Opinión

«¡Agarradme!»

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

opinion

Gritar “¡agarradme!” es parte del folklore israelí. Nos recuerda nuestra infancia.

Cuando un chico tiene una pelea con otro chico más grande y más fuerte, finge que está a punto de atacarle y grita a los espectadores: “¡Agarradme o lo mato!”

Israel está ahora en una situación así. Fingimos que estamos a punto de atacar Irán y gritamos a todo el mundo: “¡Agarradnos o…”!

Y, efectivamente, el mundo nos agarra.

Es arriesgado hacer predicciones en estos asuntos, especialmente cuando tratamos con gente que no son ni todos inteligentes ni todos cuerdos. Aun así, estoy dispuesto a sostener: no hay ni la más remota posibilidad de que el gobierno de Israel envíe su fuerza aérea a un ataque contra Irán.

No voy a entrar en detalles militares. ¿Es nuestra fuerza aérea realmente capaz de llevar a cabo una operación de este tipo? ¿ Son las circunstancias similares a las que hubo hace 28 años cuando se destruyó el reactor iraquí? ¿Tenemos la posibilidad real de eliminar los esfuerzos nucleares iraníes, cuando sus instalaciones están dispersos en un gran país y enterrados lejos de la superficie?

No hay posibilidad de que Israel envíe su fuerza aérea a un ataque contra Irán

Yo me quiero centrar en otro aspecto. ¿Es realizable políticamente? ¿Cuáles serían las consecuencias?

En primer lugar, una regla básica de la realidad israelí: el estado de Israel no puede lanzar ninguna operación militar de gran alcance sin el consentimiento norteamericano.

Israel depende de Estados Unidos en casi todos los aspectos, pero en ninguna esfera depende más que en la militar.

Los aviones que llevarían a cabo la misión nos los entregó Estados Unidos. Su eficacia depende de un flujo continuo de piezas de repuesto americanas. Con esas distancias se necesitaría repostar mediante aviones nodriza construidos en Estados Unidos.

Lo mismo vale para casi todo el resto de material de nuestro ejército, así como para el dinero necesario para la operación. Todo viene de América.

En 1956, Israel se fue a la guerra sin en consentimiento norteamericano. Ben-Gurión pensaba que su conspiración con Reino Unido y Francia era suficiente. Se equivocó enormemente. Cien horas después de contarnos que el “tercer reino de Israel” se había establecido, anunció con una voz rota que iba a evacuar todos los territorios recién conquistados. El presidente Dwight Eisenhower, junto a su colega soviético, había puesto un ultimátum, y eso era el fin de la aventura.

Desde entonces, Israel no ha empezado ni una sola guerra sin asegurarse antes de tener el acuerdo de Washington. En la víspera de la Guerra de los Seis Días, un emisario especial fue enviado a Estados Unidos para asegurarse de que, efectivamente, América estaba de acuerdo. Cuando volvió con la respuesta afirmativa se dio la orden de ataque.

Desde 1956, Israel no ha empezado ninguna guerra sin asegurarse antes de tener el acuerdo de Washington

En vísperas de la Primera Guerra de Líbano, el ministro de Defensa Ariel Sharon corrió a Washington para obtener el acuerdo norteamericano. Se encontró con el ministro de Exteriores Alexander Haig, que dio su consentimiento ― pero sólo con la condición de que hubiera una clara provocación. Pocos días después ocurrrió casualmente un atentado contra el embajador israelí en Londres y la guerra se desató.

La ofensiva del ejército israelí contra Hizbulá (la “Segunda Guerra de Líbano”) y Hamás (“Plomo Fundido”) fueron posibles porque se escenificaron como parte de la campaña estadounidense contra el “islam radical”.

Aparentemente, eso también valdría para un ataque contra Irán. Pero no.

Porque un ataque israelí contra Irán causaría un desastre militar, político y económico para los Estados Unidos de América.

Dado que los iraníes también se dan cuenta de que Israel no podría atacar sin el consentimiento norteamericano, reaccionarían acorde.

Como ya escribí antes, echar un vistazo al mapa es suficiente para indicar cuál sería la reacción inmediata. Cerrarían de inmediato el Estrecho de Ormuz en la entrada del Golfo Pérsico a través del que fluye una gigantesca parte del petróleo del mundo. El resultado sacudiría la economía internacional, desde Estados Unidos y Europa a China y Japón. Los precios se pondrían por las nubes. Los países que justo empezaban a recuperarse de la crisis económica mundial se hundirían en la miseria del desempleo, las revueltas y las bancarrotas.

El Estrecho sólo se podría abrir mediante una operación militar terrestre. Estados Unidos simplemente no tiene soldados para realizarla ― incluso si el público estadounidense estuviera preparado para otra guerra, una aun mucho más difícil que la de Iraq o Afganistán. Es incluso dudoso si Estados Unidos pudiera ayudar a Israel a defenderse contra los contraataques inevitables de los misiles iraníes.

En caso de guerra, Irán cerraría el Estrecho de Ormuz, por donde fluye gran parte del petróleo del mundo

Un ataque israelí contra un importante país islámico uniría todo el mundo islámico, incluyendo todo el mundo árabe. Estados Unidos se ha pasado los últimos años trabajando laboriosamente para formar una coalición de estados árabes “moderados” (quiere decir: estados gobernados por dictadores sostenidos por Estados Unidos) contra los estados “radicales”. Este bloque se resquebrajaría de inmediato. Ningún líder árabe podría quedarse al margen mientras las masas de su pueblo se unirían en manifestaciones tumultuosas en las plazas.

Todo eso está claro para cualquier persona con ciertos conocimientos, y mucho más para los líderes militares y civiles norteamericanos. Se han enviado ministros, generales y almirantes a Israel para aclarárselo a nuestros líderes en un idioma que hasta un crío de preescolar puede entender: ¡No! ¡Lo! ¡La! ¡Niet!

Si eso es así, ¿por qué no se ha quitado la opcion militar de la mesa?

Porque a Estados Unidos e Israel les gusta que siga ahí.

A Estados Unidos le gusta fingir que apenas puede retener el feroz rottweiler israelí en su correa. Eso ejerce presión contra otras potencias para que se muestren de acuerdo con laimposición de sanciones contra Irán. ¡Si no acepta, el perro asesino podría escaparse de nuestro control! ¡Piense en las consecuencias!

¿Qué sanciones? Desde hace cierto tiempo, esta palabra terrorífica ―“sanciones”― ha hechizado a todo el mundo en el escenario internacional. Se impondrán “dentro de semanas”. Pero cuando uno inquiere de qué se trata se da cuenta de que hay mucho humo y muy poco fuego. A algunos comandantes de la Guardia Revolucionaria les puede hacer daño, habrá algunos daños marginales en la economía iraní. Las “sanciones paralizadoras” han desaparecido, porque no hubo manera de que Rusia y China estuvieran de acuerdo. Ambos países mantienen excelentes negocios con Irán.

Se anuncian terribles ‘sanciones’ contra Irán, pero hay mucho humo y muy poco fuego

Tampoco hay grandes posibilidades de que estas sanciones puedan parar la producción de la bomba o siquiera ralentizarla. Desde el punto de vista de los ayatolás, este esfuerzo es un imperativo primordial de la defensa nacional ― sólo un país con armas nucleares está a salvo de un ataque norteamericano. Confrontado con las amenazas reiteradas de los portavoces estadounidenses de derribar su régimen, ningún gobierno iraní podría actuar de otra manera. Y menos teniendo en cuenta que Estados Unidos y Gran Bretaña han hecho eso ―derribar el régimen iraní― repetidamente. Los desmentidos iraníes son de fachada. Según todos los informes, incluso los iraníes más radicalmente opuestos a Mahmud Ahmadineyad están a favor de la creación de la bomba y lo apoyarían en caso de un ataque.

En este sentido, los líderes israelíes tienen razón: nada frenará los esfuerzos de Irán de obtener una bomba nuclear, excepto el empleo masivo de la fuerza militar. Las “sanciones” son juegos infantiles. El gobierno estadounidense habla de ellas en términos entusiastas para esconder el hecho de que incluso la poderosa América no es capaz de frenar la bomba iraní.

Cuando Netanyahu y asociados critican la incapacidad de los líderes estadounidenses de actuar contra Irán, éstos responden con la misma moneda: vosotros tampoco os lo tomáis en serio.

Y, de hecho, ¿nuestros líderes se lo toman en serio? Han convencido al público israelí de que se trata de un asunto de vida y muerte. Irán está encabezado por un loco, un nuevo Hitler, un antisemita enfermizo, un obsesivo negador del holocausto. Si consigue una bomba nuclear no dudaría un segundo en lanzarla sobre Tel Aviv y Dimona. Con esta espada colgada sobre nuestras cabezas no hay tiempo para asuntos triviales, como el problema palestino y la ocupación. A cualquiera que menciona la cuestión palestina en una reunión con nuestros líderes se le interrumpe de inmediato: olvídate de estas tonterías, ¡hablemos de la bomba iraní!

Nuestros líderes pretenden que con la espada de Irán sobre nuestras cabezas no hay que hablar de la cuestión palestina

Pero Obama y su gente le dan la vuelta al argumento: si eso es un peligro existencial, dicen, por favor saquen las conclusiones. Si este asunto realmente pone en peligro la propia existencia de Israel, sacrifiquen los asentamientos de Cisjordania sobre este altar. Acepten las ofertas de paz de la Liga Árabe, hagan la paz con los palestinos cuanto antes. Eso aliviará nuestra situación en Iraq y Afganistán y liberará nuestras fuerzas. Además, Irán ya no tendría ningún pretexto para una guerra con Israel. Las masas del mundo árabe ya no lo apoyarían.

Y la conclusión: si un nuevo barrio judío en Jerusalén Este os importa más que la bomba iraní, está claro que el asunto no os parece tan crítico. Y ésta, con toda la modestia debida, también es mi opinión.

Anteayer, una corresponsal del popular canal de televisión israelí Channel 2 me llamó y preguntó, con voz asustada: “¿Es verdad que usted ha concedido una entrevista a la agencia iraní de noticias?”
“Eso es verdad”, le respondí. La agencia me envió algunas cuestiones sobre la situación política y yo las respondí.
“¿Por qué hizo usted eso?” me preguntó / acusó.
“¿Por qué no?” respondí. Ahí acabó la conversación.

Y eso: ¿por qué no? Es verdad, Ahmadineyad es un líder repugnante. Espero que los iraníes se liberen de él, y asumo que eso ocurrirá antes o después. Pero nuestras relaciones con Irán no dependen de una sola persona, sea quien sea. Se remontan a épocas antiguos y siempre eran amistosas ― desde los tiempos de Ciro hasta los de Jomeini (al que le suministramos armas para luchar contra Iraq).

En Israel, el retrato de Irán es hoy por hoy una caricatura: un país primitivo y loco, que no tiene nada en mente salvo la destrucción del estado sionista. Pero basta con leer algunos libros buenos sobre Irán (yo recomendaría ‘Understanding Iran’ de William Polk) que describan uno de los países más antiguos del mundo que ha hecho crecer varios grandes imperios y ha contribuido de forma destacada a la cultura humana. Tiene una tradición antigua y orgullosa. Algunos científicos creen que la religión judía fue influida profundamente por las enseñanzas éticas de Zoroastro.

Los verdaderos dirigentes de Irán, los clérigos, hacen una política sobria y nunca han atacado ningún país

Por mucho que despotrique Ahmadineyad, los verdaderos dirigentes del país, los clérigos, llevan a cabo una política cautelosa y sobria y nunca han atacado ningún país. Tienen muchos intereses importantes e Israel no es uno de ellos. La idea de que sacrificaran su propia patria gloriosa para destruir Israel es ridícula.

La sencilla verdad es que no hay manera de impedir que los iraníes se hagan con una bomba nuclear. Es mejor pensar en serio en la situación que se crearía: un equilibrio de terror como el que hay entre India y Pakistán, el ascenso de Irán al rango de una potencia regional, la necesidad de iniciar un diálogo serio con este país.

Pero la conclusión principal es: hacer la paz con el pueblo palestino y todo el mundo árabe, para quitarle a Irán cualquier pretexto de fingir que los defienden contra nosotros.

Publicado en Gush Shalom · 3 Abr 2010· Traducción del inglés: Ilya U. Topper