Samira Khalil
M'Sur
Samira de Siria
Cuando cumplieron los cincuenta, ella y él albergaban la esperanza de tener una casa propia.
No pudo ser.
Comenzó la revolución.
Dejaron la casa, primero él y luego ella, y a principios de 2013 se llevaron sus cosas y las almacenaron en el sótano de una casa cercana: los libros, en cajas de cartón, y los muebles que merecían la pena fueron repartidos entre los amigos.
En mi opinión, Samira, y con ella Razan Zaituneh, la activista de derechos y escritora que revolucionó el principio de los Derechos Humanos, Wael Hammada, el marido de Razan, y Nazem Hamadi, poeta y abogado, todos ellos secuestrados, ocupan una posición destacada en la lista en que también está Lorca. No me importa lo que piense ninguno de sus herederos oficiales.
Que nuestra lucha sea compleja, como la lucha española hace ocho décadas, o quizá más, y que Samira, Razan, Wael y Nazem hayan sido secuestrados a manos de una formación salafista extremista, no cambia la posición republicana que los cuatro ocupan, junto con otros innumerables sirios.
Lo que convierte a Siria en una tragedia mundial es que los sirios no se enfrentan a un único enemigo.
Además de la mafia del autoritarismo asadiano, que se comporta como dueña del país desde que el déspota Hafez dejase como heredero a su hijo Bashar en el año 2000 (el hecho de que la república se convirtiera en una monarquía hereditaria es algo que ninguna organización de izquierdas del mundo ha comentado, hasta donde yo sé), los sirios se enfrentan a otro enemigo, que son las organizaciones nihilistas islamistas que han nacido de la falta de horizonte de desarrollo que han padecido nuestras sociedades en los países árabes durante las últimas tres o cuatro décadas. Una situación reforzada por el papel jugado por el tercer enemigo, el extremadamente radical sistema de dominio estadounidense en la zona y apoyo clave de Israel. Las tres fuerzas del salvajismo están intrínsecamente ligadas, y no se entiende ninguna de ellas al margen de las otras.
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La causa de Samira, Razan, Wael y Nazem es conocida en el contexto sirio, pero sigue siendo desconocida en muchos lugares fuera de Siria. Los cuatro fueron secuestrados [en diciembre de 2013] en Duma, en la zona oriental de Al-Ghuta (Damasco), sometida a asedio [del régimen], por parte de la formación salafista denominada Ejército del Islam, que ejerce la autoridad de facto en Duma. Esta formación religioso-militar niega toda responsabilidad a pesar de que hay pruebas de peso en su contra.
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Los folios de Samira son comentarios e ideas que escribió en hojas sin numerar ni fechar. Algunos de sus contenidos los publicó en Facebook en su momento. No obstante, la mayoría son inéditos.
[Excerptos del prólogo de Yassin Al-Haj, marido de Samira Khalil]
Diario del asedio a Duma 2013
Folio 1
¿Te has planteado salir?
¿Te has planteado salir?, me preguntas.
Salí de mi patria en el momento en que salí de mi casa… cuando los servicios de seguridad comenzaron a buscarme, cuando mis amigos se marcharon y no pude encontrar a nadie que me pudiera alojar un par de días, por ejemplo.
Salí cuando vine aquí y vi cómo está esta patria, con gente muriendo bajo los escombros de sus propias casas, esas con las que soñaban y en las que se habían dejado la piel… De veras se habían dejado la piel.
Muchos se han negado a salir de su hogar de toda la vida…
Salí de mi patria cuando perdí mi casa, cuando Yassin y mis amigos dejaron de estar cerca, y cuando ya no pude ver a nadie de mi familia ni amigos, a pesar de estar en Al-Ghouta…
La gente abandona el país cuando el régimen te dispara y tú te aferras a la última astilla de esperanza, una astilla nada más.
Y yo, cuando extraño a Yassin, mis amigos y mi familia siento un amor que no llegué a sentir cuando estaba encerrada en la más terrible prisión.
Folio 3
Muchos han muerto
La situación social ha empeorado en Al-Ghuta oriental debido a la decisión tomada por las autoridades militares de cerrar los puntos de control de entrada. Han impedido la introducción de productos de primera necesidad a la zona: ultramarinos, medicamentos, leche, etc.
Un pan cuesta ahora 100 libras sirias, y no tiene ni un cuarto del tamaño del pan de las zonas no asediadas. Los pobres apenas pueden comprarlo, y solo las personas en una situación más acomodada pueden permitírselo.
La gente ha empezado a padecer hambre de veras…
Para intentar calmar el hambre de sus hijos, están gastando lo que les quedaba en la despensa…
Cuando abrieron los hornos, mucha gente salió corriendo para conseguir algo de harina para sus hijos.
Algunos tuvieron suerte; muchos murieron, y su sangre impregnó las bolsas de harina.
No dejaré de contar
Me he sentado para contaros el número de veces que los aviones nos sobrevuelan y disparan misiles: hasta el momento han sido doce veces. Apenas ha pasado medio día desde el amanecer.
En un lugar donde los vivos cuentan el número de mártires y heridos y cuantifican el alcance de la
destrucción, no dejaré de contar mientras los misiles se mantengan alejados.
Hasta el momento los aviones han pasado y lanzado misiles doce veces…
En algún lugar de Al-Ghouta, los vivos cuentan el número de mártires y heridos.
Folio 27
La insoportable levedad del ser virtual
Es cierto que existe un mundo virtual, pero lo conforman vivos del mundo real. Tienen esa suerte tu amigo y el amigo de tu amigo. Con permiso de Kundera: «La levedad del ser virtual» no se puede soportar a veces. Si no tienes nada que decir, no digas nada.
El mundo masculino
No sé por qué el mundo masculino calla. Deben hacer una revolución propia, una revolución contra quienes los convierten en monstruos que acabaran con toda voz, mano, pierna, cabello u ojo perfilado de mujer.
¡Hombres del mundo, moveos! Esta es una revolución que un día será como el Cantar de los Cantares para el mundo. Se trata de una revolución mucho más importante que todas las revoluciones del mundo. Un día será como el Cantar de los Cantares.
Las armas son para proteger
Apoyamos que los soldados protejan la revolución. Pero cualquier bala dirigida contra los civiles es una traición a la revolución y a las almas de la gente. Las armas son para proteger las almas de la gente. Perdemos la revolución política y militarmente, y la revolución pierde su alma si no se usan para proteger a los civiles. Los acuerdos se retrasan, llegaremos a Ginebra x, mientras aumenta el número de mercenarios internacionales y locales, e incluso de quienes tenían reconocido prestigio ético y humano… Que caigan, del mismo modo que caen los seres humanos y sus casas.
El proletariado que está muriendo
En 1987, había un partido llamado Partido Comunista del Trabajo, que estaba de parte del proletariado, la clase esclavizada. Cuando el régimen decidió purgarlo, detuvo a todos sus líderes y militantes, incluida yo, que militaba en las bases. Los servicios de seguridad entraron armados, rodearon el barrio e irrumpieron en casa. Eché a correr, pero cuando llegué a la calle, corrieron detrás de mí y me arrastraron por la fuerza. A la gente, que estaba presenciando la escena, le mandaron meterse dentro. No dejaron de mirarme mientras entraban. Mi hermana, en otro barrio, tuvo la misma experiencia: la arrastraron por la fuerza, y el oficial la golpeó, así que ella le mordió la mano. La opresión es capaz de todo, de todo. Y hasta ahora hay gente que simplemente observa, pero no cómo se detiene a la gente, sino cómo se destruyen sus casas y cómo ejecutan a sus hijos… El mismo partido hoy está mirando. Todas las personas que no pertenecen a la clase desfavorecida han dejado el país. Los que quedan son los oprimidos, el proletariado, mientras el partido se limita a observar a ese proletariado que muere. El comunismo ha muerto, y los trabajadores del mundo no se han unido, ni los líderes han pensado en ellos. Se suicidó cuando su clase fue aniquilada ante sus ojos. El Partido del Trabajo y los que quedan, que Dios tenga misericordia de vosotros. Os deseo larga vida con la muerte de vuestra clase oprimida, vuestra revolución y vuestros cánticos. Larga vida a vosotros por los que ya no están.
Destino miserable.
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© Samira Khalil / ediciones del oriente y del mediterráneo · © Traducción del árabe: Naomí Ramírez | Cedido a MSur