Soleá rescata la herencia
Alejandro Luque
Cuando todavía no nos habíamos repuesto del golpe que supuso la muerte en quirófano de Enrique Morente, ya empezaba a especularse sobre las maneras en que seguiría manifestándose el legado del inquieto y genialoide cantaor granadino. La creación del grupo Los Evangelistas, formado por miembros de Lagartija Nick –fundamentales en el giro que Morente dio con Omega– y Los Planetas, así como el hecho de que en algunas de sus actuaciones se dejaran ver las hijas del cantaor, Estrella y Soleá, fue un primer indicio de por dónde podían ir los tiros.
El disco que la menor de los Morente acaba de grabar con los citados rockeros ya no deja lugar a dudas: la herencia ha sido rescatada. Mientras que Estrella ha optado desde sus inicios por desarrollar un flamenco canónico y perfeccionista, arropándose con los mejores músicos del orbe, Soleá ha preferido la senda de la libertad formal, la que consagró a su padre. Sabe que no tiene ni una voz tan hermosa como la de su hermana, ni un poderío expresivo como el de Enrique, pero toma detalles de uno y de otro para lucir el sello de la casa en un terreno menos comprometedor que el estrictamente flamenco.
Así, Si tú fueras mi novio, el sencillo escogido, es un tema puramente indie-pop, con una reverb en las voces y un mullido fondo de teclados y samplers que se mantiene en No sólo yo. Malagueña de la Trini es la más evidente conexión jonda, aunque cuenta con el mismo aliño sonoro del resto del repertorio. Dormidos, por su parte, se me antoja una de las canciones mejores, por ser la más enrique-morentiana, del disco: intensidad creciente, enérgicos redobles de batería, coros envolventes, una letra de notable lirismo donde se hace patente la mano de Antonio Arias.
Llegamos así al final del mini-LP con La estrella de mi corazón, confirmación definitiva de que este Encuentro no busca a los aficionados a lo jondo, sino más bien a los seguidores de eso que se ha dado en llamar dreampop, y en desde luego a aquellos que se dejaron deslumbrar por Omega y las demás audacias de Enrique Morente. Soleá hace valer sus derechos de legítima heredera, y aunque sin excesivas pretensiones, logra hacernos evocar profundamente al maestro que abrió caminos para la fusión.