Reportaje

Salud en crisis

Clara Palma
Clara Palma
· 16 minutos
Clínica social de Médicos del Mundo en Atenas (2014) | © Clara Palma
Clínica social de Médicos del Mundo en Atenas (2014) | © Clara Palma

Atenas | Diciembre 2014

Traer un niño al mundo se ha vuelto demasiado caro en Grecia. Morir, también. Y vivir con cierta salud mientras tanto, también. Tras seis años de recesión, la crisis económica y la austeridad impuesta por el Gobierno han socavado todo el sistema sanitario de Grecia.

Casi uno de cada tres griegos – un total de 3 millones de personas – ya no tiene acceso a la sanidad publica, según datos del Sistema Nacional de Salud, pues la cobertura se pierde al pasar más de un año en el paro o al no pagar las contribuciones. El gasto público se ha reducido en un 60%, y a pesar de que los presupuestos para 2015 prevén que la economía por fin se expanda, las partidas destinadas a sanidad se reducirán una vez más. Las consecuencias son la masificación de los hospitales e inmensas esperas que no afectan sólo a quienes están pendientes de hacerse una prueba o someterse a una intervención.

“Me encontraba mal y fui a urgencias para que me viera un médico y porque en el trabajo me pedían un justificante,” cuenta María, una azafata de 24 años. “Llegué a las seis de la tarde y cogí el número 112. Estaban en el 35. Al final, cuando decidí marcharme, a las doce de la noche, el número seguía siendo el 35, porque les llegaban todo el tiempo urgencias graves.”

Los hospitales más concurridos se ven obligados a alojar en camillas a un cuarto de los ingresados, a veces en los pasillos

Los hospitales más concurridos se ven obligados a alojar en camillas, a veces en los pasillos, a aproximadamente una cuarta parte de los ingresados. La presencia continua de familiares, que a menudo se hacen cargo de los pacientes debido a la escasez de personal, aumenta el hacinamiento; una situación que ha llevado a que muchos recurran a los sobornos para recibir algún tipo de trato de favor.

Con todo, lo más grave es la situación de las esas tres millones de personas que no tienen derecho siquiera a la asistencia médica gratuita. Este año, el Ministerio de Salud anunció un plan para cubrir a toda la población, y a día de hoy fuentes del Ministerio aseguran que todos los desempleados tienen ya “acceso normal” la sanidad.

Más pacientes que antes

Una afirmación con la que discrepa Nikitas Kanakis, director de Médicos del Mundo. “De hecho, nos llegan más pacientes que antes,” recalca. Escéptico con el éxito de la iniciativa, asevera que hasta ahora la gente que no está asegurada no ha recibido tratamiento.

“El sistema para acceder a la atención médica es muy complejo para los no asegurados. Tienen que ser evaluados por un comité, y en caso de emergencia no es viable” Según explica el médico, otra iniciativa del Ministerio ofrece a los desempleados bonos para acceder a ciertos tratamientos. Sin embargo, el programa cubre sólo a 200.000 personas, una gota en el mar. Además, subraya, los beneficiarios de estas ayudas deben estar al día en sus pagos a Hacienda y a la seguridad social, algo prácticamente imposible para los desempleados griegos.

Cada vez más ciudadanos recurren a las clínicas sociales que han brotado por todo el país, muchas atendidas por voluntarios

Dadas las circunstancias, cada vez más ciudadanos se ven abocados a recurrir a las clínicas sociales que, atendidas a menudo por voluntarios, han comenzado a brotar por todo el país. Sólo en Atenas, Médicos del Mundo presta servicio a unos 14.000 pacientes anuales, y a otros tantos en Tesalónica.

Las patologías más comunes en la clínicas sociales son los problemas cardíacos y la diabetes, que precisamente requieren un tratamiento continuo. Sólo en 2013, un 8% de los pacientes crónicos dejaron de recibir su medicación porque se quedaron en paro. Y los precios no han dejado de crecer, al reducirse los porcentajes cubiertos por la seguridad social.

“A menudo no les dan nada ni siquiera a la gente que debería recibir estos medicamentos de forma gratuita,” explica Kanakis. “Nos llegan muchos testimonios de que los hospitales están faltos de medicamentos. En otros casos, les dan cita para entregárselos mucho después del diagnóstico”

En cuanto a los facultativos del sistema de Salud Pública, desgranan todo un rosario de malas condiciones laborales. “Los médicos se enfrentan a la falta de personal sanitario, a una organización administrativa ineficaz, a la carencia de equipamiento y a unos sueldos demasiado bajos,” lamenta Yorgos Patulis, el presidente de la Asociación de Médicos de Atenas. El director de un hospital, recalca, no gana más de 1.600 euros.

En 2011 se congelaron las contrataciones, y el personal que se ha jubilado no ha sido reemplazado. Además, desde que comenzara la crisis, más de 2.000 facultativos han perdido sus puestos de trabajo, mientras que otros tantos -incluidos en un esquema para transferir a funcionarios- se enfrentan a un futuro incierto.

Para cubrir las necesidades de personal médico harían falta 2.500-3.000 contrataciones, y otras 10.000 de personal sanitario, asegura Patulis. La Federación de Médicos de Hospital cree que faltan 6.000 facultativos. Frente a estas cifras, fuentes del Ministerio afirman que este año han sido contratados de manera temporal 1.400 médicos, mientras que para 2015 se habría aprobado emplear a otros 1.500 y a 2.500 sanitarios.

El personal médico está sobrecargado de trabajo: un mínimo de 64 horas por semana, y a veces hasta 90, según la CE

El personal existente está sobrecargando de trabajo. El año pasado, la Comisión Europea remitió a Grecia a la Corte de Justicia europea por no respetar la jornada laboral de los médicos del sistema público. “En la práctica, a menudo trabajan un mínimo de 64 horas a la semana, y a veces hasta 90” rezaba el informe del caso.

¿Cuáles son las consecuencias? Por un lado, las enfermedades contagiosas han resurgido, en parte, porque los niños sin seguro médico han dejado de ser vacunados. Los contagios de VIH se multiplicaron por 10 en el plazo de un año, mientras que los de tuberculosis se doblaron.

Además, los obstáculos para acceder a la sanidad han provocado un aumento de la mortalidad, sobre todo entre las personas mayores. “Si alguien tiene un problema crónico y no toma sus fármacos a tiempo, esto se convierte en una emergencia”, explica Kanakis. Según el médico, los pacientes con cáncer se encuentran entre los más afectados, al requerir en muchos casos hospitalización. “Aunque puedan acceder al sistema, si tienen que esperar meses el pronóstico cambia de manera dramática,” lamenta. “Si hablamos del coste -por no hablar de la ética médica o de los derechos humanos- éste será mucho mayor,” denuncia el médico, que considera necesario centrarse en la prevención.

Las consecuencias invisibles

Además, están las consecuencias invisibles. Según Theodoros Megaloikonomu, el director del Hospital Psiquiático del Ática, en los últimos años se ha multiplicado el número de pacientes con problemas que son a la vez psiquiátricos y sociales, derivados de la pobreza y de la disolución de las redes de apoyo familiar. Estas personas no reciben los fármacos necesarios cuando son dados de alta. “Somos nosotros los que tenemos que buscárselos a través de iniciativas y clínicas sociales,” denuncia el psiquiatra. Además, con frecuencia del hospital van derechos a la calle, ya que no tienen un hogar al que regresar.

Los contagios de VIH se multiplicaron por 10 en el plazo de un año, mientras que los de tuberculosis se doblaron

Los casos de depresión crecieron en un 250% entre 2008 y 2011. “Con las cifras de paro, sobre todo juvenil, cómo no va a sentir la gente ansiedad, agonía, miedo de quedarse cualquier día en la calle”, exclama Megaloikonomu. Señala también el aumento de los suicidios: de 2011 a 2012, la tasa se incrementó en un 26%, la subida más rápido de Europa. Y eso que, según el psiquiatra, “hay muchos más que no salen a la luz, porque a la familia le da vergüenza reconocer que no podían apoyarles.”

“Si tenemos un sistema sanitario que no es capaz de cubrir al 40% de la población, entonces no podemos llamarlo sistema sanitario,” remata Kanakis. “Es necesaria otra aproximación, que dé prioridad a la cobertura de las necesidades básicas de los más vulnerables.”

En estas condiciones, de traer un nuevo ciudadano al mundo ya ni hablamos. Según datos revelados la semana pasada por el Servicio Estadístico Nacional, la tasa de nacimientos en Grecia ha descendido en un 30% desde 2010. El motivo: las penurias económicas.

Ya el año pasado, un informe de Médicos del Mundo destacaba que 4 de cada 10 mujeres dan a luz una vez menos de lo que era su intención, o no dan a luz en absoluto, a consecuencia de la crisis. Yannis Muzalás, uno de los ginecólogos de la organización, ha creado para ello el término de “infertilidad económica”.

“Cada mes me pregunto qué factura dejaré sin pagar”, contaba a la prensa local Katerina, una desempleada de 35 años. “Cuando me canso de llorar a veces sueño con que todo esto se terminará y podré hacer realidad mi sueño de tener varios hijos. Pero dentro de cinco años yo tendré 40. Me pregunto si aún me dará tiempo”.

Al margen de los gastos que plantea el mantenimiento de un niño, es el propio embarazo el que resulta prohibitivo para muchas griegas. Según cuenta Katerina Stipsanelli, de la Clínica Alexandra -la mayor maternidad del país-, la sanidad pública ya solamente cubre la primera de las ecografías que deben realizarse durante el embarazo. “Es la más simple, y su realización cuesta sólo unos 60 euros, para que se vea qué poco aporta el Estado”.

Entre 2008 y 2011 el número de niños alumbrados sin vida creció en más de un 20%. La mortalidad infantil, en un 40 %

Según los expertos, la carencia de cobertura de los exámenes prenatales ha tenido consecuencias trágicas: un estudio de la escuela Nacional de Salud Pública señalaba cómo entre 2008 y 2011 el número de niños alumbrados sin vida se ha incrementado en más de un 20%. La mortalidad infantil, por otra parte, creció en un 40% durante el mismo periodo.

Se estima que bastante más de la mitad de los 3 millones de griegos que carecen de cobertura sanitaria son mujeres. Para las “no aseguradas”, el seguimiento mínimo del embarazo cuesta unos 600 euros, y el parto normal, otros 600. Si se realiza una cesárea (lo que ocurre en el 60% de los casos, 1.200.

Crisis demográfica

“Muchas mujeres embarazadas vienen al hospital a pedir ayuda,” explica Stipsanelli. “Casi la mitad están en paro y, como sus parejas generalmente tampoco tienen trabajo, carecen de seguro médico. Buscan algún tipo de apoyo para poder tener al niño.” Cuando las mujeres no tienen dinero para pagar los costes, se les atiende de todas formas, pero contraen una deuda que Hacienda les intentará cobrar a plazos. Si por el hecho de estar en paro, no se ven obligadas a realizar la declaración de la renta, relata Stipsanelli, la cantidad puede ser embargada de la cuenta de algún familiar, que se ve forzado a asumir la responsabilidad.

Con este panorama, muchas mujeres se encuentran obligadas a aplazar la maternidad, mientras que otras deciden abortar. “A pesar de lo mucho que les gustaría tener hijos, criarlos les supone una montaña”, reconoce Stipsanelli.

Para las mujeres que no tienen seguro médico, incluso los 300 euros que cuesta un aborto son demasiado

Pero para las mujeres que no tienen seguro médico, incluso los 300 euros que cuesta un aborto son demasiado. Por ello, cada vez con mayor frecuencia recurren a diversos medicamentos disponibles sin receta médica para provocárselo ellas mismas, revelaba en marzo el ginecólogo Kostas Papadópulos. El personal médico confirma que en los servicios de urgencias recibirían cada vez más casos de mujeres con hemorragias ocasionadas por estos abortos caseros. En otras ocasiones, señalaba Papadópulos, serían los propios facultativos los que les ofrecerían abortos clandestinos por 100 o 200 euros.

La incapacidad de las familias para traer al mundo a más hijos amenaza el futuro demográfico de Grecia. Sólo en 2013, la tasa de natalidad -que ya se encontraba en franco descenso antes del inicio de la crisis- cayó en un 6,21% con respecto al año anterior. Junto con el aumento de la mortalidad causado por la crisis, la reducción de la envejecida población griega se está acelerando a marchas forzadas.

En 2011, y por primera vez, el número de muertes superó al de alumbramientos en 5.000 casos, en contraste con 2010, cuando el cambio natural de la población era aún positivo, con 5.682 nacimientos más que muertes. En 2013 se produjeron 20.000 alumbramientos menos y 2.000 defunciones más con respecto al año anterior, con lo que la población se contrajo en un total de 17.660 personas.

Los datos para los primeros 8 meses de 2014 no resultan más esperanzadores: de momento se han registrado 56.280 nacimientos frente a 71.236 muertes.

Hace un mes, en un encuentro con motivo del Día Mundial de la Contracepción, ginecólogos griegos apuntaban a otro motivo para la reducción del número de embarazos en Grecia: «El descenso de los abortos no se debe a una mayor concienciación en materia de contracepción, sino a una reducción de la actividad sexual”, manifestaba el profesor de obstétrica y ginecología Yorgos Kreatsas. El impacto psicológico de la crisis produciría, según el experto, un aumento de factores reductores de la libido, como el estrés, la ansiedad y la inseguridad.

Un adiós demasiado caro

Hasta morir cuesta. En el cementerio número 3 de Atenas hay una sección donde las tumbas no llevan lápida. Están cubiertas tan sólo con tierra batida y señalizadas con un número. Son los muertos que ha tenido que enterrar el hospital en el que fallecieron, sin que nadie los reclamara. Este año ha acogido unas 85 tumbas nuevas, casi el doble que el anterior.

Eso sí, a algunas, alguien ha llevado flores o ha puesto una cruz de plástico con el nombre del difunto escrito a rotulador. Porque si nadie se quiere llevar el cadáver de un fallecido, en Grecia a menudo no se debe a que el difunto no tuviera familiares. Sino a que nadie puede hacer frente a los gastos del entierro, que a menudo andan por los 3.000 euros.

Muchos hospitales tienen que buscar solución para el número creciente de fallecidos a los que nadie recoge

Hospitales como el de Nikea, uno de los suburbios atenienses más golpeados por la crisis, tienen que buscar solución para el número creciente de fallecidos a los que nadie recoge. Un problema que este año es “enorme”, en palabras de Panayota Nikoludi, la gerente del servicio asistencial del hospital. La semana pasada, explica, asesoraron a una mujer para pedir ayuda a las autoridades municipales con el fin de enterrar a su madre. “La hija no era una indigente, tenía casa y una pensión, pero no le quedaba ni un euro”.

Otras veces, el seguro médico se hace cargo de los gastos, aunque debido al elevado desempleo hay mucha gente no cubierta, puntualiza Nikoludi. “Antes, esto no ocurría nunca, pero en 2007 y 2008 empezó a haber casos y en 2014 ya llevamos 18. Llamamos para que vengan a hacerse cargo de hermanos u otros familiares fallecidos, y nos dicen que no pueden.” Otros, directamente no contestan al teléfono.

“Para nosotros la situación es muy difícil,” dice la gerente, con una voz que trasluce tristeza y cansancio. Por suerte, la funeraria que colabora con el hospital celebra algunos sepelios gratuitos cuando resulta necesario.

Atenas y Tesalónica se preparan para construir los primeros crematorios de Grecia, una vía más económica que el entierro

En los últimos años, muchos hospitales sacan a concurso el sepelio de los cuerpos “no reclamados”, con el fin de lograr un precio asequible de unos 1.300 euros por difunto. En 2012, el hospital de Evangelismós invirtió en ello 30.000 euros. En 1013 ya eran 45.000 euros destinados a los “entierros de pobre”. Según una funeraria que colabora con otro hospital, en 2010 un 13% de los allegados firmaban una declaración jurada diciendo que no podían hacerse cargo del cuerpo -el único requisito legal para dejarlo en manos del hospital-. En 2012, la cifra aumentaba al 31%.

En Tesalónica han comenzado a celebrarse entierros “exprés”. Según la prensa local, los allegados contratan una furgoneta en lugar de un coche funerario para trasladar al fallecido, que es sepultado sin la misa preceptiva. Otros tratan de donar los cuerpos de sus familiares a los colegios médicos, que sin embargo no pueden aceptarlos sin una autorización firmada en vida.

Ahora parece abrirse otra vía: la incineración, mucho más ecónomica que el entierro, pero hasta ahora imposible en Grecia debido a la férrea oposición de la Iglesia Ortodoxa. Quien prefería las cenizas a la lápida tenía que pedir traslado a otro país, como Bulgaria. Incluso con el desplazamiento, estos funerales cuestan unos 1.500 euros, la mitad que los enterramientos habituales,

Los municipios de Atenas y Tesalónica se preparan para construir los primeros crematorios de Grecia. Todo hace pensar que habrá lista de espera.

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