Joan Margarit
«Los catalanes seremos siempre pobres con esta España»
Alejandro Luque
Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938) nos recibe en la localidad costera de Colera, muy cerca de la frontera francesa y presente en muchos de sus versos. Es la víspera de la votación a favor de abolir los toros en Cataluña, y apenas han pasado unos días de la multitudinaria manifestación en Barcelona contra la sentencia desfavorable del Tribunal Constitucional contra la reforma del Estatut. Margarit ha escrito poemas en castellano, pero siente que su cultura es catalana; sin jactancia chauvinista, pero con orgullo y firmeza. Y vaticina que el futuro de su tierra pasa por ser una nación integrada en Europa y sin fronteras.
¿Es cierto eso de que la patria del escritor es la lengua?
Es su supervivencia, sobre todo en poesía. Como sabes, yo me traduzco a mí mismo al castellano, pero lo que sale de la traducción es ya otro poema. Hay una cosa que los de habla castellana, por lo general, no entienden. Existen dos Españas, la chocarrera del puro en los toros, la del artículo constitucional que dice que el ejército está para salvaguardar la unidad de la patria, la de los golpes de Estado que lo primero que han hecho siempre, ¡lo primero, antes de tomar la radio! ha sido prohibir el catalán… Esta España no ha entendido nunca que lo que es para ellos su lengua castellana, también es para los demás la otra lengua. La crueldad de impedir a una persona hablar su lengua, ser juzgada en su lengua, no la han entendido nunca. Cuando yo tenía cuatro años, esa España me decía “Habla en cristiano”. Por eso tampoco entiende que queramos abolir los toros, que queramos oponernos al Tribunal Constitucional…
¿No lo entienden en otras regiones?
«Mi abuela al retrete le llamaba Felipe V, y no sabía leer, pero sabía quién era Felipe V»
Yo recito mucho en Andalucía, y una vez, comiendo con un grupo de profesores, uno de ellos me dijo: “Ustedes, los catalanes, humillaron a mis antepasados andaluces que fueron allí a trabajar”. Mi respuesta fue: “Oiga, no se equivoque. Aquellos que humillaron a sus padres y abuelos, eran los mismos que me estaban humillando a mí”. Porque a sus padres y abuelos los humillaron en castellano. Era aquella burguesía pija que se vendió al franquismo, y aquella aristocracia catalana que nunca habló catalán. Ésos eran los que tenían el dinero y el poder. Mis padres y mis abuelos no pudieron humillar a nadie.
¿De entonces viene el origen de la tensión actual?
Las cosas se olvidan, pero quedan posos. Mi abuela al retrete le llamaba Felipe V, y no sabía leer, pero sabía quién era Felipe V. Y sabía lo que era un Borbón. Ahora es un momento de cambio del mundo importante. Este empeño del Estado español de decir todos los días que Cataluña no es Kosovo, ¿quién lo ha preguntado? ¡Claro que no es Kosovo! Ni Inglaterra, ni Suiza. Es Cataluña. Lo que puede ser es que el problema que tiene es como el de Kosovo. Seguro que sí. España, si hubiera ganado la República, no habría sido Francia, habría sido Yugoslavia…
Y tal vez sin un Tito…
Peor, seguramente. El catalán es pacífico, no ha tenido ejército desde no sé cuándo, desde que iban a Sicilia, a Italia… Por ser así, la Historia le ha ido a la contra. Otro tanto ha sucedido con vosotros, los andaluces, pero os habéis adaptado mejor. Allí hubo el lío entre árabes y los señoritos de Castilla que se apoderaron del capital; aquí no ha ocurrido tanto, se ha mantenido la diferencia, y en la unión que en principio fue pacífica, del reino catalán, aragonés y castellano, Castilla ha hecho de Serbia. Era guerrera, no podía ser otra cosa, y dominó a la periferia. Mientras el poder militar fue determinante, siguió haciendo lo que más o menos quería.
Pero ya no es determinante…
«El grito de la independencia nunca ha sido tan público, tan notorio como ahora»
Todo esto está cambiando. El mundo occidental está en un momento donde ya no se pueden hacer las barbaridades que se hacían. La información es tan importante que no hay político que no le tema a lo que dirán de él. Nadie está dispuesto a que se apedree a un tipo por ser homosexual, a que la legislación no contemple el aborto… La libertad al final ha cuajado. Y en este ambiente, decir que el ejército está para garantizar la unidad de la patria, cuando ves alrededor los ejemplos de Escocia, de Bélgica, y la sangre nunca llega al río; en un momento donde lo que importa son otras cosas, y no los ejércitos, esa cláusula de la Constitución hace mear de risa. Demuestra que el Estado español responde al peor modelo unamuniano, “que inventen ellos”. Y las naciones que funcionarán serán las creativas, las que sean competitivas, las que estén arriba del ránking de la inteligencia, no del ejército.
¿Y Cataluña quiere estar ahí?
Verás, está apareciendo un independentismo que reúne a más de un millón de personas en una manifestación, que está uniendo a gente de habla catalana y gente que no habla catalán…. Y partidos tradicionalmente independentistas, como Esquerra Republicana, están bajando. ¿Cómo lees esto? Que el grito de la independencia nunca ha sido tan público, tan notorio como ahora, y ERC está bajando. Aquí se empieza a sospechar que como nación independiente viviremos mejor que como autonomía española. Amigo, y cuando empieza a suceder esto cambian muchas cosas. Y el otro sigue yendo a los toros con el puro y te dice que te va a gobernar desde el Constitucional. Están pasando cosas, y espero que pasen más de una puñetera vez. A ver si antes de morirme puedo ver al tío del puro fuera de mi casa. Entendiendo por mi casa la casa de todos, ¿eh?, porque fronteras no va a volver a haber.
¿Se atrevería a hacer un pronóstico de cómo se desarrollarán los acontecimientos?
«Cataluña tiene que ser Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Escocia. No puede ser otra cosa»
Si las cosas no van así, es que habremos perecido. Seremos la cola del mundo que viene. Es la única salida si queremos contar para algo, Cataluña tiene que ser Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Escocia. No puede ser otra cosa. E insisto, basta de fronteras…
¿Cómo ser Suiza o Luxemburgo sin fronteras?
Siendo Europa. ¿Qué cambia para Europa el hecho de que, de una puñetera vez, me juzguen en catalán? Es un paso más de libertad.
¿Hasta qué punto la tensión está en la calle, o es un juego de los políticos?
No, no, me temo que los políticos no están a la altura, ni en España ni en Cataluña. Van a ser sobrepasados por la realidad. No soy pitoniso, no sé cómo van a venir las cosas. Pero estoy convencido de que los políticos dirigen como en la metáfora del elefante: el tío que va encima del elefante y hace ver que él lo guía. El político va encima de la realidad y dice “yo soy el guía”. Pero el elefante va adonde quiere.
Preguntaba de qué manera se manifiesta esa voluntad entre la gente.
Bueno, esta misma manifestación nos sorprendió a todos. Que en un día de julio, en plena canícula, haya tanta gente dispuesta a salir y hacerse oír, es muy importante. En este momento, las encuestas están dando, entre independentismo o federalismo más extremo, el 70 por ciento. La gente está hasta los huevos de que la dirijan. No hay tanta gente independentista en el sentido tradicional, no están arrobados por la Virgen de Montserrat y los segadors, hay más cosas. Nunca vi tan involucradas en un movimiento de este tipo, por ejemplo, a las fuerzas económicas. Y estos no están por los segadors. Es que con esta España no vamos a ningún sitio. No nos la quitamos de encima ni con izquierdas ni derechas: con ella seremos pobres siempre.
¿Pobreza espiritual?
Sí, y material también. Por eso hay tanta gente metida en el ajo. Si el partido independentista es sólo espiritual, se va al carajo, como ERC. Algo está cambiando muy a fondo.
Como poeta bilingüe, ¿cómo contaría la convivencia de castellano y catalán en su escritura? ¿Han luchado en su interior?
«Hablar castellano o catalán no es ningún mérito, has nacido en un lugar, y se habla así»
No, en absoluto. Afortunadamente, ser poeta te lleva a lo primero, que es el respeto brutal de todas las lenguas. A cualquiera de los dos lados que me ha preguntado por qué escribía en catalán o en castellano, siempre he contestado sencillamente porque me da la gana. Y además, no tiene ningún mérito. La obsesión por la identidad lleva a que las personas demos mérito a unas estupideces que carecen por completo de él. Cuando oigo a Gamoneda diciendo que es de El Bierzo, me digo, ¡joder, como si fuera algún mérito ser de El Bierzo! Yo no soy de El Bierzo, ¿y qué? Hablar castellano o catalán no es ningún mérito, has nacido en un lugar, y se habla así. Y tampoco es un demérito del otro, claro está.
Recuerdo que en un Congreso de la Lengua, usted habló de la angustia de sentir la propia lengua en peligro de extinción. ¿Lo ha sentido así?
Constantemente. Es muy duro que sobreviva no ya una lengua, sino una cultura, sin Estado, en estos siglos XIX y XX en que el Estado ha sido feroz, es casi un milagro. Esto ha traído también una consecuencia infame, y es que hubo un tiempo en que sólo hacer un poema en catalán ya era un mérito. Eso es otra estupidez, y contra ella se ha reaccionado. Son cosas inevitables, y si algo es fácil es eliminar a los malos poetas: el tiempo se los carga a todos.
Es curioso que antes de traducirse a sí mismo al castellano, tuvo traductores como Jiménez Millán o García Montero, que vertían sus poemas a una lengua que usted domina.
Dominar el castellano por mi parte era importante, pero cuando tienes confianza con el traductor se acabaron las historias: el responsable es él. Si Antonio o Luis me dicen que van a traducir un poema mío, ni me lo miro.
¿Qué lugar ocupa una ciudad como Barcelona en su vida y su obra?
«Puedo no volver a Barcelona nunca más, pero he de saber que vengo de aquel café de la Rambla»
Barcelona es para mí el centro. Ni siquiera es un símbolo, es que tú eres la ciudad y la ciudad eres tú. La ciudad es la suma de ciudadanos, no son las piedras. Las piedras son el fondo del cuadro, pero en un cuadro el primer plano es lo fundamental. Yo soy Barcelona, dicho sin presuntuosidad. Sin los ciudadanos Barcelona no existe, y por tanto sin mí tampoco. Esta historia de que el mundo se ha abierto, y somos de todas partes, y tanto nos da vivir en San Francisco como aquí, no es cierta. El ser humano necesita un lugar, sigue necesitando una madre. Y las personas que no lo han tenido sufren esta pérdida. El Estado y la nación te los puedes saltar o no, pero el lugar donde vives, y la familia de la que has nacido, lo que te han dado en tus primeros pasos, ese lugar lo necesitas. El mundo está abierto, sí, pero necesitas saber de dónde vienes. Antes era muy importante saber a dónde ibas, la apertura del mundo consiste en tener libertad para saber adónde vas. Puedo no volver a Barcelona nunca más, pero he de saber que vengo de allí, de aquel café de la Rambla. Por eso dice Kavafis que la ciudad siempre va contigo. Es que eres tú. Y no hay que exagerar los méritos, porque tú no escoges de dónde vienes. No vayas por el mundo diciendo: “Es que yo soy de Barcelona…”
¿De qué modo una ciudad portuaria, y fronteriza con Europa, le conectó con el mundo?
Esto sirvió mucho durante el franquismo. Ahora ya no es tan útil, pero antes era fundamental para defenderse de esa España chocarrera, de la sensación de que los catalanes habíamos perdido todas las guerras, y ganamos la única que debíamos haber perdido, que era la del francés… En aquellos años, poder coger un coche o un tren a París y saber que al final estaba un lugar –un lugar mítico, ¡ojo!– donde podías comprar toda la literatura que quisieras… Era salir de un país desgraciado.
¿Y el mar?
En sentido metafísico, desde luego, tú te asomas al mundo a través de tu ciudad. Y siempre vuelves a ella de una manera u otra, física o mental. Ahora bien, hay para mí dos mares: uno es este, y otro el Atlántico de las islas Canarias, donde me hice poeta. Están mezclados, uno de la infancia y otro el de la adolescencia. No sabría vivir en una ciudad sin mar. Una ciudad sin mar es redonda, y yo estoy acostumbrado a las ciudades de media luna, donde la otra mitad es el agua. Las ciudades que se cierran sobre sí mismas en una circunferencia me ahogan. Esa media ciudad de mar, la que no está, la necesito como el aire. Quitarla es como si quitaras el cielo y pusieras una cúpula.
¿Cuándo dice eso habla el poeta o el arquitecto?
«La poesía se hace con palabras, pero también los informes municipales»
Los dos, no hay más que uno. El poeta ha comido del arquitecto, nada más. Lo que pasa es que no es lo mismo vivir de la arquitectura que, por ejemplo, tener un tío rico que te pase una mensualidad. Es una formación. Y dentro de la arquitectura, me he dedicado al cálculo de estructuras, que es una formación científica. Eso me permitió acercarme a la poesía no desde la Literatura.
Sin embargo, sí le gusta hablar de la arquitectura del poema, de la arquitectura de la memoria…
Es que creo que desde las ciencias te puedes acercar de una manera más clara a la poesía. La poesía se hace con palabras, pero también los informes municipales. Suelo decir que a lo que más se parece un lector de poesía es a un tío que coge una partitura de Beethoven y la toca. Por eso la poesía tiene menos lectores, porque implica un esfuerzo. El lector de una novela se parece más bien al que va a un concierto a escuchar, y puede hacerlo con una atención brutal y los oídos sangrando, o pensando en sus negocios. No lees un poema para matar el rato. O juegas o no juegas.
¿Prefiere la poesía, pues?
Uno de los inconvenientes de la poesía es que es un vicio solitario, pero también ahí estriba su poder. Si soy arquitecto y no tengo 500 millones de euros para construir, no soy nadie. Pero poéticamente lo soy todo con un papel y un lápiz.