Entrevista

Carme Riera

«Siempre he vivido como una suerte el hecho de tener dos lenguas»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 7 minutos
Carme Riera (Sevilla, 2012) | ©  Antonio Acedo / Ocnos Comunicación
Carme Riera (Sevilla, 2012) | © Antonio Acedo / Ocnos Comunicación

Un hecho real, la desaparición de un alumno Erasmus de la Universidad Autónoma de Barcelona, presta a Carme Riera el arranque de su última novela, Naturaleza casi muerta (Alfaguara). La subinspectora Manuela Vázquez deberá indagar a fondo en los hechos y sortear pistas falsas para perseguir a quien parece ser un frío y meticuloso asesino.

Riera (Palma de Mallorca, 1948) vuelve a dar pruebas de ese firme pulso narrativo que la dio a conocer con la colección de relatos Te deix, amor, la mar com a penyora (1975) o la novela Dins el barrer blau, que le valió premios como el Nacional de narrativa, el Josep Pla o el Vittorini, entre otros.

Además, la pasada semana, esta buena conocedora del ámbito universitario desde su condición de profesora de filología fue anunciada como candidata para ocupar el sillón “n” de la Real Academia de la Lengua. Si lo lograra, sería la sexta mujer en ocupar una de los 46 puestos de la institución.

Justo estos días, suena su nombre para la Real Academia. Además de sus méritos literarios, ¿cree que sería también un acto de justicia con las mujeres y con el catalán?
Bueno, no sé si sería ir demasiado lejos. Pero, desde luego, agradezco a quienes me han propuesto [Carmen Iglesias, Pere Gimferrer y Álvaro Pombo] y afirmo que para mí es un honor, no puedo decir más.

El revuelo que ha levantado el famoso informe de la RAE, ¿es la prueba de que sí hay algo que discutir sobre el sexismo en el lenguaje?
Aún no he podido leer el informe de [Ignacio] Bosque, pero me consta que es un gramático estupendo y seguro que todo lo que dice está muy razonado. Otra cuestión es que el sexismo está presente en nuestra sociedad, y por lo tanto también se refleja en el lenguaje. Que el sueldo de una mujer en España siga siendo más bajo que para un hombre en el mismo puesto, como se ha publicado recientemente, es un hecho significativo. Queda mucho por hacer.

Alguna vez ha alertado sobre el peligro que corre el catalán, a pesar del apoyo institucional. ¿Cree que la situación actual —crisis, gobierno conservador y españolista— van a jugar en contra de esta lengua?
Espero que no. Es necesario que seamos muy claros en relación a la idea de que España tiene lenguas que son patrimonio de todos. Nadie sensato puede ignorar eso.

¿Y por qué cree que el español medio es incapaz de sentir el catalán como parte de su cultura, y a los escritores de esta lengua como propios?
Quizás no se lo hayan contado bien, es una cuestión de falta de conocimiento. Yo siempre he sentido, por ejemplo, a Rosalía de Castro como patrimonio mío, estoy orgullosa de ello y encantada de que fuera pionera una escritora en lengua gallega, aunque yo sea una escritora mallorquina. Hay que tener conciencia de todo lo que supone tu patrimonio, tu cultura…

¿Considera el mallorquín y el catalán esencialmente la misma lengua?
Sí, sin duda. Las diferencias que podría usted encontrar son las mismas que las que distinguen su acento o su vocabulario andaluz de un castellano de Salamanca. Cada lugar tiene particularidades fonéticas, y poco más.

¿Recuerda haber sufrido dilemas a la hora de decidirse por una u otra lengua para escribir?
Lo que más recuerdo es que, al principio, al traducirme a mí misma, los correctores de mis libros catalanes solían corregirme cosas que yo había puesto conscientemente, expresiones mallorquinas que ellos no consideraban de recibo. ¡Qué exceso de celo! Pero no, no creo que haya tenido ningún momento decisivo en ese aspecto. Siempre he vivido como una suerte el hecho de tener dos lenguas, y hacer versiones de ambas con mis libros me permite ver con distancia cómo funciona todo, detectar los errores y corregirlos en ambas.

Llorenç Riber decía que el insular es un ave de alas demasiado grandes para el tamaño del nido. ¿En qué momento sintió usted que necesitaba volar?
Cuando fui a estudiar a Barcelona. Yo me sentía y me siento profundamente mallorquina, y de hecho creo que hay que volver siempre al lugar del que procedes. Pero para eso hay que salir primero. Es importante marcharse y volver, sobre todo cuando eres de una isla.

En Barcelona, se relacionó usted con la Gauche Divine. Con la perspectiva actual, ¿qué diría que queda de aquellos tiempos?
Los conocí a todos, he trabajado sobre la obra de muchos de ellos, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma… Era una generación muy peculiar, que ha logrado que sus libros permanezcan. Siguen siendo muy influyentes sobre los poetas que han venido después.

En los últimos tiempos han salido varias novelas que abordan la universidad española desde un enfoque crítico o poco complaciente. ¿Ha caído un tabú?
Si lo había, yo creo que era un tabú absurdo. Todo es criticable para mejorar, desde luego la universidad también, y que los novelistas contribuyan a esa labor me parece una buena noticia. ¿Cuántas cosas se podrían reformar? Podríamos empezar y no acabar nunca. No sólo en el ámbito universitario, sino también en la enseñanza en general. Eso es lo más urgente. Se necesita un pacto de Estado serio. Empezando por enseñar a leer y a escribir, dos cosas que los estudiantes que llegan a la universidad española no saben hacer.

Su personaje de Manuela Vázquez, ¿tiene de Vázquez Montalbán algo más que el nombre?
Es un homenaje clarísimo, no sólo a Vázquez Montalbán sino también a su Pepe Carvalho, así como a la saga de Montalbano, de Andrea Camilleri. Pero Manuela tiene un gran problema respecto a Vázquez Montalbán, no sabe cocinar, de manera que, para compensar, la hago ir de vez en cuando a algún restaurante bueno en mi novela.

Hace algunos años, Maruja Torres ya convirtió a Vázquez Montalbán en personaje novelesco… Para muchos ya vive en la ficción…
Creo que sí, Manolo vive en la ficción, pero por él mismo, no porque los amigos hagamos alusión de él. Cada vez que alguien abre un libro de Vázquez Montalbán, lo siente vivo.

Antes del boom de la novela negrocriminal nórdica, se ha ido desarrollando en las dos últimas décadas una potente ola mediterránea dentro del género. ¿Cree que era un territorio propicio?
¡Por supuesto! No tienes más que mirar a Sicilia y las mafias, y a partir de ahí, encuentras de todo. Pero conste que yo soy una principiante en esto. A mí me gusta esa novela mediterránea porque la siento más próxima, me resulta muy fácil identificarme con ella. Supongo que el hecho de que haya un cielo y un mar comunes nos favorece mucho las cosas.

La pregunta de… Maruja Torres

¿De dónde sacas ese acierto tan estupendo para poner títulos hermosos?
¡Huy! No lo sé… Me cuesta mucho encontrar los títulos de mis novelas, pero si a la gente le gustan, me parece perfecto. Creo que se lo debo a medias a la casualidad, y al hecho de que me gusta la poesía, y a veces encuentro en ella ideas para titular.