causa palestina, igual que a los turcos que luchan por la causa kurda. Son mis héroes… Porque entender al otro es muy difícil.

No estoy orgullosa del carácter griego: sé lo locos que estamos y a la vez lo justos que podemos ser

¿Qué cree que le depara a Grecia el futuro próximo?

Cuando el experimento de Milgram se llevó a cabo en Salónica, con soldados, resulta que sólo el 20% cumplió las órdenes. El resto decía: “Pero, oiga… ¡si esta persona está sufriendo!”. Se negaron en redondo y el día siguiente le quemaron la oficina a la profesora que llevaba el experimento. Fue un escándalo. No es que esté orgullosa del carácter griego. Sé lo locos que estamos, y otras veces lo justos que podemos ser. Ahora nadie va a las manifestaciones porque nadie cree en el poder político, pero algún día puede ocurrir algo inimaginable. Los viejos a veces reaccionamos de manera impredecible, y me refiero a una respuesta pacífica. Ésta es mi única esperanza.

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