¡Abran las fronteras!
Sanaa El Aji El Hanafi
Durante veinticuatro horas estuve moviéndome entre fronteras cerradas y fronteras abiertas. Fronteras que te separan del Otro. Fronteras que te abren el horizonte hacia el movimiento y la libertad.
Por una visita de trabajo a dos regiones de Marruecos, Uchda y Nador, recorrimos largas distancias por el territorio marroquí que linda con Argelia. El país vecino se nos hacía muy cercano a simple vista. Nos separaban de él unos pocos metros, pero era imposible cruzarlos, puesto que las fronteras terrestres argelinas están cerradas.
Tan solo un día después, viajé a un congreso en el norte de España. El aeropuerto más cercano se encontraba en una ciudad del sur de Francia.
Durante el trayecto entre la ciudad francesa y el lugar del simposio en España, y en el posterior viaje de vuelta, pregunté a mis acompañantes sobre la situación de las fronteras entre los dos países. No había policía, ni gendarmería, ni control de aduanas, ni de pasaportes. El punto donde termina la autopista es lo único que marca la división entre los dos países vecinos. Se paga una tarifa por el uso de la autopista como se pagaría entre dos ciudades del mismo país (si es que en tu país hay autopista), por moverte de Francia a España, o viceversa.
Se encuentran en algún punto fronterizo y tienen que hablarse por teléfono, aunque se estén viendo
Mientras tanto, allí, al sur del Mediterráneo, hay familias a ambos lados de la valla separadas por la frontera. De vez en cuando se encuentran en algún punto fronterizo y tienen que hablarse por teléfono, aunque se estén viendo los unos a los otros… ¡de lejos! Tienen que hablar a través de la valla fronteriza sin poder acercarse ni poder lanzarse a los brazos del tío o la tía que están al otro lado…
Un marroquí residente en Uchda, por ejemplo, tiene que viajar a Casablanca, que está a 540 kilómetros, para coger un avión hasta Argel y después ir a Tremecén, que está a 459 km, cuando en realidad Uchda se encuentra a 116 km de Tremecén.
Pero convives con este estado de las cosas tan solo un par de días y te das cuenta de lo grave que es. Una situación tan dramática que hace que no necesites más lemas sobre ese “Gran Magreb que comprende la unión de Marruecos, Argelia, Túnez y Mauritania” o sobre la “hermandad entre los árabes”…
Hoy por hoy, cuando un ciudadano marroquí quiere conseguir un visado para un país europeo, hay leyes claras que permiten conseguirlo de manera relativamente fácil, si la persona presenta garantías laborales y económicas. Por el contrario, conseguir un visado para muchos de los países del llamado “mundo árabe” es un asunto complicado –y digo “llamado” porque la etiqueta de “mundo árabe” en sí misma conlleva la exclusión del resto de componentes identitarios desde los amazigh, los kurdos, los cabilios y otros– . Lo mismo les sucede a los ciudadanos de otros países de la región para obtener un visado para Marruecos.
A pesar de todo esto, hay quienes insisten en hablar de la “unidad árabe” y de otros lemas que no llegan a cambiar nada en nuestra fragmentada realidad.
La Unión Europea no se edifica sobre una religión o una lengua compartida
No es necesario sentir que compartimos un mismo acervo cultural para facilitar el paso entre nuestros países. La realidad es que existen factores que nos unen, y numerosos factores que nos diferencian cultural y socialmente. Existen muchas prácticas y concepciones habituales en algunos países del Golfo, por ejemplo, que un marroquí, un argelino o un tunecino no aceptarían. De igual forma existen peculiaridades en cuanto a las relaciones, la forma de vida o las costumbres en el Magreb que no entenderían en Oriente Medio.
Incluso si hablamos de la religión como elemento compartido, estaríamos incurriendo en error. Es cierto que la mayoría de los habitantes de nuestros países son musulmanes, pero eso no quita que haya también cristianos y judíos, que existan suníes, chiíes, malikíes, hanafíes, creyentes, ateos…
La Unión Europea no se creó a partir de lemas, ni se edifica sobre una religión o una lengua compartida. Cada país tiene sus propios componentes culturales. Sin embargo, los ciudadanos de esos países disfrutan de una gran ventaja: la libre circulación de individuos y bienes entre los diferentes países, sin fronteras, sin pasaportes. Si vives en Alemania no necesitas pasaporte para visitar Italia, ni siquiera necesitas cambiar dinero.
Sin embargo, nosotros seguimos cantando esos vagos lemas sobre la “lengua compartida” y la “religión compartida”, la “hermandad”… Cuando lo que estamos es ahogándonos en acusaciones de traición de un pueblo a otro, de un gobierno a otro.
Es triste estar en mi país y no poder cruzar la frontera terrestre hacia Argelia, cuando puedo, en cambio, moverme con el visado francés por todos los países europeos con libertad. ¡Que vengan luego a cantarme himnos imaginarios de hermandad…!
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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 2 Mayo 2019 | Traducción del árabe: Carmen Gómez Orts.
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