Entrevista

Ara Güler

«Los fotógrafos somos historiadores visuales, no artistas»

Blanca Arangüena
Blanca Arangüena
· 9 minutos
Ara Güler
Ara Güler en su café en Estambul (Mayo 2012) | © Blanca Arangüena

Ara Güler (Estambul, 1928) acude cada tarde al café que lleva su nombre a pocos metros del liceo Galatasaray, donde estudió cuando era adolescente. Se pide un café turco con mucho azúcar y escoge una mesa que el convenga para leer la correspondencia: la mesita más cercana al radiador en invierno y otra más espaciosa cuando el tiempo no le obliga a huir de las corrientes de aire.

Tiene 86 años y tras recorrer el mundo como corresponsal de Times, Stern Paris Match, se siente cómodo en un café que es una oda a su trabajo. En las paredes cuelgan varias de sus instantáneas, los manteles de papel también se reproducen sus fotos, y en el hilo musical suenan melodías de todos los países por los que el maestro ha estado.

Pero Güler asegura que no es el reconocimiento lo hace que prefiera este establecimiento sobre otros. “Es de un amigo de la familia y está encima de mi estudio. Además aquí la gente habla conmigo. Si no, ¿qué haría un viejo como yo? Me aburriría”, afirma.

Ara Güler es uno de los pocos fotógrafos turcos que ha alcanzado reconocimiento internacional. Su impresionante archivo, que él cifra en dos millones de fotografías, cuelga en las paredes de muchas colecciones privadas y de museos como la Biblioteca Nacional de París o George Eastman House en Rochester.

Entró en la agencia Magnum en los años 60 tras conocer a Henri Cartier-Bresson, con quien entabló una sólida amistad que duró hasta la muerte del francés. Fue en esta época en la que captó las imágenes de un Estambul que le hizo famoso: Niños desharrapados jugando en calles de casas de madera. Una pareja que camina del brazo sobre un puente rodeados por la niebla. Estibadores descargando buques de cargas descomunales. Caballos y tranvías que intentan subir una ladera nevada. Hombres de caras cuarteadas que miran a través de sus vasos de raki.

De niño quería ser director de cine, hasta que su padre le regaló una 35 milímetros

Hijo de un boticario adinerado, de niño quería ser director de cine hasta que su padre le regaló una 35 milímetros. Con 20 años obtuvo su primer trabajo en el diario turco Yeni Istanbul y desde entonces se ha ganado la vida haciendo fotos. “Me dediqué a esto porque me permitía viajar”, comenta a M’Sur durante un encuentro informal en su café.  Durante la entrevista, el hombre conocido como «el ojo de Estambul», se esfuerza por desmontar su propio mito.

Directo y sincero, Ara Güler se expresa con la misma franqueza que los protagonistas de sus instantáneas. Una simbiosis que el escritor turco y amigo personal de Ara Güler, Yasar Kemal, resumió hace años en una tribuna: “Ara se sumerge en la naturaleza y el hombre. La imagen que capta en un solo momento es el resultado de años de investigación. Durante años tal vez, deambula con una determinada cara, una cierta sonrisa, una cierta expresión de dolor o tristeza. Y luego, cuando ha llegado el momento, presiona el botón”.

¿Es así como saca usted las fotos?

Yasar Kemal es amigo mio, me conoce bien. No entiendo bien lo que quiere decir pero seguro que es cierto.

Sin avisar llama al dueño del bar y pide que le traigan un libro de fotografías con prefacio de Yasar Kemal. Después se vuelve a la entrevistadora con un guiño. “El libro está en turco, tienes suerte que yo sea armenio. Nosotros éramos comerciantes en el Imperio Otomano, por eso hablamos muchos idiomas”.

[Mirando el libro] ¿Tiene alguna foto favorita?
Todas son mis favoritas porque las he hecho yo.

¿Qué le gusta más, blanco y negro o color?
Me da igual. A algunas fotos le van mejor el blanco y negro y otras el color.

Pero la mayoría de sus fotos de Estambul son en blanco y negro.
Sí porque era el Estambul antiguo.

 «Los armenios éramos comerciantes en el Imperio Otomano, por eso hablamos muchos idiomas”

¿Al Estambul de ahora, le saca fotos en color?
Ya no hago fotos a Estambul, solo por encargo. No me gusta.

¿No le gusta el Estambul moderno?
Me encanta Estambul, yo he nacido aquí. Pero prefiero el viejo Estambul. El Estambul real es el antiguo. El actual es una copia de América. La gente no entiende nada. Están copiando los edificios americanos cuando tienen su propia arquitectura, su propia civilización, el Imperio Otomano y no lo están usando. En mis fotos no hay rascacielos ¡NO!! Sigo haciendo fotos de Estambul pero busco en ellas el Estambul de antaño.

Es decir, el Estambul que le convirtió en “El ojo” .
Yo no soy el ojo de Estambul, yo soy de Turquía. ¿Que me importa que me llamen el ojo de nada?

¿No le gusta que le llamen así?
Yo soy periodista, periodista, no un ojo.

Tras la tanda de preguntas bebe un sorbo de café y suelta una carcajada. Luego se queda en silencio y esculca a su interlocutor, como para comprobar si entiende hasta que punto lo que dice es cierto.

Usted lleva 63 años ejerciendo de fotoperiodista. Durante ese tiempo también ha fotografiado a muchas celebridades. ¿Qué prefiere fotografiar: a la gente de la calle o a los famosos?

Me gusta la gente, pero la gente con un escenario. A las celebridades, como usted dice, las fotografié porque me las encontré, igual que a los niños de Estambul. Si me encuentro a Hemingway pues le saco una foto ¿entiendes? Pero eso ya no importa porque ahora yo soy más famoso que esas personas [risas].

¿Tomó fotos de Picasso y se hizo amigo de él?
Sí, eso fue un encargo. Era imposible llegar hasta Picasso. Yo trabajaba entonces para una editorial que hacía sus libros. Era miembro del equipo, era el fotógrafo. Entonces Picasso decidió que quería hacer un libro y me llamó. Si no, era imposible ver a Picasso.

«Si dices a la gente que les estás sacando una foto se ponen en guardia, sonríen»

También retrató a Orson Welles, Maria Callas… ¿Como toma las fotos? ¿Les habla, les pide que posen?
No no nada de eso, ellos no saben siquiera que les estoy sacando la foto. Luego se las enseño. Y les gustan, claro. Si dices a la gente que le estás sacando una foto se pone en guardia, sonríen, y eso cambia la realidad.

¿Por qué le molesta que comparen su obra con arte y a usted con un artista?
La fotografía es un tipo de documentación que refleja el tiempo en el que vivimos. Y con el equipo técnico adecuado podemos transmitir esa realidad al siglo que viene. Somos historiadores visuales, no artistas.

¿Hay que estar educado para hacer una buena foto?
Hay que tener un sentido de la estética, una sensibilidad. Pero hay que tener cultura, sin cultura no eres nadie y tampoco un fotógrafo.

¿Cómo ha de ser una fotografía para ser buena?
Mira esta foto [Güler vuelve al libro de sus fotografías que permanece sobre la mesa. Señala una de instantáneas del Monte Ararat cubierto por nubes] Esta foto no es buena. Y esta [señala una foto en blanco y negro en la que un niño chupa el cañón de una pistola mientras una niña carga con unas hogazas de pan] esta es arte. Pan y pistola: la mujer trae la comida, el hombre la violencia y destrucción. Es una metáfora, para entenderlo hay que usar la imaginación.

¿Así que la fotografía también puede ser arte?
No. Cezanne, Renoir, Mozart, eso es arte. Las fotos, no. Ahora todo el mundo saca fotos, no es arte, es un juego. Arte es algo que cambia el mundo. Mira esta foto [señalando a otra de sus instantáneas]. Esta foto no importa si existe o no, no cambia nada…

«En el mundo solo hay diez fotógrafos y eso ya es decir mucho»

¿Qué piensa de la nueva generación de fotógrafos en Turquía?
No creo que existan fotógrafos en Turquía. Hay mucha gente con cámaras, eso es todo. En Turquía no hay buenos fotógrafos, incluido yo, que trabajé en esto porque tenía una cámara.

¿Y entonces, cómo se explica tanto reconocimiento?
No lo sé. La gente es idiota [risas]. En el mundo solo hay diez fotógrafos y eso ya es decir mucho.

¿Por ejemplo?
Cartier Bresson, Ansel Adams.. todos muertos y ninguno turco

Pero alguien que esté vivo, ¿Annie Leibovitz por ejemplo?
No, ella vive en Nueva York y hace su propaganda. No es una fotógrafa importante pero no es mala. Entiende la fotografía, pero eso es todo.

¿Dice que tiene en su archivo hay dos millones de fotos?
Más o menos; la verdad es que no las he contado nunca. Cuando voy a Oriente Medio, por ejemplo, vuelvo con 100 carretes. Elijo las fotos para mi reportaje y el resto lo guardo en una caja.

¿Ha enseñado todas las fotos?
Es imposible enseñar todas, ni siquiera yo las he visto. Pero yo enseño todo. Tengo una exposición permanente y una fundación encima de este café que está abierta al público. No soy como Chagall. Él no sacaba de casa los cuadros que más le gustaban. Si ibas a visitarle podías verlos. Pero es porque se trataba de cuadros, solo puedes hacer uno. Con las fotos no es así, puedes hacer 20 copias. ¿Pero por qué voy a esconderlas? Mis fotografías es lo único que le dejo al mundo.