Entrevista

V. Massimo Manfredi

«La Odisea es la obra más afortunada de todos los tiempos»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 15 minutos
Valerio Massimo Manfredi (Sevilla, 2014) | © Ilya U. Topper
Valerio Massimo Manfredi (Sevilla, 2014) | © Ilya U. Topper

Sevilla | Noviembre 2013

Cuenta Mario Muchnik en sus memorias que Valerio Massimo Manfredi recibió una llamada mientras trabajaba en una excavación en el desierto del Neguev: al día siguiente debía dar clase, a las nueve de la mañana, en el Foro Romano, o sería despedido. Con su ropa de trabajo y su cuchillo al cinto, condujo en jeep hasta el aeropuerto de Tel Aviv, tomó un avión a París, saltó a Roma y llegó a tiempo de cumplir. Luego se presentó, todavía con el cabello cubierto de arena, ante el decano, quien le comunicó que estaba despedido. «¿Por qué?», preguntó Manfredi. «Acabo de dar mi clase». Así se ganó el apodo de El Indiana Jones de la arqueotopología.

El escritor que llega ahora a Sevilla con una nueva novela bajo el brazo, Odiseo (Grijalbo) no desentona de ese perfil de dominador de los tiempos. Antes de la entrevista, se demora ante el atlas desplegado en la biblioteca de la Fundación Tres Culturas para mostrar dónde se halla exactamente su casa de Piumazzo, pedanía de Castelfranco Emilia, cerca de la Módena donde vino al mundo en 1943, «y cerca del tren de alta velocidad y del aeropuerto».

Asegura que la tiene llena de libros, su compañía imprescindible. «Muchos, 7.000», asegura. «Me gusta tener las principales fuentes antiguas a mano. Cada mes compro en Amazon, tengo todo Loeb Classical Library, Lorenzo Valla, Toynbee, Oxford… Lo organizo en dos secciones, Latina y Griega, y el resto por orden alfabético. Pero me interesa la mitología, las antigüedades, la cocina, el vino, las fuerzas armadas…».

«Las fuentes no pueden ser épicas. El objetivo de los poetas no es decir la verdad, sino entretener a su público»

El autor de superventas como El oráculo, El tirano o la trilogía Alexandros habla en correcto y apasionado español del héroe homérico que ha inspirado una saga recién iniciada, así como de cómo la crisis está afectando a la arqueología, el papel de las religiones en la Historia y otras cuestiones de interés.

¿Usted se siente un arquéologo que escribe novelas, o un novelista con una base arqueológica?

No se puede cortar a un hombre en pedazos. Si me voy a pescar, eso no me hace pescador; si me voy a jugar al tenis, no me convierto automáticamente en campeón de tenis. No sé, soy curioso de todo. La narrativa la descubrí por casualidad, cuando un pequeño editor de Bolonia, que sabía que estudiaba en el Instituto de Historia Antigua y Arqueología, me pidió que escribiera una novela ambientada en el mundo antiguo. Así descubrí que tenía condiciones para adquirir la técnica necesaria e imaginar, inventar historias. Me gustó mucho, pero nunca he olvidado mis raíces, sigo siendo arqueólogo militante. Ahora estoy publicando los resultados de mi última excavación, una gran aventura arqueológica. Y al mismo tiempo, me gusta escribir. No hay ningún problema.

Respecto a Odiseo, es un personaje de ficción que nos parece auténtico. ¿Ha llegado a creer que existió realmente?

Yo creo que sí. Hubo un tiempo en que todos decían: “Es obra de la imaginación”. Y luego estaban los locos que decían: “No, se ha verificado todo”. Así fue como no profesionales como Schliemann descubrieron Troya, y se descubrió Micenas, Orcómeno, Tirinto… Después ha ido cambiando la mentalidad. Moses Finley, veinte años atrás, decía que la guerra de Troya nunca llegó a librarse, y si se librara, sería en la Edad del Hierro. Pero no tiene sentido, si así fuera, lo sabríamos. ¿Qué pasa? Que las fuentes no pueden ser épicas. El objetivo de los poetas no es decir la verdad, sino entretener a su público. Y al mismo tiempo, es la manera que los pueblos arcaicos tienen de contar sus historias, y eso tiene un valor. No inventaban completamente. Hoy, la mayor parte de los historiadores y arqueólogos están convencidos de que los poemas del ciclo homérico, con una cantidad aproximada de 140.000 versos, son el eco lejano de algo que existió. ¿Por qué no creer que los protagonistas existieron y dejaron traza de su existencia?

De algún modo, han seguido existiendo en el tiempo, desarrollándose, ¿no?

Pero una cosa es el Odiseo que ciega al Cíclope y elude las sirenas, y a Escila y Caribdis… Y otra  un pequeño rey del oeste de Grecia que va a la guerra y volviendo a casa pierde su flota, sus compañeros, todo, encuentra su casa ocupada de hombres arrogantes que hostigan a su mujer y hace una masacre. El hombre histórico probablemente existió, lo otro es una criatura artística, literaria. La más afortunada de todos los tiempos, de toda la Literatura Universal. Si piensas que después de Homero tenemos, que conozcamos hoy, a Eugamon de Cirene que escribe la Telegonía, los grandes trágicos del siglo V que escriben una trilogía sobre Odiseo; Licofrón de Alexandria que escribe una Casandra; después Virgilio, y Dante Alighieri, Tennyson, Cavafis, Giovanni Pascoli, D’Annunzio, Arturo Graf, Jorge Luis Borges, James Joyce… Es increíble, ¿no?, es una fortuna que no tiene parangón . El propio Moby Dick es una revisitación, como El Conde Montecristo, 20.000 leguas de viaje submarino, donde el capitán del Nautilus se llama Nemo, “mi nombre es Nadie”…

Para mi generación, el primer Ulises fue un dibujo animado en versión futurista. ¿Es un prueba más de que el mito se recicla en cada generación?

«¿Qué marinero no sueña con naufragar en una isla con una fémina irresistible, durante años?»

Absolutamente. Si piensas que la sonda espacial que fue lanzada hace unos cinco años para explorar el sol se llamaba Ulysses… Es un reciclaje continuo, la hipóstasis misma de la cultura de Occidente. Los poemas homéricos son las columnas de la textualidad de Occidente.

Usted ha definido la Odisea como la aventura perfecta…

The perfect storm… [Risas]

Esa perfección, ¿reside en las pequeñas aventuras que suman la gran aventura?

Bueno, nunca puedes esperarte de un poeta oral de la Edad del Bronce o del Hierro que sea capaz de crear una aventura tan completa, tan perfecta en la estructura, tan emocionante en la expresión. Parry y Lord registraron en los años 20, en una noche de nieve en un pueblo de la Serbia-Bosnia, un poema de 13.000 versos compuesto en vivo, como hacían los poetas orales, por un bardo que se llamaba Avdo Međedović. Y notaron que tenían la misma técnica de los poemas homéricos.

Más que una obra ¿había toda una tradición homérica? ¿Queda algo más de ella?

«Las aventuras de Odiseo son el corpus de todas las maquinaciones y los sueños de los marineros de la época de Homero»

Los poemas del ciclo se perdieron todos, pero se seguían leyendo en el siglo I. Virgilio leyó la Iliupersis para escribir el segundo libro de la Eneida, la destrucción de Troya. Se podían consultar todos en Roma como en Corinto, en Bizancio, Alejandría, Córdoba… Cada buena biblioteca los tenía completos. De este magma, miles de cantores de corte y de rúa construían una catedral, y después un genio pone la firma. Es su impronta. Es como un meteorito que, desde ese magma confuso, que golpea la imaginación del género humano con una construcción formidable: están los sentimientos por tu compañero, el amor de tu familia, de tu tierra, donde tus antepasados construyeron tu existencia actual, la aventura en estado puro, monstruos antropófagos, mujeres fatales, maravillosas. Hay misterio, se invoca a los muertos del más allá, de los ínferos, como un chamán, con una ceremonia tétrica, espantosa… ¿Y qué marinero no sueña con naufragar en una isla con una fémina irresistible, durante años?

Marineros y no marineros…

Todas las aventuras de Odiseo son la panoplia, el corpus, de todas las maquinaciones y los sueños de los marineros de la época de Homero. Se dice que ha sido una obra fenicia, un portolano… ¿Sabes que en Módena tenemos uno de los máximos tesoros de geografía marítima, la Carta catalana? Es una maravilla, ve a la biblioteca Estense y puedes verla allí…

Homero trataba de mantener la atención del público. Esa crítica literaria que diría lo mismo de su Odiseo, pero en tono peyorativo, ¿qué opinión le merece?

Se han olvidado del origen de la literatura, que es el encanto. Escriben libros de 300 páginas describiendo su ombligo, que no le interesa a nadie… Al final la palabra no es el fin, es el instrumento. Y la exigencia del ser humano no es solo la memoria, que se convierte en identidad –por eso existe la Historia–, pero hay otra exigencia igual de grande e intensa, que es existir más. Sabemos que podemos morir, pero nuestra mente puede ir más allá de nuestros límites corporales, geográficos, psicológicos… Vivir más significa vivir más vidas y más vida. Sin emoción, una vida no vale nada. Una vida sin emoción te mata. Sí, narrar para acelerar tu corazón, transportarte a otro lugar y otro tiempo, proponer emociones extremas, es el verdadero fin de la Literatura. Y vehicular con las emociones otros mensajes, porque lo que te emociona no lo olvidarás jamás.

¿Por qué cree que la novela histórica ha caído en tan franco desprestigio?

«No existe novela que no sea histórica, es imposible vivir fuera de la historia»

Se trata de ver si una obra comercial es una sinvergonzonería, o si es sincera, espontánea y de calidad literaria. La Odisea y la Ilíada son novelas históricas, podríamos decir. De hecho, no existe novela que no sea histórica, es imposible vivir fuera de la historia. También la Divina Comedia, aunque hable del infierno, es histórica, está llena de personajes contemporáneos al poeta. Cuando dice “ahora”, ya ha pasado. Pero, como hemos dicho antes, ¿cuántos cantores habrían cantado la misma materia? ¡Miles, de corte, de rúa y de carretera! ¿Pero a cuántos recordamos? A uno. Esto marca la diferencia, no la materia, no el sujeto, la época, el lugar… Eso es nada, ¡una estupidez! Lo que marca la diferencia es el tamaño, la potencia, la fuerza, la magia, la ilusión, el llanto, el terror. Recrear todo esto, es lo que marca la diferencia. ¿Sabes? Nunca encontré un escritor que no quisiera ser comercial, que no hubiera querido vender millones de ejemplares.

Ahora que la crisis alcanza todo, ¿también la arqueología se está resintiendo? Lo pregunto, por ejemplo, por las preocupantes noticias que nos llegan de Pompeya y otros lugares… ¿Tienen la culpa los gobiernos irresponsables?

No, los responsables son los que han invadido el mundo entero con 700 trillones de dólares en títulos falsos, títulos financieros tóxicos. Estos son los responsables. Y una economía que no considera el trabajo, sino el papel. Mira, Italia es el segundo país manufacturero de Europa, hacemos de todo: aviones, más de la mitad de la estación espacial internacional se hizo allí, misiles, componentes de Nokia, coches Maserati, Ferrari, Lamborghini, trabajamos el oro, la plata, los tejidos, la madera… Pero, ¿qué vale? Las finanzas. ¿Qué hacen en Inglaterra? Nada. Lo llaman servicios. Pero es papel con papel. Y al final no se atribuye valor a las manos que crean. Homo habilis, la capacidad de construir es la que ha educado el cerebro, la que convierte al hombre en un ser inteligente. Porque ¿sabes?, al final, jugando con el papel, pueden desplazar enormes capitales tocando un botón de ordenador, poner a un país entero de rodillas, y acumular enormes cantidades de dinero en manos de personas y grupos de poder. La reforma de la economía debería restituir el valor del trabajo, regular la actividad financiera, que ha creado solo injusticias. Los ricos son siempre más ricos, la clase media es empujada a la pobreza, y la pobreza se convierte en miseria.

De la Antigua Grecia, ¿queda algo fuera del Museo Británico?

¿Me preguntas si creo que los mármoles de Elgin deberían volver a Grecia?

Esa sería la segunda pregunta, porque también Turquía está pidiendo algunas devoluciones. Pero dígame antes, ¿están bien conservados en Londres esos restos?

Los vencedores, los más ricos, los más fuertes, se aprovechaban, se apropiaban de tesoros y herencias culturales de otros pueblos que en ese momento estaban en condiciones de debilidad, ¡vae victis! Piensa en lo que hizo Napoleón en Italia: saqueó un país entero, aprovechando la confianza que los italianos le habían concedido porque tenía nombre italiano, porque se habían creado Estados italianos con constituciones democráticas, revolucionarias… Tiene mérito Napoleón, pero se comportó como un ladrón. Por suerte, en 1815, con la Restauración, restituyó los patrimonios a los Estados correspondientes, pero el Louvre está lleno de obras italianas. Excepción hecha de la Gioconda, que ha sido regularmente adquirida por el rey Francisco I personalmente de Leonardo da Vinci.

¿Y habría que deshacer el entuerto ahora?

«Italia es el segundo país manufacturero de Europa. ¿Qué hacen en Inglaterra? Lo llaman servicios. Pero es papel con papel»

Creo que si empezamos este deporte de restituir obras robadas, saqueadas, compradas de misteriosa manera, entramos en un laberinto del que no saldremos jamás. ¿Debemos los italianos devolver a Grecia las obras maestras que los romanos trajeron a Italia, 2000 años después? Es muy complicado. Inglaterra, como un acto de liberalidad, sí podría restituir los mármoles de Elgin a Atenas, que ha construido un museo espléndido.

¿Cree que lo hará?

Sería un gesto muy apreciable, único en su naturaleza, difícilmente repetible, que en parte recompone el símbolo mismo de la cultura de Occidente.

Se dice siempre que la historia se repite. Pero un personaje como Alejandro, que usted conoce bien, y con el que tantos han soñado parecerse, ¿ha tenido parangón?

No… Nunca pasó nada parecido. Alejandro es un hombre único, porque de un lado es un guerrero arcaico, su modelo es Aquiles, un exterminador, un hombre despiadado. Por otra parte, es discípulo durante años del más grande filósofo de su época, Aristóteles, de los más grandes de todos los tiempos. Es una mezcla explosiva, pero una mezcla sublime. Es él quien crea una civilización, obligando a la fuerza a todas las civilizaciones de su tiempo a crear un brainstorming

¿Con que efecto?

Esta civilización iniciada por Alejandro creó lo que es la biblioteca más grande del mundo, una institución de investigación pura como el museo, mesuró la circunferencia del ecuador de la Tierra con un margen de error de dos kilómetros, trató de mesurar la distancia entre la Tierra y la Luna, intentó crear la nave más grande, superada solo por la Victory de Nelson, veinte siglos después; realizó la estatua más grande nunca antes construida; creó una cultura insuperable, no superada en toda la Antigüedad. Descubrieron la centralidad del sol en el Sistema solar, construyeron planetarios heliocéntricos, sabían perfectamente que la Tierra era redonda… Lo sabían todo.

Además, ambicionó que Oriente y Occidente estuvieran unidos. Tantos siglos después, muchos quieren seguir viéndolo separados.

«Si empezamos este deporte de restituir obras robadas, saqueadas, entramos en un laberinto del que no saldremos jamás»

Mira, es típico de la cultura occidental afrontar desafíos imposibles. Es una cualidad fantástica. Los orientales piensan exactamente al contrario. El Tao es aceptar la armonía superior, y no oponerse a lo que pasa. Pero algo se ha verificado: ya no tratamos de empeñarnos en el enfrentamiento brutal. En todo el mundo se habla de amistad, respeto por las otras culturas, exagerando también, como antes se exageraba en lo negativo. Como quitar el crucifijo de las escuelas, para no ofender al niño musulmán. Son exageraciones un poco idiotas desde mi punto de vista. No es esto lo que ofende desde mi punto de vista, sino considerar al otro como inferior, esclavizarlo, negarle toda ayuda. Pero es significativo de una sensibilidad que se ha creado.

Acabemos con más religión. ¿Al mundo le iba mejor con muchos dioses, o con uno solo?

Un análisis un poco brutal nos permitiría decir que el monoteísmo ha creado un montón de guerras, de enfrentamientos sangrientos. En el imperio romano, claro, no había guerras de religión. Si no fuera esta la causa, eso sí, sería otra.