Nazario
«El tabú de la castidad no está tan lejos como parece»
Alejandro Luque
Sevilla | Noviembre 2014
Nazario Luque (Castilleja del Campo, 1944), padre del underground ibérico, ariete a favor de los derechos de homosexuales y mujeres durante la dictadura y la transición, autor de historietas legendarias como San Reprimonio o Anarcoma, es objeto estos días de homenaje por parte del Encuentro del Cómic y la Ilustración de Sevilla, y la Universidad Hispalense acaba de reeditar uno de sus grandes títulos, Turandot. En una plaza de la ciudad donde empezó a dibujar repasó para M’Sur los hitos de su larga y agitada carrera.
Antes de hablar de cómic, quisiera preguntarle por un aspecto poco conocido de su vida, sus comienzos como guitarrista…
Empecé con Juanito y Diego del Gastor, los sobrinos de Diego del Gastor. Diego me dio clases, entre comillas, porque lo que enseñaban eran falsetas de las suyas, que solo le sonaban a él.
«Reconozco que cuando escuchaba flamenco en la radio, la apagaba. Luego me enamoré de Fernando de Utrera…»
Dicen que lo más hippy que se podía hacer en la época era peregrinar a Morón para visitar a Diego. ¿Era así?
Bueno, yo estaba como maestro, pero en efecto había una colonia hippy allí, y antes en la finca Esparteros. Todo llegó por la base americana, gente beatnik que igual venían a Morón que se iban a Tánger o a cualquier otro sitio. Renegaban de la palabra hippy como los de la Movida de la palabra Movida, o nosotros de la palabra underground. Fue una cultura muy rica la que chupé de allí, la de los gitanos y la de los americanos. Aunque no eran en absoluto cultos, los hippies nos dieron a conocer a Ginsberg y Kerouac, a la cantante egipcia Umm Kulzum, a Ravi Shankar antes de que fuera famoso, el hachís y los ácidos…
Es curioso, porque durante décadas el flamenco quedó en España como algo reaccionario. ¿Usted lo vio más claro?
Le reconozco que cuando escuchaba flamenco en la radio, la apagaba. Mi primera cultura flamenca era la de Valderrama, Antonio Molina, los fandangos de Huelva que cantaba mi madre, las sevillanas… Y no me gustaba en absoluto. Me quedaba por descubrir a Manuel Torre, a Manolito de María, a Tío Borrico. Estos me abrieron el conocimiento para enamorarme hasta el tuétano de Fernanda de Utrera, de Anzonini… Para mí son los dinosaurios, en el sentido de que lo que vino después fue, sin querer ser peyorativo, una especie de morralla, gente que aprendió el flamenco sin mamarlo. Pero también hubo gente como María La Marurra, una americana que aprendió las seguiriyas del Marurro y del Loco Mateo a base de escucharlos. Con una voz infame, claro está.
Ha mencionado antes su dedicación a la docencia. Leí que, ya en Barcelona, le trajo muchos problemas su particular sistema pedagógico. ¿Era un provocador?
«Me veían un poco raro cuando les enseñaba lo que era un condón o les transmitía conocimientos políticos»
Yo estuve de maestro de alfabetización toda mi vida, hasta que me tocó ir con niños y era muy distinto que enseñar a municipales, a soldados o a campesinos de Lebrija. Leí el Libro rojo de los escolares y cambió mi concepto. Entendí que un niño bien educado tenía que estarlo en la libertad, no en la sumisión, porque estaban acostumbrados al palo. Fui educándolos en la responsabilidad, podían hacer lo que quisieran, pero al final tenían que saber tanto o más que los alumnos del vecino, que tenía la vara en la mano. Tuve muchas riñas con el director, porque yo entonces vivía con Mariscal o con los hermanos Farriol, no recuerdo, e iba a clase como salía, con el pelo rojo, las taconetas que se llevaban, las uñas pintadas… Al principio me veían un poco raro, como cuando les enseñaba lo que era un condón o les transmitía conocimientos políticos y sociales. Hice lo que pude, pero reconozco que lo pasé mal.
¿Y cuándo apareció la vocación pictórica?
Dejé la guitarra para siempre y empecé con el cómic estando todavía en Sevilla. En Barcelona, Jaume Sisa me preguntó si le vendía la guitarra, y lo hice.
Y con él acabó trabajando en un proyecto…
Sí, el Diploma de honor, que publicó El Rrollo, con canciones de Sisa.
En el hecho de que usted fuera pionero del underground, ¿fue determinante que usted viajara a Londres y otros lugares, en un momento en que España viajaba muy poco?
Bueno, no se viajaba en Sevilla, en Barcelona sí había gente que se iba a la India, a Pakistán, con vivencias muy enriquecedoras. Por aquí por el sur muy pocos, los Smash y unos cuantos, que eran una especie de élite. Todavía en Andalucía se viaja muy poco, están encerrados en lo bonita que es España. Y no era una cuestión económica, porque la gente antes se iba sin pasta.
¿Cómo vivió la censura en sus comienzos?
Cuando empecé no tenía ni idea de lo que era, aunque tampoco me planteaba publicar. Hacía lo que me apetecía, por diversión, y por hablar de la represión de la mujer y del homosexual, que me interesaba mucho. Publiqué en Londres, en Italia y Francia, pero en España supe que ciertas historias eran las más complicadas de colocar. Había una censura previa, antes de presentar algo ya te decían esto no puede ser, esto otro tampoco… Y si te pasabas, te secuestraban la edición. Pero todo iba encaminado a que tú te autocensuraras. Te castraban mentalmente.
Incluso en el año 91 le vetaron una portada de disco para Marc Almond. ¿La censura comercial reemplazó a la política?
Cosas de la casa discográfica. Pero la censura más terrible es otra. En Nueva York, por ejemplo, no censuraron Anarcoma, pero obligaban a plastificarla, de manera que no se podía hojear, y solo se vendía en sex-shops. Una censura primaria. En España era otra cosa, te censuraban la palabra “mierda”, e incluso la “M” con puntos suspensivos, alegando que todo el mundo sabía lo que quería decir. Era una tontería, porque no se trataba de ninguna blasfemia ni nada por el estilo.
«En Nueva York no censuraron Anarcoma, pero obligaban a plastificarla y solo se vendía en sex-shops»
En cierto modo, siempre la censura es absurda, ¿no?
Claro. Mira, La piraña divina me la edité yo mismo, porque sabía que no habría otra manera. Estaba la historia sórdida de esa niña de tres o cuatro años que mataron y violaron en el Cerro del Águila, y que yo había leído en El Caso. La dibujé y en el cómic era mucho más agresiva, porque te la pasaba por la nariz sin edulcorante. Con dibujos, todo es peor. O la historieta de los novios que acuden a casa de otra pareja, las mujeres se van y los hombres follan en todas las variantes, aunque lo interesante es la reacción posterior de uno y otro. Cuando la dibujé yo tenía bastante de Kake, de Tom de Finlandia, pero sabía que eran más dibujos para hacerse pajas que para denunciar la hipocresía de la sociedad.
¿Su rechazo al tabú de la virginidad fue lo que le llevó a inspirarse en las Vírgenes sevillanas?
Bueno, en Turandot es una utilización de bambalinas y mantos bordados que son como de Manila, es todo muy chino y muy barroco, en absoluto me burlo de ninguna Virgen. Esos iconos, fetiches para mí, están cada uno envueltos o caracterizados de forma diferente. De todos modos, lo peor de la Semana Santa es el intento de todas las cofradías de parecerse a la Macarena, esa uniformidad ha hecho perder el carácter propio de cada una. Todas la han rodeado con lo mismo, son un calco una de otra. Y ese es el calco que yo he empleado. Luego en Salomé me inspiro en Fenicia y en la diosa Tanit, aunque visto a algún personaje de morado en referencia al Cautivo, al Gran Poder, con cuatro faroles chinos a los lados. Me apropiaba de lo que me interesaba.
«Hay mucha gente que no se deja follar antes del matrimonio, porque piensan que las van a abandonar »
Pero insistiendo con la virginidad, ¿cómo se vivía en la España de la transición?
Para la mujer era la dependencia del padre, o es, porque hoy todavía puede seguir pasando entre musulmanes, gitanos y otras muchas comunidades en las que se depende del poder patriarcal. En Purita braga de hierro quise reflejar a esa mujer que al no tener trabajo es mantenida por su padre. Luego se casa con un hombre que le exige virginidad, hasta que descubre que la han violado… Se echa un amante, y también intenta coartarle. Es la dependencia de tres hombres que son el hombre.
El tabú de la castidad hoy da risa a la mayoría de los jóvenes…
Pero no nos engañemos, no está tan lejos. Hay mucha gente, sobre todo en pueblos, que no se deja follar antes del matrimonio, porque piensan que las van a abandonar con el himen jodido. Mira, en mi pueblo hay parejas de homosexuales mayores que se han retirado y viven tranquilos, pero hace nada, en Castilleja de la Cuesta, hubo una agresión homosexual. No todo el mundo es tan tolerante, y no solo con los homosexuales, con los negros, con los clochards que viven en la calle y se alimentan de basuras… Falta humanidad y caridad, tanto como se habla de ella. Como la honradez, tan cacareada en ese mundo de ladrones del Opus y de misa diaria que roban al ciudadano. Ahí es donde habría que excomulgar.
Déjeme preguntarle por Marruecos, adonde usted viajaba con frecuencia… Es curioso que para mucha gente entonces fuera sinónimo de libertad, siendo otra dictadura, ¿no?
Pero yo iba a comprar chocolate. Cataluña sí era la libertad, Barcelona la ciudad más europea, tan cerca de Francia y en el camino hacia Ibiza de todos los viajeros, eso creó una riqueza cultural, permitió que surgieran todas las editoriales…. Todos los movimientos de liberación, feminista, homosexual, ecologista, salieron de allí. Marruecos era nuestro lugar donde comprar kifi y hachís, íbamos dos veces al año desde los tiempos de Morón. Nos duraba mucho, fumando en narguile. Pero con la población de allí, ningún contacto.
Pero usted hizo aquel cómic, Marrakech…
Ah, sí, eso fue cuando me llevó una amiga para quitarme del alcohol. Descubrí que era tan fácil beber allí como en cualquier sitio, había vino en los hoteles, gente que fabricaba cerveza clandestinamente…
«Hace tiempo apostaté, todas las religiones me parecen odiosas, aberrantes y que coartan la libertad»
Tiene gracia que un cardenal pusiera el grito en el cielo porque su cartel de las fiestas de la Mercé fuera “más moro que cristiano”…
Sí, ese señor era amigo de la Ferrusola, pero la historia de esos sinvergüenzas no le preocupaba. Sí que los moros tuvieran una mezquita en Barcelona, ciudad llena de musulmanes.
Por otro lado, su cómic La verdadera historia del superguerrero del antifaz, la superpura condesita y el supermacho Ali-Kan parecía un modo de dar la vuelta a la vieja guerra de moros y cristianos.
No, era un ajuste de cuentas con una historieta que me encantaba de niño. Era el superhéroe que libera a la chica y la mantiene virgen frente a los que quieren violarla, todos esos bárbaros viciosos y lascivos. Pero al final resulta que el tipo tiene un problema de impotencia, ella se burla de él cuando ve que tiene una polla incapaz de hacer nada, y se va con el moro. Soy pro-árabe y pro-palestino, pero nunca me he planteado meterme con ninguna religión. Hace tiempo apostaté, todas las religiones me parecen odiosas, aberrantes y que coartan la libertad. Todas son exclusivistas e intolerantes.
¿Pensó en eso cuando hizo La Guerra del Golfo americano?
En el ‘No a la Guerra’ luché todo el tiempo, como en esta última especie de invasión de Israel a Palestina, que me parece impropia de una democracia. Los países europeos están tardando en reconocer a Palestina… En cuanto a Iraq, yo no estaba de acuerdo con el Sadam dictador, pero en general toda la conducta de Occidente fue hipócrita. El mal comportamiento de Inglaterra, Francia y demás potencias coloniales es el responsable de lo que ha pasado en África, en Pakistán, en Afganistán…
Volvamos a su obra. En los 90 deja la viñeta y se revela como excelente pintor de bodegones. Recuerdo que Fernando Huici lo resumía como algo así como “de aquellos nabos vinieron estos lirios…”
«Ha fallecido mi amigo con el que pasé 36 años: lo máximo que nos separábamos era cinco días para la Semana Santa»
Sí [risas]. Terminé con Turandot, una serie de condicionantes hizo que me aburriera de los tebeos, y me dediqué a pintar y exponer en galerías. Fue bien, me llevaron a ARCO varios años, a la gente y a la crítica le gustaba… Y estaba mejor remunerado y se hacían catálogos de calidad. Luego llegó la crisis, cerraron mis galerías y me quedé con las ganas de hacer mi mejor exposición, cuando estaba en el no va más de mis facultades. Llámalo frustrado, o aburrido, me dediqué a crear una página web sólida, y aprovechando todo el material que tenía hice el libro Barcelona de los 70, que me llevó a escribir mi autobiografía…
Sí, he leído que le está costando encontrar editor, porque son como mil páginas, ¿no?
En eso estoy. Mi problema ahora es que hace poco ha fallecido mi amigo, con el que pasé 36 años –lo máximo que nos separábamos era cinco días para la Semana Santa–, y esto ha sido un vuelco en mi vida. Es difícil afrontar un futuro en soledad, pero tengo cosas que contar y las cuento, luego el estilo será mejor o peor. Mientras escribía, recordaba la Novela de un literato, de Cansinos Assens, sobre el Madrid de los años 20. Eso es lo que me gustaría. No quisiera dividirlo, voy de atrás hacia delante y viceversa. Cuento el momento en que un amigo me explica el trasfondo de los Salesianos, pues él estaba de favorita de curas y no curas sin que yo me enterara de nada, y paso a contar los novios que teníamos a medias mi amigo y yo… Combinar eso da un distanciamiento que me gusta.
¿Cómo vivieron la plaga del sida?
Había muchas actitudes: gente que se enjuagaba la boca con lejía rebajada después de chupar una polla, otra que usaba doble condón, y gente que pasaba de todo. Hubo una paranoia generalizada, porque empiezas a ver que van cayendo uno tras otro como en un campo minado. Tuvimos suerte.
¿Lo dice porque usted fue de los temerarios?
La suerte es no estar en el momento equivocado en el sitio equivocado. Las Costus, Camilo, la Marianita, Alberto Gadir, no todos tuvieron que ver con los americanos, como el clan aquel de Mapplethorpe y estos… Pero en Sevilla y Barcelona también sufrimos mucho el sida por caballo, muchos amigos cayeron.
Eduardo Haro, Ocaña… ¿han quedado como fijados en el tiempo?
«En Sevilla y Barcelona también sufrimos mucho el sida por caballo, muchos amigos cayeron»
Se han quedado como crisálidas, una especie de proyectos que no llegaron a realizarse. Nunca sabes qué habría sido de ellos. Eduardo era brillante, no tan loco como el Panero, que es un gran poeta. Haro se dispersaba entre artículos de prensa, críticas, una vida privada azarosa… era un tipo genial, como Ocaña y Gadir. Ninguno tuvo tiempo de madurar.
Para mucha gente usted siempre será el autor de una portada de Lou Reed. ¿En qué quedó el pleito por sus derechos?
Me dieron cuatro millones para que me callara. Una miseria, después de veinte años. Primero fue gratificante que cogieran mi trabajo, pero desilusionante saber que la habían copiado, siendo Lou Reed un tipo que me gustaba… Y luego vino la impotencia de ver que Estados Unidos, país rico y prepotente, me negaba todo. Seguramente al que copió mi obra le pagaron más que lo que me dieron a mí. Pero espero que me recuerden por algo más, después de que mi San Reprimonio está en el Reina Sofía.
Al final, quienes parecían balas perdidas han terminado siendo reconocidos. Usted y su amigo Mariscal, que triunfó en Barcelona 92…
El camino que escogió Mariscal se lo han echado en cara muchos. Que si se hizo rico y famoso, que si dejó el cómic para hacerse diseñador… Te puede gustar o no, pero no criticarlo por Cobi, que regaló a la ciudad de Barcelona. Es más, creo que no aprovechó todo lo que pudo el tirón… Pero bueno, casi siempre quienes atacan son las fuerzas muertas de Cataluña, como aquí los capillitas: no me toques el santo, no me toques la independencia…
«En Cataluña atacan las fuerzas muertas, como aquí los capillitas: no me toques el santo, no me toques la independencia»
A propósito, ¿cómo vive usted todo ese proceso soberanista?
Vivo al margen. Soy un poco como Fernando Arrabal, cuando le preguntaron en el País Vasco qué pensaba del nacionalismo, y se declaró “un nacionalista sin fronteras”. Qué voy a pensar, es una limitación y un atraso en un mundo que va hacia la globalización. Aparte de inútil, en los nacionalismos hay siempre algo de mezquindad. Es de los peores pecados que se pueden cometer, mientras que la riqueza mayor es el desprendimiento.
Esta democracia, ¿se parece en algo a la que soñaban ustedes en los 60 y 70?
No. Esta especie de bipartidismo que lo quiere todo blanco o negro, sin que haya grises, es muy imperfecta. Cuantos más colores y opiniones haya, mejor. Las minorías tienen los mismos derechos que las mayorías, que a menudo son compradas…
Pero, ¿admite que algo hemos avanzado?
Sí, me parece bien el matrimonio homosexual, aunque yo no quería casarme. Lo hice casi in articulo mortis, como último recurso, pero los dos nos burlábamos del matrimonio y de los homosexuales que llaman a su pareja “mi marido”. Siempre he preferido amigo o compañero, como siempre he preferido decir maricón a gay.