Perra vida
Ilya U. Topper
Abdul Hadi Sadoun
Memorias de un perro iraquí
Género: Novela
Editorial: Calambur
Páginas: 228
ISBN: 978-84-8359-373-8
Precio: 15 €
Año: 2012 (2016 en España)
Idioma original: árabe
Título original: مذكرات كلب عراقي
Traducción: Noemí Fierro
En verano de 2015 me di el obligado paseo matutino por la cuesta que lleva del río Miljacka a la Zuta Tabija, el bastión que da sobre la antigua Sarajevo. No acababa de dejar atrás las lápidas blancas del Cementerio de los Mártires cuando me vi rodeado de cinco, diez, quince perros hostiles. No era un encuentro agradable.
Habían pasado 20 años de la guerra de Bosnia, más que una vida de perro: ninguno de estos animales ha olido la pólvora ni ha visto francotiradores. Y sin embargo, ahí están en la colina, rondando la ciudad, como aquella jauría de perros con la que arranca (y termina) Inchalá, la obra magna de Oriana Fallaci (fallida como casi todas las obras magnas), ubicada en la guerra civil de Líbano. Debe de ser que la guerra en los Balcanes sigue presente, en la mente de sus políticos y en la de sus perros.
Para alguien que viene de Estambul, donde los canes callejeros, incapaces de mirar mal a un gato, pasan sus días a la sombra de las mezquitas, convencidos de que el destino de un perro es ser acariciado por los transeúntes, esta transformación del amigo del hombre en lobo de manada es un misterio que se traduce en una sola palabra: guerra.
Líder, el galgo protagonista de la novela de Abdul Hadi Sadoun (Bagdad, 1968, exiliado en Madrid desde 1993), experimenta esta transformación ida y vuelta: en la primera fase, asqueado por la vida política del país, entonces una dictadura despiadada, se volverá pacifista y vegetariano. Una forma de protesta. Pero cuando cae la dictadura para establecerse otra mucho peor que la primera, no le quedará más remedio que aullar, él también, con los lobos.
La jauría de perros es una potente metáfora de los estragos que la guerra ha hecho en Iraq
La jauría de perros que corre de noche por los descampados de Bagdad y se transforma en milicia asaltacaminos en el desierto es una potente metáfora de los estragos que la guerra ha hecho en Iraq. Y contar este perro mundo a través de los ojos de un ídem, como hace Abdul Hadi Sadoun, tiene cierta tradición. No hace falta que nos acordemos de Cipión y Berganza: el propio protagonista se encarga de recordarnos ese clásico, al que había oído leer en casa de su dueño en Bagdad, un hombre enamorado de España en general y de Cervantes en particular.
Reivindicado el maestro, Sadoun dota a su galgo de sentimientos, emociones y una gran inteligencia. Como los perros cervantinos, capaces de burlarse del mal latín o griego de sus contemporáneos, Líder entiende idiomas, memoriza novelas, conoce la civilización humana al dedillo de su pata, gracias a un dueño de vasta cultura.
Pero Sadoun va un paso más allá. Por una parte rehuye la metáfora pura de Esopo y Fariduddín Attar, o las fábulas esopianas de Gustav Meyrink, en las que el animal es un mero espejo de los humanos, por otra traspasa también, con mucho, el naturalismo de un Jack London: si con algo de entrega, un lector puede seguir las andanzas de Colmillo Blanco creyéndose la historia, aquí no nos queda esa opción. Un perro de verdad no pintará nunca con brocha una frase sobre una lápida ni usará cuerdas para cazar a otros perros, y que Líder lo haga nos deja en un incómodo limbo.
Así, no solo su zigzaguear por amistad, alianza, traición y amor, sino también sus pasos por masacre, cárcel, interrogatorio, liberación y huida se nos antojan más un retrato de la perra vida de un iraquí cualquiera que una vida canina.
Es el retrato de un país abandonado por sus (tiránicos) dueños, apaleado por propios y extraños
En este punto, Sadoun se acerca más a otro clásico: La conferencia de los animales, de Erich Kästner, una imperecedera obra disfrazada de libro infantil con la que comparte, además, el mensaje antibélico, aunque no el tono divertido. Las historias de animales funcionan mejor cuando hay sátira, cuando el lector acaba sonriendo, y Sadoun no tiene ningunas ganas de divertirnos: nos habla con una bestial seriedad.
Porque esto es lo que nos queda de estas Memorias..: un retrato de un país entero abandonado por sus (tiránicos) dueños, echado a la cuneta, apaleado por propios y extraños, convertido en jauría sin freno, en manada de lobos para el hombre, a ratos azuzado por la rabia, sí, esa otra, la perruna, la mortífera, la incurable.
Esta guerra rabiosa de Iraq ya dura catorce años, una vida de perro entera. Y si las jaurías de Sarajevo, tras cinco años de guerra y veinte de paz, siguen aullando por las calles de la ciudad, prestos al ataque, no sé cuántas generaciones tendrán que pasar en Mesopotamia para que un galgo pueda volver a dormir la siesta a orillas de Tigris. El libro de Sadoun nos deja poca esperanza. Salvo una: aun siendo perro, es posible no ser de la manada.
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