Entre el martillo islamista y el yunque militar
Mansoura Ezeldin
Mientras que el ejército golpeaba e insultaba a las manifestantes egipcias en la calle de Kasr al-Aini, los salafistas estaban en Suez celebrando animados su victoria en la segunda fase de las elecciones parlamentarias. Unas celebraciones machistas, sin participación femenina alguna, en las que cantaban himnos y consignas religiosas tales como: “El ejército y el pueblo son uno” , “Los Hermanos Musulmanes y el partido Nour son uno” y la consigna más importante: “Dios y el pueblo son uno”.
Los salafistas cantan su unidad con el Ejército, mientras que los soldados golpean a una mujer
El pueblo aquí mencionado es distinto de aquel al que se refieren los manifestantes en las calles; para los salafistas, “el pueblo” se refiere exclusivamente a sus partidarios. Así, cantan su unidad con el Ejército, mientras que los soldados dan patadas, golpean e insultan a una mujer que se encuentra tirada en la calle, incapaz de oponer resistencia; pero no les bastaba con eso, sino que además la despojan de su ropa en público.
Este doloroso panorama y las imágenes en las que se ve como se arrastra por el suelo y se mata a los y las manifestantes, durante la disolución de la concentración ante el Consejo de Ministros, no inquietaron a los islamistas ni a ninguno de los que están hablando día y noche en nombre de la religión y la moral. Ellos se llevaron las manos a la cabeza cuando la joven Alia Mahdi colgó sus imágenes desnuda en internet; sin embargo no movieron un dedo cuando los soldados arrastraban por el suelo a esta manifestante pacífica.
Con el fin de justificarse a sí mismos su silencio y su indiferencia, derramaron su ira sobre la víctima y no sobre el verdugo. Desaprobaron su salida de casa y cuestionaron las fotos y los videos, así como la moral de la manifestante. Probablemente en mitad de las celebraciones, los salafistas no se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo realmente, o tal vez encontraron en ello una justificación para excluir a la mujer del espacio público, y no ir en contra de su principio más importante: no desobedecer a los gobernantes, aunque sean injustos. Sin duda podrían encontrarse numerosas justificaciones.
Con el fin de justificar su silencio y su indiferencia, derramaron su ira sobre la víctima y no sobre el verdugo
Pero lo que no debe pasarse por alto en este corto vídeo, que los islamistas aplauden, es el elevado simbolismo, el cual refleja la sociedad que ellos desean, una sociedad donde no hay lugar para la mujer en el espacio público. Entre las caras de los que festejan, no se encontrará ninguna cara femenina, ni siquiera la de una mujer velada con el niqab, o la cara de una niña.
La escena es completamente consistente con las opiniones manifestadas por los salafistas contra las mujeres, y su acostumbrado comportamiento hacia ellas.¿No había dicho anteriormente el guía espiritual Abu Ishaq —uno de los símbolos del movimiento salafista— que la ignorancia se propaga en las mujeres, para después añadir que la cara de la mujer se parece a su vagina? ¿No había puesto el partido salafista Nour una rosa roja en vez de una foto de sus candidatas al Parlamento, como un símbolo del enterramiento de la mujer en vida?
¿No dijo el guía espiritual salafista Abu Ishaq que la cara de la mujer se parece
a su vagina?
Tras la revolución, tenemos un Egipto lleno de heridas, y encadenada a problemas de difícil solución, acumulados a lo largo de las seis décadas de gobierno de dictadura militar. Y en este momento nos encontramos con los islamistas (salafistas y Hermanos Musulmanes), quienes ven el mal en el cuerpo de la mujer, de modo que la primera de sus prioridades se vuelve cubrir el cuerpo de ésta, mientras que ignoran las cuestiones de la opresión, la pobreza, la corrupción, y el colapso de la educación.
Sin embargo, esta cuestión no se limita solo a los islamistas, pues en principio, la lucha relacionada con el cuerpo de la mujer se convierte en una prioridad para todas las partes del juego político en Egipto, cada una a su manera. Los salafistas desean devolver a la mujer por la fuerza a su casa y retirarla del espacio público, los Hermanos Musulmanes piden que se cubra, y los militares le arrancan la ropa, la golpean y arrastran por el suelo, o la someten a pruebas de detección de la virginidad en la oscuridad de las prisiones.
Cabe destacar que las acciones ejercidas contra las activistas políticas son en su mayoría de naturaleza sexual, mientras que algunas facciones de las élites liberales, reducen los asuntos de la mujer y sus derechos al punto del derecho a no cubrirse, y de acuerdo con esto el problema se convierte en una lucha entre el bikini y el velo.
Grados de radicalización
Ni que decir tiene, que hay diferencias y distinciones entre los salafistas y las Hermanos Musulmanes, muchos ven a los Hermanos Musulmanes como más moderados que los salafistas, lo cual es cierto en gran medida, aunque no debemos ignorar el hecho de que la diferencia entre las dos partes es la diferencia en el grado de radicalización, no una diferencia en sus referentes.
La mujer egipcia rebelde combate en las calles codo con codo con el hombre por la dignidad y la libertad
Hasta ahora lo que parece es que los Hermanos Musulmanes tienen más experiencia política, y más capacidad de maniobra, mientras que los salafistas tienen más transparencia en la exposición de sus ideas, y en su momento pagaron por ello , como ocurrió cuando Abdel-Moneim Shahat perdió las elecciones [parlamentarias en diciembre de 2011] después de sus declaraciones en contra de Naguib Mahfouz.
Tal vez por esta razón, las declaraciones del salafista y candidato para la presidencia Hazem Abu Ismail, en relación a la política y el empleo de la mujer, provocaron el miedo y la indignación. El partido salafista Nour se apresuró en anunciar que las declaraciones de Abu Ismail no representan al partido y que él es plenamente responsable de sus comentarios, y para tranquilizar a la gente, el portavoz oficial del partido afirmó que «el partido Nour lucha por un Estado democrático religioso moderno y la cooperación con la institución Al Azhar, en todos los asuntos religiosos.»
Estas declaraciones pueden interpretarse como propaganda puramente electoral y podrían ser negadas más tarde, sin embargo su otra cara es que podría ser un primer intento de adaptarse a la sociedad que les rodea.
Personalmente, a pesar del sombrío escenario actual, no estoy con los que tratan de demonizar a los salafistas y las Hermanos Musulmanes, ni con los que desean excluirlos de la esfera política, porque uno de los objetivos de la revolución era acabar con la injusticia e implantar la justicia y la democracia.
Pero, por la misma razón, estoy contra los islamistas cuando quieren eliminar a los otros partidos y cuando les acusan de infidelidad porque tienen una opinión diferente a la suya, y contra los que tratan a los coptos como una minoría carente de derechos, o a la mujer como “carente de razón y de religión”.
No es aceptable dividir a las mujeres en “descubierta y moderna” y “velada tradicional y oprimida”
La victoria de los islamistas en las elecciones era esperada, ya que están más cerca de la realidad y más conectados con las clases bajas; además son reflejo de un estado de ánimo general en la sociedad. Sin embargo, las elecciones —a pesar de todas las reservas en relación al contexto no democrático en el que se han producido y a los errores que las empañaron— ha sido una batalla de la que tenemos que aprender algunas lecciones y revisar nuestras ideas y nuestras visiones sobre la realidad que nos rodea.
Ya no es aceptable resumir la situación de la mujer en nuestra sociedad según una dualidad ingenua que divide a las mujeres en “descubierta y necesariamente moderna” y “velada tradicional, necesariamente oprimida”. Es una dualidad reduccionista que no representa la realidad ni refleja su composición y su complejidad.
Ahora es el momento adecuado para que miremos a nuestra sociedad desde dentro, e intentemos acercarnos más a ella, no hay que ceder a la dañina reducción ni a la división en estereotipos. Es importante que las organizaciones femeninas luchen para no excluir a la mujer de la toma de decisiones políticas, pero en medio de esto no debemos perder de vista a las mujeres marginadas en las aldeas y las zonas pobres, hay que trabajar para resolver sus problemas reales, y no los que nosotros pensamos que son sus problemas. Existe una gran diferencia.
Queda por decir que la cuestión de la mujer, su papel y sus derechos son inseparables de los asuntos de la sociedad en su conjunto, mas al contrario están en el corazón de la misma.
En el entorno actual, el futuro de la mujer parece nublado, no obstante no debemos olvidar que la batalla en curso es un episodio de un largo viaje realizado por la mujer egipcia en su lucha por obtener sus derechos, y que estamos guiados por un rico patrimonio en este área, y por lo tanto no es apropiado que nos arrastremos hacia las mismas antiguas batallas o a discutir los axiomas, como si nuestro destino fuera volver siempre de nuevo al punto de partida.