Entrevista

David Grossman

«Cuando los palestinos tengan su hogar, nosotros tendremos el nuestro»

Carmen Rengel
Carmen Rengel
· 22 minutos
David Grossman (Jerusalén, 2013) | © Carmen Rengel
David Grossman (Jerusalén, 2013) | © Carmen Rengel

El escritor David Grossman  (Jerusalén, 1954)  no es sólo una de las figuras más destacadas del panorama literario de Israel, con decenas de libros publicados y traducidos a numerosos idiomas, sino también uno de los intelectuales que con mayor frecuencia se pronuncia respecto a Palestina. Su postura nítida a favor de una solución de dos Estados, que acabe con el conflicto, le ha dado imagen de activista por la paz, y muchos de sus novelas y ensayos — como Escribir en la oscuridad— analizan críticamente la evolución política de Israel. Su carrera como escritor empezó con libros para la infancia, y después de  haber sido periodista radiofónico dedicado a programas infantiles. Su último libro, El abrazo, publicado en España por Sexto Piso, le trae de vuelta a la literatura infantil.

¿Tenía necesidad especial de regresar a este terreno, que fue el de los inicios de su carrera?

Intento hacerlo todo el tiempo, a veces aunque no lo publique, escribo para niños casi de forma paralela a mi escritura para adultos. A veces tengo que tomar unas vacaciones de mí mismo, así que me pongo a escribir para los pequeños, empezando por mis hijos. Ahora estoy más animado porque tengo una nieta. Tiene sólo un año y aún no he escrito para ella, pero espero hacerlo.

¿Qué le atrae de ese mundo infantil?

Estoy fascinado por la manera en la que los niños miran el mundo. Este libro empieza con una pregunta real de un niño de cuatro años que está hablando con su madre y ella le dice: “Eres maravilloso, eres único, no hay nadie como tú”. “¿Nadie?”, se pregunta el niño. “Pues no, nadie”, le replica su madre. “Pues yo no quiero eso, me siento muy solo siendo así”, es la reacción del pequeño, Ben. Su forma de ver la realidad me maravilla. Creemos que los niños realmente no entienden el mundo a veces porque no tienen palabras para articular lo que sienten. Pero en no pocas ocasiones, sin palabras, entienden mucho más que nosotros, aunque sea con un lenguaje limitado, frente a nuestro entendimiento limitado por las convenciones y la rutina. El mundo de un niño, de tres a siete, a diez años… no ha cristalizado aún en una persona llena de contradicciones, dudas y miedos. Por eso la infancia es un periodo muy rico.

Y luego nos hacemos mayores y lo perdemos…

Claro. Luego los niños aceptan para sí mismos la construcción de la lógica, e incluso el miedo de esa lógica vital, y así entran a formar parte de la sociedad, se acomodan a ella, pero pierden muchas cosas. Por ejemplo, cuando cada uno de mis tres hijos [Yonathan, Uri –muerto en la guerra de Líbano de 2006- y Ruth] dijo su primera palabra, para mí fue un momento feliz, pero a la vez, algo se rompía. Yonathan dijo “luz”. ¡Qué alegría! Así pude ver que estaba sano, que se desarrollaba bien… pero pensé también: ¿qué está perdiendo en este instante al poner nombre a la vida? Sólo mire a nuestro alrededor. Hay cientos de tipos de luces en esta habitación, sobre sus gafas, en la taza, en la pared… pero tenemos una o dos o cinco palabras como mucho para decir las cosas. Eso, claramente, no es suficiente. Creo que es más apasionante el mundo cuando no podemos aún ponerle etiquetas a las cosas, aunque no puedo recordarlo… (risas). Cuando escribo para niños intento, siempre que puedo, llegar a ese punto donde nada se da por sabido ni por garantizado ni aceptado, y así empieza también este libro.

«La realidad es tan brutal que necesitamos más que nunca el consuelo de los nuestros»

Ben, su protagonista, logra el abrazo que finalmente lo
reconforta. Pero, ¿con qué nos consolamos los mayores, cuando el mundo parece cada vez más deshumanizado?

Si me lo permite, no estoy totalmente de acuerdo con su visión. Creo que es cierto que nos comportamos así, despegados y huraños, en las grandes sociedades y en público. Tenemos cada vez más sospechas de los demás, somos más hostiles con ellos, cada cual tiene que probar que no es culpable de algo. Sin embargo, en los grupos pequeños, junto a quienes tenemos más cerca, la familia, los amigos, los colegas… ahí noto una profunda necesidad de este calor y esta protección, que se ve compensada. La realidad de fuera es tan terrible y brutal que necesitamos más que nunca el consuelo y la ayuda de los nuestros. Quizá estoy describiendo mi realidad, la que conozco, la israelí, con la contradicción de su propia gente, que se comporta de una manera fantástica en pequeños grupos cuando por fuera somos muy duros. Duros cuando conducimos, al pelear un hueco a la orilla del mar, en los programas de la tele… Somos violentos y agresivos, sí, pero en un entorno doméstico somos la gente más tierna y considerada, generosa… Aquí aún regalamos abrazos como el de la historia.

Quizá es el desánimo generalizado de estos tiempos de crisis…

Cuando hay condiciones extremas claro que se deshumaniza el mundo. Pero incluso en esas circunstancias me gusta pensar que los proverbios se equivocan cuando dicen que “el corazón del hombre es diabólico en su origen”. Creo que el corazón humano es bueno desde el principio, aunque las condiciones a las que lo sometemos pueden hacer que florezca un comportamiento o el contrario. Evitemos ese desgaste desde la base, desde nuestros pequeños círculos.

Usted hizo sus primeros libretos y guiones para niños en la radio israelí, en la que trabajó 25 años. ¿Radio y literatura eran para usted primos o hermanos?

Son primos, pero muy cercanos y muy bien avenidos. Ambos oficios trabajan con las palabras y la imaginación. Me gusta la televisión porque puedes ver todo y alimentarte de eso que ves, que es muy rico, pero la literatura y la radio dan pie a la mente para jugar, son muy íntimas las dos, la experiencia de leer y escuchar la radio son similares… Yo empecé en la radio con nueve años, tras ganar un concurso literario, y desde ese momento hice de todo: fui actor, corresponsal, presentador, productor, hice el informativo central del día…

«Mis padres no tenían dinero para comprar libros, cuando había algún ahorro se invertía en enciclopedias o diccionarios»

Y lo despidieron por incómodo. Usted se negó a ocultar que los palestinos declaraban su propio Estado y reconocían el derecho de Israel a existir, en 1988.

Nunca fue una cuestión de valentía. Para mí era impensable colaborar en algo así, tan estúpido, ocultando una parte de la realidad a los oyentes. No puedes dar algo dos o diez días tarde respecto a cuando ocurre, y menos una noticia así. Parecía que los miedos podían con la información… Ya es pasado.

¿Cómo era el David Grossman niño como lector?

Leí mucho, pero un poco tarde. Cuando era niño mis padres no tenían dinero para comprar libros, era difícil ese tiempo en Israel. Cuando había algún ahorro se invertía en una enciclopedia o un diccionario, libros para nuestra educación, pero libros por placer era muy extraño que entrasen en mi casa. Con el tiempo aparecieron las bibliotecas públicas y me apunté rápido, pero no eran como ahora, un templo para leer y disfrutar. No. Entonces no podías tocar los libros siquiera. Había una señora-dragón que los custodiaba desde el mostrador. Ella te miraba y te preguntaba (pone voz de ogro): “¿Qué edad tienes, niño?”. Y yo respondía (con voz chillona): “Nueve”. Entonces te decía lo que te podías llevar. Y ya está. No podías elegir otro título. Al tiempo, debió entender que me gustaban mucho los libros y poco a poco me dejó elegir y fue más amable. Una vez incluso me dejó coger tres de una vez y me hizo muy feliz. Recuerdo ese día… ¡fui muy afortunado!

¿Qué le gustaba leer de pequeño?

Me gustaba el escritor Janus Korchak, especialmente Kajtus The Magician o King Matia The First… Su mundo era muy atrayente para mí, un niño fantasioso. Pero no leí en serio hasta los 10 u 11 años. Entonces también disfruté los libros de Erich Kästner y Sholem Aleijem, con los que gané el concurso de la radio. Con Aleijem entendí que los libros no eran sólo historias, sino que abrían un mundo mayor. Toda la realidad de pronto podía ser descodificada, podría entenderla, por eso fue tan valioso para mí. Y como a todos los niños, claro, me gustaban los libros de detectives y perros, como los de Enid Blyton. De más pequeño sólo recuerdo una historia sobre un pollito al que le cae algo en la cara y cree entonces que todo el cielo se está desmoronando sobre él. Creo que es la primera historia que guardo en la memoria, me la leía mi padre.

«Sigo escribiendo muy posiblemente porque no tengo otro talento»

¿Qué le mueve para seguir escribiendo cada día?

Sigo escribiendo muy posiblemente porque no tengo otro talento. La mejor manera de entender las cosas, a la gente y a mí mismo es escribir. Es tan sencillo como eso. No hay misterio. Hay cosas que no entiendo hasta que escribo sobre ellas. Creo que normalmente en nuestras vidas hay situaciones que se nos imponen, que son relevantes, que dictan nuestro destino… Pero cuando escribo yo trato con lo que de verdad es esencial para mí, no lo que me viene dado por el mundo. Me genera una sensación muy dulce poder hacerlo, enfrentarme a algo que realmente es muy profundo para mí mismo, muy necesario, que conecta con lo que yo quiero ser en esta vida.

¿Cómo es su proceso creador? ¿Arranca con un personaje, una historia, una anécdota? ¿Cómo hace para que sus novelas, siendo tan israelíes, sean tan universales?

Yo escribo sólo de la realidad que conozco y es esta, la de mi país. No conozco la de Valencia o Nueva York incluso si visito la ciudad mil veces. Soy extranjero allá. Sólo aquí puedo descodificar a la gente y su comportamiento, porque los he visto millones de veces. Cada vez que se habla de la “universalidad” de mis libros me recorre un escalofrío de agradecimiento, porque constata mi visión sobre lo que nos une como hombres. Luego, cada libro empieza de una manera, muchas veces con una idea súbita. Por ejemplo, en Llévame contigo. Estaba en un momento complicado tras acabar Tú serás mi cuchillo, que fue muy duro de escribir, extremo, tremendo. Me encontraba cansado y pensé necesitaba escribir una historia de amor, mucho más suave, pero no tenía ni idea de por dónde empezar.

«En el Ejército pedí tiempo para estar solo y escribir. Me sirvió para sobrevivir»

Un pequeño detalle, ¿verdad?, que se convierte en un terrible problema. Un día salí a caminar con mis vecinos por Abu Gosh [un pueblo a 15 minutos de Jerusalén], como es mi costumbre cada día, y un hombre se me aproximó con un perro. “¿Lo conoces?”, preguntó. “No”, le dije. “¿Seguro? ¿No es de alguno de tus vecinos?”. “No, conozco a todos sus perros. No es de aquí”. Me explicó entonces que había estado caminando cuatro horas por las calles de Jerusalén porque el perro, que había encontrado perdido, lo llevaba hasta allí, y pensaba que estaba persiguiendo a su dueño. Pensé: “¡Chapeau! ¡Qué acto de generosidad! Correr cuatro horas con un perro de su correa por dar con su amo”. Luego el joven me aclaró que era su labor, que trabajaba en el departamento de Sanidad del Ayuntamiento, y que pensaba pasarle al dueño la factura por el esfuerzo y la pérdida de tiempo, pero pese a ello, había un enorme cariño hacia el animal en su actitud, que iba mucho más allá del trabajo. Entré en el coche y pensé: “Alguien está derramando miel sobre mí desde el cielo. Qué historia. El perro, el chico…”. De pronto, ahí tenía el arranque de mi historia. Y en Tú serás mi cuchillo, igual. Vi a una mujer de entre 40 y 45 años, muy guapa, arropada en su propio abrazo, en un vuelo de El Al a Londres. Ahí estaba, aislada del ruido, de la gente que iba al baño. Sólo pensaba: “¿Qué fantasmas ocultará en su mente esta mujer, con una sonrisa tan rota?” Y así comenzó el libro.

Usted logró escribir hasta en sus meses de servicio militar. ¿Era realmente posible?

Sí, sé que es extraño, porque el Ejército es una realidad dictatorial, pero desde el principio pude hacerlo. Me gusta pensar que yo, un pequeño soldado, tuve la chutzpah [insolencia] de pedir un tiempo para estar solo, tener un rato y escribir. En mis años como soldado estuve en un campo muy aislado en lo alto de una montaña, en Inteligencia, así que salía y caminaba por un valle una o dos horas. Aquello me sirvió para sobrevivir y para seguir contando historias.

¿Qué aprendió de sus años de uniforme, usted, que es tan crítico con los excesos de sus Fuerzas Armadas?

Mire, un español tiene la libertad de despreciar las armas. Me encantaría estar en un mundo sin armas, por supuesto, pero lamentablemente Israel las necesita para protegerse, porque está en una zona muy complicada.

«Me encantaría estar en un mundo sin armas, pero Israel las necesita para defenderse»

Hay que insistir en que nuestro Ejército no sólo está para mantener la ocupación en Palestina sino para proteger al país en una región absolutamente impredecible. Ahí está el matiz, que no siempre ve Occidente. Seguro que si España estuviera en el Medio Oriente, si fuera odiada por sus vecinos y estuviera aislada, la gente también sería más entusiasta respecto al Ejército. Para mí, aquellos años aportaron camaradería, una enorme amistad que mantengo incluso 40 años después. Dejas la responsabilidad de tu vida en manos de otros, debes confiar en ellos. Y también te ayuda a madurar, tienes una gran carga sobre tus hombros cuando apenas tienes 20 años. Yo recuerdo generales americanos de 50 años que venían a aprender cosas de chavales de 20 años, de nosotros, en las instalaciones de Inteligencia. Estás lejos de casa, tienes que tomar decisiones, manejarte con tus propios medios e instintos, estás bajo presión… Me gustaría que mis nietos lean esta entrevista un día y se rían de su abuelo loco, de las cosas que decía sobre el Ejército, que no tengan la realidad que tenemos hoy, pero no soy especialmente optimista.

Con ese punto de partida descreído, ¿espera algo del proceso de paz abierto en julio entre israelíes y palestinos? ¿Puede llegarse a un acuerdo definitivo esta vez?

No lo sé y no me gusta especular sobre el futuro. Sé que si no logramos la paz muy pronto ambos, israelíes y palestinos, tendremos que experimentar una nueva pesadilla. Palestina trata de ir aceptando su realidad. La gente de Cisjordania, de Ramalá, están impresionados por la tranquilidad de estos años, progresan los negocios, los cafés, los restaurantes… pero creo que esa es una realidad-espejismo que no completa las necesidades reales de la gente de libertad e independencia. Si nos creemos ese espejismo nos puede explotar en la cara. Si no hay acuerdo muy pronto tendremos una situación muy grave, pasaríamos a un estado nacional y no a una solución de dos estados, algo trágico para los dos, porque llevan años sospechando, peleando, desconfiando del otro. No son capaces de colaborar como ciudadanos en un mismo estado, no es posible, es una ilusión.

¿Cómo afecta al proceso la radicalización a la derecha del Gobierno de Benjamín Netanyahu?

Esa es una enorme paradoja: los políticos son muchos más extremistas que los votantes de Irael. Si Netanyahu tiene el coraje suficiente para llevar a término la paz tendrá el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Otra paradoja: en los últimos 60 años siempre hay una llamativa mayoría de 70 o 75% de ciudadanos que quiere vivir en paz con una solución de dos estados, pero el 80% dice que la otra parte no querrá esa paz. Hay mucha desconfianza en el de enfrente. Si hay dos líderes, Netanyahu y [Mahmud] Abbas, con el coraje suficiente para andar el camino, tendrán respaldo de la mayoría. Pero hoy no sé si tienen ese coraje y ese empeño en la paz. Netanyahu es el primer ministro más fuerte en décadas, no tiene el respaldo de su partido pero sí de la calle. Si se impone, no importará que se rompa la alianza de Gobierno porque se vaya la derecha más dura.

Da la sensación de que si se pasa esta etapa, con líderes mayores, a punto de la retirada, los que vendrán detrás tendrán casi imposible la paz.

Sí, yo también lo creo. El tiempo corre en contra y las generaciones que vienes detrás son una incógnita respecto a ideología, radicalismo, uso de a violencia… La situación es tan grave y a la vez nuestros líderes parecen estar en coma… No reconocen el peligro. Lo ignoran. La gente de la derecha dice ser más patriota, pero no se da cuenta de que va a acabar con el sueño de un estado judío, vamos directos al estado binacional.

«Vivimos en una sociedad guiada por el miedo, y tenemos un primer ministro que inflama esos miedos constantemente»

Es otra enorme paradoja. No tienen una respuesta a ese cataclismo que ellos mismos están buscando. Sólo dicen: habrá un milagro. Tienen que cambiar su actitud. No podemos basar nuestra seguridad en milagros. Hay que trabajar duro para cambiar las cosas.

Usted intenta cada poco ese cambio. Recientemente ha liderado una campaña, apoyada por escritores de todo el mundo, contra la evacuación de más de mil palestinos del sur de Hebrón, donde Israel quiere instalar un campo de tiro militar. ¿Pero su mensaje cala en la gente?

Reconozco que mi mensaje es muy duro para la gente que tiene que aceptarlo. Los israelíes tienen que asumir que hay que dar pasos, que hay cosas que hacemos mal, y superar sus miedos, muchísimos, de base. Vivimos en una sociedad guiada por el miedo y tenemos un primer ministro que inflama estos miedos constantemente, esa es su política, nunca una política de visión de futuro. Miedo y ansiedad para estar preocupados. Yo trato de combatir esa actitud aunque es muy complicado. Tenemos que acercarnos a la humanidad del otro. Darle oportunidades de dignidad y libertad y derecho. A veces tienes que ponerte un poco en peligro para lograr cambiar las cosas. Ya sé que no es una actitud común y entiendo que haya gente que no lo entienda. Pero no por eso voy a dejar de alzar la voz. Hay que formular otras opciones, mantener canales abiertos desde la sociedad, no desde la política solamente. No sé si influyo o no, pero me gustaría pensar que hago que algo se mueva.

La izquierda israelí siempre ha destacado por estar permanentemente movilizada, pero además hace dos años surgió una esperanza nueva, la de los indignados del 14-J, la mayor movilización social de la historia del país. Todo parece hoy muerto. ¿Queda a salvo algo de aquel espíritu de pelea?

Algunas cosas han cambiado, sobre todo en la manera en que el Gobierno ha entendido que la gente ha saltado reclamando más justicia y más igualdad. Pero eso no es mucho sino muy poco respecto a la transformación que se pedía. Uno de los problemas esenciales es que aquellos manifestantes se negaron a hablar de mayor problema que tenemos, que es la ausencia de paz. Eso daña nuestros presupuestos, que se van a Defensa, a las colonias, a sus infraestructuras, al muro de separación… Así tendríamos dinero para sanidad o educación o un estado del bienestar digno. El conflicto es como un enorme elefante en la habitación del que nadie habla en la calle. Los daños de la guerra hace imposible superar esa brecha económica, mucho más que la diferencia de salario entre ricos y pobres, que es de por sí inmoral.

¿Para qué sirve la literatura en una zona de conflicto?

Aquí hablamos de hamatzaf, la situación, un concepto que me gusta porque implica que se puede cambiar, no es una palabra cerrada. El papel de literatura es simple: contar buenas historias en cualquier situación. No creo que cada escritor tenga que tener una vertiente política evidente. No. Lo que tenemos que hacer es contar buenas historias. Estamos rodeados de esta realidad y tenemos que ayudar a cambiarla. Creo que cada historia seria al final tiene una base política, enseña la política del momento en que fue escrita, todo, incluso Kafka. Mire El Proceso. Lo que cuenta de arbitrariedad, dictaduras, colaboraciones… es muy político. Todo el tiempo tenemos que ser muy cautos cuando escribimos sobre el conflicto porque la situación es tan extrema y dramática… El material que daba cada mañana en la radio…

«Sin la paz no tendremos nunca seguridad, aun con nuestro potente ejército»

Todo es condensado y tenso y huraño y esa realidad tan extrema nos lleva a reafirmar nuestro posicionamiento político. Sin embargo, en la literatura estamos siempre en la duda, no hay aseveraciones categóricas. Por eso ahora prefiero escribir ficción. Es más rico.

Usted, políticamente, a veces es acusado de estancarse en el gris, de ayudar en determinadas causas palestinas y a la vez defender severas operaciones militares.

Lo tengo claro. Tenemos el apoyo de EEUU pero estamos aún viviendo en una zona muy volátil y peligrosa. Israel tiene que mantener un fuerte ejército para protegerse pero ese no puede ser el único vehículo, el único instrumento para poder estar aquí. También hay que hablar de la paz, sin la que nunca tendremos seguridad, aun con nuestro potente ejército. La paz crea seguridad y estabilidad. Sólo la paz puede permitir a los palestinos empezar a vivir la vida que merecen, como nosotros, que en 65 años hemos vivimos con miedo, viendo a nuestros hijos enviados al ejército, congelados en el miedo. No es suficiente con sobrevivir de una catástrofe a otra. Tenemos que evitar la catástrofe pero es un error básico de nuestra manera de ver las cosas, sólo soluciones militares. No. Queremos y necesitamos soluciones políticas. Yo desearía libertad y seguridad para todos los vecinos palestinos desde el fondo de mi corazón, no quiero que estén ocupados y humillados, pero para nosotros es esencial permitir que mi gente deje de estar atormentada como lo está desde hace 200 años. Que disfrute por primera vez del sentimiento de existencia en paz, de que tenemos un futuro, de que Israel llegará a ser de veras el hogar que está llamado a ser. Que sea algo más que un refugio para los judíos, un verdadero hogar. Eso sólo ocurrirá cuando los palestinos tengan su hogar. Entonces nosotros tendremos el nuestro. No hay otro camino.

¿Cómo ve la amenaza siria? ¿Confía en el presidente Bashar Asad?

No, no podemos confiar en Asad. Creo que sí podemos confiar en que EE UU será muy firme con él. El presidente [Barack] Obama ha sido muy muy valeroso e inteligente al evitar otra guerra, otra pesadilla en la zona. Hay un dilema moral: Asad se debe ir, el hombre que mató 110.000 personas no puede seguir en el poder. Pero si cae y Siria se rompe en cuatro o cinco estados con alauíes o suníes e incluso Al Qaeda… ¿qué ocurre? Eso puede ser más natural que la artificial creación de Siria como Irán o Jordania; los europeos dibujaron el mapa sin criterio. Pero todo es peligroso, ambas soluciones son peligrosas y preocupantes, aun no entiendo quién va a apoyar a Asad como presidente, es imposible, aunque erradique las armas químicas.

¿Usted se siente mediterráneo?

Mi familia es polaca e israelí… es complicado. Vivimos en el Mediterráneo pero aún no tenemos este halo, la luz que puedes encontrar en él. Tel Aviv es mediterránea pero Jerusalén es Oriente Medio. Podemos llegar a ser mediterráneos si se nos da la oportunidad de vivir en paz. Entonces tendremos más y más elementos comunes con este mar.

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