Reportaje

Los suníes reclaman autonomía

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 8 minutos
Carteles religiosos chiíes en Bagdad (2012) | © Karlos Zurutuza
Carteles religiosos chiíes en Bagdad (2012) | © Karlos Zurutuza

“¡Está en todas partes, es imposible escapar a su mirada en Bagdad!” Yarub, universitario de 23 años de Bagdad se refiere al imam Alí. El yerno de Mahoma —al que los chiíes profesan ciega devoción— clava su adusta mirada desde murales, carteles, banderas que cuelgan de minaretes, de edificios oficiales, e incluso desde los cientos de checkpoints y miles de vehículos militares desperdigados por la capital de Iraq.

“En teoría está prohibido que ningún edificio o vehículo oficial porte ningún tipo de distintivo pero aquí las leyes se interpretan como el Corán: cada uno lo hace a su manera”, dice este joven de madre chií de Nayaf, padre suní de Mosul, y que se confiesa musulmán “relajado”. En contra de lo que se pueda pensar a tenor de la atmósfera sectaria imperante, los matrimonios “mixtos” han sido moneda de uso corriente en Iraq.

«Antes a nadie le importaba si eras chií, suní, cristiano… Los partidos espolean el odio»

“Hasta hace pocos años a nadie le importaba si eras chií, suní, cristiano… Todo este odio sectario es espoleado por los partidos políticos en su lucha por el poder, pero también sirve para desviar la atención de los verdaderos problemas reales del país”, se queja Yarub desde un restaurante de comida rápida en el barrio suní de Mansur. Sea como fuere, los suníes del país denuncian discirminación a manos de la coalición chií hoy en el poder. Sin ir más lejos, las cifras reales de chiíes y suníes en el país son disputadas por ambas sectas del islam:

“Tras la invasión, los americanos impulsaron la falsa idea de que los árabes suníes somos un 20% de la población y los chiíes un 60% cuando, según nuestras propias estadísticas, no seríamos menos de un 40% de la población”, se queja Ahmed Alwani,parlamentario de la Lista Iraqiya (partido laico de la oposición que concentra el voto suní) desde su residencia en Ramadi, la capital de la región de Anbar.

“Se nos veta en todas partes y ya desde la misma escuela. ¿Has oído lo ocurrido en Tikrit el otro día?” Alwani se refiere al asalto de una escuela el pasado 25 de enero a manos de soldados iraquíes que se saldó con el arresto de siete alumnos, de entre 13 y 14 años, mientras hacían sus exámenes semestrales. El gobierno sigue sin dar explicaciones de ningún tipo sobre lo ocurrido.

Dos meses antes, el decano de la universidad de Tikrit había presentado su dimisión tras el despido de 140 empleados y profesores de dicho campus. Estos se sumaban a los más de 1200 docentes despedidos desde que Ali Adib, Ministro de Educación, tomara posesión de su cargo en 2006. Todos eran suníes.

Alwani se ampara en la “naturaleza federal de la Constitución iraqui” ante la posibilidad de que las provincias de mayoría suní de Anbar y Salahadin pudieran constituirse en un futuro en una región autónoma. El parlamentario añade que fue él “el primero en impulsar dicho proyecto hace año y medio”.

Desplazados

Qasim Mohammad Abid, actual gobernador de la región de Anbar y compañero de partido de Alwani, aporta más claves sobre la supuesta discriminación de los suníes en Iraq:

“El Gobierno de Bagdad nos excluye desde los puestos de mando más altos hasta los soldados del último checkpoint en el último rincón del país”, dice Abid, apuntando al mismo tiempo que los suníes hoy “sólo son mayoría en las cárceles.” En ausencia de censos oficiales, se habla de que más de un 80% de los presos en Bagdad son musulmanes suníes.

“Así es como quieren desequilibrar la balanza demográfica en Bagdad”, dice Abu Bakar, un desplazado del barrio bagdadí de Kadimiya. “Tuve suerte. La policía me arrestó sin motivo alguno y comunicó a mi familia que quedaría libre a cambio de 2000 dólares, y sin cargos. Si no me iba de Bagdad, decían, volverían a arrestarme, con lo que acabaría por arruinar a mi familia, siempre y cuando no me mataran las milicias de Moqtada Al Sadr —líder político y clérigo chií”—, recuerda este hombre de 50 años.

Abu Bakar llegó a Ramadi el año pasado. Es uno más de entre los miles de desplazados internos suníes que han recalado en la región de Anbar. Asegura que su casa está ahora ocupada por una familia chií quien, a su vez, se la habría comprado a una misteriosa “inmobiliaria” por unos 80.000 euros. “Sé que alguien ha vendido la casa pero lo cierto es que yo no he firmado nada”, asegura este hombre de 50 años que trabaja esporádicamente en la administración.

Omar también es suní. Todavía no ha abandonado Bagdad pero teme por su vida y prefiere no dar su nombre completo. Asegura ser uno de los escasos suníes con un puesto de cierta responsabilidad en el sector de la seguridad. Lleva cuatro años trabajando pero puede que este sea el último: “Desde que empecé a trabajar en mi sección, el número de suníes no ha hecho más que bajar. De 153 en mi departamento, 15 éramos suníes, y hoy sólo quedamos cuatro”, explica este joven de 28 años desde el barrio de Dora, barrio suní de Bagdad rodeado por muros de hormigón y al que se accede a través de un checkpoint desde el que ondean las banderas chiíes habituales.

Omar dice haber sido amenazado tres veces mientras muestra una foto en la que se ve el estado en el que quedó su coche tras ser empujado fuera de la vía hace escasas semanas. El joven añade que, antes o después tendrá que abandonar su puesto y ya empieza a barajar la posibilidad de marcharse a Anbar o Salahadin.

El refugio kurdo

Desde el Ministerio para el Diálogo y la Reconciliación, el director de relaciones internacionales, Saad Yousif al Muttalibi, niega categóricamente discriminación de ninguna clase y alude a otras razones para justificar el escaso número de oficiales suníes en la administración:

“Si hay tan pocos suníes es por la fetua —dictamen religioso — que emitieron los imames suníes contra todo aquel que colaborara con lo que ellos llaman “gobierno títere”, explica el alto oficial de Estado de Derecho, la coalición que lidera el primer ministro Nuri Maliki. Muttalibi culpa a la “infiltración de Al Qaeda” de los recientes despidos de oficiales.

“La crisis política en Iraq es grande, y es precisamente por eso por lo que los iraquíes debemos permanecer unidos”, concluye Muttalibi, parafraseando así la postura del Gobierno en torno a la posibilidad de una región autónoma para los suníes de Iraq.

«Un estado federal podría ser una solución temporal hasta que disfrutemos de una justicia real»

De vuelta en Anbar, Hussein Ghazi Samarrai, clérigo suní, discrepa de la versión de Muttabili, punto por punto: “Es cierto que hubo una fetua para evitar que nuestra gente se uniera al los chiíes y a los americanos, pero eso fue en 2004”, explica este imán suní de Bagdad hoy residente en Samarra. “La prueba de que la fetua no está en vigor es que participamos en las elecciones de 2006 y 2010 y conseguimos más de 100 asientos en el parlamento, y eso a pesar de que mucha de nuestra gente había huido del país”.

Respecto al proyecto de región autónoma, Samarrai lo ve como una opción “menos mala”, y no definitiva: “No me gusta la idea de un estado federal pero nos vemos empujados hacia ello. Podría ser una solución temporal hasta que disfrutemos de una justicia real en el país” dice el clérigo de barba recortada.

La orden de arresto emitida por Maliki contra el vicepresidente Tarik Hashemi el pasado diciembre fue el detonante de la crisis política en la que está sumido el país. Tras ser acusado de participar en un complot terrorista, Hashemi encontró refugio en la Región Autónoma Kurda.

Precisamente, los kurdos disfrutan de un enorme grado de autonomía desde la primera guerra del golfo. La suya es, sin duda alguna, la región más estable del país, y desde allí observan con prudente cautela lo que acontece entre sus vecinos árabes del sur. Ashwaq Jaf, parlamentaria de la Coalición Kurda, no tiene duda alguna de cual debe ser el futuro de Iraq:

“Un estado federal, un Iraq a tres bandas es la solución más deseable para todos”, explica Jaf desde los pasillos del Parlamento, en la fortificada zona verde. “Si los kurdos de Iraq hemos sobrevivido hasta hoy ha sido gracias a que disfrutamos de nuestra propia autonomía. Los suníes necesitan hoy la misma medicina, y de manera urgente”.