Crítica

Trampantojo libanés

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 4 minutos

khalil-beirut
Zena El Khalil
Beirut I love you


Me estaba depilando el chichi cuando la bomba estalló delante de la oficina de mi madre. Una frase como otra cualquiera de Beirut I love you.

No me pidan aclarar si este libro es una novela, un ensayo o una autobiografía, si está bien escrito o una imitación chorra de Sexo en Nueva York, si se trata de literatura libanesa o no: su autora, la pintora Zena Khalil, nació en Londres (1976), se crió en Nigeria, vivió en Nueva York, escribe en inglés y, según confiesa, ni siquiera domina bien el árabe. En otras palabras: una libanesa típica (sin ironía: hay muchos más libaneses en la diáspora, desde Paraguay a Sierra Leona, que en Líbano), estudiante, soltera, divorciada, cuya madre siempre se maquilla como Sophia Loren.

Narración en primera persona. Nombres que, según se interfiere de los agradecimientos, deben de ser auténticos. Pero ¿cuánto es verdad, cuánto invento? No pregunten, hagan como si se lo creyeran todo, ya hablen los vivos, ya los muertos. No se asusten con el arranque, donde parece que se nos ofrece una saga familiar, siguiendo la espantosa manía de las últimas décadas, de Isabel Allende a Oriana Fallaci: es un mero trampantojo, como comprobarán con deleite. Por si alguien de ustedes tuviera ínfulas antropológicas: sí, los drusos, una comunidad religiosa difundida en Líbano, Siria y Jordania, creen firmemente en la reencarnación.

No pregunten, hagan como si se lo creyeran todo, ya hablen los vivos, ya los muertos

Aunque no tengan ínfulas, aprenderán mucho sobre Líbano. Sin querer. Sin poder evitarlo. Porque no es lo mismo escribir un poema de amor a París o Nueva York que a esta ciudad, donde aún resuenan los ecos de las guerras (ese temor a conducir por los túneles de Beirut porque es donde se dejaban tirados los cadáveres durante la guerra civil).

Para comprenderlas no es imprescindible tener a mano El hombre mojado de Olga Rodríguez (aunque ese libro nunca viene mal): a Zena le bastan dos o tres frases para dibujar sus coordenadas, desde la de 1975, cuando la religión era un pretexto para dividir Beirut, hasta hoy, cuando quienes colocan las bombas esconden las manos y tienen un sólo cometido: seguir dividiendo Beirut. Digo mal: con este libro ustedes no comprenderán las guerras de Líbano sino que aprenderán por fin a no comprenderlas.

Como casi todos los creadores libaneses de la década, desde el cineasta Jean Chamoun hasta el escritor Jad el Hage, Zena Khalil le dedica un silencio elocuente a la religión: no sabremos a qué secta pertenece ella (sí, en Oriente Próximo, a todas las confesiones, subconfesiones y ramificaciones de subconfesiones se les conoce con este acertado término), y está bien así: tras haber permitido y alentado tantas guerras, lo mejor que uno puede hacer con una religión es callársela.

Como casi todos los creadores libaneses de la década, Zena dedica un elocuente silencio a la religión

He hablado mucho de la guerra en esta reseña; dejaré que ustedes descubran la parte del sexo, la amistad, las complicidades, las risas, el alcohol, el dolor, la lírica, las notas del laúd bajo los ataques aéreos, todo ese inmenso collage hecho de recortes cotidianos, de instantáneas borrosas, de figuras hiperrealistas, ese único largo poema de amor a Beirut. De amor y de ese odio que nace del amor porque Beirut tan poco nos corresponde.

He dicho nos: reconozco que estoy tan enamorado de Beirut como la autora. Debo advertirlo, por si a alguno de ustedes el libro le parece efectivamente una imitación chorra de Sexo en Nueva York (no: afortunadamente, Zena les lleva bastante ventaja a las reprimidas protas de la serie amrikana). Tal vez leer Beirut I love you sin haber soñado antes con Beirut sea como leer a Bécquer sin estar enamorado.

O quizás aprendan ustedes a enamorarse. Según consta en internet, hay vuelos Madrid-Beirut por 200 euros. Sólo ida.