Cristianos camino de la guerra
Ethel Bonet
El pueblo cristiano de Gazani, en el noroeste de Siria, se ha convertido en un campo de tiro de las fuerzas del régimen desde que pasó al control de los guerrilleros adscritos al Ejército Sirio Libre.
Enclavado en un valle de Yebel Akrad (Monte de los Kurdos), la cordillera montañosa que serpente entre las provincias de Idlib, Hama y Latakía), Gazani es un pueblo cristiano rodeada de aldeas suníes y alauíes. El continuo bombardeo por parte de las tropas regulares ha obligado a sus vecinos a abandonar sus casa y refugiarse en los barrios cristianos de Latakía o Alepo, que aún están controlados por las fuerzas gubernamentales.
“Los cristianos podemos vivir con todo el mundo, pero no todo el mundo puede vivir con los cristianos”, explica con inquietud el padre Francisco —prefiere este nombre supuesto— de la orden benedictina. El sacerdote, con túnica de monje y sandalias, y otros 25 vecinos, la mayoría ancianos, son los únicos que no se han marchado de Gazani, cuya población era de 3.000 habitantes antes de que comenzaran los combates.
En Gazani conviven siriaco-católicos, greco-ortodoxos, protestantes y católico-romanos
En esta localidad conviven cuatro comunidades cristianas: siriaco-católicos, greco-ortodoxos, protestantes y católico-romanos, que forman la mayoría. En sus calles se nota la devoción: la muestran pequeñas estatuas de la Virgen María en las esquinas y dibujos en los frisos de las puertas, así como una gran estatua de San Jorge sobre el caballo con su lanza clavada en el dragón. La aldea está coronada por un monasterio que fue construido en honor de San Simeón el Estilita, un monje ermitaño del siglo III d.C., que según la leyenda permaneció como penitente cuarenta años subido a una columna de 17 metros.
El padre Francisco es el fundador de la pequeña hermandad San Simeón el Estilita, y compró un terreno junto a las ruinas del monasterio de este asceta cristiano, en la provincia de Alepo, para construir un nuevo monasterio. Pero pronto, el padre Francisco decidió, por seguridad, trasladar el monasterio a tierras cristianas, debido al extremismo de los vecinos: en aquel terreno está asentada una comunidad wahabí, que sigue las rigurosas doctrinas promulgadas en Arabia Saudí, único país musulmán que no admite la convivencia con los cristianos.
“Construimos los muros externos del templo pero empezamos a tener muchas dificultades con los extremistas, así que decidí regresar a mi ciudad natal”, detalla el padre. “Esta es nuestra tierra; los cristianos somos los primera religión monoteísta que habitó esta región. No nos iremos de aquí”, asegura.
«Los cristianos somos los primera religión monoteísta que habitó esta región; no nos iremos»
Según la tradición cristiana fue precisamente en Siria donde el propio San Pablo, fundador de la Iglesia, se cayó del lomo de su caballo cegado por el rayo divino cuando le encomendaron la misión de perseguir a los cristianos en Damasco. Aún se muestra en esa ciudad la minúscula y subterránea “Iglesia de Ananías”, supuestamente el sótano del cristiano que hizo convertirse a Pablo y le devolvió la vista. Es uno de los varios santuarios sirios que reivindican el honor de ser “la iglesia más antigua de la cristiandad”.
Desde que los guerrilleros del Ejército Sirio Libre tomaron el control de Gazani, “todas las noches los soldados del régimen nos lanzan una ristra de cohetes”, lamenta el padre Francisco, que no culpa a ninguna de las partes de la situación. “Esta guerra no es nuestra guerra; es una guerra entre musulmanes. Yo no estoy del lado de nadie, pero muchos cristianos, algunos por temor, apoyan al régimen por miedo a los islamistas”, insiste.
En Gazani tan solo han quedado dos sacerdotes, él y otro ortodoxo, que comparten una iglesia ortodoxa para oficiar la misa del domingo, cada dos semanas, una misa con el rito católico y la otra, según el ortodoxo. El padre Francisco insiste en que su obligación es quedarse y cuidar del monasterio. “Antes era una localidad tranquila, habitada por gente sencilla, la mayoría campesinos, y nunca hemos tenidos ningún problema de convivencia con los musulmanes. Pero ahora el futuro es ambiguo, nadie sabe qué ocurrirá con este país”, se queja el padre.
En Siria se respeta el principio de laicidad institucional, por el que el islam no es religión de Estado. El sistema asegura a los cristianos sirios un tratamiento de igualdad respecto al resto de comunidades religiosas, con la única excepción de que el presidente del país debe ser musulmán, según la Constitución.
Desde la ascensión al poder del partido Baaz en 1964, los dirigentes han tratado de integrar a las varias minorías del país en una concepción más amplia de «arabidad». De hecho, el Baaz, portaestandarte del panarabismo, que proclama la necesidad de establecer una única “nación árabe”, contó entre sus fundadores al sirio cristiano Michel Aflak y siempre ha mantenido su afán de no asociar el patriotismo a la idea del islam, como ocurre en algunes países árabes.Iglesia y mezquita en Siria
En este contexto, la comunidad cristiana tiene libertad de comprar terrenos y construir iglesias u otras estructuras pastorales, y los sacerdotes están exentos del servicio militar. En las escuelas, los estudiantes cristianos deben seguir el curso de catecismo -unificado para todas las comunidades- mientras que sus compañeros musulmanes siguen lecciones de religión islámica. Para contrarrestar la amenaza de los movimientos fundamentalistas se ha reforzando la cohesión de los cristianos en torno al gobierno, considerado «garante» de su supervivencia.
En Damasco y Alepo, los cristianos pertenecen a la élite comercial y social
En ciudades como Damasco y Alepo, los cristianos pertenecen a la élite comercial, considerándose un apoyo importante para la familia Asad. A diferencia de lo que ocurre en Egipto, las familias cristianas se consideran por lo general más acomodadas y incluso se sienten ligeramente superiores a la mayoría musulmana.
“Resistiremos, nos quedaremos en esta tierra que hemos heredado y lucharemos por conservar nuestros derechos, no con las armas, sino con nuestras plegarias”, insiste el padre Francisco. Al ser preguntado sobre si hay cristianos luchando con el Ejército Sirio Libre responde: “He escuchado que en Damasco hay algunos cristianos luchando, pero la mayoría hemos decidido estar al margen de la revuelta y no tomar las armas”.
La aldea está desierta y lo único que se escucha son los motores de las camionetas de los rebeldes. Los pocos vecinos saludan con amabilidad; algunos rehúsan hablar porque se sienten intimidados por los rebeldes, otros se acercan a los periodistas. “Alguna gente mala del Ejército Sirio Libre, alrededor de 150 hombres armados, entraron a las casas y robaron todas las cosas de valor que había en ellas”, denuncia Misha, de unos 60 años.
En la única tienda abierta venden aguardiente de anís, vino local y cervezas importadas
A este campesino le quitaron tres bidones de gasolina de 200 litros que utiliza para el tractor. “No hay derecho. Son unos vándalos. Dicen que nuestra obligación es ayudar a la revolución, pero nosotros somos gente de paz y no queremos esta situación”, critica el campesino cristiano.
Es la época de la recogida de la aceituna y “no queda nadie en el pueblo para la recolección”, lamenta el vecino. Este año se perderá la cosecha, se queja. En este pueblo fantasma únicamente hay una tienda de ultramarinos abierta en la que, aparte de unas latas de conserva y pastelería industrial, se vende todo tipo de alcohol, especialmente arak, un aguardiente de anís, vino local y cervezas importadas.
Karima es la dueña del establecimiento. Viuda y madre de cuatro hijos, apenas puede ocultar su tristeza. “Estoy sola, echo de menos a mis hijos y mis nietos. Se han tenido que marchar porque este lugar ya no es seguro para los niños”, lamenta la mujer y rompe a llorar. Con la voz rota continua: “No hay derecho, nos han quitado la electricidad y los teléfonos móviles no funcionan. No puedo comunicarme con mis hijos”. Miliciano sirio en un pueblo cristiano“He decidido quedarme porque aquí está mi casa y mi negocio. Cualquier lugar en Siria es ahora peligroso. Mi destino está en las manos de Dios”, añade.
Ya el año pasado, algunas personalidades cristianas denunciaron persecuciones y asesinatos en algunos pueblos que achacaban a un creciente fanatismo religioso. Una serie de testimonios de Agnès Mariam de la Croix, higúmena (madre superiora) del convento melkita de Mar Yaqub (San Jacobo Interciso) en Qara en la región de Homs provocó incluso una larga polémica en medios católicos, cuando otras autoridades eclesiásticas rechazaron que los crímenes se pudieran atribuir a una supuesta voluntad de perseguir a cristianos y preferían considerarlos abusos individuales no relacionados con la revolución.
En mayo pasado, un comunicado oficial de la diócesis melkita de Homs en el boletín Vox Clamantis describió un largo número de crímenes contra la población cristiana, sobre todo secuestros por motivos económicos, cometidos por grupúsculos que se han hecho fuerte en los pueblos, a menudos venidos de fuera y que se identifican como miembros del Ejército Libre de Siria (ELS). Incluía opiniones del Patriarca melkita, Gregorio III Laham, quien achacó el problema a la proliferación de bandas criminales en el vacío del poder creado por la lucha entre gobierno y oposición. Señalaba que la policía no se atrevía a acudir a ciertos pueblos que se habían pasado al bando rebelde y que esta ausencia de control permitía toda clase de abusos.
El Patriarca advierte contra la proliferación de bandas criminales en el vacío del poder
Alrededor de la décima parte de la población siria es de religión cristiana. Para ser más exactos, doce de las veintidós comunidades confesionales que hay en Siria son de ritos cristianos, entre los que se encuentran la comunidad griega ortodoxo, la católica, la siriaca católica (la más antigua de estas tierras), y la protestante.
En la ciudad vieja de Damasco, los cristianos se han establecido cerca de las puertas de las antiguas murallas en Bab Tuma, Bab Chanqui y Bab Kissan. En la periferia de la capital, los suburbios de Tabade están también habitados por cristianos. Al norte, en la capital económica del país, Alepo, los barrios cristianos se encuentran en la ciudad antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad, y la comunidad cristiana representa entre el 30 y 40 por ciento de sus seis millones de habitantes. Otros importantes núcleos de cristianos se hallan en las ciudades de Latakía, Tartus, Hama y Homs.
Pero nadie sabe qué podrá pasar en el futuro, si la rebelión se prolonga durante otros muchos meses más, las armas y el dinero siguen llegando desde Arabia Saudí, Qatar y otros países del Golfo, todos afiliados a la estricta secta wahabí, y los grupos más islamistas se hacen fuertes en el país, como ya está ocurriendo. No queda lejos el ejemplo de Iraq donde tras la invasión estadounidense en 2003 se estableció un gobierno dominado por grupos religiosos y dividido por fisuras sectarias. En los años siguientes, centenares de miles de cristianos tuvieron que huir del país, perseguidos por asesinatos, atentados y amenazas.
La cuna de los cristianos
Prácticamente todas las ramas cristianas de Oriente están presentes en Siria, en mayor o menor medida, aunque es casi imposible dar cifras concretas. No hay un censo disgregado por religiones y muchas cifras disponibles son antiguas, pero es difícil intuir si pesa más el crecimiento de la población o la emigración, aunque ésta es mucho menor que en otros países árabes.
La rama más difundida, que representa alrededor de la mitad de la población cristiana, es la greco-ortodoxa, dependiente del Patriarcado de Antioquia, aunque la sede de la institución hoy no se halla en esta histórica ciudad (hoy Antakya, en Turquía) sino en Damasco.
Escindida de la greco-ortodoxa en el siglo XVIII, la Iglesia Melkita, también conocida como grecosirio-católica o rum-katolik en árabe, es la segunda más numerosa. Pertenece a las iglesias católicas orientales, que utilizan el árabe como lengua de liturgia y disponen de patriarcado propio, pero reconocen los dogmas de Roma. Esta iglesia subraya su pertenencia a la cultura árabe y se opone a asociar el hecho de ser cristiano a las políticas llamadas «occidentales».
También son numerosos los fieles de la Iglesia Siriaco-Ortodoxa (o jacobita) que sigue el dogma monofisita y utiliza el arameo para la liturgia. Minoritaria es la rama siriaco-católica, que se escindió de este grupo en el siglo XVIII para aliarse al Vaticano.
Los seguidores de la Iglesia Apostólica Armenia y su escisión armenio-católica pertenecen todos a la comunidad armenia, que también mantiene su idioma propio y constituye así una minoría específica, como en otros países de la zona. La Iglesia Católica Caldea sólo está representada en el extremo noreste de Siria, al igual que la Asiria (o nestoriana) de la que se escindió.
Tanto las iglesias protestantes como los católicos dependientes directamente de Roma, no de los patriarcados orientales, se consideran más bien «recién llegados» en el país, aunque sus seguidores también forman parte del mosaico cristiano autóctono.