Milicias cristianas en el frente de Mosul
Ethel Bonet
Nínive (Iraq) | Agosto 2015
Tel Skuf parece un pueblo fantasma. Las únicas almas que vagan por allí son grupos peshmerga -milicias kurdas – que vienen o van al frente o los voluntarios de los comités locales que vigilan los barrios para que nadie entre a robar en las viviendas deshabitadas.
Esta localidad cristiana, a unos 25 kilómetros de Mosul, tenia hasta hace un año 7.500 habitantes. Una horda de yihadistas atacó el 8 de julio de 2014 el pueblo de Tel Skuf , forzando a la población a marcharse en estampida de sus hogares. Semanas más tarde, los peshmerga, apoyados por aviones de la coalición internacional contra el Estado Islámico (Daesh) recuperaron la localidad. Como en la gran mayoría de los pueblos cristianos de la llanura de la provincia de Nínive, las casas siguen estando vacíos.
“Antes de huir, los yihadistas colocaron explosivos en las casas y plantaron minas antipersona”
“Antes de huir, los yihadistas colocaron explosivos dentro de las casas y plantaron minas antipersona”, explica el capitán Safa Ilias mientras visitamos una barriada de viviendas totalmente calcinadas o destruidas. De vez en cuando, los yihadistas atacan desde alguna de sus posiciones con cohetes katiusha o grad, haciendo blanco en alguna vivienda. Por ese motivo, nadie está seguro allí.
El capitán comanda una compañía de setenta peshmerga cristianos. La Fuerza de la Llanura de Nínive (NPF) es la única milicia cristiana integrada en el Ministerio Peshmerga, una institución del Gobierno de la Región Autónoma Kurda de Iraq.
Los combatientes del Estado Islámico permanecieron solo dos semanas en Tel Skuf pero les dio tiempo suficiente para destrozar la iglesia más antigua del lugar que data del siglo XIII, de la época mongol. Junto a la sacristía hay una estatua de Jesucristo descabezada, y uno de los laterales de la iglesia recibió el impacto de un proyectil.
En este pueblo fantasma hay pintadas en los muros que dejaron los radicales que advierten: “El Estado Islámico se quedará”.
El frente se encuentra a poco más de un kilómetro de Tel Skuf. Los peshmerga han levantado una larguísima trinchera con montículos de tierra y sacos que va desde la presa de Mosul hasta las colinas de Nawaran. La línea defensiva recorre un kilometro y setecientos metros.
La compañía solo tiene una docena de kalashnikov, por lo que tienen que ir al frente por turnos
Por lo general, los peshmerga van escasos de equipamiento militar, pero en el caso de los combatientes de la NPF es todavía peor. La compañía solo tiene una docena de kalashnikov, por lo que tienen que repartirse las armas e ir al frente por turnos. “Somos una fuerza nueva”, se excusa el capitán Ilias, antes de agregar que fueron reconocidos oficialmente en septiembre del año pasado.
“Contamos con nuestra fe. Y es nuestro deber defender a las minorías”, asiente con convencimiento este peshmerga cristiano.
Detrás de la trinchera hay una explanada y en el centro, un pequeño montículo de tierra y sobre él un palo clavado. Es la tumba de un suicida afgano (por la vestimenta que llevaba) que fue abatido por un voluntario cristiano antes de que hiciera estallar delante de la defensa los explosivos que llevaba adosados.
En el puesto de avanzada hay militares musulmanes, cristianos, yazidies y turcomanos porque “esta es la tierra de todos y todos tenemos el mismo objetivo: defenderla”, exclama un oficial de la inteligencia militar kurda.
«Un tercio de los cristianos de Iraq se ha marchado de su país”
En realidad, los objetivos de los cristianos distan mucho de los kurdos. “Los cristianos nos estamos extinguiendo en Iraq”, denuncia Ilias. Según explica, unas dos mil familias de Tel Skuf y los pueblos de alrededor se han marchado a Europa. “En total 120.000 cristianos han emigrado a otros países. Lo que significa que un tercio de los cristianos de Iraq se ha marchado de su país”, advierte.
Para el capitán, la única solución para que Iraq no se quede sin cristianos es una autonomía. “Reclamamos nuestras tierras ancestrales en este valle para poder tener un futuro. Solo si tenemos una autonomía con el apoyo y protección de la comunidad internacional, los cristianos podrán regresar”, insiste el militar del NPF.
“La línea del frente es muy débil en esta zona. No hay más de 200 o 300 combatientes yihadistas, o incluso menos, en el borde con el Kurdistán. Si la Coalición internacional bombardeara de verdad en la llanura de Nínive podríamos regresar a nuestros pueblos”, lanza Romeo Nakhari, presidente del partido Democrático Bet-Nahrein (BNDP), uno de los dos partidos cristianos responsables de la fuerza del NPF.
Los cristianos que no han emigrado a otros países viven desde hace más de un año como refugiados en la región Autónoma del Kurdistán. El 6 de agosto se cumplió un año del éxodo de los cristianos de Mosul y las aldeas de la planicie de Nínive. Cerca de 200.000 iraquíes de esta minoría religiosa huyeron por temor a las represalias del Daesh.
“Hubo una explosión en una vivienda de Qaraqosh sobre las dos de la tarde. Una mujer y sus dos hijos murieron. Todo el mundo tenía miedo y empezó a huir. Corrían rumores entre los vecinos de que los yihadistas iban a invadirnos”, recuerda con dolor Iftihar, de 23 años. Aquella fue una huida difícil. “ Había tanta gente en la carretera que muchos abandonaron sus coches y se marcharon a pie”, continúa la joven.
Más de 6.500 refugiados de las aldeas de Nínive y Mosul viven en un campamento de Erbil
Cuando llegaron los cristianos de Mosul a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, fueron acogidos en parques o explanadas de las iglesias en el barrio de Ankawa. “Los vecinos eran muy generosos y nos preparaban comida”, agradece Iftihar. En los meses que siguieron muchos de estos refugiados fueron alojados en el ‘mall’ de Ankawa.
“Estuvimos viviendo en los seis pisos vacíos del centro comercial pero después de unos meses el dueño decidió vender el edificio y nos tuvimos que marchar otra vez. “Después, el gobierno de Kurdistán nos ofreció un terreno”, explica esta joven cristiana.
Desde hace seis meses están hacinados en módulos prefabricados en un descampado ahora conocido como el distrito de las caravanas. Más de 6.500 refugiados de las aldeas de Nínive y Mosul viven allí, soportando temperaturas de 45 grados y continuos cortes de luz, por lo que no pueden ni encender un ventilador para poder refrescarse. Sin embargo, en el campo de refugiados de las caravanas todo está bien organizado. Tienen sus propias tiendas de ultramarinos, escuelas, una capilla, e incluso una peluquería.
Mahran es el peluquero del campamento. Incluso mantiene la misma clientela que tenía en Qaraqosh. En realidad, Mahran es licenciado en Sociología pero como no encontraba trabajo montó este negocio. “No tengo esperanzas de futuro, nada va a cambiar aquí. Pero no quiero abandonar mi hogar. Los cristianos tenemos un fuerte apego a la familia y no podría dejar aquí a mis hermanos y mis padres y marcharme a otro país sin ellos”, explica.
“No confío en los kurdos, ni en los iraquíes ni la comunidad internacional”
“No confío en los kurdos, ni en los iraquíes ni la comunidad internacional”, critica Mahran. “Cuando el Daesh entró a Qaraqosh los primeros que salieron corriendo fueron los peshmerga que deberían habernos protegido”, se queja. “Desde 2004 hemos estado pagando a los musulmanes para que nos dejen vivir en paz. Así es nuestra vida”, concluye el peluquero.
Una niña está sentada en la puerta de una caravana con un libro de Química, estudiando para los exámenes de septiembre. “Vivimos sin futuro aquí. Quiero irme a Europa, Canadá o Australia. Allí si quieren a los cristianos”, exclama Farhana, de 16 años.
“Queremos volver a nuestra tierra, pero tenemos mucho miedo. No hay futuro para nosotros en Iraq. Quién va a protegernos”, lamenta su madre, Mariam.
“No queremos irnos de Iraq. Queremos luchar por la tierra de nuestros antepasados porque es la herencia de nuestros hijos. Pero no podemos seguir en estas condiciones siendo refugiados”, se queja, por su parte, Sarquis Agayan, de 63 años, que ha enviado a tres de sus cinco hijos a Europa. Agayan fue traductor de las tropas estadounidenses en Mosul entre 2005 a 2007 y ahora es voluntario de las Fuerzas de Protección de la provincia de Nínive (NPGF), dependientes del Ministerio del Interior kurdo.
“Somos la primera milicia del mundo que no tiene armas”
“Los yihadistas han saqueado nuestras casas, quemado las iglesias y libros sagrados, son unos bárbaros. ¿Por qué la comunidad internacional no está haciendo nada para protegernos? Nos sentimos abandonados”, denuncia Agayan.
En otra caravana se encuentra Hikmay Hadash, encargado de la seguridad del campamento. Este ex oficial asirio del ejercito iraquí es ahora el coordinador del NPGF en el campamento. Bajo sus ordénes hay 200 voluntarios que han recibido entrenamiento por dos meses y hacen turnos de vigilancia.
“Nuestro problema es que no tenemos armas. Cómo vamos a proteger a nuestras familias si nos atacan”, lamenta Hadash. Añade bromeando: “Somos la primera milicia del mundo que no tiene armas”.
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