Desaparecidos en la cuneta
Alicia Alamillos
El Cairo | Febrero 2016
El italiano Giulio Regeni desapareció súbitamente la noche de este 25 de enero, cuando la mayoría de los egipcios conmemoraban el aniversario de la revolución encerrados en sus casas y las calles de la capital permanecían tomadas por miles de policías y militares. Su rastro se pierde poco antes de coger el metro en el barrio de Giza cuando se dirigía al centro de El Cairo, para celebrar un cumpleaños. Eran sólo cuatro paradas. Nadie sabe nada.
Ocho días después, y tan sólo tras la insistencia del Gobierno italiano para que se esclareciera su desaparición y una gran campaña pública en las redes sociales, el cuerpo del joven estudiante de 28 años fue encontrado en la cuneta de una de las principales autopistas que salen de la capital egipcia, con evidentes signos de tortura. Las circunstancias de su desaparición apuntan a que Giulio Regeni ha sido uno más de los cientos de «desapariciones forzosas» que se multiplican en los últimos dos años el país de los faraones.
La familia desconoce el paradero de su hijo y las comisarías niegan su detención
Cuando a las dos de la madrugada del pasado 12 de enero Israa abrió la puerta a unos supuestos policías vestidos de civil, no supuso que pasarían días, semanas o incluso meses sin noticias de su hermano pequeño. Asir, de catorce años, fue «secuestrado» por los oficiales identificados como de «Seguridad del Estado», que también registraron su habitación y explicaron a la familia que investigarían su implicación con «un grupo terrorista» y que lo interrogarían durante un máximo de 2 horas. A día de hoy, la familia todavía desconoce su paradero, y las comisarías del área niegan su detención. Cientos de egipcios tienen una historia parecida.
“Llamaron a la puerta y vi un policía (de paisano). Yo no llevaba el velo, así que no podía hablar con él, y no sabía si buscaban a mi hijo o a su padre, así que desperté a Moataz, que dormía en su cuarto. Le dije: ‘Alguien llama a la puerta’. Moataz sólo llevaba una camiseta. ‘¿Eres tú Moataz?’ Contestó que sí. Entonces otros diez policías aparecieron, yo no los había visto antes, estaban ocultos tras la puerta, y se lo llevaron. Yo gritaba y preguntaba ‘¿Por qué, por qué os lo lleváis?’, no me contestaron. Así que los seguí por toda la calle: ‘¡Toma al menos una chaqueta!’, porque era enero y hacía mucho frío…” cuenta Fatma, con la prolijidad en detalles de las madres egipcias.
En la calle esperaban otros diez hombres, que subieron a registrar el cuarto de Moataz. Se llevaron ordenador, móviles, cámaras y todo el dinero que encontraron. “Tú hijo está acusado de ser miembro de una organización terrorista”, afirmaron. Se fueron sin decir más: sin ningún papel que demostrara la detención y sin informar de cuál sería desde entonces el paradero de su hijo.
Sólo en diciembre y enero pasados, cerca de 60 personas «desaparecieron»
Sólo en diciembre y enero pasados, cerca de 60 personas «desaparecieron» supuestamente a manos de la Policía egipcia, según datos recopilados por grupos independientes. De agosto a noviembre de 2015, la campaña «Stop Forced Disappearance», organizada por la ONG Comisión Egipcia por los Derechos y las Libertades (ECRF), denunció 340 casos de «desapariciones forzosas». «Libertad para los valientes», un grupo izquierdista egipcio, documentó al menos 163 casos de abril a junio de 2015.
En total, la gubernamental Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió más de 200 denuncias en 2015. Las cifras exactas varían de un grupo a otro, pero la tendencia al alza en los últimos dos años ha sido constatada y denunciada por organizaciones internacionales como Human Rights Watch, Amnistía Internacional o el grupo de trabajo de las Naciones Unidas en las Desapariciones Forzosas.
«Con la excusa del estado de Excepción tras el golpe (contra el entonces presidente Mohamed Morsi, en 2013), muchos ‘desaparecieron’, especialmente tras la dispersión de las manifestaciones en la plaza de Rabaa. Pero en 2015 han vuelto a aumentar los casos y se estima que los números seguirán subiendo», explica Abdelrramán Gad, investigador en Desapariciones Forzosas del ECRF.
Aunque los objetos de estas desapariciones forzadas solían ser islamistas afines a los Hermanos Musulmanes, en los últimos meses se han hecho más «aleatorias» y afectan también desde a activistas políticos a cualquiera sospechoso de participar o haber participado en protestas.
Fatma, la madre de Moataz, hace un gesto hacia el niqab que la cubre: “Creo que los oficiales pensaron que éramos islamistas de los Hermanos Musulmanes –baja la voz al pronunciar el ahora temido ‘ijuan’- por cómo vestimos. Pero no es así. Yo llevo niqab porque lo hacía desde joven. Y Moataz participó en las manifestaciones contra el golpe de Estado –vuelve a bajar la voz al decir ‘golpe’-, pero cuando vio los muertos, la sangre en las calles… se asustó y no salió más. No estuvo en Rabaa”.
En Egipto se usa la palaba “Rabaa” como punto de inflexión, Rabaa como la plaza que se cobró la vida de cerca de 1.000 egipcios, la mayoría partidarios de los Hermanos Musulmanes y del depuesto expresidente Mohamed Morsi. Rabaa como sinónimo de “terrorista” para el Gobierno de Sisi.
La palaba “Rabaa” se usa como punto de inflexión, Rabaa como la plaza de la masacre en 2013
No es el caso de Ahmed. Según cuenta su padre, que concede esta entrevista “justo el día en el que cumple 21 años”, Ahmed no tenía otro interés que terminar sus estudios y ayudar en el negocio familiar. Fue “detenido” el 19 de agosto de 2015, y desde entonces su padre no ha vuelto a saber de él, pese a su incansable peregrinación de comisaría a comisaría, de centro de detención a centro de detención preguntando por su hijo.
“No hay un perfil claro: hay desde estudiantes a abogados. Desde islamistas, a activistas de grupos laicos, socialistas o revolucionarios”, afirmó a medios locales el portavoz de “Libertad para los valientes”, Khaled Abdel Hani.
Son cientos de casos, y sólo los de quienes se atreven a denunciar. La última vez que familia y amigos los ven es en manos de supuestos oficiales de policía, normalmente vestidos de civil, que se los llevan para interrogarlos. Entonces, relata Gad, son detenidos sin posibilidad de ver ni a abogados ni familiares y llevados a «lugares secretos de detención», donde son torturados hasta que confiesan algún tipo de vinculación con “grupos terroristas” como la Hermandad Musulmana o el Daesh, delatan a amigos y conocidos o admiten algún otro delito, sin el límite de tiempo de 48 horas que marca la ley egipcia como tiempo máximo de detención antes de presentar cargos.
En 2010, la muerte en custodia policial de un joven fue la chispa que encendió el descontento
«Las fuerzas de seguridad del Estado torturan a sus prisioneros de forma sistemática, sin temor a represalias», explica Gad. La utilización de métodos de tortura por la Policía egipcia como golpes, quemaduras, electrocuciones o violaciones, algunos llevados al límite de la muerte del prisionero, han sido largamente documentados por organizaciones humanitarias ya antes de la llegada del actual presidente, Abdelfatah Sisi, al poder.
En 2010, la muerte en custodia policial de un joven fue la chispa que encendió el descontento social que en enero de 2011 provocó la revolución contra el régimen de Hosni Mubarak. En 2015, el Centro Nadeem para la Rehabilitación de Víctimas de Violencia y Tortura documentó al menos 440 casos de tortura en estaciones de Policía. Un centro que este mes ha sido obligado a cerrar por el Gobierno egipcio, que sostiene que “no tienen los papeles en regla”.
Cuando fue encontrado el cuerpo de Giulio Regeni, ocho días después de su desaparición, una fuente en el departamento de investigación forense en Egipto apuntó a la agencia Reuters que el joven habría sufrido electrocuciones en genitales, quemaduras de cigarrillo y cortes en hombros y orejas, y que tenía varias costillas rotas y golpes en la cabeza y espalda, uno de los cuales le habría provocado la muerte, por hemorragia cerebral. Aunque no entró en detalles, el ministro de Interior italiano, Angelino Alfano, afirmó que Regeni sufrió un trato «inhumano».
Como Giulio, algunos de los desaparecidos en Egipto acaban muertos, y la versión de las autoridades suele ser «un accidente de tráfico» o “insuficiencia circulatoria aguda”, ya utilizadas en numerosas ocasiones para justificar las muertes de activistas o detenidos conocidos, como Shabry al Goul, prominente activista en el Sinaí, y cuyo cuerpo fue entregado en el Hospital de Al Arish, semanas después de su supuesta detención.
Otros, en cambio, tras días detenidos sin cargos ni abogados y sin respuestas a las familias cuando preguntan dónde están sus hijos, o siquiera si están bajo custodia policial –“se reían de mí cuando preguntaba por mi hijo”-, son puestos en libertad. Como Abdalá Masaoud, «desaparecido forzoso» por las fuerzas de seguridad el pasado 24 de enero y liberado, tras sufrir torturas, hace apenas una semana, cuenta por teléfono un amigo.
Sin embargo, la mayoría «aparecen» más tarde sentados en el banquillo de los acusados, asevera Gad. Islam Khaled, alejandrino, desapareció tras ser detenido en la madrugada del 5 de mayo. Según su hermano Nur, detenido también ese día pero puesto en libertad dos días después, Islam no era activo políticamente (a diferencia de Nur), pero tras más de 100 días en paradero desconocido, el 23 de septiembre “apareció” finalmente tras ser condenado por “pertenencia a un grupo terrorista”, es decir los Hermanos Musulmanes.
El Ministerio de Interior tuvo que admitir a estudio este enero 101 denuncias de desapariciones
Uno tras otro, los casos se le acumulan al Gobierno egipcio, y el Ministerio de Interior tuvo que admitir a estudio 101 denuncias de desapariciones forzosas, pese a que en octubre el encargado de la comisión para Derechos Humanos del Ministerio, Salah Fouad, insistió a medios locales que «no hay casos de desapariciones forzadas en Egipto». Una línea que tanto el Ministerio de Exteriores como el de Interior mantienen en el caso de Regeni, negando que se trate de «una desaparición forzada» o cualquier implicación de la Policía en su muerte.
Sin embargo, activistas egipcios han tomado como suya la muerte de Regeni, estudiante de doctorado en Cambridge que investigaba sobre sindicatos y trabajadores irregulares en Egipto. «Giulio ha pagado al final con su vida, justo como muchos de nosotros egipcios en este Estado policial», afirmó Sally Touma durante una concentración frente a la embajada italiana, en recuerdo del joven. Señala que muchos activistas egipcios viven «llenos de miedo» ante la impunidad de la Policía egipcia, que se sabe a salvo de casi cualquier delito. A principios de mes, el policía condenado a quince años de cárcel por disparar a quemarropa contra la activista y socialista egipcia Shaima el Sabag durante una manifestación pacífica el 24 de enero de 2014 vio cómo se anulaba su sentencia, en uno de los cientos de ejemplos de impunidad policial.
“Pero si la Policía ya puede hacer prácticamente lo que quiere, si tortura, si encierra durante años sin juicio, si los detenidos mueren bajo su custodia pero saben que serán más tarde absueltos… ¿por qué estas desapariciones forzadas?” A esta pregunta, Abdelramán Gad contesta: “La Policía se ha acostumbrado, durante el estado de excepción, a tener total libertad. La nueva Constitución de 2014 pone coto a esas libertades, aunque todavía no se aplique, pero empieza a ser más complicado detener e interrogar –brutalmente- durante días sin presentar cargos, por lo que hacer ‘desaparecer’ a los sospechosos y activistas es más sencillo”.
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