Retrato hiperrealista de la mafia
Alejandro Luque
Con ochenta y pico años cumplidos, resulta admirable no sólo la capacidad de trabajo de Andrea Camilleri, sino también la vitalidad de su pluma. Sólo en el año que acabamos de dejar atrás, ha publicado en España tres excelentes nuevas novelas —La pensión Eva, El beso de la sirena y La muerte de Amalia Sacerdote, premio RBA— así como el curioso ensayo que nos ocupa.
En casi toda la obra del autor agrigentino, desde la celebrada saga de Montalbano a la abrumadora Biografía del hijo cambiado, sobre Pirandello, la mafia es un lugar común, pero siempre dibujado con trazo grueso o desenfocado, en un discreto segundo plano. En Vosotros no sabéis, título tomado de la enigmática frase que pronunció el capo Bernardo Provenzano cuando fue detenido por la policía en 2006, encontramos el primer acercamiento de carácter monográfico de Camilleri a ese sangriento fenómeno.
Analizando con paciencia y agudeza los pizzini (papelitos escritos en clave) a través de los cuales el jefe de la Cosa Nostra se comunicaba con sus subordinados, el escritor logra componer el retrato del criminal más buscado de Italia al tiempo que revela los alambicados mecanismos de organización y funcionamiento de la organización. No faltará quien se pregunte por qué Camilleri, que bien podría haber aprovechado esta valiosa información para urdir una apasionante novela o un prolijo ensayo, ha optado por una fórmula atípica, ordenando los capítulos a modo de entradas de diccionario.
Y ahí podríamos aventurar una hipótesis: si una de las mayores fortalezas de la mafia ha sido durante décadas su invisibilidad, su inconcreción, su indefinición, que llegaba incluso a impedir que los expertos se pusieran de acuerdo sobre la propia raíz etimológica de la palabra mafia, entonces tal vez sistematizarla en un diccionario sea un buen primer paso para arrebatarle esa condición vaporosa y empezar a desactivar sus poderes. Tal vez el primer paso para combatirla, como demostró el juez Falcone y explicó Sciascia en un relato magistral, sea reconocerla y conocerla.
A partir de esta premisa, Camilleri va desvelando al lector, con un humor sutilísimo pero corrosivo, jugosos entresijos mafiosos en un momento, el de la hegemonía de Provenzano, en que la consigna de aquella Cosa Nostra preocupada por reorganizarse era reducir al mínimo sus atentados y asesinatos, o mejor dicho, su presencia pública. El libro decepcionará, no obstante, a quienes busquen en estas páginas la grandeza terrible que el cine ha atribuido a los llamados hombres de honor.
Al igual que Roberto Saviano en el superventas Gomorra, los bandidos aparecen con Camilleri desnudos de toda épica, completamente ajenos a la llamativa afectación de un Vito Corleone, expuestos en un retrato hiperrealista como lo que son, ellos y sus cómplices: seres zafios y despiadados, hijos de la podredumbre moral y esclavos de la ambición.
Si el interés del tema o las excelencias de la prosa de Camilleri no fueran suficiente atractivo, hay un motivo más para hacerse con este libro: el hecho de que los derechos de autor vayan destinados a la Fundación de los Funcionarios de Policía para los hijos de las víctimas de la mafia caídas en acto de servicio: una manera de que los pizzini generen, por una vez, beneficios para quienes más han padecido los efectos de esa lacra secular.