La sabiduría de la Polis
Aslı Erdoğan
Soy de una ciudad que se fundó originalmente como Constantinopla y que ahora, más de mil años más tarde, se llama Estambul. En medio, la ciudad tuvo más de dos docenas de nombres. Es una ciudad que ha afrontado casi dos docenas de asedios, dos pandemias y unos diez terremotos gigantescos y que ha sobrevivido a innúmeras guerras, luchas, intrigas y peleas, que ha visto llegar, reinar y desaparecer a cientos de reyes, que ha dado la bienvenida a varias lenguas, religiones, monumentos… Para mí, nativa de esta Polis, como la llamaban los griegos, existe un símbolo indisputable del carácter único y sabio de la Ciudad, y es Santa Sofia. Como monumento es imponente y único, al menos para mí, igual que las Pirámides de Egipto.
Muchas veces me he preguntado si Europa trató bien a Bizancio en la búsqueda de sus raíces históricas. Constantinopla era romana y griega y cristiana y más cosas… Es aquí donde el el Mediterráneo se encuentra con el Mar Negro, donde las culturas de doce mil años de antigüedad de Asia Menor se juntan con la península de Tracia y Grecia, donde Persia y “Oriente“ se dan cita con Occidente… Pero si usted se da un paseo de dos días por la Estambul de hoy se dará cuenta de que los otomanos no trataron nada bien a los bizantinos, de quienes aprendieron y asimilaron tantas cosas. Palacios en ruinas, iglesias convertidas en mezquitas, un milenio de Bizancio ocultado en gran parte para que no pudiera hacer sombra a la gloria de su sucesor, la era otomana…
Los otomanos no trataron nada bien a los bizantinos, de quienes aprendieron tantas cosas
La reconversión de Santa Sofia en mezquita, nuevamente, es definitivamente un intento de asestarle una bofetada a cualquiera que todavía crea que Turquía es un país laico. Con este acto se ha declarado inválido el sistema laico del kemalismo, impuesto por el Estado —quizás deberíamos decir laïcité: Turquía ha seguido más bien el modelo francés, no tanto el anglosajón— que fue uno de muy pocos experimentos de este tipo en todo el mundo musulmán.
Aunque la mayoría de la opinión pública de Turquía considera esta reconversión una maniobra política para desviar la atención de la crisis económica, los partidos de la oposición, especialmente el CHP en su cualidad de abanderado del kemalismo, han sido bastante reticentes o bien se han quedado en silencio e incluso, en uno o dos casos, han expresado directamente su respaldo. Nadie se atreve a ofender los sentimientos religiosos de as masas, aunque nadie tampoco ha preguntado a las masas si realmente quieren esa conversión.
“Conquista” es un término de una ideología de épocas en las que el vencedor podía aniquilar al vencido
Acorde a las declaraciones del propio Erdogan, los kemalistas y el kemalismo no son los únicos a los que pretende darles una lección con este gesto. Al definir la reconversión de Santa Sofia como “un toque final de una conquista“, se postula orgullosamente como sucesor de Mehmet el Conquistador y otros reyes otomanos. “Conquista” es un término que pertenece a una terminología o una ideología de épocas pasadas, en las que el vencedor podía ocupar un territorio y aniquilar al vencido sin ningún tipo de preocupaciones morales. La destrucción o conversión de los templos de los derrotados era una práctica común en el pasado.
El régimen de Erdogan declara que a partir de ahora, el Imperio otomano será el nuevo modelo para la Turquía contemporánea. Este régimen ya no cargará con los valores morales que atribuye a la sociedad occidental o contemporánea o, en un sentido más amplio del concepto de la modernidad, a “Occidente”. Y por supuesto no permitirá que unas menudencias como la ley o la democracia o algo similar impidan su conquista máxima: la conquista del poder absoluto.
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