Charlie Hebdo o la Libertad
Ilya U. Topper
Arranco a escribir sin saber si mi amiga Zineb está viva o muerta. Zineb El Rhazoui trabaja para Charlie Hebdo y no sé si estuvo en la redacción o no hoy al mediodía cuando dos pistoleros entraron en el edificio y empezaron a pegar tiros. Dicen que hay diez muertos entre los periodistas, además de dos policías. Ustedes han visto las imágenes.
No sé si Zineb vive, como tampoco sé quién va a reivindicar el atentado. Por supuesto, la prensa recordó ya en el titular que la revista satírica francesa Charlie Hebdo publicó las caricaturas danesas de Mahoma en 2008 y pocos dudan de que la masacre sea un castigo por tal atrevimiento. Lo de las caricaturas danesas es lo de menos, por supuesto: Charlie Hebdo ha seguido en la brecha, semana tras semana, denunciando el integrismo de todos los colores, como dicen en francés. Con un especial sobre la vida de Mahoma, dibujada por el director Stéphane Charbonnier, Charb, con guión de Zineb. Charb ha muerto.
Sí: las portadas de Charlie Hebdo que destacaban a Mahoma o fantoches que hablan en su nombre, como ISIL, eran las más sonadas. Las que denunciaban las políticas de Israel o las que ridiculizaban al Papa o la alianza oscurantista de las tres religiones monoteístas, pasaban más desapercibidas. Pocos hablan del laicismo de la revista, de de su firme postura a favor de la libertad, y especialmente de la libertad oprimida por las religiones, todas las religiones.
Sí: las portadas que destacaban a Mahoma o fantoches que hablan en su nombre, como ISIL, eran las más sonadas
Cierto: es difícil imaginar hoy día en Europa -hoy día en Europa: es fácil en otros lugares, otros tiempos- un comando de pistoleros cristianos. Ni tampoco es de prever que el Mossad reivindique un acto así. Está cantado: fue un atentado de islamistas.
Islamistas verdaderos o mercenarios bajo bandera falsa para denigrar el islam, eso es algo que se tardará mucho en saber. Ni tampoco importa, porque ya no hay diferencia: los yihadistas de hoy actúan todos como mercenarios para denigrar el islam. Es su cometido y su razón de ser. Lo expresó de forma rotunda en septiembre, en la portada de Charlie Hebdo, el propio Charb: bajo el titular “Si Mahoma volviera”, se veía a un tipo enmascarado de negro pasarle un cuchillo por la garganta al profeta.
Charb había entendido perfectamente. Lo que hoy se llama islam, aquello que se refleja en las banderas negras, pero no menos en las verdes, con el credo de dios y profeta, en letra cursiva o en redonda, es una asociación criminal con el fin de erradicar la religión de la que ha tomado prestado el nombre.
Lo que hoy se llama islam es una asociación criminal con el fin de erradicar la religión de la que ha tomado prestado el nombre
La masacre de Charlie Hebdo no es un encontronazo en una guerra entre ‘islam’ y ‘cultura europea’. La libertad por la que ha muerto Charb, por la que han muerto sus compañeros, es la libertad de los musulmanes. Son ellos, los musulmanes, quienes viven bajo la espada de la opresión religiosa. Europa se libró de ella, a grandes rasgos, y más bien poco a poco, desde 1789. Hoy, en la mayor parte de los países de Europa, burlarte de la religión que te asignan al nacer ya no es delito.
Charlie Hebdo se podría haber limitado a reírse del Papa o alguna vaca sagrada de la política local, pero eligió situarse en el bando de los oprimidos, luchar por la libertad de los musulmanes.
Sí: también los musulmanes, aquellas mil millones de personas que viven en países tildados de “islámicos”, y a los que se les asigna esta religión al nacer (como se le asigna la cristiana a quien nace en Grecia o Alemania y la judía a quien nace en Israel, sin remisión) son personas que necesitan libertad. Política, democrática, de expresión, de religión. Ningún musulmán es libre mientras no pueda decidir sobre su práctica religiosa. Sobre si quiere comer en ramadán o no. Sobre si quiere beber alcohol o no. Si quiere follar con su amante o no.
Es esto lo que no entienden las hordas de derechistas que últimamente abundan en Europa y que denuncian la “invasión” de sus países por “musulmanes”. Esos que ponen el grito en el cielo por la llegada de “costumbres contrarias a nuestra cultura”, como el velo de las mujeres. Y lo hacen – vi ayer la foto de una manifestación de Pegida, “Patriotas europeos contra la islamización de Occidente” – a menudo con una enorme cruz en la mano.
El mensaje está claro: No queremos que los musulmanes opriman a las mujeres aquí. Podrán oprimirlas todo lo que quieran en Marruecos, Turquía o Egipto, es su derecho. Aquí, a las mujeres se les oprimirá únicamente según las normas cristianas.
Este discurso – lean, si tienen ustedes estómago, cualquier foro en internet: siempre acaba en “que lo hagan en sus países” – niega de plano la existencia de los derechos humanos. Niega que exista una condición humana, que una mujer musulmana pueda sentirse oprimida por el velo integral: mientras se le pongan en “su país”, le sentará bien. Porque los musulmanes, este es el mensaje subliminal, no son como nosotros. Nosotros somos dignos de ser salvados de la barbarie. Ellos no.
Los musulmanes, es el mensaje, no son como nosotros. Nosotros somos dignos de ser salvados de la barbarie. Ellos no
Es un discurso alentado por quienes se erigen en mandatarios de “los musulmanes”, esta densa de red de clérigos financiada desde Arabia Saudí y Qatar y sus vecinos, y que solemos llamar wahabí: les garantiza pleno poder sobre sus ovejitas, se encuentren donde se encuentren, una vez que los hayan aherrado con el marchamo islámico. Queda claro: nadie podrá disminuir su poder con palabras como derechos humanos o ínfulas similares. En la época colonial se trazaba una línea en la arena para decidir de qué lado cada potencia sacaba el oro y el marfil. Hoy es el petróleo y son las mentes humanas.
De forma menos rotunda, oculta tras la corrección política que rodea la palabra “multiculturalismo”, ésta es también la postura general de los gobiernos europeos desde hace dos décadas. Bajo el pretexto de “respetar al otro”, los políticos han respetado siempre a los opresores: a quienes dictan las leyes divinas para someter a la población a la que le ha tocado nacer bajo su religión. Bajo lo que ellos, los dictadores de estas leyes, consideran que debe ser su religión.
Charlie Hebdo se ha rebelado contra este respeto al opresor y ha denunciado alto y claro estas leyes divinas, a su manera: ridiculizándolas. Por eso ha sido castigado.
Patriotas de diversas banderas y una gran cruz se manifestarán ahora con más arrojo contra “los musulmanes”
Pero los disparos de París no sólo han acabado con diez plumas cargadas de futuro, también inauguran las campañas que vendrán: patriotas de diversas banderas y una gran cruz se manifestarán ahora con más arrojo que nunca contra “los musulmanes” que “invaden” Europa. Sin recordar, desde luego, que hoy es Europa quien exporta asesinos “islamistas” a Siria y no al revés.
Ante la condena genérica al “islam”, no faltarán musulmanes sinceros que protesten, indignados, contra la agresión a su religión, reivindicarán su derecho a ser musulmanes y para identificarse como tales se alejarán de los “europeos”, presa fácil para los telepredicadores wahabíes. Algunos saldrán repitiendo “No en mi nombre”, pero servirán a la causa de la guerra: al defender “el islam” contra “sus enemigos” se alinearán en el bando que ha usurpado el nombre del islam. Porque de nada sirve denunciar al ISIL como “contrario al islam” si al mismo tiempo se acepta que el hiyab sí es islámico o “insultar al profeta” es un delito.
En el bando europeo, la guerra servirá, como hace desde 2001, de pretexto para ampliar la censura, controlar al ciudadano, podar la libertad. Le dará un enorme respiro a Israel: dado que ha hecho de la guerra sin piedad contra “los musulmanes” su última razón de ser (la de ser un refugio para los judíos ya está desfasada), una masacre como ésta le dará un rato de aliento para defender su posición contra los principios de los derechos humanos.
Esto no quiere decir que esta masacre sea un atentado de bandera falsa atribuido a los islamistas, repito. Porque la bandera que hoy llamamos islámica ya es íntegramente falsa. La guerra no es entre ellos: es contra nosotros. Contra los que pedimos libertad. Esa libertad nuestra, la de los musulmanes, la de todos los humildes que no hablan en nombre de dios, esa libertad por la que han muerto los periodistas de Charlie Hebdo.
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