Opinión

La revolución es hoy, y mañana será otro día

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 7 minutos
Manifestación contra la discriminación de los suníes en Mosul, 2013 | © K. Zurutuza
Manifestación contra la discriminación de los suníes en Mosul, 2013 | © K. Zurutuza

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¿Se acuerdan de aquellas multitudinarias manifestaciones por todo el oeste de Iraq a principios de 2013?

“Sabemos que podemos acabar con el Gobierno de Bagdad”, trasladaba entonces a este medio Ghanem Alabed, principal portavoz de las protestas en Mosul. La campaña denunciando la represión a manos del Gobierno chií de Iraq se saldó con una masacre pero 15 meses más tarde, el escenario se ha transformado radicalmente.

“La toma de Mosul es el triunfo de la revolución”, exclamaba Alabed vía telefónica, y poco antes del cierre de esta edición. “Hay grupos islamistas como Ansar Sunna y el Ejército de los Muyahidines de Iraq, pero también hay otros más liberales, e incluso desertores de las Fuerzas de Seguridad”, detallaba el activista.

Alabed incluía en la lista al JTRN (siglas en árabe para “Ejército de la Orden de Nashqbandía), la organización liderada por Ibrahim Duri, elegido líder del partido Baath tras la ejecución de Saddam Husein en 2006.

«Hay grupos islamistas, pero también otros más liberales y desertores de las Fuerzas de Seguridad», asegura un activista suní

La versión del activista se desmarca de la retórica de que “todo es Al Qaeda (y sus allegados)” y coincidía con los testimonios recogidos de entre los cientos de miles de refugiados que intentaban salir de Mosul el pasado miércoles.

Justo entonces, Tarek Hashemi, ex vicepresidente de Iraq condenado a cadena de muerte in absentia por presunta “trama terrorista”, describía el avance insurgente sobre Mosul como la “revolución de los oprimidos”.

Numerosas fuentes consultadas por este medio hablaban de puestos de control gestionados por “suníes locales” y el jueves por la mañana se hablaba de que muchos de los refugiados regresaban a Mosul tras una supuesta mejora de la seguridad.

Alabed suscribía el análisis antes de añadir que Bagdad será “la siguiente en caer”.

Y es que asistimos atónitos a una auténtica guerra relámpago que sólo se explica ante la estampida de las tropas de Bagdad. Los soldados de un Ejército considerado “de ocupación” en el oeste del país huyeron (primero lo hicieron sus mandos), básicamente porque no tenían nada que defender.

La guerra relámpago sólo se explica ante la estampida de las tropas de Bagdad, que no tenían nada que defender

¿Que si era posible hacerles frente? Los kurdos de Siria llevan aguantando más de dos años el asedio yihadista porque, a diferencia del Ejército de Maliki- primer ministro iraquí- defienden sus casas. Por cierto, sería interesante saber cuántos de esos insurgentes hoy rumbo a Bagdad accedieron a la región a través de la frontera turca, con salvoconducto de Ankara, y para combatir las aspiraciones de los kurdos de Siria.

Por el momento, todo apunta a un tren en marcha y sin frenos al que se han ido subiendo distintos viajeros pero, ¿quién conduce la locomotora? ¿Son los antiguos manifestantes, hoy levantados en armas?¿Es el Estado Islámico de Iraq y el Levante (ISIL), el mismo que gobierna un califato en Siria? ¿Acaso el Baath? ¿Y ha partido el tren desde Iraq o desde Raqqa, la capital del califato, al otro lado de la frontera? Pero, un momento, ¿no hemos visto esto antes?

Iraq, 2003. El pueblo iraquí toma las armas para defenderse de la agresión del entramado militar más sofisticado de la historia. Escasamente armados y peor entrenados, los suníes del oeste del país reciben con los brazos abiertos a individuos llegados desde Pakistán a Marruecos, deseosos de morir en combate.

De convertir Iraq en «chiíes contra suníes» se encargaron agentes de ambas orillas del Golfo, e incluso ingleses de la Task Force One

El pistoletazo en 2006 al conflicto sectario no hizo más que empeorar las cosas. La ecuación “resistencia versus ocupantes” era progresiva y dolorosamente sustituida por “chiíes contra suníes”. De eso se encargaron agentes llegados desde ambas orillas del Golfo Pérsico, e incluso ingleses tocados con turbante que ya tenían experiencia en azuzar el conflicto sectario en el norte de Irlanda (pregunten por “Task Force One”).

Volviendo a la simbiosis entre insurgentes y yihadistas extranjeros, David Kilcullen, asesor en contrainsurgencia del general Petraeus en Iraq y de McChristal en Afganistán explica que el centro de gravedad de todo movimiento insurgente es “su conectividad con la población local”.

Pues bien, Al Qaeda falla en Iraq cuando albañiles, ingenieros, taxistas, líderes tribales, profesores de universidad… contemplan con impotencia cómo los recién llegados pretenden imponer un modelo de sociedad para el que el adjetivo “medieval” resultaría demasiado progresista.

La intimidación es tal que son los propios suníes los que acaban pidiendo apoyo y armas a los americanos para lucha contra Al Qaeda, un gesto que llevaría a la creación de los llamados Consejos del Despertar. Estos, y no los americanos, fueron los que derrotaron a Al Qaeda entonces.

La única excepción fue Mosul, último bastión del Baath, donde nunca se barajó dicha colaboración con los americanos. En marzo de 2013 lo explicaba en estas mismas páginas el gobernador de Mosul, Atheel Nujaifi quien, por cierto, escapó in extremis de Mosul y hoy llama desde Erbil a la creación de un “frente suní” para combatir al ISIL.

Hace poco más de un año, Nujaifi aseguraba que, tras la invasión de 2003, “Siria e Irán apoyaron a algunas células de Al Qaeda en las zonas de mayoría suní para evitar una reestructuración de la sociedad civil local”.

¿Los chiíes persas apoyando a los extremistas suníes? A la vista de los antecedentes, resulta una hipótesis muy plausible

Y se trata de un discurso que suscribe Ghanem Alabed, así como la mayoría de representantes políticos, agentes sociales o simples ciudadanos suníes de a pie entrevistados por este periodista en los últimos ocho años.

“En Mosul la mayoría de los asesinatos son de suníes locales, muy raras veces de chiíes”, acotaba Alabed.

¿Los chiíes persas apoyando a los extremistas suníes? A la vista de los antecedentes, y el acelerado deterioro de la sociedad suní en Iraq desde 2003, resulta una hipótesis tan plausible que ni siquiera entra en la categoría de “teoría conspiranoica”.

¿Se ha valido también de ellos Assad para sofocar la rebelión? Los kurdos están convencidos, y no son los únicos. Por el momento, en Raqqa sigue sin caer un solo barril bomba.

Los kurdos creen que Assad se ha valido del ISIL para sofocar la rebelión. En Raqqa, su capital, sigue sin caer un solo barril bomba

Lo más paradójico de todo esto es que nadie pareció aprender de las lecciones de Iraq: ni los insurgentes sirios cuyo levantamiento ha resultado fagocitado por ISIL, y ni tan siquiera los propios iraquíes que sufrieron el sable wahabí en sus propias carnes antes de ser éstas laceradas por los chiíes.

Hoy vuelven a avanzar de la mano, eufóricos en esta Blitzkrieg suní. Dicen que en Mosul ya está prohibido que las mujeres salgan solas a la calle pero no importa: la revolución es hoy, y mañana será otro día. E Iraq no será.

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© Karlos Zurutuza | Especial para MSur