Reportaje

Los discípulos del Bautista huyen del ISIL

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 8 minutos
Un jeque mandeo ante la piscina improvisada en un templo de Basora (2012) |  © Karlos Zurutuza
Un jeque mandeo ante la piscina improvisada en un templo de Basora (2012) | © Karlos Zurutuza

Kirkuk | Octubre 2014

“¿Volver a casa? Sería un suicidio, los islamistas nos cortarían el cuello sin vacilar”, asegura Jalil Hafif Ismam. El temor de este refugiado resume el de uno de los pueblos más antiguos de Mesopotamia. Y el del más diezmado.

“Teníamos nuestra casa y dos joyerías en Baiji –una ciudad a 200 km al norte de Bagdad y a 100 km al suroeste de Kirkuk – pero cuando el Estado Islámico se hizo con el control de la zona en junio tuvimos que escapar. Hoy vivimos de la caridad”, lamenta Ismam desde el complejo del Consejo Mandeo de Kirkuk, la ciudad que ahora marca la frontera sur del Kurdistán iraquí autónomo. Allí comparte hoy techo con la familia de su hermano Sami y la madre de ambos.

Desde que el Estado Islámico emergiera en 2013 y se hiciera con el control de varias distritos en el oeste de Iraq, los colectivos de religiones minoriatarias, como yazidíes, shabak, cristianos siriacos, asirios o caldeos, entre otros, se han convertido en las primeras víctimas del grupo extremista.

Los Ismam son mandeos, seguidores de una religión que consideran a San Juan Bautista como único profeta, aunque algunos expertos creen que sus creencias se basan en las enseñanzas gnósticas varios siglos anteriores al cristianismo. Su ritual principal, el bautismo, se lleva celebrando en los mismos lugares en las orillas del Tigris y el Éufrates desde hace casi dos milenios.

«¿Volver a casa? Sería un suicidio, los islamistas nos cortarían el cuello sin vacilar», asegura un refugiado mandeo

Procedentes del sur del país, los hermanos joyeros relatan que se trasladaron en los años ochenta a Bagdad “en busca de una vida mejor”. Tras la Primera Guerra del Golfo, en 1991, se volvieron a desplazar, esta vez a Baiji. Hoy están en Kirkuk, y desconocen cuál será su siguiente escala.

“Nos han dicho que no podemos quedarnos más de un mes pero no sabemos a dónde iremos después porque el ISIL -Estado Islámico de Iraq y el Levante- ya está a las puertas de la ciudad”, explica Sami.

La cercanía del temible fantasma del ISIL hace que los rituales mandeos empiecen a desaparecer a medida que los sacerdotes son arrastrados al exilio, en el mejor de los casos. Todo templo mandeo debe estar construido en la orilla de un río para poder realizar los rituales, no sólo los del bautismo anual sino también otras ceremonias más cotidianas, siempre asociadas al agua. Pero en Kirkuk, el cauce seco del río Khasa, afluente del Tigris, no es una opción. Así que los rituales han de celebrase en un improvisado pozo de agua dentro del complejo.

“Cada dos o tres semanas viene un genzibra –sacerdote mandeo- de Bagdad para celebrar el rito pero el trayecto resulta más peligroso cada día que pasa“, lamentan los Ismam junto al estanque.

Los rituales mandeos desaparecen a medida que los sacerdotes son arrastrados al exilio, en el mejor de los casos

El mismo problema de la falta de agua afecta también a los mandeos refugiados en Erbil, donde se halla otro templo erigido hace varios años por refugiados de Bagdad. También allí, una pequeña piscina de piedra en el sótano del edificio reemplaza el riachuelo, y dos aljibes con una fontana delante del edificio simbolizan el agua viva de los ríos.

Y es que el éxodo de los mandeos hacia Kurdistán no data sólo de la más reciente campaña del ISIL: la violencia sectaria en todo Iraq lleva años amenazándolos. Según un informe de Human Rights Watch publicado en febrero de 2011, el 90 por ciento de los mandeos habían huido ya entonces de Iraq o habían sido asesinados desde la invasión del país en 2003.

Desde su residencia en Bagdad, Sattar Hillo, líder espiritual de los mandeos de todo el mundo, señalaba que su comunidad atraviesa “el momento más crítico” de su historia, y que apenas quedan ya más de 10.000 personas de este colectivo en Iraq. Y ese era su balance antes de la irrupción del ISIL en la región.

A día de hoy, la situación ha empeorado considerablemente. Suhaib Nashi, secretario general de la Asociación Mandea en el Exilio, lo resume así: “En los dos últimos meses nuestra comunidad en Iraq está sufriendo un auténtico genocidio a manos de los islamistas radicales, y no sólo los del ISIL”.

Nashi asegura que la situación es igualmente preocupante en zonas del sur del país, donde los seguidores de esta religión son víctima fácil de las milicias chiíes, o de criminales vulgares. “Lo más preocupante tras los asesinatos de los mandeos en Iraq es que sus razones van desde las puramente económicas hasta otras mucho más siniestras, como la total eliminación de nuestra comunidad en el país”, denuncia Nashi.

Khalima Mashmul, de 39 años, es otra de las refugiadas en el Consejo Mandeo local. Originaria del sur del país, llegó a Kirkuk a la temprana edad de 15 en el marco de un proceso de repoblación forzoso con el que Saddam Husein pretendía alterar la balanza demográfica de Kirkuk, de mayoría kurda.

«Las razones de los asesinatos de mandeos van desde las puramente económicas hasta la total eliminación», dice Suhaib Nashi

Y es que kurdos, árabes y turcomanos se disputan esta ciudad que hunde sus cimientos sobre una de las mayores reservas de petróleo del mundo. El que ha sido hogar para Mashmul durante casi 25 años sigue considerado como uno de los puntos más peligrosos del país.

“Mi marido es policía. Perdió una pierna y cuatro dedos de una mano tras un atentado en junio. A pesar de todo, le obligan a seguir trabajando”, explica esta madre de cuatro. Al igual que los Ismam, no se pueden quedar indefinidamente.

“No podemos volver a nuestra casa en Kirkuk porque mi marido está amenazado, pero tampoco tenemos dinero para pagar un alquiler porque aquí son demasiado caros”, lamenta Mashul. Su única opción, dice, es que “Australia, o un país europeo”, les conceda asilo político.

Ofensiva “inminente”

Es el sueño de la mayoría. En su informe del pasado mes de octubre, la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) sitúa el número de los desplazados internos de Iraq en 1,8 millones desde enero de este año. Dicha entidad alerta de que 600.000 de ellos necesitan ayuda urgente ante la inminente llegada del invierno.

Mientras el ansiado traslado a Occidente se hace esperar, algunos han optado por refugiarse en los países vecinos. Imad Chabar Abid, uno de los policías –todos ellos mandeos- que gestionan la seguridad del recinto dice no lamentar haberse quedado solo: “Mi mujer y mis cinco hijos están en Jordania y me reuniré con ellos en cuanto pueda”, admite este mandeo de 43 años desde su garita.

Puede que sus temores no sean infundados: “Nos acaban de comunicar que el ISIL está agrupando efectivos en Hawija (a 50 km al oeste de Kirkuk)”. La ofensiva sobre Kirkuk, asegura el policía mandeo, es “inminente”.

Mural en un templo mandeo de Erbil (2011) | © Ilya U. Topper / M'Sur
Mural en un templo mandeo de Erbil (2011) | © Ilya U. Topper / M’Sur

La cuarta religión del Libro

Los mandeos forman una de las comunidades religiosas más antiguas y más pequeñas del mundo mediterráneo. Aparentemente, su religión es una continuación de los movimientos gnósticos presentes en todo el Mediterráneo e Irán alrededor del inicio de la era cristiana. Mantiene una cosmogonía dualista, con reminiscencias del zoroastrismo, que describe una lucha entre la luz y la oscuridad. En su mito de creación destaca el papel del demiurgo Ptahil, el dios creador, de rango menor que el todopoderoso dios de la luz. Su libro sagrado, escrito en arameo, se llama Ginza Raba.

En Iraq se les conoce a los mandeos como “sabiún” o sabeos, una comunidad religiosa mencionada varias veces en el Corán y considerada tradicionalmente la cuarta “religión del libro”, junto a los judíos, cristianos y musulmanes. Esta posición solía proteger el colectivo mandeo contra persecuciones o agresiones, ya que se reconocía que reza al mismo y único dios que los fieles de las otras tres religiones monoteístas, si bien a través de ritos diferentes.

Después de la invasión estadounidense de 2003, la aparición de milicias fundamentalistas inspiradas en la corriente wahabí destrozó este esquema teológico tradicional, y los mandeos, al igual que los cristianos, han sido objeto de ataques (la antiguamente rica comunidad judía iraquí ya se había reducido a pocas decenas de personas en las últimas dos décadas).