Víctor Gómez Pin
«La filosofía es el tribunal de la razón»
Alejandro Luque
Formentor | Septiembre 2019
A Víctor Gómez Pin (Barcelona, 1944) resulta difícil ceñirlo a un solo tema de conversación. Apenas se le plantea una pregunta, su erudición y cierta dispersión de pensamiento hacen que a veces la respuesta tome derroteros imprevisibles. Lo que no pierde en ningún momento es la pasión, que puede rozar la vehemencia cuando toca defender sus principios más firmes. Y, desde luego, no aparenta para nada ser un hombre cercano a los 80 años.
En la terraza del hotel Formentor, donde este catedrático emérito de la Universitat Autònoma de Barcelona participa en las Converses Literàries anuales, la conversación se prolonga mientras la noche cae y el olor del azahar lo envuelve todo, sin que Gómez Pin parezca tener ninguna prisa por terminar. En el momento de la entrevista, este experto en ontología –es desde hace un cuarto de siglo organizador del International Ontology Congress que patrocina la Unesco–, autor de títulos como La tentación pitagórica, Reducción y combate del animal humano o Tras la física prepara un nuevo libro, El honor de los filósofos, que verá la luz poco tiempo después en Acantilado.
Se le define como “uno de los filósofos más dispuestos a dialogar con la ciencia”. ¿Se puede ser filósofo sin prestar atención a los hechos comprobados en el mundo en que vivimos?
La ciencia no es que sea un complemento de la filosofía, es el origen de la filosofía. La filosofía no es una cosa universal, no todas las civilizaciones tienen filosofía… y no todas tienen ciencia, en absoluto. Con ello no estoy jerarquizando las civilizaciones: puede haber una gran civilización que tenga una concepción de la naturaleza que no posibilita esa cosa tan rara que es la ciencia. Porque la ciencia no consiste en tener un control sobre la naturaleza: eso es la técnica. Y no hay civilización sin técnica, obviamente, ese es el origen del hombre.
¿Y qué es la ciencia, entonces?
Una curiosa y rarísima mirada que tiene una civilización concreta, el mundo griego. Primero piensas que la naturaleza no es una especie de teatro donde intervienen los dioses… La naturaleza es implacable, es decir, está sometida a una necesidad. Si no piensas eso, la idea de ciencia no tiene ni pies ni cabeza, porque la ciencia consiste en examinar la naturaleza con vistas a entender, a tener un concepto de esa necesidad. Ahora bien, para que tú digas que vas a intentar ver cómo funciona la naturaleza, no solo tienes que suponer que la naturaleza no es arbitraria, sino que debes suponer que esa necesidad es cognoscible, inteligible a la inteligencia humana. Una vez que has presupuesto esa necesidad natural y que es inteligible, te esfuerzas en conocerla. No quieres controlar la naturaleza, eso lo hace el campesino con su arado. Esa es la aportación griega a la maravillosa historia de las civilizaciones.
¿De qué civilización griega hablamos? Porque los dioses del Olimpo no paran de intervenir, enviando tormentas y mareas…
«La filosofía es hija de la ciencia, y la ciencia es hija de una rara modalidad de ver la naturaleza»
De la del siglo V, no de la de Homero ni de la de Hesíodo. De la de Tales de Mileto en adelante. La filosofía es hija de la ciencia, y la ciencia es hija de una rara modalidad de ver la naturaleza, que nace en Grecia y se convierte en patrimonio de la Humanidad. Lo cual no quiere decir que la filosofía no se vincule a otras cosas, como la exigencia artística. El vínculo entre el arte y la reflexión sobre el ser humano está en todas las civilizaciones, cualquier campesino ha reflexionado sobre la vida, el destino, etcétera. La especificidad de la filosofía es que plantea esa reflexión a partir de la naturaleza. La filosofía no es la psicología, ni cositas de esas. En la filosofía empiezas reflexionando sobre el mundo físico y acabas en las aporías, que se encontraron los jónicos.
Usted fundó un departamento de Filosofía en la universidad del País Vasco. ¿Era muy difícil hablar a los alumnos de la Razón en un clima tan crispado?
Al contrario. Allí estaban Félix de Azúa, Fernando Savater, René Thom, estuvo Derrida… Y la fundó Ramón Valls Plana, un hegeliano eminente. Los alumnos eran una maravilla. Precisamente porque había una tensión real, la Filosofía era un espacio de libertad tremendo, y así lo vivían. Todo el mundo tenía su pasado, y de ello respondía cada uno, incluso ante la justicia. Pero recuerdo clases de Fernando sobre Spinoza abarrotadas. Aquello fue un espacio de exigencia y de libertad, y cada vez que había un conflicto, nos enfrentábamos, claro.
Pero sin llegar a algo que no fueran palabras, espero…
Yo recuerdo una discusión con alguien que era muy importante entre los alumnos y que después desapareció, José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, que fue traductor de Aristóteles y de Wittgenstein al euskera. Era el alumno más brillante que teníamos allí, y un día me llama el gobernador para preguntarme por él. “Mire usted, ese alumno por aquí no viene”. Pues es miembro de ETA, respondió. “Pues eso naturalmente no me lo ha dicho a mí, pero espero que sea un error, porque es un excelente alumno, el más brillante que teníamos”. Se cabreó un poco y me dijo que no se trataba de ningún error. “Pues lo lamento muchísimo, pero tendrá que resolverlo la policía y la justicia, yo ahí no puedo entrar”.
¿Y qué ocurrió?
«La Filosofía está hecha para reflexionar sobre lo que hay, no para hacer discursos pacifistas»
Él iba a clase de un profesor de griego que era Manolo Agud, un tío muy reconocido como filólogo, y un día me comenta que la gente no iba a sus clases, porque era españolista. Yo les decía a los alumnos que no iban porque eran unos vagos, porque les ponía a hacer declinaciones, y la ideología no sustituye a la declinación. Y me acuerdo que se lo comenté al jefe de los estudiantes, Txelis, y le dije: “Los vagos de tus colegas no van a clase, y el acuerdo que tenemos es que aquí solo importa la calidad”. Y volvieron.
Esto demuestra que la Filosofía no nos protege de la locura de los conflictos armados, alguien puede leer a Aristóteles y apoyar el tiro en la nuca.
¿Tú te acuerdas de aquella frase de El tercer hombre de Orson Welles? Cuando habla de Atenas, Venecia, Florencia, donde ha habido guerras terribles, y en cambio Suiza, donde no ha habido una guerra en cinco siglos, solo ha salido el reloj de cuco [risas]. Descartes pasa su vida entre guerras…
Montaigne también…
¡Todos! Si tuvieras que esperar al buen tiempo para la Filosofía, es absurdo. Nunca ha habido buen tiempo para la Filosofía. La Filosofía está hecha para reflexionar sobre lo que hay, no para hacer discursos pacifistas… Hay dos filósofos maravillosos, franceses, Cavaillès y Lautmann. Uno de ellos es hijo de militar, el otro un pacifista clásico. Uno se hace profesor pero lleva una doble vida, se hace jefe de sabotajes, lo cazan los nazis, le condenan a muerte, y cuando lo van a fusilar, un miembro del tribunal alemán le pregunta: ¿Y usted por qué se ha metido en esto? ¿No podría haber hecho como tantos que nadan y guardan la ropa? Pues dice: “Como hijo de militar, sé que la derrota solo se puede resolver con dignidad enfrentándome a ustedes. Pero además, me he enfrentado a ustedes por fidelidad a mis maestros alemanes, Kant y Beethoven”. Y el otro, Lautmann, sabía que el antibelicismo podía ser una coartada para la cobardía. Como decía Proust, la bondad se practica, no se predica. Yo no me considero violento ni militarista, pero no puedo soportar el discurso pacifista que me huele a coartada: enfrentarse a Franco era una obligación.
¿Qué opresión justifica la toma de las armas, y cuál no?
«La dignidad de España es que el fascismo se impone, no llega al poder con elecciones»
Pues depende. Ante los nazis en París, yo sé que no todos mis amigos están de acuerdo, la actitud de Cavaillès era lo que había que hacer desde el punto de vista ético. Y había que tener entereza para hacerlo, porque te exponías a ser fusilado. La dignidad de España, uno de sus motivos de orgullo, es que el fascismo se impone, no llega al poder con elecciones como en muchos sitios del mundo, Pétain, Mussolini, Bolsonaro… España no. Uno de los orgullos del pueblo español es ese, que fue vencido, no genuflexo. Yo no soy patriota ni patriotero, pero tengo ese orgullo. Borja de Riquer, un historiador de la Autónoma del cual me fío, ha escrito un artículo en el que explica que Andalucía fue el lugar donde más feroz fue la represión, cosa que se ignora a veces en el Norte. Fue terrible. Podría haberse quedado en un régimen autoritario, como el de Salazar, pero no, fue mucho más serio. Franco era un meapilas, y ese carácter ha tenido su importancia.
¿Y hubo entereza en la resistencia?
Recuerdo cuando yo estaba en el Partido Comunista, Savater era más bien anarquista, y creo que siempre lo ha seguido siendo un poco, tenía esta distancia y en cierta ocasión me dijo que bueno, que la llegada de los comunistas sería casi peor que la de Franco. Le dije que no: la llegada del estalinismo es la manifestación del fracaso de la condición humana. En la revolución de Octubre se deposita lo más noble de la condición humana, todas la vanguardias, la dignificación de esa condición humana. Eso empieza a fracasar y el estalinismo no es la causa, es el síntoma. En franquismo no tiene otra máxima que la rapiña del débil…
Ángel Viñas ha demostrado que la rapiña empieza desde el primer día, desde la guerra civil.
Y no solo eso, es un elimino a los anticatólicos y a estos y a otros… Y los eliminó. Yo vivía en Francia durante muchos años, pero venía a España a resolver algún problema administrativo, y curiosamente una revista, Esprit, hizo un número sobre Europa, le encargó a Habermas hablar de Alemania y a mí me tocó hacer España. Mucha gente llegaba aquí y esperaba encontrar un país triste, humillado, y en cambio encontraba un país festivo y que había conseguido conservar su diversidad. Ahora bien, si el partido comunista no hubiera tomado la opción de la coexistencia, la reconciliación nacional, ¿qué hacer? Esa pregunta eterna, cada uno debe saber responderla. Coger las armas gratuitamente, es obvio que no.
ETA nace pensando que en la lucha contra la dictadura, pero luego no sabe parar, ¿no?
Yo no estoy contra la transición. En un libro mío sobre Hegel, que me trajo muchos problemas con mis amigos, defendí el pacto que había hecho el PC con la monarquía. Después lo quité, porque no me parecía que estuviera bien escrito, lo hice en un momento de emoción. No estoy en contra pero tampoco estoy satisfecho con la transición, de hecho, creo que España no ha resuelto sus problemas.
¿Cree que hay valores inamovibles que defender a toda costa? ¿El diálogo lo resuelve todo, o está sobrevalorado?
La gran filosofía musulmana es aristotélica: llega por Averroes y la Escuela de Traductores de Toledo
Si se trata de ética, hay un valor. Hay un principio kantiano fundamental: nadie ignora que el que rapiña al débil es un canalla. Que el que abusa del débil es un cerdo. El tío que se aprovecha de un emigrante porque no puede ir a la policía y le roba la cartera o le paga un euro por su trabajo, por ejemplo. No hacen falta profesores de virtud para saber que eso no es muy presentable. Hay niveles. Hay quien es pasivo frente a la canallada, hay quien lo es por miedo, por neutralidad, y porque se aprovecha, porque no le viene mal. Y quien practica la bondad a precio nulo. La bondad no-se-pre-dica. De quien lo haga, desconfía.
¿Hay, entonces, un bien o un mal válido para toda la Humanidad?
Sí, este por ejemplo. A ver si nos entendemos: un tío que traiciona la palabra dada, puedes estar aquí o entre gente que habla bantú, en Haití o en Formentor, un hombre sin palabra no es un hombre.
¿Puede un filósofo incurrir en prácticas religiosas?
La filosofía es una exigencia de la razón, un tribunal de la razón. Y lo que no puede es traicionarse a sí misma. La filosofía no predica la esperanza. El principio de esperanza es un poco filosófico, pero la filosofía, más que la ciencia, es exigencia de lucidez absoluta, porque se mete incluso cuando la ciencia se mete en determinados agujeros donde le fallan los principios de inteligibilidad y se queda desarmada. Por ejemplo, en la mecánica cuántica.
Usted conoció a Derrida, que era de familia argelina, judío sefardí. ¿Cree que en su filosofía hay referencias a otro pensamiento que no sea europeo?
Hay otras formas, pero, ¿por qué llamarlas filosofía? Tengo mucha admiración por China y su cultura, pero ¿por qué pensar que eso es filosofía? La gran filosofía musulmana es aristotélica, que llega por Averroes y la Escuela de Traductores de Toledo.
Pero nunca se la menciona, está silenciada, ¿no?
Sí, pero por contingencia. En estos momentos, la lengua árabe efectivamente… Pero eso le va a pasar a muchas, le pasa al español y le va a pasar al italiano, que es la lengua de Galileo, pero en un congreso mundial de ontología nadie habla italiano…
¿Cree que se va a quedar esquinada por una cuestión de acceso lingüístico?
«Creo que la matriz más profunda del racismo es la jerarquización de lenguas»
Por una cuestión de poder. Mandan los anglosajones. En el congreso de ontología la página web está en inglés, luego pedí que se pusiera también en castellano, pero primero en inglés. Eso no es voluntad mía. Al principio lo poníamos en euskera, en catalán, pero necesitarías un batallón de traductores.
¿Quedamos entonces en que hay un pensamiento árabe, musulmán…?
Yo no soy especialista, y desgraciadamente no sé árabe, ya me gustaría. Pero gente como Averroes son aristotélicos eminentes. La filosofía nace en Grecia pero hay una lengua que la acoge. Como ahora hay grandes especialistas de Aristóteles en China. La teoría de la Relatividad nace en el mundo germánico en una época determinada, pero hoy es un valor universal. Otra cosa es la alienación social debida a la estructura de la vida de las civilizaciones. Y efectivamente, la gran civilización árabe musulmana ha sido marginada, y cada vez que ha intentado resucitar… Más allá de las barbaridades que hacían, yo me preguntaba ‘Estos del Estado Islámico a ver cuánto duran’. Porque ha durado tres años, el Vaticano lleva dos mil. Hasta el extremo que uno se pregunta si esto no se lo habrán inventado los americanos para justificar sus barbaridades. ¿Y quién ha pagado el pato? Las poblaciones.
Cuando hablamos del Renacimiento y mencionamos cultura judeocristiana, ¿no habría que hablar de judeo-cristiano-islámica?
Sí, pero yo creo que se habla de eso. Una cosa es la Filosofía y otras son las grandes tradiciones culturales, y efectivamente debería haber una gran tentativa de conciliación, pero no por los argumentos que suele utilizar el Vaticano, que son más hipócritas que otra cosa. Hegel decía que la contradicción es inherente a casi todo. Las grandes civilizaciones han emergido muy a menudo en las luchas, y ha habido lucha de lenguas. Si tú piensas que la alteridad del otro ha de pasar por tu propia lengua, amigo, eso no es apertura a la alteridad. La apertura a la alteridad empieza por la apertura de la alteridad lingüística. Y no hay que hablar doce lenguas, aunque Marx hablaba muchísimas, pero no es todo. Se trata de la equivalencia ontológica entre todas las lenguas del mundo. Y creo que la matriz más profunda del racismo es la jerarquización de lenguas. Si empiezas jerarquizando lenguas, acabarás jerarquizando todo.
¿Puede un filósofo asumir un ideario teísta en el que la razón pasa a un segundo plano?
«Si el Guernica sirvió a la República fue porque era una gran obra, no por la virtud moral de Picasso»
Recuerdo que hace años vinieron para preguntarme por un tipo que había secuestrado a su hija en Viena y la había tenido en una bodega durante 17 años. ¿Usted qué piensa de este animal?, me preguntaron. Que de animal nada, dije. Esto es lo más humano: humano es Franco y es el Llanto de Lorca. O [Louis-Ferdinand] Céline, un tío que denunciaba a los soldados de las SS a sus superiores durante la ocupación francesa porque no cumplían con los judíos. Neruda y Franco, Pétain y Proust, en la misma persona. ¡Le tenían miedo los oficiales, porque a él le parecían blandos! Esto es la Humanidad.
¿Hay que tomarse con filosofía también a los canallas?
De Céline hay quien dice: “Este es un canalla y hay que prohibir su obra”. ¡Tendrías que prohibirlo casi todo! ¡Quevedo! Quevedo era homófobo, misógino, misántropo, antisemita… Un canalla de primerísima magnitud, envidioso de todos sus colegas, odiaba a todo Cristo, una víbora. ¿Qué haces, lo prohíbes? A mí me importa un pepino, en las cuestiones del espíritu me remito a Proust: “El arte ha de servir a los demás, pero solo puede hacerlo siendo el arte”. Si el Guernica sirvió a la República fue porque era una gran obra, no por la virtud moral de Picasso, que es muy contestable, porque pasó la guerra en París con toda tranquilidad.
¿La virtud moral no es una virtud del filósofo?
En la Filosofía curiosamente hay muchos ejemplos de entereza: de Aristóteles que muere en el exilio de Atenas, de Descartes que aparece decapitado y la embajada de Francia le retira los honores por presiones de la Iglesia. De Rousseau, de Kant, de Voltaire, de Leibniz, a cuyo entierro solo fue una persona, de Spinoza, que solo pudo publicar un texto en vida; a Servet lo queman, bueno, Sócrates es el paradigma, y Simone Weil… Hay una pléyade de filósofos que murieron con las botas puestas. La Filosofía conlleva un riesgo.
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