Opinión

¿Te han lavado el cerebro?

Uri Avnery
Uri Avnery
· 12 minutos

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Esto ya asusta.
Unos psicólogos sin escrúpulos, que están al servicio de un régimen malvado, utilizan técnicas sofisticadas para controlar a distancia la mente de alguien.

El término “lavado de cerebro” nación en 1950. Es una palabra china (xinao, que significa literalmente lavar un cerebro). Primero se utilizaba para describir una técnica que expertos chinos – o eso se aseguraba – empleaban para manipular la mente de los prisioneros estadounidenses en la guerra de Corea. Les cambiaban sus procesos mentales inconscientes y los convertían en agentes de fuerzas siniestras.

Muchos libros y películas pretendían mostrar cómo funciona. El clásico filme ‘El mensajero del miedo’, por ejemplo, relata cómo los comunistas cogen a un prisionero de guerra del conflicto de Corea, un oficial, manipulan su mente y le dan la orden de matar al candidato a la presidencia de Estados Unidos. El oficial estadounidense no sabe que le han convertido en un agente comunista. No recuerda la orden que le dieron bajo hipnosis y no sabe que actúa siguiendo esa orden.

Esta trama es ridícula, como la mayoría de las descripciones seudocientíficas. En la práctica es mucho más fácil manipular la mente de las personas, de individuos y de colectivos.

Goebbels convirtió todos los medios de comunicación alemanes en agencias gubernamentales

Ahí está la propaganda nazi, por ejemplo. La inventó Adolf Hitler en persona. En su libro Mein Kampf describe que fue testigo, como soldado en el frente occidental de la I Guerra Mundial, del apabullante éxito de la propaganda británica. Los ingleses bombardearon las trincheras alemanas con folletos que destrozaron la confianza de los soldados en sus dirigentes.

Cuando Hitler llegó al poder en Alemania, le encargó a uno de sus fieles sicarios, Joseph Goebbels, la creación de un Ministerio de la Propaganda. Goebbels convirtió la propaganda en una forma de arte. Entre otras cosas, convirtió todos los medios de comunicación alemanes – periódicos y radio – en agencias gubernamentales. En alemán, eso se llamaba Gleichschaltung, el término utilizado para conectar todos los componentes a una sola línea eléctrica. Gracias a esto, la Alemania nazi continuaba luchando aún cuando ya era obvio que había perdido la II Guerra Mundial.

Uno de los factores era desconectar el público alemán de cualquiera otra fuente de información. Todos los medios emitían la misma propaganda oficial. Escuchar una emisión de radio extranjera era un delito grave, que se castigaba con severidad.

Así se explica que los alemanes aún creían en su victoria final – el Endsieg – cuando los soviéticos en el este y los anglosajones en el oeste ya habían cruzado las fronteras y se adentraban en Alemania.

¿Hace falta un régimen dictatorial – nazi o comunista – para convertir los medios en una máquina de lavar cerebros? El sentido común dice que en una democracia es imposible que ocurra. El sentido común se equivoca.

Recordamos que Hitler alcanzó el poder con medios democráticos. Incluso ahora hay nacionalistas fanáticos que ganan elecciones democráticas en muchos países. Sus líderes se afanan en destruir los tribunales, rellenando el Parlamento con idiotas útiles y – especialmente – en convertir los medios de comunicación en instrumentos de lavado de cerebro. También ocurre en nuestro país.

En el asunto de guerra y paz, todos los medios están “conectados” a una linea de lavado cerebral

¿Cómo se hace? Es bastante sencillo en realidad: hay que suprimir todas las demás voces. Hay que garantizar que los ciudadanos solo escuchen una única voz. Una voz que repita unos pocos mensajes, una y otra vez, sin cesar. De esta manera, la mentira se convierte en verdad.

En una situación así, el ciudadano normal se convence de que el discurso oficial es realmente su opinión personal. Esto es un proceso inconsciente. Si uno dice a un ciudadano que le han lavado el cerebro, se ofende profundamente.

Eso ha ocurrido en Israel en los últimos años. El ciudadano no tiene conciencia de que está ocurriendo. Absorbe diferentes periódicos, telediarios y emisiones de radio y ve que todos esos medios están debatiendo libremente unos con otros, e incluso se pelean entre ellos. El ciudadano o la ciudadana no está consciente del hecho que en el asunto crítico de nuestras vidas, el único – guerra y paz – , todos los medios están “conectados” a una única linea de lavado cerebral.

Durante las últimas semanas hemos visto un ejemplo perfecto de este mecanismo. Los sucesos en la Franja de Gaza han activado un mecanismo de lavado de cerebro al que los régimenes dictatoriales en el mundo solo pueden envidiar.

Hagamos examen: ¿Qué hemos oído en la radio? ¿Qué hemos visto en la tele? ¿Qué hemos leído en los periódicos?

En el espacio de pocas semanas, más de cien seres humanos murieron bajo disparos, y muchos miles sufrieron heridas de bala. ¿Por qué?

“Estábamos obligados a dispararlos, porque estaban asaltando la valla fronteriza”. De hecho ¿no habían proclamado los propios gazatíes su intención de “regresar a casa”, es decir regresar a territorio israelí?

¿Decenas de miles de personas asaltando la valla, y ni una sola foto?

Pero el 14 de mayo, el ‘lunes negro’, 63 manifestantes desarmados murieron bajo los disparos, y más de 1500 sufrieron heridas de bala. Todos los israelíes saben que eso era necesario porque los manifestantes asaltaron la valla y estaban a punto de dispersarse por Israel. A nadie se le ocurrió fijarse en el simple detalle de que no había ni una solo fotografía que documentara algo así. Ni una sola. A pesar de que en ambos lados de la valle había cientos de fotógrafos, también fotógrafos del Ejército israelí, que filmaron hasta el último detalle. ¿Decenas de miles de personas asaltando la valla, y ni una sola foto?

Hay que fijarse en el uso de la palabra “terrorista”. Se ha convertido en un adjetivo que se pega a todo. Ahora no simplmente hay túneles: siempre son “túneles del terror”. Hay “actividades terroristas”. Está el “régimen terrorista de Hamás” y las “bases terroristas”. Ahora hay incluso “cometas terroristas”.

No: no son simplemente “cometas incendiarias” ni “cometas destructivas”, solo “cometas terroristas”. Lo mismo, todos los días en todos los medios. Alguien ha tomado una decisión de terminología. Desde luego, toda persona que tiene la palabra “terror” pegada a su nombre es un “hijo de la muerte”, como se dice en hebreo bíblico. Otro orgulloso término resultado del lavado de cerebro.

Los habitantes de la Franja de Gaza son “terroristas”. (En hebreo se ha inventado un término especial: mejablim). ¿Todos? Desde luego. Sin lugar a dudas. Especialmente los miembros de Hamás. Pero Hamás es un partido político, que ha ganado unas elecciones democráticas en toda Palestina. Un partido civil que tiene, de hecho, un ala militar. Pero en nuestros medios, los miembros del partido y sus simpatizantes son “terroristas”, hijos de la muerte. Desde luego.

La utilización de estos términos, cientos de veces al día, constituye claramente un lavado de cerebro, del que los ciudadanos no son conscientes. Se acostumbran al hecho de que todos los gazatíes son terroristas, mejablim. Esto es un proceso de deshumanización, la creación de los Untermenschen (subhumanos) en el léxico nazi. Matarlos está permitido, incluso deseable.

Esto es un proceso de deshumanización, la creación de los subhumanos del léxico nazi

En una atmósfera así se pasan por alto incluso frases abominables. Esta semana, por ejemplo, oí en uno de los telediarios esta frase de boca de un corresponsal militar, que hablaba de la próxima manifestación en Gaza: “Irán quiere manifestantes muertos, y parece que se los van a dar”. Hay que leer la frase dos veces para darse cuenta de lo que dice: que los francotiradores israelíes actúan a favor de Irán.

O una frase que se repite una y otra vez, incluso por parte de columnistas respetados: “Irán quiere destruir el Estado de Israel”. No sé qué quieren 80 millones de iraníes, y el periodista tampoco lo sabe. Pero la frase en sí ya es ridícula. Israel es una potencia nuclear. ¿Cómo se puede aniquilar una potencia nuclear (con submarinos que pueden lanzar bombas atómicas si hiciera falta)? ¿Están los iraníes dispuestos a convertir su país, una de las cunas de la civilización humana, en un cementerio y un desierto?

O la previsión de que “el viernes tendrá lugar otra manifestación violenta”. ¿Violenta? ¿Otra? No se puede cuestionar el hecho de que todas las manifestaciones a lo largo de la valla de Gaza han sido totalmente noviolentas. Los manifestantes no han disparado un solo tiro, cuando miles de ellos fueron heridos por balas y más de cien murieron bajo el tiroteo. Pero la mentira se dice y nadie la comenta.

Ni uno solo de los cientos de presentadores de telediarios corrigen jamás este tipo de afirmaciones de sus corresponsales. Porque los directores, presentadores, tertulianos y corresponsales tienen todos el cerebro igualmente lavado. El portavoz del Ejército sabe la verdad, desde luego, pero es una pieza central en la máquina de lavar cerebros.

Los sucesos llegaron a un clímax con el asesinato de una enfermera de 21 años, Razan Ashraf al-Najjar, que estaba en ese momento intentando salvarle la vida a un manifestante herido. El francotirador que le disparó en el pecho veía que era una enfermera tratando a una persona herida. Era un obvio crimen de guerra.

¿Hubo un escándalo público? ¿Pidió la prensa una investigación? ¿Sacaron los diarios este suceso en portada? ¿Observó la Knesset un minuto de silencio? Nada de nada. Una noticia menor en algunos periódicos, ni mucho menos en todos. Un excelente artículo de la admirable Amira Hass en el diario Haaretz. Y eso es todo.

Pasaron algunos días, y el escándalo se montó en el extranjero. El equipo de fútbol argentino, con el admirado Messi, canceló un partido amistoso contra el equipo israelí en Jerusalén.

¿Hay un debate entre el portavoz oficial y un tertuliano que no esté de acuerdo? No

Los lavadores de cerebros se dieron cuenta de que era imposible no reaccionar. Así que el portavoz del Ejército publicó un comunicado en el que afirmaba que se había llevado a cabo una investigación. ¿Qué descubrieron? Ah, bueno. Se estableció claramente que nadie había disparado a Razan. Fue alcanzada por una bala que rebotó tras impactar en el suelo, lejos de ella. Eso era una mentira tan descarada que hasta el mentiroso del Ejército debería avergonzarse de elaborarla. El público, con su cerebro ya lavado, la aceptó.

Una de las características del lavado de cerebro es un fenómeno que todo el mundo puede constatar: la ausencia total de una opinión divergente. Cuando un columnista proclama la línea oficial respecto de un suceso ¿hay alguien que exprese una versión alternativa? ¿Hay un debate entre el portavoz oficial y un tertuliano que no esté de acuerdo? En la prensa democrática, eso sería algo normal. Aquí es muy, muy raro.

¿Qué se puede hacer para contrarrestar este lavado de cerebro?

Poca cosa.

En primer lugar: hay una necesidad vital de una segunda voz. El lavado de cerebro solo es eficaz si la voz oficial goza de un monopolio completo. Eso era uno de los objetivos de Haolam Hazeh, la revista semanal que yo dirigía durante 40 años. A todas las versiones falseadas del Gobierno les oponía una versión contraria. Aunque nuestra voz era débil, comparada con la poderosa máquina gubernamental (incluso en aquel entonces), el simple hecho de que hay dos voces, por desiguales que sean, previene un lavado de cerebro total. El ciudadano escucha las dos versiones y se pregunta: ¿Quién tiene razón?

Si todos los grupos a favor de la paz y los derechos humanos en Israel se unieran para establecer un centro de información conjunto, al que se le escucharía, tal vez pudiera romperse el monopolio de la propaganda oficial. Tal vez.

Hay una minúscula banda de columnistas que no tienen miedo: Gideon Levy, Amira Hass…

En el país hay una minúscula banda de columnistas que no tienen miedo de decir la verdad, ni siquiera cuando se considera una traición. Gideon Levy, Amira Hass y unos pocos más. Debemos garantizar que su voz se escuche. Hay que apoyarlos.

Se debe presionar a toda la prensa para que presente una variedad de opiniones sobre los asuntos de guerra y paz, para que se escuche al “enemigo interior”, de manera que el ciudadano pueda formarse una idea propia.

A la prensa extranjera se le debe permitir un libre acceso a las fuentes de información, incluso cuando los medios extranjeros son críticos, “hostiles” y “antisemitas”. A los amigos de la paz israelí-palestina en el mundo se les debe animar a presionar a la prensa en sus países para que publique la verdad sobre lo que está pasando aquí.

No me gusta la palabra “se debe”. Pero en estas circunstancias no hay otra palabra que valga.

El poder de la verdad contra una máquina de lavar cerebros siempre está limitado. Pero al final, incluso si se tarda mucho, la verdad se acabará imponiendo. Necesita valor.

La película ‘El mensajero del miedo’ tiene un final sorprendente: En el último minuto, en lugar de matar al candidato presidencial, el hombre con el cerebro lavado dispara al agente comunista que iba a ocupar el lugar del otro.

 

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 9 Junio 2017 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper

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