Crítica

Americanada

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 5 minutos
Cinco minaretes en Nueva York
Dirección: Mahsun Kirmizigül 

Género: Largometraje
Intérpretes: Haluk Bilginer, Mahsun Kirmizigül, Danny Glover, Gina Gershon
Produccción: Boyut Film
Guión: Mahsun Kirmizigül
Duración: 117 minutos
Estreno: 2010
País: Turquía
Idioma: turco
Título original:  New York’ta Beş Minare 


No es por casualidad
que a Mahsun Kirmizigül (Diyarbakir, 1969) le llaman el ‘Spielberg turco’. Al menos a tenor de su última película, que se estrena este mes en toda Europa: un montaje muy profesional que debe de haber costado un potosí, una historia de buenos muy buenos y malos muy malos, lágrimeo a raudales y mucho, mucho disparo. Una americanada.

No se engañen: los malos son los islamistas, por supuesto. Esos tipos barbudos que tienen por costumbre secuestrar a inocentes, rebanarles el cuello, poner casetes con versos del Corán, armarse de un arsenal de bombas, lanzamisiles y metralletas que no cabría en un camión, atrincherarse en un edificio y morir matando.

Los buenos ―ahí radica lo que el director seguramente entiende por mensaje novedoso― no son los agentes del FBI, que no se enteran de nada, sino, tachán, otros islamistas. En concreto un predicador exiliado en Nueva York, de verbo suave y maneras encantadoras, bien afeitado y con apenas un bigotillo canoso.

Los malos son los islamistas, esos que tienen por costumbre atrincherarse y morir matando

La historia es algo enrevesada. Resumamos: un superviviente del inicial ataque espectacular a una madriguera de terroristas islámicos confiesa que el ideólogo de todo es un tal Haci (peregrino, ‘don’) Gümüs, que vive exiliado en Nueva York. Dos policías turcos ―uno de ellos interpretado por el propio Kirmizigül― se encargan de pedir su extradición a Estados Unidos. Por supuesto, el Haci es detenido con toda la parafernalia de la que es capaz el FBI, encarcelado con grilletes y uniforme naranja chillón y trasladado pronto al aeropuerto. Si su abogado hubiera mirado en internet habría interpuesto un recurso de habeas corpus y el proceso se habría alargado unos años, pero entonces no habría película.

En lugar del abogado, unos chavales negros afiliados a Nación del Islam ―una secta estadounidense― se encargan de hacer descarrilar el proceso y el coche blindado y ponen a salvo al Haci que, por cierto, está casado con una estadounidense cristiana y tiene una hija encantadora con un novio guapo.

El filme terminará en Turquía donde se evidenciará que todas las acusaciones contra Haci Gümüs son fabricaciones y que los verdaderos malos son otros, que visten turbante, chilaba y barba. El Haci los derrotará en una disputa de teología islámica en la cárcel, demostrando que el islam no manda matar a nadie.

Me guardaré la traca final, por si alguno de ustedes quiere ver la peli, que da un giro ciertamente inesperado a la historia, pero advierto que antes tendrán que pasar por unos interminables minutos de lágrima viva en el reencuentro con la madre (en la proyección de prensa, aquí es donde se fue la mayor parte de los invitados) y unos cuantos planos del Bósforo en los que sólo falta el logotipo de la Oficina de Turismo de Turquía. Y no, no cambia lo esencial: el bueno sigue siendo Haci Gümüs, y pagarán justos por pecadores.

Lástima que en la vida real, las cosas no sean tan sencillas y que Haci Gümüs no sea realmente Gülen Hoca

La historia es tan simple en su división del islam en buenos y malos que hasta un público estadounidense la entenderá. Lástima que en la vida real, las cosas no sean tan sencillas y que los predicadores islamistas pacíficos no se limiten a soñar con bailes de derviches sino con un orden social basado en la segregación de mujeres y hombres. Lástima que sus seguidoras, lejos de llevar cruces, suelen ir hasta el Tribunal de Estrasburgo para demostrar que su pelo es tan erótico que ningún hombre debe verlo sin caer en el pecado (la explicación teológica para el uso del velo). Lástima que Haci Gümüs no sea realmente Gülen Hoca.

Fethullah Gülen Hocaefendi, el maestro Gülen, fundador del movimiento de los ‘fethulacis’, una especie de Opus Dei islámico, vive exiliado desde 1998 en Pensilvania, Estados Unidos y es el ideólogo de la ola de conservadurismo social y neoliberal que influye a buena parte de la nueva clase dirigente de Turquía. Tecleen su nombre en un buscador de internet y pinchen sobre ‘imágenes’. Comprobarán que el actor protagonista de los ‘Cinco minaretes’, Haluk Bilginer, ha hecho un excelente trabajo de interpretación: se parece mucho más a Gülen que a sí mismo.

Ahí queda eso: ya es oficial quienes son los buenos de la película. Al menos para América.

 

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