El bastión rebelde en la frontera
Ethel Bonet
“En Yabrud sólo quedan combatientes, muchos combatientes”, afirma Raid Ankur, un rebelde sirio oriundo de Bab Amr, en Homs, que llegó a Líbano hace diez días. La localidad estratégica situada en los Montes Qalamun, en la frontera entre Siria y Líbano, es ahora el escenario de una nueva ofensiva del régimen de Bashar Asad contra los rebeldes. Si tiene éxito, Asad no sólo afianzará su posición sino también es probable que la guerra se traslade hacia Líbano.
En las dos últimas semanas, el régimen ha intensificado los bombardeos con aviones MIG y helicópteros de combate contra Yabrud: este pueblo domina la autopista M-5, que conecta Damasco con los bastiones alauíes en el Mediterráneo, Tartus y Latakía, la única región que es en bloque fiel a la familia Asad.
La batalla por Qalamun ya había comenzado en noviembre y el régimen recuperó las localidades de Qara, Deir Atiya y Nabak, forzando a miles de sirios a huir al Líbano. Pero en las últimas semanas, Damasco ha reforzado el número de tropas en Sahal y alrededor de Yabrud. Combaten codo a codo con Hizbulá. Este movimiento de resistencia armada libanesa ha movilizando a sus altos mandos militares para enviarlos a Qalamun, junto con los 7.000 combatientes que ya tiene sobre el terreno, según informan medios libaneses.
«Por cada barril de TNT que impacta, al menos 15 viviendas quedan dañadas»
“Nos bombardearon con bidones de TNT. Los destrozos en la ciudad son innumerables. Por cada barril que impacta, al menos 15 viviendas quedan dañadas”, relata un refugiado de la localidad de Sahal, también en los montes Qalamun.
Desde esta región montañosa, los rebeldes también pueden atacar los convoys militares de la capital hacia Homs, otro de los focos rebeldes. Si tienen que abandonar su posición, el régimen recuperará el dominio sobre todo el centro de Siria.
“El día 12 de febrero, el régimen bombardeó por dos horas Yabrud y después hubo una tregua para que los civiles pudiéramos marcharnos de forma segura, indica Raid Ankur, de 28 años, y padre de tres hijos, refugiado ahora en Arsal. Este pueblo es el único de mayoría suní en todo el Valle de la Bekaa, una fértil región en el este de Líbano, habitada sobre todo por chiíes y, por ello, feudo de la guerrilla Hizbulá, aliada el régimen de Asad.
Los suníes, en cambio, se han alineado con los rebeldes sirios y Arsal, situado cerca de la frontera, es su bastión. La ausencia total del Ejército libanés en la frontera en Arsal y alrededores ha convertido región montañosa en la principal vía de suministros de armas para los rebeldes y de tránsito de combatientes yihadistas, además de ser la puerta de entrada de los refugiados.
Ankur pudo llegar sin problemas, gracias a la tregua. «Pero los que llegaron a principios de la semana pasada a Arsal aseguran que los aviones de combate estuvieron bombardeando la carretera por la que huían las familias enteras”, añade.
La toma de Yabrud será la batalla final para recuperar la estratégica cordillera siria limítrofe con Líbano
Tras la ofensiva en Homs, Ankur y su familia se marcharon a Al Qusayr, que cayó en mayo de 2013, y desde allí a Yabrud. Ahora ya no tienen ningún lugar seguro en oeste de Siria donde vivir y han tenido que huir a Líbano.
Antes de la operación del régimen en noviembre de 2013 no había más de 5.000 combatientes insurgentes en Qalamun. Pero, poco a poco, se fueron acumulando más fuerzas rebeldes hasta llegar a aproximadamente 40.000 hombres, según diversas fuentes. Muchos de estos grupos son salafistas como Ahrar al-Sham, y Liwa al-Islam, o afilados a Al Qaeda como el Frente Nusra o grupos separatistas como el Estado Islámico de Iraq y Levante (ISIL), cuya presencia es cada vez más dominante en el campo de batalla.
La toma de Yabrud será la batalla final para recuperar esta estratégica cordillera, limítrofe con Líbano. Esta ofensiva tiene un doble objetivo: por un lado, afianzar el territorio del régimen pero, lo más importante, será acorralar en un callejón sin salida a los combatientes salafistas y afines a Al Qaeda.
“El territorio entre Arsal y Qalamun se ha convertido en una plataforma para los ataques contra objetivos de Hizbulá en el Líbano”, explica una fuente seguridad, bajo condición de anonimato.
“Se trata de una operación coordinada entre las fuerzas sirias y Hizbulá, que consistiría en ir empujando a los yihadistas hacia el otro lado de las montañas, en la ladera libanesa, donde serían atacados por los combatientes de Hizbulá”, detalla la fuente, antes de agregar que una tercera pieza podría ser el propio Ejército libanés.
“Una participación directa de las fuerzas armadas libanesas en el conflicto sirio sería muy criticado. Pero no hay que descartar la posibilidad de un despliegue masivo de fuerzas militares en la línea fronteriza para sellar la frontera e impedir la huida hacia Arsal de combatientes de Al Qaeda”.
El área de Arsal es territorio prohibido para los guerrilleros de Hizbulá. Si el Partido de Dios atacara la localidad habría represalias en otras partes del país: volverían a estallar los enfrentamientos entre suníes y alauíes en el norte de Trípoli, ciudad dividida entre un bastión salafista y otro alauí, o entre chiíes y suníes en Sidón, al sur de Beirut, también de mayoría suní.
Si Hizbulá atacara Arsal, estallarían represalias y conflictos en otras ciudades libanesas
Pero los habitantes de Arsal están abrumados por el papel que les ha tocado jugar. “No hay más sitio para los refugiados sirios”, explica, un tanto alterado, Ali Hujeiry, alcalde de este municipio. La localidad ha visto triplicarse su población. En el municipio de Arsal residen 40.000 libaneses y 70.000 refugiados. En estos tres años se han construido unos 58 asentamientos temporales alrededor de la ciudad y siguen creciendo.
Los ataques aéreos han forzado la huida de entre 8.500 y 10.000 sirios a Arsal, hasta el lunes pasado, según datos de la municipalidad, y “otras 400 nuevas familias están esperando entrar al territorio libanés”, agrega el alcalde. “Hemos distribuido comida y agua a las nuevas familias y esperamos que puedan ser recolocadas en otras localidades de la Bekaa o en Trípoli”, anhela Hujeiry.
La situación de seguridad en la zona fronteriza se ha agravado desde principios de año. Desde hace un mes las ONG internacionales solo trabajan con personal local más allá del único puesto de control del ejército libanes en los confines con Siria, en el área montañosa conocida como Wajad Meyed.
El aumento de elementos armados en los nuevos asentamientos temporales podría poner en peligro la seguridad de los trabajadores humanitarios así como de las familia sirias que se han instalado allí.
En este árido paisaje acampan a sus anchas tipos de largas barbas, fusil en mano
En este árido paisaje, que parece sacado del decorado de un “spaghetti western”, acampan a sus anchas tipos de largas barbas con un fusil en la mano, que podrían poner en peligro la seguridad de las familias sirias que se han instalado allí y de los propios cooperantes.
“Queremos que el Ejército patrulle la frontera para proteger a nuestro pueblo. Arsal está con las fuerzas armadas libanesas”, recita Hujeiry con cara de poco convencimiento.
Tras la ola de atentados contra objetivos chiíes desde principios de año, el ejército libanés ha instalado un nuevo puesto de control en la vecina Laboue (de mayoría chií) para chequear posibles coches bomba que, según el movimiento Hizbulá, provienen la mayoría de la ciudad siria fronteriza de Yabrud.
Pero, en realidad, lo que busca el Partido de Dios, que domina el valle de la Bekaa, es tener controlado y lo más aislado posible a la población de Arsal y a los contingentes de yihadistas que allí se congregan, creen muchos suníes.
“La situación aquí no es segura. Además, no hay ni letrinas ni tanques de agua ni ningún tipo de facilidades ”, se queja Abu Mazem que llegó con su familia hace apenas cinco días a Wajad Meyed y quiere que su mujer y sus hijos puedan ser admitidos en alguno de los campamentos temporales dentro del municipio de Arsal.
Pero todo indica que la guerra se acerca. “Hemos recorrido 50 kilómetros para llegar hasta aquí y estar a salvo, lejos de los ataques aéreos. Nos sentimos a salvo”, expresa con desasosiego una refugiada de Sahal, que ronda los 50 años. De momento, añade: «Cada dos o tres días hay un bombardeo muy cerca en las montañas, y temo que un día nos alcance a nosotros».
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