La guerra salafista
Ethel Bonet
Una pequeña multitud se aglomera a las puertas de la desvencijada mezquita de Abra, un suburbio de Sidón, la mayor ciudad al sur de Beirut. “Jeque Asir, que Dios te proteja”, entonan a gritos las decenas de mujeres y jóvenes que cargan con alfombras para rezar frente a dos barreras de policías y militares armados. El estruendo de una ráfaga de disparos al aire dispersa a los manifestantes, que buscan refugio en cualquier sitio donde los niños puedan dejar de llorar.
Los nervios, y el miedo, están a flor de piel entre los soldados y los civiles que se manifestaban el pasado viernes a las puertas de la mezquita del clérigo salafista Ahmed Asir. Cuatro días antes, el domingo 23 de Junio, Sidón, localidad de mayoría suní que linda con las regiones del sur dominadas por el partido-milicia chií Hizbulá, vivió sus peores enfrentamientos en más de 20 años. Unos 18 soldados del Ejército libanés fueron acribillados por los milicianos de Asir, entre los que se contaron al menos 28 bajas. Hubo más de sesenta heridos y los casi dos días de lucha han dejado una estampa desoladora.
“Disparaban a todos lados”, dice agazapado: “era como si estuviesen ciegos”
De las 25 horas de combates, Hassan pasó 18 escondido bajo la barra de su cafetería. Menos de 200 metros separan el establecimiento del amasijo de hierros en que se ha convertido el templo. Es difícil imaginarse al larguirucho dependiente atrapado en el minúsculo hueco, así que escenifica cómo se metió en el agujero levantando un pañuelo blanco para pedir una tregua a los hombres armados que tomaron las calles. “Disparaban a todos lados”, dice agazapado, “era como si estuviesen ciegos”.
“Este barrio solía ser un sitio muy bonito”, comenta Mohamed, un joven contable de 24 años, mientras los tres chavales de Hassan corretean entre los escombros recogiendo casquillos de fusiles automáticos para reaprovechar el cobre. “Nos sentábamos en esta misma calle”, continúa, “bebiendo y fumando argile con Hassan”.
Mustafa Idris huyó de casa a las dos de la madrugada del lunes 24 de Junio. Las intensas ráfagas de disparos de armas automáticas y las potentes explosiones de los cohetes aterrorizaron a sus hijos. “Nos escondimos en el baño, porque era el único lugar de la casa sin ventanas. Mis cuatro hijos pequeños no paraban de gritar y llorar. Aprovechamos un momento de calma para bajar al coche y nos marchamos de allí”, relata Idris, vecino de Abra. Su vivienda estaba cerca del complejo de la mezquita Bilal bin Rabah, donde cientos de seguidores armados del jeque Ahmed Asir se habían atrincherado.
Un ataque salafista degeneró en una guerra abierta entre milicianos y tropas regulares
Los enfrentamientos empezaron el domingo anterior por la tarde, después de que hombres armados leales a Asir atacaran un puesto militar y matasen a varios oficiales y soldados. Aquel ataque degeneró en una guerra abierta entre milicianos salafistas y tropas libanesas.
Los combates se extendieron al campo de refugiados de Ain Hilweh, donde milicias radicales palestinas dispararon desde dentro “más de 107 cohetes contra las tropas” que se habían desplegado en el área de Al Tamir, al no poder entrar al campamento palestino, explica Ihab, un joven voluntario del jeque salafista, en el barrio de Abra.
Malika es una palestina del campo de Yarmuk (Damasco). Llegó hace seis meses con su familia al barrio de Jenineh, vecino de Abra. “No sabemos a donde ir. Sidón es muy peligroso. Huimos de una guerra y ahora estamos atrapados en medio de otra”, lamenta la refugiada palestina.
El asalto a la mezquita de Bilal Bin Rabah terminó la madrugada del lunes 24 al martes. El Ejército detuvo a docenas de insurgentes salafistas, pero el jeque Asir había huido. Tampoco localizaron a Fadil Shaker, un famoso cantante libanés que abandonó su carrera para unirse al clérigo salafista.
“El jeque Asir se encuentra a salvo en Trípoli” asegura Ahmed Abu Niaj, un colaborador cercano del jeque Asir. “Las informaciones de que ha huido a Siria y está bajo la protección de los rebeldes son totalmente infundadas”, afirma.
“El ejército libanés en vez de protegernos, nos ataca. Estamos hartos. El Ejército no es una institución independiente, está con Hizbulá y por eso debemos protegernos nosotros mismos”, sentencia el colaborador del clericó radical.
La institución militar ha sufrido el mayor golpe moral y militar desde que comenzó el conflicto sirio hace ya dos años y medio. En un video que grabó el 23 de junio, confinado en un lugar oculto, Asir declaró que “el Ejército trabaja bajo las ordenes de Nasralá” y llamó a los libaneses a “levantarse en armas contra las fuerzas libanesas”.
Batalla sorpresa
Desde el martes de la semana pasada se han repetido los episodios de violencia en la tercera ciudad más grande de Líbano, que hicieron revivir la guerra civil de 1975-1990.
La batalla pilló por sorpresa a un país que sucumbe poco a poco al envite de la guerra en Siria. La irrupción de Asir es una muestra más. En abril pasado, el clérigo anunció la creación de las Brigadas de la Resistencia Libre de Sidón, semanas después de publicar una fetua en la que animaba a sus partidarios a presentarse voluntarios para viajar y unirse a los rebeldes en Siria.
Asir había animado a sus partidarios a unirse a los rebeldes en Siria
El clérigo, en paradero desconocido desde que finalizó la batalla, ha hecho del enfrentamiento contra el partido-milicia chií su bandera. La retórica ha aumentado pareja al vacío de poder en Líbano. “Si Hizbulá nos está matando, ¿qué podemos hacer?” afirmaba hace unos meses en una entrevista a propósito de su intención de armar a sus seguidores. El mensaje ha calado y se ha extendido al Ejército.
“Estamos acostumbrados a la guerra. Desde 1975, siempre ha sido así. Esto es Líbano”, afirma Irhad, un anciano de 65 años, dueño de una tienda de ultramarinos en Haret Saida, otro suburbio cercano a Abra, de mayoría chií. En las escaramuzas de la semana pasada su establecimiento fue atacado por francotiradores salafistas.
“Ellos empezaron. Nos atacaron primero. Somos civiles, no somos de Hizbulá. El jeque Asir quiere empezar una guerra entre suníes y chiíes . Qatar le ha pagado mucho dinero para crear una milicia de salafistas y desestabilizar el país”, denuncia otro vecino de Haret Saida.
«El jeque Asir quiere empezar una guerra entre suníes y chiíes»
Durante el peor día de enfrentamientos, Sidón parecía una ciudad fantasma. Desde el centro hasta el barrio de Abra en lo alto de la ciudad, todos los negocios, restaurantes, oficinas estaban cerrados a cal y canto y los vecinos, encerrados en sus casas. La situación de inseguridad ha llevado a muchos a marcharse a otras localidades del sur, donde aún no han llegado los enfrentamientos.
No es el primer enfrentamiento entre los hombres de Asir y Hizbulá. El pasado noviembre, las provocaciones del clérigo degeneraron en una primera escaramuza que se saldó con tres muertos en el barrio de Tamir, a las puertas de Ain Hilweh. Dos guardaespaldas de Asir y un adolescente egipcio que paseaba por la calle fallecieron en el fuego cruzado después de que el clérigo irrumpiese en el vecindario mixto para cumplir su amenaza de tumbar las banderas que celebraban la fiesta chií de la Ashura.
“Solo un grupo está enfrentándose a los libaneses con armas, no con política”, aseguraba Asir entonces en referencia a Hizbulá en una entrevista. “Yo no busco un enfrentamiento (con Hizbulá), pero ellos continúan intentando controlarnos”. Solo seis meses después, el pánico se ha extendido en la ciudad sureña.
Aquel suceso fue un pistoletazo de advertencia en Sidón, una ciudad que Ahmed Asir consiguió convertir en su feudo particular en verano de 2012, cuando ganar fama con manifestaciones pacíficas que apoyaban la Mesa de Diálogo Nacional para presionar al partido-milicia chií a abandonar las armas.
El apoyo del partido suní de la familia Hariri, Al Mustaqbal, principal formación de la coalición antisiria 14 de Marzo (en la oposición hasta la dimisión del Gobierno en marzo), le ha dado cierta cobertura política a Asir. Tras el conflicto, Bahia Hariri, parlamentaria por Sidón, hija del primer ministro Rafiq Hariri, asesinado en 2005, y hermana de Saad Hariri, que entre 2009 y 2011 ocupó el mismo cargo, exhortó a marcharse de la ciudad a las Brigadas de la Resistencia, un grupo afiliado a Hizbulá, presuntamente asentado en Haret Saida. No hizo mención alguna al jeque Asir ni a sus milicianos.
Docenas de salafistas tomaron una plaza de Trípoli y se enfrentaron al ejército
El Ejército, por su parte, ha prometido que no se detendrá hasta que el líder salafista y sus colaboradores estén sentados en el banquillo. El juez militar Sakr Sakr ha anunciado que Asir había sido convocado para ser sometido a juicio, junto con 123 de sus seguidores, incluyendo a su hermano y al excantante Shaker.
La misma semana, el conflicto se extendió a otras ciudades libanesas de mayoría suní. El clímax se produjo apenas siete días después. Docenas de seguidores de varios líderes salafistas de barrios como Qobbeh o Abu Samra, donde el rostro de Asir se ha hecho omnipresente con pancartas en las fachadas, tomaron la plaza principal de Trípoli, al norte, como protesta contra la detención de uno de los allegados al clérigo.
“No nos iremos de Al Nour (centro neurálgico de Trípoli) hasta que el Ejército libere a Ghali Haddara”, prometía Adnan Belbol, uno de los convocantes de la manifestación, que derivó en una procesión de hombres armados con fusiles de asalto y lanzagranadas recorriendo las calles desiertas del centro al encuentro de las tanquetas del Ejército libanés, desplegadas en la entrada de la ciudad, donde los soldados se resguardaban de los disparos que impedían el tráfico libre desde la autovía. Durante horas, los disparos y lanzamientos de morteros y bombas de resonancia acallaron cualquier otra voz.
Es sólo el principio, vaticina Ala’ Husein, un joven suní residente en la ciudad con vínculos con Al Mustaqbal, el partido de la familia Hariri. “En Trípoli va a ocurrir lo mismo que en Sidón”.
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