¡Dios así lo quiere!
Uri Avnery
Durante seis décadas mis amigos y yo hemos advertido a nuestra gente: si no hacemos la paz con las fuerzas nacionalistas árabes tendremos que enfrentarnos a las fuerzas árabes islámicas.
El conflicto palestino-israelí se volverá un conflicto judío-musulmán. La guerra nacional se convertirá en una guerra religiosa.
Los conflictos nacionales son básicamente racionales. Afectan al territorio. Se pueden resolver normalmente mediante un compromiso.
Los conflictos religiosos son irracionales. Cada bando cree en una verdad absoluta y automáticamente considera a todos los demás como infieles, enemigos del único Dios verdadero.
No puede haber un acuerdo entre los Verdaderos Creyentes que creen que están luchando por Dios y que reciben sus órdenes directamente desde el Cielo. “Dios así lo quiere”, gritaban los cruzados mientras masacraban a musulmanes y judíos. “Alá es el más grande”, gritaban los musulmanes fanáticos mientras decapitaban a sus enemigos. “¡Quién como tú entre los dioses!”, gritaban los macabeos mientras aniquilaban a todos sus compatriotas judíos que habían adoptado las costumbres griegas.
Antes de la creación del Estado de Israel, la iniciativa sionista estaba notablemente libre de dogmas religiosos.
Judíos secularizados crearon el movimiento sionista después de la victoria de la Ilustración europea. Casi todos los fundadores eran ateos convencidos. En su mayoría estaban muy dispuestos a utilizar los símbolos religiosos como decoración pero todos los grandes sabios religiosos de su tiempo lo censuraron rotundamente.
De hecho, antes de la creación del Estado de Israel, la iniciativa sionista estaba notablemente libre de dogmas religiosos. Incluso hoy en día, los sionistas más extremistas hablan del “Estado nación del pueblo judío” no del “Estado religioso de la fe judía”. Incluso para el ala “nacional religioso”, los precursores de los colonos y los semifascistas de hoy en día, la religión estaba subordinada a la meta nacional: la creación de un estado nacional judío en toda la tierra entre el mar Mediterráneo y el río Jordán.
Este violento ataque nacional se encontró, por supuesto, con la firme resistencia del movimiento nacional árabe. Después de algunas dudas iniciales, los líderes nacionales árabes se volvieron en contra. Esta resistencia tiene muy poco que ver con la religión. Es cierto que desde hace algún tiempo la resistencia palestina estuvo liderada por el gran mufti de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini, no a causa de su posición religiosa sino porque era el líder del clan más aristocrático de Jerusalén.
El movimiento nacional árabe fue siempre decididamente secular. Algunos de sus líderes más destacados fueron cristianos. El partido panarabista Baaz (“Resurrección”), que llegó a dominar tanto Siria como Iraq, fue fundado por cristianos.
Arafat habló de liberar Jerusalén Este de “mezquitas e iglesias”. Y el objetivo oficial de la OLP era crear en Palestina un estado “democrático y aconfesional”
El gran héroe de las masas árabes de la época, Gamal Abd-al-Nasser, aunque era formalmente musulmán, era muy poco religioso. Yasser Arafat, el líder de la OLP, era un musulmán piadoso en privado pero bajo su liderazgo la OLP siguió siendo un cuerpo secular con muchos ingredientes cristianos. Habló de liberar Jerusalén Este de “mezquitas e iglesias”. Desde hace algún tiempo el objetivo oficial de la OLP era crear en Palestina un estado “democrático y aconfesional”.
Así que ¿qué ha sucedido? ¿Cómo un movimiento nacionalista se convirtió en uno violento, religioso y fanático?
Karen Armstrong, la monja que se convirtió en historiadora, señaló que lo mismo ocurrió casi simultáneamente en las tres religiones monoteístas. En Estados Unidos, los cristianos evangélicos ahora juegan un papel importante en la política, en estrecha cooperación con la clase dirigente de la derecha judía. En todo el mundo musulmán, los movimientos fundamentalistas están ganando fuerza. Y en Israel, un fundamentalismo judío mesiánico está desempeñando un papel cada vez más importante.
Cuando sucede lo mismo en religiones y países tan diversos, tiene que haber una causa común. ¿Cuál es?
Es fácil hablar de algo nebuloso con el título alemán de Zeitgeist, el espíritu de los tiempos, pero eso explica muy poco en realidad.
En el mundo musulmán, el fracaso del nacionalismo liberal y secular ha creado un vacío espiritual, un colapso económico y una humillación nacional. La promesa brillante del nasserismo terminó en un estancamiento lamentable bajo Hosni Mubarak. Los dictadores Baaz en Bagdad y Damasco fracasaron en la creación de estados modernos. Los militares en Argelia y Turquía no lo hicieron mucho mejor. Cuando el líder iraní elegido democráticamente, Mohammad Mossadegh, fue derrocado por las potencias occidentales que se apropian del petróleo, el infortunado Sha no pudo llenar el vacío.
Y todo este tiempo estuvo ahí la humillante visión de Israel, que pasó de ser un pequeño y despreciado implante extranjero a una potencia militar y económica formidable, que aplastaba fácilmente a los estados árabes una y otra vez.
Después de cada nueva guerra, los musulmanes se preguntan: ¿Qué va mal?
Después de cada nueva guerra, los musulmanes se preguntan: ¿Qué va mal? Si el nacionalismo ha fracasado tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra, si tanto el capitalismo como el socialismo no tuvieron éxito en la creación de una economía sólida, si el humanismo europeo y el comunismo soviético no tuvieron éxito en llenar el vacío espiritual, ¿dónde está la solución?
La estruendosa respuesta llega de lo profundo de las masas: “¡El islam es la respuesta!”.
La lógica quiso que la respuesta israelí fuese la contraria.
Israel ha sido una historia de éxito. No sólo tiene una poderosa maquinaria militar y un potencial nuclear creíble, sino que también tiene una base económica y un poder tecnológico y relativamente sólidos.
Pero el fundamentalismo mesiánico, estrechamente aliado con un nacionalismo extremo, está ahora dictando nuestro curso.
En la víspera de la última guerra, el comandante de la brigada Giv’ati envió una orden del día a sus oficiales que sorprendió a muchos.
La brigada Giv’ati fue una fuerza de combate excepcional durante la guerra de 1948 (yo fui uno de sus combatientes originales y escribí dos libros sobre el tema). Estábamos enormemente orgullosos de formar parte de ella. Los combatientes eran una mezcla de los hijos de la élite metropolitana de Tel Aviv y de los hijos de las gentes de los suburbios más pobres que rodean a la ciudad, una mezcla que fue un éxito sobresaliente que quedó demostrado en la batalla.
El comandante de la brigada fue un antiguo luchador comunista clandestino alemán bajo el régimen nazi, que se convirtió al sionismo y se hizo un miembro de un kibbutz muy de izquierdas. Así como la mayoría de sus oficiales. No recuerdo a ningún sólo soldado en la brigada que llevara una kipá.
Imagine nuestra conmoción cuando el actual comandante de la brigada exigió una lucha santa para cumplir la voluntad de Dios. El coronel Ofer Winter, que en su juventud asistió a una escuela religioso-militar, tenía que decir esto a sus soldados en la víspera de la batalla:
“La historia nos ha elegido para encabezar la lucha contra el enemigo terrorista de Gaza, que abusa y maldice al Dios de las batallas de Israel… Levanto mis ojos al cielo y hago un llamamiento con ustedes: ‘Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno’. ¡Oh Señor, Dios de Israel, haznos tener éxito en nuestro camino, ya que vamos a luchar por Israel contra un enemigo que maldice su nombre!”.
El ejército está ahora lleno de oficiales con kipás que han sido adoctrinados con fervor religioso y adoctrinan a la vez a sus soldados.
El objetivo oficial del ejército israelí en esta campaña era la de vigilar la frontera y detener el lanzamiento de cohetes contra las ciudades y los pueblos israelíes. Pero ese no era el objetivo del coronel. Él envió a sus soldados a morir (tres de ellos lo hicieron) por el Dios de Israel, contra aquellos que maldicen su nombre.
Si este oficial hubiera sido el único fanático religioso en el ejército, no habría sido tan malo. Pero el ejército está ahora lleno de oficiales con kipás que han sido adoctrinados con fervor religioso y adoctrinan a la vez a sus soldados con el mismo espíritu.
El partido sionista-religioso y sus rabinos fanáticos, muchos de ellos abiertamente fascistas, han estado trabajando durante años para infiltrarse sistemáticamente en el cuerpo de oficiales del ejército. Es un proceso de selección natural: los oficiales que están poco dispuestos a actuar como amos coloniales en los territorios ocupados dejan el ejército para convertirse en empresarios de alta tecnología, mientras que los fanáticos mesiánicos son enviados para ocupar su lugar.
Al coronel, por cierto, no lo han reprendido ni lo han perjudicado de ninguna manera. Por el contrario, lo han elogiado durante la guerra como un comandante de batalla ejemplar.
Todo esto me lleva al ISIS, el Estado Islámico de Iraq y Sham (la Gran Siria), que recientemente cambió su nombre a simplemente “Estado Islámico”. El cambio significa que los antiguos estados, creados por los colonialistas occidentales después de la Primera Guerra Mundial, se suprimen. Va a ser un estado islámico que incluya a todos los territorios islámicos antiguos y actuales, incluida Palestina (incluyendo a Israel).
Ante el ISIS, uno no puede evitar recordar los inicios del movimiento nazi
Este es un nuevo y aterrador fenómeno. Hay, por supuesto, muchos partidos y organizaciones islamistas en el mundo musulmán, desde el partido gobernante en Turquía a los Hermanos Musulmanes egipcios y al Hamás palestino. Pero casi todos ellos restringen su lucha a sus países de origen: Turquía, Siria, Palestina y Yemen. Quieren alcanzar el poder y gobernar en sus países. Incluso Osama bin Laden quería sobre todo hacerse cargo de su tierra natal saudí.
ISIS es algo muy diferente. Quiere destruir todos los estados, especialmente los estados musulmanes tallados en tierra islámica por los imperialistas occidentales. Con un salvajismo horrible, elevado a símbolo religioso, establece su camino a la conquista del mundo musulmán y después al resto del mundo.
Puede parecer un objetivo ridículo, dado que toda la empresa se compone de unos pocos miles de combatientes. Pero esta pequeña fuerza ya ha conquistado una gran parte de Siria y de Iraq. Expresa el deseo musulmán para restaurar la antigua gloria, su odio a todos aquellos (incluidos nosotros) que han humillado el islam y una sed de valores espirituales. Uno no puede evitar recordar los inicios del movimiento nazi: sus resentimientos, su sed de venganza y su atractivo para todos los pobres y humillados.
Puede llevarle solo unos pocos años convertirse en una enorme fuerza, amenazando a todos los estados de esta región.
¿Amenaza a Israel? Por supuesto que sí. Si mantiene su dinamismo, derrocará al régimen de Assad y llegará a la frontera con Israel, donde otros rebeldes islámicos ya han disparado las primeras rondas esta semana.
Con tal amenaza que se avecina por el norte, me parece ridículo luchar contra una minúscula fuerza patriótica islámica en Gaza, incluso si maldice el nombre del Señor.
Puede haber muy poco tiempo para hacer la paz con el movimiento nacional árabe, en especial con el pueblo palestino que incluye tanto a la OLP como a Hamás, y unirse a la lucha contra el Estado Islámico.
La alternativa es aterradora.
Publicado en Gush Shalom | 6 Septiembre 2014 | Traducción del inglés: Fátima Hernández Lamela