Mehmet Ali Agça
«Yo estoy en el centro del mayor milagro del cristianismo»
Ilya U. Topper
Tiene un algo mesiánico. El cabello blanco, la mirada directa y calma, frases breves y claras como sentencias. Mehmet Ali Agca, tal vez el asesino más famoso de la historia, el que disparó al Papa, tiene hasta carisma.
¿Asesino? Él lo niega. “No he matado a nadie en mi vida”, asegura. Tampoco tuvo intención de matar al Juan Pablo II, aquel 13 de mayo de 1981, cuando se acercó al pontífice en la Plaza de San Pedro y le disparó cuatro balas: dos en los brazos y dos en el abdomen. No fue mala puntería, sostiene hoy: “El plan era herir al Papa; me ordenaron no matarlo”.
¿Quién se lo ordenó? A esta pregunta, Mehmet Ali Agca ha dado diferentes respuestas a lo largo de su vida. Ha dado pie a decenas de teorías, a cual más inverosímil. Si para unos, la orden venía de los servicios secretos de Bulgaria o el KGB soviético, otros implicaban a Alemania o a la CIA, a través de la ultrasecreta organización anticomunista de la OTAN en Turquía, la Gladio. Sólo en un punto hay unanimidad: Mehmet Ali Agca no actuaba solo sino que recibía órdenes, algo que asegura incluso Juan Pablo II en su libro Memoria e Identidad.
Tras la KGB y la CIA, Ali Agça revela otro cerebro tras su atentado: el propio Vaticano
Ahora, Ali Agca ha revelado un nuevo candidato: el cerebro tras el atentado fue el cardenal Agostino Casaroli (1914-1998). Encargado de tratar con la persecución de la Iglesia en los países comunistas, Casaroli obtuvo el cargo de primer ministro del Gobierno vaticano y el rango cardenalicio en 1979 y siguió en el puesto hasta 1990. Sin duda, un hombre con poder.
Ali Agca nunca se encontró con él, admite, “porque no era necesario”. “Fue un agente del Vaticano, el Padre Michele, quién me lo reveló”, asegura. Ahí se acaba la pista. “Conozco la identidad verdadera de Padre Michele pero ha dado mi palabra de honor de nunca revelar su nombre”, añade.
¿Rencillas internas del Vaticano? Nada de eso. “El Vaticano quiso realizar el tercer secreto de Fátima que incluía el atentado al Papa”, zanja Ali Agca. El ‘Tercer Secreto’, hecho público por el Vaticano en 2000, describe al pontífice agonizando bajo las balas de un grupo de soldados, pero el entonces cardenal Joseph Ratzinger pidió “descartar” la idea de que “la tentativa de asesinato de 1981” tuviera algo que ver. Eso sí, el atentado tuvo lugar un 13 de mayo, efeméride de la primera aparición de la Virgen de Fátima en 1917.
¿Un pistolero al servicio de un milagro? Ali Agca cobró, sí, pero no se considera un sicario. “El Vaticano me pagó unos 50.000 dólares para mis gastos personales y para adquirir una pistola”. Ir a la cárcel formaba parte de los gajes de oficio: “El Vaticano no tenía ningún plan de fuga; lo había hablado con el Padre Michele”.
Disparó por convicción: “Yo creía que aquello era un plano divino y que Dios me había escogido. Por eso colaboré con el Gobierno vaticano”, asegura. “Hice lo que era necesario para cumplir con el misterio de Fátima. De otra manera, disparar al Papa sería un crimen terrible”.
“Yo creía que aquello era un plano divino y que Dios me había escogido»
Pero usted no era cristiano entonces…
No era cristiano, no. Pero hay una lógica universal religiosa, que me convenció.
¿Y ahora se considera cristiano?
Pertenezco a la religión de Dios, que significa islam y cristianismo. Estoy dispuesto a bautizarme en Roma pero el Vaticano debe reconocer que el islam es la religión de Dios.
Lo veo difícil..
No es difícil. Juan Pablo II ha besado el Corán, el libro sagrado del islam. Yo quiero unificar islam y cristianismo, todos los musulmanes y los cristianos deben convertirse en hermanos. Porque el sionismo los quiere dividir, lo que es injusto.
¿El judaismo no forma parte de aquella religión universal?
El judaísmo sí, pero no el Mossad.
Hace poco aseguró que usted mismo era una figura religiosa…
Bueno, yo estoy en el centro del mayor milagro del cristianismo, el secreto de Fátima.
Un milagro organizado no es un milagro…
Sí, lo organizó Dios; Dios utilizó el Vaticano…
Mehmet Ali Agca no se lo toma a mal que uno muestre serias dudas sobre su concepción del atentado como un milagro. Es más, se ríe como de un chiste. Y vuelve a surgir la duda de si todo es una farsa o si realmente cree en lo que dice. En enero, un hospital militar turco lo encontró ‘no apto’ para el servicio militar, por “severos trastornos antisociales”. Hoy, su comportamiento es relajado, cordial, cercano.
Recibe al periodista en el despacho de su abogado, en una calle tranquila del barrio de Pendik, en la parte asiática de Estambul. Pocos días antes salió en el programa ‘Habitación cósmica’ de la televisión pública turca TRT, pero los diarios turcos parecen hacerle el vacío.
“Sí, fue un plan divino”, intenta convencer. “Y que el Vaticano secuestrara a una chica para liberarme es un milagro”. Se refiere a Emanuela Orlandi, una joven de 15 años, hija de un empleado del Vaticano, que desapareció en junio de 1983 sin dejar rastro. Dos semanas después alguien llamó por teléfono y propuso intercambiarla por Ali Agca.
Hasta ahí los hechos. Lo que no se sabe es quién llamó y si realmente tenía en su poder a la chica. Agca dice que sí, pero que no hubo trato porque “el presidente de Italia, Sandro Pertini, era un ateo y no aceptó la solicitud del Vaticano. Ahora, Emanuela Orlandi vive como monja de clausura en un convento. Ella está bien”, añade. Una teoría más para el rosario de hipótesis.
En Turquía, a Ali Agca se le odia por haber asesinado en 1979 al periodista Abdi Ipekci, algo que niega
Fue en ese momento que Juan Pablo II supo la verdad, asegura Ali Agca. De hecho, en diciembre del mismo año tuvo lugar la entrevista privada de los dos en la cárcel de Rebibbia. “Luego el Papa dijo que nuestra conversación fue decidida por Dios”, recalca Ali Agca. Lo que hablaron nunca se ha dado a conocer. Sí se sabe que el Papa recibió varias veces a familiares del pistolero, aunque “mi familia no sabía entonces la verdad; se han enterado ahora”, añade.
En Turquía, a Ali Agca no se le odia tanto por sus disparos al Papa sino por haber asesinado en febrero de 1979 al periodista turco Abdi Ipekci, director del diario Milliyet e intelectual comprometido con los derechos humanos y la defensa de las minorías. Era uno de los periodistas más admirados de Turquía, maestro de la profesión. Su muerte fue un golpe duro para el oficio. Ahora, la prensa turca parece haber hecho piña en un acuerdo: no dar la palabra a su asesino.
¿Asesino? Agca fue condenado a cadena perpetua en Turquía por este crimen pero se escapó de prisión seis meses más tarde con la ayuda de Abdullah Çatli, al que califica de “amigo”, aunque admite que era “un mafioso, un criminal utilizado por el Gobierno turco”. Pero niega su propia implicación en el asesinato de Abdi Ipekci. “No lo hice. Soy inocente. En esa época no existía justicia en Turquía”. Asegura no saber tampoco quién disparó al periodista. “Ni me interesa”.
«Quería cambiar el mundo, ser un combatiente de la libertad como Che Guevara o Nelson Mandela»
Mehmet Ali Agca sí admite haber sido miembro de los ultranacionalistas ‘Lobos Grises’ turcos, pero se distancia: “Yo utilicé aquel grupo fascista para mis fines: quería cambiar el mundo, ser un combatiente de la libertad como Che Guevara o Nelson Mandela. Era anticomunista: la Rusia estalinista era un infierno. Yo creía en la democracia y la libertad, en cierto sentido como el Vaticano”.
De Gladio, la supuesta red anticomunista de la OTAN, no quiere saber nada: “Nunca tuve contacto con aquella organización criminal”. Ni tampoco hay que esperar revelaciones sobre lo que pueda quedar de aquellas redes clandestinas en Turquía. “Hubo conexiones entre el Estado y la mafia, desde luego, hasta hace pocos años, pero el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, está destruyendo los elementos criminales”.
El libro que ha escrito Ali Agca sobre su experiencia ―se llama Por qué disparé al Papa― saldrá este mes en Turquía en las librerías. Los intentos de encontrar editor en Italia e Inglaterra han sido infructuosos hasta ahora. “La CIA no quiere que salga: dijo desde el principio que detrás del atentado estaba el KGB y no quiere otras versiones”, cree Agca.
Si la CIA no quiere que usted hable, ¿no tiene miedo?
Yo creo en Dios. No tengo miedo. Ni de la CIA, ni del Mossad ni del SISMI, el servicio secreto italiano. Dios es más fuerte.
Pero si los milagros al final los organiza alguien…
Mehmet Ali Agca se ríe de nuevo. Quiere concluir con un mensaje, trazando una paralela entre su atentado, “atribuido al Kremlin por la CIA”, y el de las Torres Gemelas. “El islam condena el terrorismo. Al Qaeda es una organización criminal, la condeno. Es enemiga del islam y enemiga del cristianismo, enemiga de Dios”.