Han votado bien
Saverio Lodato
No he ido a votar en las primarias de Partido Demócrata (PD), y quiero decirlo ahora, con las urnas ya abiertas y a toro pasado. No he digerido todavía mi resentimiento personalísimo por aquellos años de Renzi, que le han infligido al partido no solo una ráfaga de derrotas históricas, en el plano político y en el electoral, sino también una degeneración de las actitudes inimaginable en el pasado y, a mi juicio, inaceptables aún hoy.
Creo que no soy el único en pensar así, tenga razón o me equivoque.
Las propias primaras, por otra parte, se han aplazado hasta el infinito por la obstinación de Renzi de querer continuar a ocupar la escena, aunque fuera con candidatos al estilo de Quisling, y estoy pensando en Roberto Giachetti, con su doce por ciento, y de alguna manera también en el propio Maurizio Martina, líder del partido, atascado en torno al 20 por ciento.
El voto por Zingaretti demuestra que el PD no se ha visto reducido a la ceguera total
Pero tengo que reconocer que, sin mi contribución individual y nada influyente, lo del domingo ha arrojado un grande y bello resultado [ganó Nicola Zingaretti], al menos por un par de razones. De hecho, yo habría caído en una depresión irremediable – pero eso es cosa mía – si el “pueblo del PD” hubiese coronado a uno de los otros dos contendientes. Digamos que el voto demuestra que el PD tiene todavía un ojo abierto, y no se ha visto reducido a esa ceguera total que, a la vista de los recientes resultados electorales, parecía inevitable. El Evangelio, con su metáfora del tuerto en el país de los ciegos, lo expresa muy bien. En una palabra, el PD ha escapado al contagio de la ceguera, esa que narró el portugués Saramago (Ensayo sobre la ceguera) y por la que le dieron un Nobel.
Vamos a enumerar las razones de nuestra felicidad.
Primero, el “pueblo PD” mencionado arriba ha demostrado, acudiendo a las urnas – si eran un millón y medio o dos no cambia gran cosa – que no tiene el encefalograma plano, como habían vaticinado los optimistas habituales y las cábalas de pago. Y francamente, deberían tener el valor de reconocer que entre los futuristas “cincuenta mil de la plataforma Rousseau” del Movimiento 5 Estrellas y el millón y medio (quedándonos cortos) que se batieron el cobre ese domingo hay la misma diferencia que la que hay entre un barrio del extrarradio y toda la ciudad de Palermo, hasta con los casi cien municipios de la provincia.
Tiene pinta de creérselo, de querer intentarlo, de no tener esqueletos ni pactos secretos en el armario
En números, han marcado una gran diferencia los que se han levantado del sofá en casa un domingo de invierno para meterse en el coche, hacer cola al menos una hora en el quiosco de las urnas, pagando incluso dos euros, frente a los que hacen clic en bata y pantuflas. En la política, la participación cuenta. ¡Y tanto que cuenta!
También lo demuestra que el propio Matteo Salvini acusó el golpe en la primera jornada del último año en la que, por increíble que parezca, no se le ha visto en la plantilla televisiva del alegro matador. La prensa nos cuenta que ha subrayado, un poco picado, que en las anteriores primarias del PD, la afluencia era mayor. Para él son demasiados. Y para nosotros, este es otro motivo de alegría.
Y luego hay otro.
Nicola Zingaretti, líder electo en clamor del pueblo, con su 65 o 70 por ciento, eso no cambia gran cosa, a la primera, parece ser una cara nueva y tranquilizadora en el panteón de la política italiana que acumula densas hechuras lombrosianas. Tiene, en resumen, pinta de creérselo, de querer intentarlo, de no tener esqueletos ni pactos secretos en el armario. Ahora se trata de entender mejor en qué cree: en los tiempos que corren, en política, creer en algo, en lugar de defender de forma vergonzosa intereses personales, ya es una buena base para empezar, pero no lo es todo. Zingaretti parece ser consciente de esto, al haber declarado, apenas elegido, que el camino difícil empieza ahora.
Luego hay otro motivo – siempre a nuestro juicio – de felicidad. El pueblo de las primarias le ha dado definitivamente la espalda a Matteo Renzi, al renzismo y a su ‘lirio mágico’. Ojo, porque esto es un punto delicado, muy delicado.
Renzi, mientras pudo, ha hecho lo humano y lo divino para que el cuartel general del PD no expresara un juicio negativo y definitivo respecto a todo lo que él ha representado en la política italiana de estos años. Ahora debe hacer las cuentas con un rechazo popular masivo, sentido, inexorable. Desde abajo, para entendernos. Esto quema mucho más que si hubiera venido solo desde arriba.
Dura lex, sed lex; es el consenso en política.
La manifestación de Milán contra el racismo parece ser un buen auspicio en una Italia envilecida
Cierto, Renzi puede seguir el ejemplo de Silvio Berlusconi (pero se sabe que, casi por definición, el original siempre ejerce mucha mayor fascinación que la copia), que ahora acusa simpáticamente a todos los italianos que, al ya no seguirlo, le demuestran que está chocheando. Respecto al antiguo ‘lirio mágico’, el discurso es más insidioso. Y Zingaretti debe estar ojo avizor.
Las Boschi, los Lotti, los Bonifazi, los Guerini, los Rosato, los Delrio, el faraón de Sicilia, para nombrar solo los pétalos más visibles de ese lirio mágico que fue ¿cómo se lo tomarán? ¿Harán una pequeña escisión, si en algún momento Renzi quisiera lanzarse a la aventura? ¿Intentarán con barbas y pelucas saltar sobre el carro del vencedor? ¿No podrían limitarse en el nuevo PD que vendrá a dispensar consejos por correspondencia? Se verá.
Para nosotros, que nunca nos damos por contentos, sería un motivo definitivo de felicidad si con este giro tuviera la inteligencia de desaparecer un poco de la televisión. Pero cada uno es libre.
Concluimos:
Ahora, Zingaretti se halla a los mandos de un contenedor político nada malo. Los nuevos contenidos los debe meter él. Solo Dios puede ayudarle. Si bien la manifestación de Milán contra el racismo (doscientas mil o doscientas cincuenta mil personas en la plaza, no importa) parece ser un buen auspicio en una Italia envilecida, donde un ministro del Interior puede permitirse travestirse en voluntarioso sargento, sin que nadie se lo lleve preso por abusar de las insignias de la policía. Pruebe usted salir de casa vestido de agente de policía o de carabinieri, y verá lo que le va a pasar.
Y si Zingaretti, en fin, metiera en su nuevo contenedor también un poco de lucha contra la mafia, de la que en Italia ya no habla nadie, estaría dando otro paso adelante. Pero tampoco queremos que nos digan que nunca estamos contentos.
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© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 4 Mar 2019 | Traducción del italiano: Ilya U. Topper
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