reformados


Los movimientos reformistas del judaísmo surgen a principios del siglo XIX en Alemania, donde algunos rabinos proponen una visión nueva de la fe judía, que renuncia al cumplimiento de las leyes de la halaja prevista en la escuela ortodoxa y favorece un acercamiento a las formas de vida modernas centroeuropeas.

A partir de 1810 ya se realizaban las primeras ceremonias «reformados», con una liturgia en alemán, en lugar del hebreo, obligatorio hasta entonces, y con ritos inspirados en los de los cristianos protestantes. Durante todo el siglo XIX, el movimiento creció y se expandió a Norteamérica, donde es hoy la corriente más difundida.

La idea del judaísmo se convierte en estas congregaciones en una idea más humanista y ética que un conjunto de normas bíblicas: importa vivir según el espíritu de la ley judía, no según la letra, como ocurre en la interpretación ortodoxa. Los reformados consideran que hay que evitar trabajar en el shábat, pero no mantienen la prohibición de conducir o encender fuego, norma entre los ortodoxos.

Otro rasgo es la insistencia en la igualdad de mujeres y hombres: no sólo se renuncia a la separación de sexos en la sinagoga sino que las mujeres pueden acceder a todos los cargos religiosos y pueden ser rabinos. Algo totalmente herético a ojos de los ortodoxos.

La corriente reformista nunca ha llegado a tener mayores ecos en los países del Mediterráneo y es muy poco presente en Israel. Es un fenómeno limitado prácticamente al mundo asquenazí, sin presencia entre sefardíes o mizrajíes. Aunque el Estado de Israel llegó a reconocer en 2012 los rabinos reformados, no forman parte del sistema religioso oficial y no pueden oficiar bodas, divorcios etc. Una conversión al judaísmo reformado no tiene validez legal en Israel.