Confeti morado
Ilya U. Topper
Aixa de la Cruz
Cambiar de idea
Género: Novela
Editorial: Caballo de Troya
Páginas: 140
ISBN: 978-84-1741-705-5
Precio: 14,90 €
Año: 2019
Idioma original: castellano
La primera vez leí el nombre de Aixa de la Cruz en una antología en la que era una de las dos firmas que quedaban para nota y apunte de lectura. Y desde entonces —han pasado cinco años— no he dejado de preguntarme cómo escribe aquella chica. Aparte de preguntarme, por supuesto, qué hace una chica vasca con un nombre de pila moro.
De manera que abro con expectación Cambiar de idea, en cuya portada saluda una cara —con estrellitas en los ojos— que supongo debe de ser la autora. Encantado. Una lectura incipiente confirma lo que promete la portada: estamos en el género de la autoficción. Lo que los lectores de mi generación veíamos hacer a los escritores viejos y laureados cuando no se les ocurría un argumento para su próxima novela y recurrían a escribir sobre un escritor viejo y laureado al que no se le ocurre un argumento para su próxima novela.
No puede sorprender que también las escritoras jóvenes y prometedoras con muchas dudas escriban sobre escritoras jóvenes y prometedoras con muchas dudas. Sí me sorprende que lo haga Aixa de la Cruz, que era una de las pocas firmas en la antedicha antología que no empleaba lo que en mi crítica llamaba “la materia prima más ubicua del mercado que parece que debe de venderse al por mayor y en rebajas: los recuerdos de la propia infancia.”
No, aquí no es la infancia. La narradora —se llama efectivamente Aixa en la novela— ya tiene 29 y en los primeros dos capítulos se mete más drogas en el cuerpo de las que hemos podido consumir mis diez mejores amigas y yo juntos desde que teníamos aquella edad. No sé si pretende ser un reflejo de una chica normal de hoy, por mucho que sea de Bilbao. Tampoco contribuye a la sensación de chica corriente el pasearse a los veinte años por fiestas de la alta farándula de México gracias a haberse casado con un actor mexicano guapo, ligón y machista (eso sí, para arreglarle los papeles). Afortunadamente. No sé cómo una debe sentirse al descubrir la adolescencia, el kalimotxo, las discotecas y el ligoteo con veintitres años, un divorcio y un pasado de escritora famosa.
Una radiografia aguda, precisa y esclarecedora de la sociedad española en bragas y sin condón
El ligoteo, con chicos y también, sobre todo, con chicas, es un descubrimiento, cuando se cuenta bien. Y desde luego, la Aixa de Aixa de la Cruz lo cuenta muy bien, con todos sus detalles excitantes, sórdidos, tristes e hilarantes, y tristemente y comúnmente machistas en cuanto aparece un hombre, qué remedio. Lástima que esa radiografia aguda, precisa y esclarecedora de la sociedad española en bragas y sin condón apenas dure un puñado de páginas. Luego nos encontramos a nuestra protagonista otra vez ennoviada, compartiendo piso con un tal Iván, que también escribe, y explorando unos oscuros sentimientos de culpa del pasado. Un caso que oscuramente intuimos como un abuso sexual infantil que presenció sin denunciarlo. La escena de separación —porque el tal Iván le dice cuatro verdades sobre lo de subirse al carro de la literatura quejumbrosa— la tengo por más ficción que auto; eso sí.
Maridos mexicanos infieles, ligoteos con su dosis de machismo, novios, un biopadre divorciado, un caso de abuso, recuerdos de la menstruación, menciones dispersas a la teoría queer, Judith Butler y Preciado: hemos entendido que este libro va de feminismo. Pero hay que esperar hasta la página 125 para que la narradora empiece a plantearse realmente algo. Lo hace con motivo del juicio por violación a ‘La Manada’ —estamos ya en 2018, sí— y entonces, entre la oleada de comentarios en redes sociales, por fin le brotan las preguntas. Algunas, al menos. Las primeras partes de unas preguntas.
Drogas, discotecas, novios… ¿y no es momento de explorar de dónde surgen nuestros fantasmas sexuales?
“El debate sobre el consentimiento está poniendo en duda el ‘No es no’ que nos construye como sujetos que permiten la penetración en vez de desearla” (pero no continúa: ¿hacia dónde se encamina una sociedad en la que el mantra de la educación sexual consiste en un No, y en la que no se enseña a decir Sí? ¿olvidamos que la campaña del ‘No es no’ es necesaria, es imprescindible, por una razón monstruosa: porque en anteriores generaciones y siglos se ha enseñado a las chicas que nunca, jamás deben decir Sí, y que también para decir Sí debían decir No?) “Nada me asusta más que la genealogía de mis practicas sexuales, el origen de los gestos que me excitan —la mano de un hombre apretándome el cuello, mi mano apretando el cuello de una mujer— y no es el momento, siquiera de enunciarlo”. Si no es momento en este libro, ¿cuándo es el momento? 120 páginas de drogas, discotecas y novios para que al final no sea el momento de explorar de dónde surgen nuestros fantasmas sexuales?
“No creo que el deseo se pueda encaminar desde el discurso. Sin embargo, cuando me acuesto con el ordenador junto a la almohada y abro XVideos, la previsualización de los hits de búsquedas me quitan las ganas de tocarme”. A mí también, cuando “Gang-bang rape es la etiqueta más popular del día” (el término inglés hace referencia a una violación en grupo). Desde luego. Pero ¿sabe usted de qué me tratan en las redes sociales las feministas cuando pregunto si el porno es el mal personificado en todas las circunstancias o si pueden discutirse matices? (XVideos es una página de porno). “Todo cuanto digamos será utilizado en nuestra contra”. Si yo lo hago en Twitter, con certeza.
Y voilà, pasamos la página y nos encontramos que el libro se ha acabado justo cuando debía empezar.
Vuelvo unas páginas atrás. A donde la narradora reconoce que seguramente no habría podido publicar tan pronto, de no haber sido “una chica joven y medianamente atractiva”, para acto seguido aclarar: “Mi propio y escasísimo caché como mujer que escribe se ha desmoronado desde que dejé de escribir como los chicos: con voces falsamente neutrales”. En 13 líneas, la narradora establece aquí una división de la literatura en la masculina, “con personajes que se hermanan desde la hiperviolencia y las parafilias” (¿a qué chicos leerá?) y la femenina, que no se define, pero cuyas autoras están condenada a quedarse “estancadas en la impostura de lo masculino”, si quieren publicar.
Trece líneas para convertir la literatura mundial en un ejercicio sexual, y ahora no me queda claro si alguna vez he leído literatura femenina o si Rosalía de Castro y Colette, Irmgard Keun y Grazia Deledda, Isabelle Eberhardt y Annemarie Schwarzenbach, Marguerite Duras y Oriana Fallaci son todas impostoras. Si tal vez la única literatura que una mujer puede escribir si deja de impostar la “subjetividad masculina” es autoficción sobre menstruaciones. ¿El feminismo era esto?
No lo sé, no lo sabremos. Aixa de la Cruz no argumenta. Tira la piedra y esconde la mano. Y la piedra vuela en parábola perfecta pero en lugar de derribar algún icono machista se disuelve en el aire en una hermosa nube de confeti morado.
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© Ilya U. Topper | Especial para M’Sur
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