El valor de la comunidad

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos
Il mondo perdutodeseta-mondo
Dirección: Vittorio De Seta.

 

“¿Vittorio De Seta? ¿Querrá decir De Sica, no?” Si usted oye este comentario, por lo demás muy común, tenga por seguro que quien lo pronuncia no es un cinéfilo. O es un cinéfilo con una importante laguna en materia de cine documental. Porque, sin prejuicio de la incuestionable genialidad del autor de Ladrón de bicicletas y Matrimonio a la italiana, el otro gran Vittorio del celuloide italiano fue De Seta, palermitano de nacimiento, formado en Roma como arquitecto y llamado a ser, desde los años 50, uno de los grandes documentalistas de su tiempo desde que debutara, allá por 1955, con el corto Vinni lu tempu de li pisci spata.

Definido por el mismísimo Scorsese como “un antropólogo con voz de poeta”, el director ha sido tradicionalmente considerado un observador del hombre frente a la Naturaleza: pescadores, campesinos, pastores, mineros. Y nunca han faltado quienes señalaban buena parte de su valor en el hecho de filmar oficios que se encontraban en peligro de extinción, sin que nadie entonces pudiera imaginarlo.

De Seta fue definido por el mismísimo Scorsese como «un antropólogo con voz de poeta»

¿Cómo pensar que pudieran acabarse formas de vida que llevaban cientos, miles de años en algunos casos, desarrollándose casi del mismo modo? El milagro económico italiano y el rodillo del desarrollo ganaban terreno cada día, extendiéndose desde las grandes capitales hacia todos los rincones del país. Pero De Seta, pura intuición, fue más rápido, y en su Sicilia natal, en Cerdeña, en Calabria, logró filmar todo aquel mundo en trance de desaparición.

Con la edición de sus cortos documentales completos (1954-1959) por parte de Feltrinelli, reunidos bajo el elocuente título Il mondo perduto [El mundo perdido] y convenientemente restaurados por la Cineteca de Bolonia, no solo se hace justicia con este gran cineasta. También se nos invita a reflexionar, enfrentando el mundo de ayer con el de hoy, sobre el modo en que nuestras formas de vida han evolucionado, y no siempre a mejor. Dejando que cada espectador extraiga sus propias conclusiones, me atrevo a señalar una que me parece estremecedora: sea mostrando la potentosa fuerza del volcán Strómboli en Isola di fuoco, las inhumanas condiciones de trabajo en las minas de azufre – Sulfarara– o en los trigales sicilianos –Parabola d’oro-, las fiestas religiosas de la isla – Pasqua in Sicilia- o la vida cotidiana de los pastores sardos en Pastori di Orgosolo, lo que siempre resalta la mirada de De Sica, consciente o inconscientemente, es el valor de lo colectivo.

En su Sicilia natal, en Cerdeña, en Calabria, De Seta logró filmar todo un mundo en trance de desaparición

Sorprende pensar hasta qué punto se ha instituido el individualismo en la sociedad contemporánea, cuando nuestros antepasados menos remotos, los abuelos que fueron testigos del advenimiento de la luz eléctrica y del agua corriente a todos los hogares, no concebían la vida sin la presencia, y la asistencia, de los vecinos. Fuera para arrastrar un tronco que más tarde serviría de cucaña, para sacar del mar a los plateados atunes, para criar a los hijos y amasar el pan, para llorar y para reír, el otro era siempre un elemento imprescindible. Ver seguidos los documentales de De Seta supone contemplar un emocionante monumento a eso tan olvidado que llamamos comunidad. Algunos han querido ver algo de eso en el Pasolini que hablaba de “sviluppo senza progresso”, es decir, desarrollo sin progreso.

El DVD se acompaña de un libro, titulado La fatica delle mani [El cansancio de las manos] con textos de Roberto Saviano, Goffredo Fofi, Alberto Farassino, Vincenzo Consolo, Gian Luca Farinelli y el citado Martin Scorsese. En él se insiste en la obsesión del cineasta por la verdad, la búsqueda de la esencia por encima de la apariencia, o lo fresco e innovador de su estilo para la época, entre otros muchos atributos.

Pero no cabe duda de que se irán descubriendo más, a la luz de los nuevos tiempos. Hasta que algún día, cuando alguien se refiera a Vittorio De Sica, acuda algún cinéfilo para aclarar las cosas: “Querrás decir De Seta…”